Rm 8, 31b-39
Cuál es la fuente de la libertad de los
hijos de Dios
A este fragmento del capítulo Octavo de Romanos, se le
clasifica como una Alabanza. Tiene dos ejes trasversales que se presentan el
uno a continuación del otro, que se presentan como preguntas “retoricas”, valga
decir, preguntas que no esperan respuesta, sino que
se usan para enfatizar una idea, captar la atención o llevar a la reflexión a
quien las lea:
              
i.       
Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra
nosotros?
             
ii.       
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
De la primera pregunta, trabajará el
antecedente-condicionante; pero no negará que existan los que se pongan contra
nosotros. La lógica paradojal de la primera pregunta nos llevaría a suponer que,
si Dios se ha puesto de nuestra parte, no podría existir quien fuera a osar
actuar contra nosotros. Sin embargo, el mismo contexto históricos nos muestra
que muchos se pusieron a atacarlos y desataron la persecución, y lo que es más álgido,
hasta Pedro y Pablo fueron victimados como consecuencia.
«El juicio del sistema enemigo está presente como agua que
empapa una esponja. Contra él San Pablo lanza su grito de guerra… Reafirma con
vigor que la salvación es obra del Espíritu y que este es el gran morador de
nuestra vida. No tiene palabras para enaltecer el amor que Dios nos tiene, probado
y comprobado con la entrega de su Hijo: “El que no perdonó ni a su propio Hijo,
antes bien lo entregó por todos nosotros” … » (Carlos Mesters)
El Apóstol de los Gentiles vuelve a preguntar: “¿Quién
acusará a los elegidos de Dios? Da una respuesta de tono semipenumbroso, porque
quiere llegar al meollo, sin dilaciones. La respuesta, por ahora será: “Dios es
el que justifica”. Entra en el marco de las preguntas retoricas porque si Dios
en Persona nos justifica, ¿quién tiene autoridad para impugnar lo que Dios ha
declarado Suyo y Santo?
La siguiente pregunta retórica es la más desconcertante, si
Cristo Jesús se pasara al lado adverso, ¿qué lógica habría? Rayaría en la
absurdidad. La pregunta es: ¿Quién condenará? Los que manejan la lógica
demencial creen que la respuesta será el propio Cristo Jesús, el Hijo de Dios.
Pero lo ilógico es que es Él mismo el que 
1)    Murió
2)    Resucitó
3)    Está
a la Derecha del Padre, y
4)    Es
nuestro Intercesor.
De ahí salta directamente a la segunda pregunta eje: ¿Quién
podría tener la capacidad para deshacer tanto Amor y separarnos de su Amor?
¿desarraigarnos de Él?
     
i.       
La tribulación
    
ii.       
La angustia
   
iii.       
La persecución
  
iv.       
El hambre
    
v.       
La desnudez
  
vi.       
El peligro 
  vii.       
La espada
este es su armamento, es todo un arsenal y ellos lo usan
cruel y despiadadamente contra nosotros, sanguinarios, reiterativos, se
ensañan, se hacen propaganda y procuran simular su eficiencia, pero cuanto más
torturan y más nos desangran, más sólido y más estable es este Amor, y mayor la
intercompenetración.
Este fenómeno lleva a San Pablo a una constatación
sorprendente: “… en todo esto vencemos de sobra”.
«En el origen de esta maravillosa epopeya de la liberación
espiritual se halla el amor fiel de Dios. Este es el nombre nuevo de la “justicia
de Dios” tal como se ha revelado en Cristo Jesús. En este momento Pablo explicita
su fe con estas expresiones: “Pues estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni los ángeles, ni los principados … ni otra criatura alguna podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”» (Rinaldo
Fabris)
Sal 109(108), 21-22. 26-27. 30-31
El numeral 126 de la Dilexi te, cita el #207 de la Evangelii Gaudium, donde leemos lo siguiente: “Cualquier comunidad de la
Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse
creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad
y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque
hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida
en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones
infecundas o con discursos vacíos.
El Salmo que citamos hoy, se inserta en el sistema venoso de
la Doctrina Social de la Iglesia, porque el salmista se declara explícitamente “humilde
y pobre y con el corazón traspasado”.
Estamos hablando de alabar al Señor, y en este momento por
qué, porque Él se pone a la derecha del pobre para salvar su vida de los que lo
condenan. Insertamos aquí, la Lectura que Carlos González Vallés hizo de este
Salmo: 
«El hombre abandonado que no tiene donde acogerse, que sufre
sin remedio por el capricho de los ricos y la opresión de los poderosos, que
sabe en su consciencia que es víctima de la injusticia, pero no encuentra
salida a la amargura de sus días y a la agonía de su vida: ¿qué puede hacer?
No tiene poder ninguno, no tiene dinero, no tiene influencia,
no tiene medios para ejercer presión o forzar decisiones como lo hacen hombres
de mundo para abrirse paso y conseguir lo que quieren. No tiene armas para
luchar en un mundo en el que todos están armados hasta los dientes. Su única
arma es la palabra… La palabra está cargada de poder. Hace lo que dice. Vuela y
descarga… 
También yo me encuentro impotente ante el reino de la injusticia
en el mundo de hoy; y con el derecho que me da mi impotencia, me dispongo a
usar fielmente el arma que Tú, Señor, pones en mis manos como miembro de tu
pueblo y pobre entre los pobres.
Que los que matan a hierro, a hierro mueran; que todos los
opresores, explotadores, estafadores, manipuladores, todos los que dan y
reciben sobornos, niegan el salario justo y abusan del pobre, todos los
injustos y violentos, sean subyugados para siempre; que todos los
secuestradores, atracadores, raptores, terroristas, sean víctimas de su propio
terror; que los dictadores de todo signo dejen de serlo, y los que traman el
mal para los demás lo vean tramado contra sí mismos. Que estas palabas
extiendan sus alas, vuelen derechas, den en el blanco, pongan fin a la
injusticia y traigan la paz a los pobres que Tú amas, Señor.»
Lc 13, 31-35
El fragmento
que leemos hoy, podemos descomponerlo en dos segmentos:
1)    Herodes quiere
matar a Jesús (vv 31-33)
2)    Una lamentación
sobre Jerusalén (vv. 34-35)
En el verso 32 encontramos una expresión que juzgamos neural y pivote de todo el fragmento, se trata de la palabra τελειοῦμαι [teleioumai] se traduce por “soy consumado”, lo cual se entiende como cumplir con todas las responsabilidades que fueron encargadas hasta llegar a la plenitud del propósito.
La secuencia puede retratase así: 
1)    Los
fariseos le comunican una amenaza de vida a Jesús
2)    Le piden que huya,
que se retire de aquella zona
3)    Jesús le manda una
respuesta a Herodes (zorro)
4)    Y Él acepta que,
una vez cumplida su misión entregará su vida
Cumplir
la misión aquí se expresa con el giro idiomático “tercer día”, con el
significado de “culminación”.
Lo
que Jesús hace aquí es desenmascarar la muerte que se disfraza de “derrota
total”: Jesús desenmascara la muerte, ella no significa ninguna victoria, no tiene
ningún poder real, Jesús muestra que su supuesta muerte no podrá truncar el
cumplimiento total de su “tarea”.
Irse
para otro lado, valga decir, desistir de la misión de llegar a Jerusalén, eso no
puede ser. Sería como si Dios en su Perfección, desistiera de llevar a su clímax
el propósito Salvador. Él, que es Perfecto, no puede desistir volviendo
imperfecta su obra. Jesús persiste en su Libreto y no se aparta ni un solo
instante, ni una silaba de la Palabra que se le ha encargado pronunciar. 
Eso
se denomina “fidelidad”. Ha procurado con todo Su Empeño, agrupar a los
polluelos y cobijarlos bajo sus alas: la gallinita no ha fracasado, ha hecho
todo lo posible; pero los polluelos no han querido. No han aceptado la
protección ofrecida.
«Ayudar
a nuestros jóvenes… educarlos en la misión, a salir a ponerse en marcha, a ser
callejeros de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados
a Él como la gallina con los pollitos; los envió. No podemos quedarnos
enclaustrados en la parroquia en nuestra comunidad, en nuestra institución
parroquial, en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están
esperando el Evangelio… Por supuesto que van a ser calumniados. ¡No tengamos
miedo! … Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando
por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia».
(Papa Francisco)
Al
principio teníamos la sangre que Pilatos había hecho mezclar con la sangre de los
sacrificios. Ahora, de nuevo, El Galileo, va a mezclar su propia sangre con la
de los sacrificios, sumando la suya a la sangre sacrificial. 
Pero este no es el final-final. Bastará pronunciar el Santo y Seña y aparecerá de nuevo, ante nuestros ojos. Aprendamos las palabras claves para que estemos preparados para pronunciar la contraseña: “Bendito el que viene en Nombre del Señor”.





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