Rm 2, 1-11
No juzguen a otros y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen y Dios los perdonará.
Lc 6, 37
La parte doctrinal empieza hablando del Evangelio o sea de Jesucristo manifestación del poder de Dios, para que todos los que crean alcancen la σωτηρίαν [soterian] Salvación. Luego pasara a hablar del mundo pagano sin Cristo.
El co-texto de hoy se refiere al mundo judío. Después de haber mirado lo que era el mundo pagano, que no tenía a Cristo, ahora pasa a contrastar con los que lo han tenido. Y el tremendo riesgo de erigirnos en jueces de los demás.
Porque el juicio que hacemos sobre el otro sólo se puede entender bajo la circunstancia que nosotros nunca incurramos en faltas contra Él, ni contra el prójimo.
Cuando nosotros, los que hemos tenido la oportunidad de conocer al Señor nos metemos en el oficio de jueces del prójimo, lo que hacemos es “acumular cólera” divina para ἡμέρᾳ ὀργῆς [emera orges] “el Día de la Ira” de Dios.
Aquel Día, Dios pagará con monedas de justicia y dependiendo de nuestras “obras”, dándole vida eterna a quienes hayan vivido “perseverando en el bien”. En cambio, habrá tribulación y angustia sobre los hacedores de maldad.
El juicio será imparcial, y pesará tanto contra los judíos como también contra los “griegos” porque Dios no hace προσωπολημψία [prosopolempsia] “acepción”, “parcialidad” de personas.
¿En qué se basará el juicio Divino? En tres pilares:
1) La verdad
2) Las obras
3) La luz espiritual que cada cual haya recibido.
No hay privilegios por ser judío, o por ser circunciso; todo depende de la “virtud personal”. Valga decir, la coherencia personal es lo que rige. Todos, y para todos, porque todos son susceptibles de “caer”.
Dicho con otras palabras, se cuenta con que no se anote lo que se hace hipócritamente o a escondidas. Pero, igualmente será tenido en cuenta. En ese sentido se nos previene de no pretender una “santurronería” salida de nuestro supuesto conocimiento de la Ley Divina y de las tradiciones mosaicas, porque no será por ello que alcancemos la salvación, sino por la fiel ligazón a las creencias que cada quien profesa. Coherencia es la consigna.
Pero lo que tampoco valdrá como pretexto para aquel que habiendo recibido la “revelación” haga caso omisión de esa Gracia: El desconocimiento de la Ley de Dios sólo nos justifica cuando se da el caso de una “ignorancia invencible”, que no se puede superar a pesar del esfuerzo moral y la aplicación diligente que una persona podría realizar. Este tipo de ignorancia exime de culpabilidad porque la acción cometida no es voluntaria ni consciente.
Así se afirma que el conocimiento no salva si no se acompaña con la coherencia de una vida moral. Y de manera simétrica, al que Dios ha alcanzado con su “revelación”, se le “exigirá más”. la persona que juzga a otros por sus acciones y también comete esas mismas acciones, no tiene excusa: “Piensas acaso, tú que juzgas a los que hacen estas cosas, pero actúas del mismo modo, que vas a escapar del juicio divino” (Rm 2, 3)
Es importante y definitivo tener en cuenta que el bien que hacemos no es otra cosa que el poder que Dios nos ha entregado para nuestro discipulado. Ese bien proviene de las Manos de Dios y nosotros no somos más que los empleados de la empresa de mensajería que se encarga de las entregas. Pero no empleados a sueldo, sino “voluntarios”.
Inmediatamente después de esta perícopa se examina la situación de los que han recibido la ley mosaica y cuentan con ella. Serán juzgados con el rigor correspondiente y concatenado con la ley revelada. La ley inscrita en el corazón y llevada en la conciencia será nuestro acusador o defensor según corresponda a nuestra obediencia. No nos apresuremos en distribuir sentencias condenatorias en particular, para declarar condenados a los que no pertenecen a nuestro círculo, cualquiera que sea ese “circulo”.
Sal 62(61), 2-3. 6-7. 9
… me consuela ahora pensar que al menos hay un lugar, una persona en quien puedo encontrar el verdadero amor, y ese eres Tú, Señor.
Carlos González Vallés, s.j.
Este es un Salmo del Huésped. El Huésped, cercano a Dios es llamado a ejercitar la denuncia. El salmista confiesa como se entrega enteramente a confiar en el Señor, y recalca que la única Fuente de sólida fiabilidad es la Enseñanza que proviene del Señor.
Solamente a Dios se puede poner como fundamento y soporte, sólo Él es la fortaleza donde podemos con toda tranquilidad hallar refugio. Él es מִשְׂגָּב [misgab] “el Fortín” (alcazaba) de nuestra Salvación.
En la segunda estrofa, en cambio, se yuxtapone la falacia humana, la palabra del hombre es endeble y se la lleva el viento. La fragilidad humana no da campo a garantizar el cumplimiento de lo ofrecido. La imagen literaria que propone es la de poner en la balanza la solidez de la Alianza contra la volubilidad del dictamen humano, y dice que, ante la firmeza de la Palabra Divina, el otro plato de la balanza sube como si solo estuviera cargado de plumas, o mejor, como si fuera un platillo vacío.
La tercera estrofa, es sólo un versículo. Que llama a todos a fiarse sólo en Él. El único confiable: Sólo en Él hallaremos Probidad.
En el verso responsorial hay una idea que emparenta directamente con respecto a la Primera lectura: “El Señor paga a cada uno según sus obras” (Sal 62(61), 12). Se resalta la Lealtad de Dios con la Alianza que Él nos regaló. Su Alianza es portadora de Justicia, si el salario no dependiera de nuestras obras ¡no sería justo!
Perece un anticipo de la palabra de Jesús que nos concitaba a “construir la casa sobre roca”. (Cfr. Mt 7, 24)
Lc 11, 42-46
Las observancias externas son fáciles y pueden ser una simple máscara para evitar la verdadera obediencia a Dios, que consiste en practicar la justicia y el amor de Dios.
Ivo Storniolo
“Los ayes” en San Lucas son seis, tres contra los fariseos (autoridades de la praxis, de la ortopraxis) y tres contra los legistas (autoridades teoréticas, de la ortodoxia). Hoy vamos a ver los cuatro primeros, y quedaran para mañana los dos restantes.
Los de hoy, están dirigidos a los fariseos, (en el tercero no se dice expresamente, pero se puede suponer). El Cuarto, se dirige a un experto jurista, a un Maestro de la Ley, un abogado que juzgaba a partir del Código de la Torá; que se siente también tocado por lo que está diciendo Jesús y revira.
Hagamos, primero la lista de lo que les reprocha Jesús
1) Pagan el diezmo hasta de las más mínimas cosas: la menta, la ruda y toda legumbre (escrupulosidad); pero dejan de lado la justicia y el amor a Dios.
2) Aman el sitio preferencial en las sinagogas y les gusta que les hagan reverencias (búsqueda de status).
3) Son como sepulcros que no se ven y hacen que la gente se vuelva impura por apoyar su pie sobre esas tumbas (o sea que se hacen “impuras” sin saberlo, sin darse cuenta); los fariseos eran como tumbas sin marcar, como un hueco sin aviso de precaución.
4) Imponen a los hombres cargas insoportables; pero ellos, no ayudan a llevar esas cargas ni con un mínimo de apoyo, ponen la ley y se van. Su estrecha y fanática concepción de la fe, volvía la religión un incontable número de leyes insufribles y de pecaminosidad por doquier. Expertos en añadir leyes a las ya existentes y ponerle parágrafos y minucias (expertos en la “letra pequeña) a la antigua ley para lograr la “multiplicación legalista” y la “sobreabundancia leguleya”.
Uno se preguntaría ¿muchos fariseos se hicieron creyentes? Sólo así se explicaría que Jesús les queme tanta atención. Lo que Jesús está haciendo es prevenir a los recién convertidos al cristianismo para que no les pase lo que, a los Gálatas, que vinieron los de laya farisaica, a invitarlos a su estilo de creencia, e hicieron mucho daño. Confundieron y desviaron, haciéndose pasar por los creyentes más fieles y más firmes. Trataron de imponer su versión y lo que hacían era confundir y despistar a los cristianos, esforzándose por envasarlos en odres viejos y ponerles remiendos nuevos a pantalones veteranos.
A veces nos preocupa más desempolvar viejas leyes y darle carta de recuperación a normas ya prescritas que buscar los derroteros para aclarar y revitalizar el Amor de Jesucristo y el amor al prójimo. Siempre procuremos tomar en cuenta para procurar corregir esto en nosotros mismos, porque muchas veces tocamos la alarma para los demás, pero, a nosotros mismos, nos hace falta “una capa de cal”.
Jesús adelanta todo este trabajo y esfuerzo porque -apuntando hacia nuestro propios días- descubrimos que el fariseísmo tiene propiedades de generación espontánea y parece hierba mala que brota por doquier si nos descuidamos.





No hay comentarios:
Publicar un comentario