miércoles, 29 de octubre de 2025

Jueves de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario

 

Rm 8, 31b-39

Cuál es la fuente de la libertad de los hijos de Dios

A este fragmento del capítulo Octavo de Romanos, se le clasifica como una Alabanza. Tiene dos ejes trasversales que se presentan el uno a continuación del otro, que se presentan como preguntas “retoricas”, valga decir, preguntas que no esperan respuesta, sino que se usan para enfatizar una idea, captar la atención o llevar a la reflexión a quien las lea:

               i.        Si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros?

              ii.        ¿Quién nos separará del amor de Cristo?

 

De la primera pregunta, trabajará el antecedente-condicionante; pero no negará que existan los que se pongan contra nosotros. La lógica paradojal de la primera pregunta nos llevaría a suponer que, si Dios se ha puesto de nuestra parte, no podría existir quien fuera a osar actuar contra nosotros. Sin embargo, el mismo contexto históricos nos muestra que muchos se pusieron a atacarlos y desataron la persecución, y lo que es más álgido, hasta Pedro y Pablo fueron victimados como consecuencia.

 

«El juicio del sistema enemigo está presente como agua que empapa una esponja. Contra él San Pablo lanza su grito de guerra… Reafirma con vigor que la salvación es obra del Espíritu y que este es el gran morador de nuestra vida. No tiene palabras para enaltecer el amor que Dios nos tiene, probado y comprobado con la entrega de su Hijo: “El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros” … » (Carlos Mesters)

 

El Apóstol de los Gentiles vuelve a preguntar: “¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Da una respuesta de tono semipenumbroso, porque quiere llegar al meollo, sin dilaciones. La respuesta, por ahora será: “Dios es el que justifica”. Entra en el marco de las preguntas retoricas porque si Dios en Persona nos justifica, ¿quién tiene autoridad para impugnar lo que Dios ha declarado Suyo y Santo?

 

La siguiente pregunta retórica es la más desconcertante, si Cristo Jesús se pasara al lado adverso, ¿qué lógica habría? Rayaría en la absurdidad. La pregunta es: ¿Quién condenará? Los que manejan la lógica demencial creen que la respuesta será el propio Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Pero lo ilógico es que es Él mismo el que

1)    Murió

2)    Resucitó

3)    Está a la Derecha del Padre, y

4)    Es nuestro Intercesor.

 

De ahí salta directamente a la segunda pregunta eje: ¿Quién podría tener la capacidad para deshacer tanto Amor y separarnos de su Amor? ¿desarraigarnos de Él?

      i.        La tribulación

     ii.        La angustia

    iii.        La persecución

   iv.        El hambre

     v.        La desnudez

   vi.        El peligro

  vii.        La espada

 

este es su armamento, es todo un arsenal y ellos lo usan cruel y despiadadamente contra nosotros, sanguinarios, reiterativos, se ensañan, se hacen propaganda y procuran simular su eficiencia, pero cuanto más torturan y más nos desangran, más sólido y más estable es este Amor, y mayor la intercompenetración.

 

Este fenómeno lleva a San Pablo a una constatación sorprendente: “… en todo esto vencemos de sobra”.

 


«En el origen de esta maravillosa epopeya de la liberación espiritual se halla el amor fiel de Dios. Este es el nombre nuevo de la “justicia de Dios” tal como se ha revelado en Cristo Jesús. En este momento Pablo explicita su fe con estas expresiones: “Pues estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados … ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”» (Rinaldo Fabris)

 

Sal 109(108), 21-22. 26-27. 30-31

El numeral 126 de la Dilexi te, cita el #207 de la Evangelii Gaudium, donde leemos lo siguiente: “Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos.

 

El Salmo que citamos hoy, se inserta en el sistema venoso de la Doctrina Social de la Iglesia, porque el salmista se declara explícitamente “humilde y pobre y con el corazón traspasado”.


 

Estamos hablando de alabar al Señor, y en este momento por qué, porque Él se pone a la derecha del pobre para salvar su vida de los que lo condenan. Insertamos aquí, la Lectura que Carlos González Vallés hizo de este Salmo:

 

«El hombre abandonado que no tiene donde acogerse, que sufre sin remedio por el capricho de los ricos y la opresión de los poderosos, que sabe en su consciencia que es víctima de la injusticia, pero no encuentra salida a la amargura de sus días y a la agonía de su vida: ¿qué puede hacer?

 

No tiene poder ninguno, no tiene dinero, no tiene influencia, no tiene medios para ejercer presión o forzar decisiones como lo hacen hombres de mundo para abrirse paso y conseguir lo que quieren. No tiene armas para luchar en un mundo en el que todos están armados hasta los dientes. Su única arma es la palabra… La palabra está cargada de poder. Hace lo que dice. Vuela y descarga…

 

También yo me encuentro impotente ante el reino de la injusticia en el mundo de hoy; y con el derecho que me da mi impotencia, me dispongo a usar fielmente el arma que Tú, Señor, pones en mis manos como miembro de tu pueblo y pobre entre los pobres.

 

Que los que matan a hierro, a hierro mueran; que todos los opresores, explotadores, estafadores, manipuladores, todos los que dan y reciben sobornos, niegan el salario justo y abusan del pobre, todos los injustos y violentos, sean subyugados para siempre; que todos los secuestradores, atracadores, raptores, terroristas, sean víctimas de su propio terror; que los dictadores de todo signo dejen de serlo, y los que traman el mal para los demás lo vean tramado contra sí mismos. Que estas palabas extiendan sus alas, vuelen derechas, den en el blanco, pongan fin a la injusticia y traigan la paz a los pobres que Tú amas, Señor.»

 

Lc 13, 31-35

El fragmento que leemos hoy, podemos descomponerlo en dos segmentos:

1)    Herodes quiere matar a Jesús (vv 31-33)

2)    Una lamentación sobre Jerusalén (vv. 34-35)


En el verso 32 encontramos una expresión que juzgamos neural y pivote de todo el fragmento, se trata de la palabra τελειοῦμαι [teleioumai] se traduce por “soy consumado”, lo cual se entiende como cumplir con todas las responsabilidades que fueron encargadas hasta llegar a la plenitud del propósito.

 

La secuencia puede retratase así:

1)    Los fariseos le comunican una amenaza de vida a Jesús

2)    Le piden que huya, que se retire de aquella zona

3)    Jesús le manda una respuesta a Herodes (zorro)

4)    Y Él acepta que, una vez cumplida su misión entregará su vida

 

Cumplir la misión aquí se expresa con el giro idiomático “tercer día”, con el significado de “culminación”.

 

Lo que Jesús hace aquí es desenmascarar la muerte que se disfraza de “derrota total”: Jesús desenmascara la muerte, ella no significa ninguna victoria, no tiene ningún poder real, Jesús muestra que su supuesta muerte no podrá truncar el cumplimiento total de su “tarea”.

 

Irse para otro lado, valga decir, desistir de la misión de llegar a Jerusalén, eso no puede ser. Sería como si Dios en su Perfección, desistiera de llevar a su clímax el propósito Salvador. Él, que es Perfecto, no puede desistir volviendo imperfecta su obra. Jesús persiste en su Libreto y no se aparta ni un solo instante, ni una silaba de la Palabra que se le ha encargado pronunciar.

 

Eso se denomina “fidelidad”. Ha procurado con todo Su Empeño, agrupar a los polluelos y cobijarlos bajo sus alas: la gallinita no ha fracasado, ha hecho todo lo posible; pero los polluelos no han querido. No han aceptado la protección ofrecida.

 

«Ayudar a nuestros jóvenes… educarlos en la misión, a salir a ponerse en marcha, a ser callejeros de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a Él como la gallina con los pollitos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia en nuestra comunidad, en nuestra institución parroquial, en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio… Por supuesto que van a ser calumniados. ¡No tengamos miedo! … Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia». (Papa Francisco)

 

Al principio teníamos la sangre que Pilatos había hecho mezclar con la sangre de los sacrificios. Ahora, de nuevo, El Galileo, va a mezclar su propia sangre con la de los sacrificios, sumando la suya a la sangre sacrificial.


Pero este no es el final-final. Bastará pronunciar el Santo y Seña y aparecerá de nuevo, ante nuestros ojos. Aprendamos las palabras claves para que estemos preparados para pronunciar la contraseña: “Bendito el que viene en Nombre del Señor”. 

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