sábado, 29 de abril de 2023

DOLOR, GRATITUD, ÁNIMO Y ALABANZA


Hch 2,14a.36-41; Sal 22, 1-6; 1 Pe 2,20b-25; Jn 10,1-10

60 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

 

El pivote de toda nuestra existencia

La palabra κήρυγμα kerigma está directamente relacionada con el “primer anuncio”. Se origina en la palabra griega keryx (plural kerykes) y alude al oficial cuya función consistía en proclamar un anuncio, llevar un mensaje (kerigma), hacer una proclamación, ser portador de una proclama. Los romanos los llamaban caduccatores porque portaban un caduceo -puesto que estaban consagrados a Mercurio, mensajero de los dioses- y jefe de oradores y pastores. Entre sus funciones estaba la de imponer silencio para que el rey pudiera hablar o –en los juegos olímpicos- tocar la trompeta para después poder hacer una proclamación. El heraldo recibe la autoridad de parte de Dios para manifestar su palabra mediante el mensaje que debe predicar y así llevar a los elegidos de Dios a la fe y al conocimiento de la verdad (Tit 1,1) “… con la proclamación que me han encomendado, por disposición de nuestro Salvador, Dios” (Tit 1, 3b). Pero hablamos de “primer anuncio” porque no nos estamos refiriendo a la catequesis posterior que profundiza y estructura la fe sino al llamamiento inicial que la suscita.

 

Pongámoslo en las palabras de Papa Francisco: «… lo importante de la predica es el anuncio de Jesucristo, que en teología se llama el kerigma. Y que se sintetiza en que Jesucristo es Dios, se hizo hombre para salvarnos, vivió en el mundo como cualquiera de nosotros, padeció, murió, fue sepultado y resucitó. Eso es el kerigma, el anuncio de Cristo que provoca estupor, lleva a la contemplación y a creer. Algunos creen “de primera”, como Magdalena. Otros creen luego de dudar un poco. Y otros necesitan meter el dedo en la llaga, como Tomás. Cada uno tiene su manera de llegar a creer. La fe es el encuentro con Jesucristo… Después del encuentro con Jesucristo viene la reflexión, que sería el trabajo de la catequesis. La reflexión sobre Dios, Cristo y la Iglesia, de donde se deducen luego los principios, las conductas morales religiosas, que no están en contradicción con las humanas, sino que le otorgan una mayor plenitud. Generalmente, observo en ciertas elites ilustradas cristianas una degradación de lo religioso por ausencia de una vivencia de la fe… no se le presta atención al kerigma y se pasa a la catequesis, preferentemente al área moral… relegamos el tesoro de Jesucristo vivo, el tesoro del Espíritu Santo en nuestros corazones, el tesoro de un proyecto de vida cristiana que tiene muchas otras implicaciones…»[1]

 


Kerigma es el caso de la predicación de Pedro en el marco del evento de Pentecostés que tenemos en la Primera Lectura de este IV Domingo de Pascua. Él hace su proclamación de Jesús denunciando cómo se le victimó crucificándolo, pero Dios lo ha acreditado: ἀποδεδειγμένον, que proviene del verbo ἀποδείκνυμι (acreditar, manifestar, confirmar, certificar, constituir), o sea, que Dios le da a Jesús unas “cartas credenciales”, a saber, a) δυνάμεσι poder, habilidad, milagro; b) τέρασι maravillas, prodigios; y, c) σημείοις signos.

 

Esta argumentación es muy importante porque los prodigios que Jesús obraba no formaban parte de una campaña para captar adeptos, no era una campaña para lanzar una candidatura, no se trataba del lanzamiento de un “producto” al mercado; se trata, en realidad, de una revelación, es una manifestación de una realidad trascendente, requiere una aclaración, es algo que hace necesario un “traductor” que permita acceder a este lenguaje Divino. Es ahí donde entra en funciones el keryx, que proclama el anuncio, el mensaje (kerigma), que lleva a tomar conciencia, que guía, que “pastorea” en el sentido de conducir la percepción de esta verdad que –aunque salta a la vista- no es auto-evidente. Lo que hace Pedro es abrirles los ojos a su auditorio para que comprendan que Jesús es su Salvador y que esto Dios mismo lo ha respaldado revistiéndolo de “poderes” superiores, asombrosos, sólo posibles al mismísimo Dios: καὶ Κύριον αὐτὸν καὶ Χριστὸν ἐποίησεν Θεός Dios lo ha nombrado Señor y Mesías. Este aval de Dios Padre tiene su cúspide en la Resurrección, que es la “prueba maestra”, el sumo respaldo.

 

Sin embargo, y esto también se debe acotar, el colirio que abre los ojos es la Gracia del Espíritu Santo. No de otra manera se entiende cómo esas sencillas palabras conmovieron tan hondamente a los escuchas que inmediatamente se muestran tan dispuestos que dan así, súbitamente, el siguiente paso que sigue a la aceptación, ponerse a disposición de hacer lo que se deba. Por eso preguntan: ¿Qué tenemos que hacer?


 

Así se pasa de los doce a la Comunidad eclesial, “…unas tres mil personas”. Se da el paso hacía uno de los más antiguos signos sacramentales de la Alianza: el Bautismo. Así esta Amistad y el pacto bilateral que Dios nos ofrece, encuentra un signo de su establecimiento y promesa de cumplimiento en el sacramento del bautismo. Para el hombre es compromiso de cambio, de conversión. Para Dios, es ofrecimiento de fidelidad, de permanencia, de Algo inquebrantable. Jesucristo es la Primera Palabra, será la Última y es, también, la Palabra Central. Es el eje del kerigma, será el núcleo de la catequesis y estará en el centro de toda nuestra vida, dándole sentido a toda ella.

 

Nuestro Pastor vela

Ποιμένα καὶ Ἐπίσκοπον

 

 

¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna»

San Gregorio de Niza

 

Uno de los primeros elementos que nos entrega el kerigma es el encuentro con un Dios que cuida, protege, defiende, vela, ampara. Esas son las funciones de un pastor (y de un Ἐπίσκοπον [episkopon] “obispo”, “supervisor”; la función es cuidar y proteger, ¡qué coincidencia!); así que nos encontramos con Dios-Buen-Pastor y Guarda. Reflexionando en otro momento sobre el Buen Pastor descubríamos en Él, en su Presencia protectora, el antídoto contra toda zozobra: ¡No temáis!  Ese es el Dios que nos acompaña a nosotros en nuestro caminar, (el que con tanto esfuerzo el enemigo se empeña en robarnos, porque ya sabemos que a ese le gusta nuestra intranquilidad, nuestra preocupación, nuestro nerviosismo; ese hace buenas migas con nuestro corazón desgarrado por los afanes y las angustias, medra en nuestra zozobra; nos volvemos sus presas fáciles, es feliz cuando nos debilita con la intranquilidad de lo que sobrevendrá); cuando todo eso debe ponerse en las manos de Dios. Si no somos dueños ni de la caída o permanencia de nuestros cabellos pegados al cuero cabelludo, ¿qué podremos prevenir con afanarnos? ¡Insensatos!

 


En cambio, si logramos aquietarnos en la paz que nos regala el Señor, ¡qué solaz!, ¡qué infinita dulzura de paz y serenidad! Comparable a la grey cuando sabe que su Pastor la cuida-y-guarda (1Pe 2, 25), que está a cargo, que vigila al lobo y sus acechanzas, que no lo dejará atacarnos, que se llevará una golpiza de su Cayado. Y no, no es inconciencia, no es irresponsabilidad; por el contrario, es comprensión clara de nuestros alcances, de nuestra fragilidad, de nuestros límites. Es, también, conciencia humilde y justiprecio de Quien-es-el-Todopoderoso. Él nos da la paz que el mundo no puede darnos y que, por el contrario, se empeña en conculcarnos.

 

En cambio, nuestro Pastor nos conduce hacia prados tranquilos, su Vara y su Cayado nos dan seguridad. Y no nos sirve una copa mezquina, por el contrario, nos sirve la copa rebosante que es la copa de la plenitud de vida, como lo afirma en la última frase de la perícopa del Evangelio de este día. Recordemos aquí, en las Bodas de Caná, “seis tinajas de piedra… con una capacidad entre setenta y cien litros…” ¿no es esto reflejo de su generosa prodigalidad?

 

«Como un pastor guía a su grey, Así Dios guía a su pueblo, le da confianza en el camino, por cuanto conoce sus exigencias y sus necesidades. Él sostiene nuestros pasos en el andar del tiempo, hasta que nos reúna en su reino, y entonces será una sola grey y un solo pastor (cf. Jn 10, 16), en la casa de Dios.»[2]

 

Bajo la más completa libertad.

¡Ah, que terrible es la tentación de tratar de encerrar al pastor en nuestro redil, detrás de nuestra puerta…! 

Helder Câmara

 

Se puede intentar construir el reino a la fuerza, por imposición, a sangre y fuego, obligando por decreto a que se le acepte; pero ese no es el Reino que Jesús nos propone. Jesús en el Evangelio se auto-designa como “Puerta”: Ἀμὴν ἀμὴν λέγω ὑμῖν ὅτι ἐγώ εἰμι θύρα τῶν προβάτων. Jn 10, 7b; y más adelante dice que ἐάν τις εἰσέλθῃ, σωθήσεται, καὶ εἰσελεύσεται καὶ ἐξελεύσεται “…quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir …” (Jn 10, 9 b) y queremos enfatizar esta posibilidad de “salir” porque nos recuerda la libertad bajo la cual se construye el Reino que Él nos propone. Sí, podemos entrar, pero también si queremos, podemos salir; como el “hijo prodigo”, podemos si queremos ir a pasar fatigas, hambre e incomodidades, y podemos malgastar la herencia, y entregarnos a la vida licenciosa, porque en la casa del Padre se vive por gusto, no porque estemos amarrados a la pata de la cama.

 

Muchos han visto la lentitud con la que los corazones maduran hacía la aceptación de la propuesta de Jesucristo, muchos querrían el Reino para mañana (y nos dicen que “para mañana es tarde”) y entonces, buscan como solución a su premura, las vías impositivas dejando de lado la libertad del hombre. Nos argumentan con tenacidad que cada minuto de tardanza es ventaja para el enemigo que no se detiene, que aprovecha esa demora para fortalecerse y nos reprochan precisamente eso que “a cada instante el enemigo se hace más fuerte”, y que el enemigo jamás estará dispuesto a renunciar a sus prebendas sino es por las vías de fuerza.

 

No sabemos si lo primero que se debe responder es que “para Dios no hay imposibles”, ¡recordémoslo bien, recordémoslo siempre! Después repetiremos, que el Reino no se puede construir a la brava y que no se puede imponer por vías de hecho, tiene necesidad de tomar en cuenta el albedrio del ser humano, tiene que conquistar el corazón y ser aceptado, de otra manera siempre será como un gusano que corroe, insatisfecho por las cadenas, estará codiciando el pasado, reclamando las cebollas que comía en la esclavitud, cuando en Egipto arrastraba las pesadas cadenas. Meditemos en aquello de la “jaula de oro”, pese a que sea de oro, nada cambia respecto a ser una prisión que nos detiene el vuelo.

 


Dios nos creó con esa cualidad, (cualidad que para los impacientes es un despreciable defecto) ¡ser libres! y la construcción del Reino (del Reino verdadero) tiene que tomar en cuenta esa variable de nuestra personalidad, no nos podemos extirpar la libertad para poder vivir en “la jaula de oro”, que por otra parte no tiene nada que ver con el Reinado de Dios. Sí Dios es el Dios del amor, ¿cómo podríamos gozar de un Reino donde el amor es por la fuerza? Sería como un Pastor que trata a su rebaño a palazos como modalidad de su “cuidado”, pero ¡qué cuidado es ese! ¿Bajo qué óptica puede verse la golpiza como Paraíso? Sólo cuando tus ojos descubran que es el Paraíso, tendrás deseos de entrar, y habitar en él, por años sin término.

 

En la estructura de esta perícopa del Evangelio según San Juan, Jesús nos habla del Buen Pastor, pero también denuncia a todos los que, amparados en su autoridad religiosa o política han obrado como “malos pastores” y se han cuidado de engordar ellos, descuidando al rebaño; los denuncia como ladrones que han entrado sólo a saquear para su propio beneficio. Por otra parte, cuando dice “…si alguno entra…” [«Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 100,3)] está indirectamente mencionando al otro grupo de ovejas, a las ovejas díscolas, las que hacen oídos sordos y simulan que la cosa no es con ellas, las que se niegan a entrar, pero en ningún momento se insinúa que debamos hacerlas entrar a fuerza de garrote.

 

Responder a su Llamada

"también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo."

I Pe 2, 5

 

La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno.

Papa Francisco

 

Queremos aquí, presentar una brevísima sinopsis -aun cuando sea apretadísima- del Mensaje del Santo Padre Francisco para la 60 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que tiene lugar hoy, instituida por san Pablo VI en 1964, durante el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este año les propongo -dice Papa Francisco- reflexionar y rezar guiados por el tema “Vocación: gracia y misión”.


 

Es una ocasión preciosa para redescubrir con asombro que la llamada del Señor es gracia, es un don gratuito y, al mismo tiempo, es un compromiso a ponerse en camino, a salir, para llevar el Evangelio. Estamos llamados a una fe que se haga testimonio, que refuerce y estreche en ella el vínculo entre la vida de la gracia —a través de los sacramentos y la comunión eclesial— y el apostolado en el mundo. Animado por el Espíritu, el cristiano se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos, teniendo siempre bien presente que la misión es obra de Dios y no la llevamos a cabo solos, sino en la comunión eclesial, junto con todos los hermanos y hermanas, guiados por los pastores. Porque este es, desde siempre y para siempre, el sueño de Dios: que vivamos con Él en comunión de amor.

 

Dios nos “concibe” a su imagen y semejanza, y nos quiere hijos suyos: hemos sido creados por el Amor, por amor y con amor, y estamos hechos para amar. Y su iniciativa y su don gratuito esperan nuestra respuesta. La vocación es «el entramado entre elección divina y libertad humana»[3]

 

Nos descubrimos hijos e hijas amados por el mismo Padre y nos reconocemos hermanos y hermanas entre nosotros. Santa Teresa del Niño Jesús, cuando finalmente “vio” con claridad esta realidad, exclamó: «¡Al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia [...]. En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor»[4]


 

Hace cinco años, en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, me dirigía a cada bautizado y bautizada con estas palabras: «Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión» (n. 23). Sí, porque cada uno de nosotros, sin excluir a nadie, puede decir: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

 

Pastor bueno, vela con solicitud sobre nosotros y haz que el rebaño adquirido por la Sangre de Tu Hijo pueda gozar eternamente de las verdes praderas de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor.

De la Oración Post-comunión

 

Queridos hermanos y hermanas, la vocación es don y tarea, fuente de vida nueva y de alegría verdadera. Que las iniciativas de oración y animación vinculadas a esta Jornada puedan reforzar la sensibilidad vocacional en nuestras familias, en las comunidades parroquiales y en las de vida consagrada, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales. Que el Espíritu del Señor resucitado nos quite la apatía y nos conceda simpatía y empatía, para vivir cada día regenerados como hijos del Dios Amor (cf. 1 Jn 4,16) y ser también nosotros fecundos en el amor; capaces de llevar vida a todas partes, especialmente donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor [5] y Dios reine cada vez más en este mundo.

 

 



[1] Rubin, Sergio. Ambrogetti, Francesca. EL JESUITA. LA HISTORIA DE FRANCISCO EL PAPA ARGENTINO. Ed. Vergara Grupo Zeta. Bs As. Argentina 2010 pp. 88-89

[2] De Capitani, Giorgio; Ambrosi, Olga. SALMOS DE LA TERNURA. Ed. San Pablo. Caracas- Venezuela 1993. p. 15

[4] Manuscrito B, CARTA A MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN (8 de septiembre de 1896): Obras Completas, Burgos 2006, 261.

[5] «DILATENTUR SPATIA CARITATIS»: San Agustín, Sermo 69: PL 5, 440.441.

Sábado de la Tercera Semana de Pascua



Hch 9, 31-42

Pese a los gérmenes de catolicidad -en el sentido de no-discriminativo- que ha infundido el Espíritu Santo en las comunidades de la Iglesia naciente, todavía se dan ciertos rezagos de aquellas antiguas y muy tradicionales separaciones. Vemos que Felipe (el diacono, porque hay que distinguirlo de Felipe el Apóstol), se dirige principalmente a los helenistas, mientras que hoy tenemos un episodio donde la actuación de Pedro se dirige a los hebreos.

 


En la perícopa se puede distinguir dos situaciones diversas y claramente delimitadas. Hasta el verso 35 (Hch 9, 31-35) tenemos la curación de Eneas, el paralitico, en Lida. Y en Hch 9, 36-42, la revivificación de Tabita (Gacela) una generosa tejedora de mantas y vestidos que socorría a los necesitados, en la ciudad de Jaffa. En ambos episodios esto sirve de base para el crecimiento numérico de la Iglesia y para la extensión de la fe en el Señor por parte de muchos.

 

Todo lo que va contra la vida, todo lo que recorta la dignidad de sus hijos, el Santo Nombre de Dios lo proscribe.

 

Sal 116(115), 12-13. 14-15. 16-17

El salmo 116 (de la numeración masoreta) reúne dos de la numeración litúrgica el 114 y el 115. Muchas veces se ha recurrido a llamar 116A al salmo masoreta que en liturgia se numera 114; y, 116B, al 115 de la numeración litúrgica. Conforme a este criterio, la perícopa proclamada hoy, se refiere al salmo 116B. Es (en ambos casos) un salmo de Acción de Gracias.

 

El salmista se interroga ¿con qué acto de gratitud podrá mostrar su agradecimiento al Señor. Y se responde, “alzando la copa de la Salvación”. Este gesto de “alzar la copa” entraña dos cosas: a) hacer el brindis, y b) presentarle a Dios el vino a beber, para que Dios lo consagre con su Misericordiosa Bendición. Para desambiguar absolutamente el gesto, lo acompaña de unas Palabras que clarifican: ¡Invoca el Nombre del Señor!

 

Mucho cuidado con las ideas simoniacas. A veces se ha traducido “¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Y, adviértase que Dios no entra en la dinámica mercantilista, Él no es cosa, ¡no es mercancía! No podemos comprarlo con ningún tipo de moneda, ni siquiera con oraciones. ¡Podemos adorarlo! Claro que sí. Pero no para “pagarle” nada, sino para sembrar en nuestro pecho la admiración por Su Grandeza. (tampoco lo compramos con “piropos”, pero se le puede piropear para infundir en nuestro “entendimiento” que Él compendia la Maravilla, nunca para pretender manipularlo).  Ese es el “problema” que tiene la magia, que pretende “dominar” a Dios, “manejarlo”.

 

Ya sabemos que la Alianza alude a unas nupcias, tiene mucho sentido ofrecer el cumplimento de los votos (conyugales) en el contexto de unas bodas o de una renovación de las promesas matrimoniales. Más, la copa de la Salvación se ha llenado con la Sangre Sacrificial derramada. La victima ha puesto toda su Sangre, (Sangre que es sinónimo de “vida”), para hacerla Sangre Vivificadora (Redentora), pero al entregar la Sangre, va a morir, cada fiel que muere, hace llorar a Dios-Padre, Él no es indiferente al dolor de ninguno de sus לַחֲסִידָֽיו “fieles”, “santos”, “píos”. Lo llora con lágrimas de su Propia-Sangre-Paternal.

 

Es admirable cómo el salmista sabe reconocerse עָ֫בֶד [ebed] “siervo” que inmediatamente nos trae a la mente la figura de Jesús lavando los pies de sus discípulos. Se llama también a sí mismo “hijo de tu esclava”, y no podemos olvidar que Santa María se presenta al Señor -en la persona del Arcángel San Gabriel- con las palabras: “he aquí la esclava del Señor”.

 

Jn 6, 60-69

Se puede ser discípulo de palabra, sin creer en la Palabra, en la Palabra de la Cruz que nos salva. Se puede incluso sentarse a su mesa y traicionarlo. No obstante, el Señor nos ha llamado y amado, sabiendo de antemano quienes somos.

Silvano Fausti

 

Nadie, ni los judíos, ni los discípulos, ni los apóstoles están exentos de sentir las Palabras de Jesús como francamente escandalizadoras. También nosotros, si las tomáramos en serio y meditáramos un momento en lo que significan, nos desconcertarían, y más de una vez experimentaríamos cierta aversión a beber sangre y comer la carne de humanidad del Salvador. Ahora bien, ¿si aceptamos que al comulgar estamos bebiendo su sangre y comiendo su carne? Tal vez, por eso no podemos aceptar a fondo la Transubstanciación, y sólo ponemos en nuestros labios un concepto que estamos lejos de “vivir”.

 


Cuándo nos acercamos a los Sacramentos, es importante no quedarse en que “he recibido”, sino darse cuenta que sacramento significa Presencia, no sólo significa Gracia entregada, lo fundamental es que en el Sacramento Está Jesús, y eso es lo esencial. Así que, al recibir el Sacramento, se debe centralizar Su Presencia, anulando nuestro personal protagonismo sacramental. Siendo el Sacerdote el “intermediario instrumental, en Quien también hace Presencia el Señor” debemos entender que el verdadero y Real protagonismo está en el Salvador y su acto de Donación. También, tomando en cuenta que esa donación no significa para nosotros “adueñamiento”, dado que, Él es Persona, no podemos “adueñarnos”. Tampoco podemos entender los Sacramentos como “cosas”. ¿Vale que lo reiteremos? Los Sacramentos son “Presencia” (pienso que debería escribirse totalmente en mayúsculas para resaltar la clase de Presencia de la que se está hablando: PRESENCIA DIVINA). En los sacramentos -como en ningún otro momento- se da la cercanía de Dios que cumple ser el “Emmanuel”.

 

Este nuevo enfoque del Pan como Hostia (recordemos que hostia quiere decir “víctima”), nos complementa y orienta nuestro “sentido de Encuentro Personal”. Y, esa Materialidad que podríamos tomar como “Cosa”, lo sería quizás, si no nos “hablara”. Por eso, la esencialidad de la Escritura y, en particular de los Evangelios, en que las coas “no hablan”, pero Jesús hace “bullir” en su Presencia Sacramental el Espíritu que nos “Enseña”, que nos “Ama”. Pedro -movido por el Espíritu- lo verbalizó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna. Por eso, nuestra Iglesia es una Iglesia sacramental.

 

¿Por qué sabía Pedro que Sus Palabras eran de Vida Eterna? Porque su experiencia de Presencia por fin había alcanzado a creer y además -saber- que es “creencia demostrada, constatada y verificada”- que Jesús es el “Santo de Dios” (Cfr. Jn 6, 69) Había logrado trascender el tema de los intereses personales, del mesianismo político-militar, de “llenar el estómago”. (No se puede ignorar que el tema del “estomago” en este contexto social del pueblo judío era vital, donde la necesidad y el hambre campeaban a sus anchas. Quizás por eso, les costaba tanto elevarse por encima de las “primeras necesidades” y alzarse a las “escatológicas”. Les era duro saltar del “pan material” a “la Carne y Sangre del Cordero”).

viernes, 28 de abril de 2023

Viernes de la Tercera Semana de Pascua



Hch 9, 1-20

Iba Saulo, muy campante, llegando a Damasco, llevando en su corazón un costal de veneno contra los del “Camino”, cuando lo interpeló una “Voz”: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” En griego Σαοὺλ, este nombre -que proviene del hebreo שאול [šā-’ūl ] - significa “el que fue pedido a Dios”. Además, no pasemos por alto que, este mismo Saúl, camino de Damasco, iba provisto de autorizaciones del Sumo sacerdote, para apresar y cargar con cadenas a hombres y mujeres que pertenecieran al “Camino”, con esta información se inicia la perícopa de hoy.

 

Sostiene un breve dialogo con “la Voz”, quien se identifica como Jesús -es decir, que Saúl tuvo un encuentro con Jesús- donde Jesús se identifica con todos sus discípulos víctimas de su persecución. Le manda levantarse y entrar en la ciudad, donde se le instruirá qué debe hacer en lo sucesivo. Al levantarse del derribamiento de la “Voz Poderosa”, cae en la cuenta que está ciego, y tienen que llevarlo de la mano, donde prosiguió su ceguera por el espacio de tres días. ¡Tres días es -recordémoslo- un tiempo de salvación! Cabe destacar la ζηλωτής [zelotes] “fidelidad”, “el celo” de Saúl con su fe: pese a sus errores, su compromiso es leal y perseverante. Valores que -además de su capacitación “teológica”, luego veremos que recibida “a los pies de Gamaliel” (Hch 22, 3), serán útiles para el cumplimiento de su Misión Evangelizadora, y en su papel como apóstol de los gentiles.

 

Entra en juego un personaje nuevo: Ananías. Que conocía la fama tan negativa para los cristianos que se había granjeado Saúl Pese a lo cual, Dios lo envía, y le da la dirección exacta de dónde encontrará a “ese hombre, instrumento elegido de Dios para llevar su Nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel” (Cfr. Hch, 9, 15bc)

 

Con puntual obediencia y acatamiento, Ananías cumple esta misión y lo llena de Espíritu Santo, bautizándolo. Se curó de su ceguera y recobro fuerza, pasó un tiempo allí, en Damasco, y después, se dedicó al anuncio de Jesús como Hijo de Dios, en las Sinagogas. Este punto nos hace ver que el Evangelio libera nuestros ojos de todo impedimento para ver y para vivir con mayor plenitud.

 

Esta es la primera de las tres veces en que se relata en el Libro de Hechos la conversión de Saúl y su vocación: Se repetirá en 22, 3-21 y en 26, 9-18. En el segundo relato, se profundiza el tema de la vocación. En la tercera versión se suprime la intervención de Ananías y toda la conversión-vocación se cumple en el camino a Damasco y la misión es asignada directamente por el propio Jesús.

 

Sal 117(116), 1.2

Muy a propósito con la temática de la conversión y misión de Saúl-Pablo, el responsorio dice: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”.

 

Este Salmo de hoy, es un himno. Nuevamente encontramos -en su brevedad- la estructura paso a paso. Esta paridad se produce con un verbo y su eco. El eco parece profundizar a la vez que intensificar el primero.

 

El primer verbo -invitativo, en este caso- es הַֽלְל֣וּ [hal-lú] raíz de Aleluya, podríamos traducirlo por “load”. El segundo verbo, -el incrementativo- es שַׁ֝בְּח֗וּהוּ [bejujú] “alabadle”, “rendidle homenaje”, “festejad”.

 

En el segundo caso, חָ֫סֶד [chessed] “la lealtad de su Alianza Misericordiosa”, לְעוֹלָ֗ם [olam]dura por siempre” “es eterna”. Este verso lo que enfatiza es que Él ha concedido esta Alianza por que se compadece.

 

Se invita a que lo “loen” todas las naciones, es una Alianza católica, universalizada. En medio de la “diáspora”, Él nos recoge de todas partes, va como bondadoso-hermoso Pastor, a buscarnos a todos los rincones de la tierra. Desde allí, va brotando este clamor que lo alaba, que lo reconoce, que lo acepta, que clama a Él. ¡Él es nuestro dilecto amigo! Su Predilección pasa de su Hijo, a todos nosotros.

 

Un trabajo intensivo al que nos convoca este breve Salmo, es a proponernos aprender y cultivar la fidelidad al estilo Divino, y procurar serlo siempre y no por ratos. Que podamos corresponder al Amor Eterno de Dios con la constancia de nuestro Amor por Él.

 

Jn 6, 52-59

Hasta aquí, veníamos considerando el “pan” como nutrimento, y lo entendíamos como continuidad del Maná que alimentó a los Israelitas en su travesía por el desierto. Se ha operado con una referencia Mosaica.  Ahora, el discurso de Jesús nos introduce en una nueva dimensión: el pan es “su carne para la vida del mundo”.  Se pasa a la dimensión sacrificial, donde el Cuerpo se entrega como “Víctima” y esta Victima lo es en propiciación. Jesús asume la condición de “Cordero”.

 


Hay otro cambio importante, es el cambio de verbo. Hasta aquí el verbo era φάγω [fago] “comer” o, εσθιων [estion] “comer” o “devorar”; ahora cambia por el verbo τρώγω [trogo] “masticar” “moler con la dentadura”; esta última instaura una “metáfora”, que al deshacer con ayuda de los dientes el alimento, puede pasar más fácilmente a nuestro interior, puede pasar (inclusive) al corazón, y poner allí su asiento, fundar en él su sede, aceptarlo, es decir poder creer en Él. Deglutir/creer. Su “carne” no es comida o bebida simbólica, podemos incorporarla a nuestro ser, podemos transustanciarnos en Carne Inmortal, ¡podemos Cristificarnos!

 

Esta “incorporación” es “dialéctica”: “permanece en mí, y Yo en él”, el verbo clave es μένει [menei] “quedarse en”, permanecer en”. No es una visita provisional, es hacer “residencia” para habitar en nosotros. Eso es hacer propiciación, reconocer nuestra culpabilidad para lograr la favorabilidad Divina y que Él venga a alojarse en nosotros, así como nosotros anhelamos vivir en Él. La favorabilidad sólo se alcanza cuando somos capaces de aceptar nuestro pecado -no ignoremos que Él nos conoce y que sabe quiénes somos, con todas nuestras “cada-unadas”- y volvernos hacia Él, buscando su mirada Compasiva y Misericordiosa. Se produce la “comunión” de vida que consiste en que Él permanece en nosotros y, nosotros-a la vez- permanecemos en Él: el uno no niega al otro, el otro no anula el uno: los dos permanecen en su identidad, pero el abrazo no podría ser más estrecho ni la intercompenetración más poderosa. 

jueves, 27 de abril de 2023

Jueves de la Tercera Semana de Pascua



Hch 8,26-40

Hemos venido siguiendo una estructura que se planteó, desde el principio, en Hch 1,8. La Misión se va “ampliando” de Jerusalén pasa a Judea y Samaría, y luego, se tendrá que esparcir al mundo entero. Al iniciar el capítulo 8, vimos ayer, como la persecución que se desató en Jerusalén tuvo como consecuencia esta apertura. Ahora, en los capítulos 8-12, vemos como se cumple esta difusión a Judea y Samaria.

 

Del capítulo 2 al capítulo 8, se viene presentando un ritmo en alternancia: algún evento se produce al seno de la comunidad, y entonces los apóstoles actúan, podríamos inclusive decir que reaccionan en consonancia. El ritmo no se rompe ni se descontinua, sino que persiste, pero ahora los agentes activos -los que implementan la reacción- son los helenistas, primero Esteban, y luego Felipe, (es interesante que habían sido escogidos y dedicados a “servir las mesas”; pero los vemos aquí, verdaderamente entregados a proclamar la Buena Noticia a toda la humanidad). Importa mucho anotar que este grupo desarrollo una posición muy crítica respecto del Templo y de la Ley; ellos aparecerán como líderes evangelizadores allende las fronteras de Palestina. Estas acciones se desarrollarán, primero en algún lugar de Samaría, luego en Gaza y luego, -en un círculo concéntrico ampliado- en Azoto (Asdod, una de las cinco ciudades filisteas más importantes, controlada sucesivamente por israelitas, griegos, romanos, bizantinos, cruzados y árabes), y Cesarea, hasta dónde nos llevara la perícopa de hoy.

 

Decididamente el protagonista de hoy es Felipe, quien fue víctima de la segregación contra los helenistas y -muy seguramente por lo mismo, está mejor dispuesto a abrir la Misión a otros marginados. Venía un etíope, eunuco, ministro de Candaces (“kandake” eran las reinas madres en Nubia -reino africano de Kush), de quien podríamos decir que tiene los cuatro rasgos de marginación: extranjero, negro, esclavo y mutilado; por lo tanto, representante de todos los marginados. Él iba leyendo el cuarto cántico del Siervo Sufriente en Is 53, 7-8 que habría la comprensión a otro tipo de mesianismo. El etíope reconoce que depende de alguien que le ayude a interpretar, porque él sólo no puede penetrar el sentido de la Escritura.

 

Resulta muy oportuno destacar que, Felipe explica, propone, pero no fuerza. El Eunuco, pregunta si hay algún obstáculo para ser bautizado y juntos descienden de la carroza, y habiendo allí agua, se procede a conceder el Sacramento, con lo que entraba a formar parte del pueblo de Dios: Ya desde entonces era un sacramento de Iniciación cristiana. Inmediatamente, Felipe es llevado, y cuando menos pensó, estaba en Azoto, desde dónde continuó su campaña evangelizadora hasta llegar a Cesarea.

 

Sal 66(65), 8-9. 16-17. 20

Es el mismo Salmo que proclamamos ayer, hoy tomamos otros versos distintos, como dijimos, este Salmo es un Salmo de Acción de Gracias. De los 20 versículos que integran este Salmo, hemos tomado 5, para organizar las tres estrofas de la perícopa.  El responsorio sigue siendo: “Aclama al Señor tierra entera”.

 

La primera estrofa se refiere a la Resurrección, habla de que YHWH “nos ha devuelto la vida”. Aquí notamos que el sujeto que da gracias es plural: “Nosotros”; hay un “además”: “No dejó que tropezaran nuestros pies”. Claramente el beneficio por el cual se da Gracias, recae sobre la comunidad, por eso el sujeto está en la primera del plural.

 

En la segunda estrofa, los interpelados, a los que se invita a venir son el pueblo, pero ya se hace el paso a un sujeto “Yo”, en primera del singular. Él hagiógrafo nos contará cómo responde Dios cuando se le invoca, y da pie para que lo ensalcemos con acción de gracias.

 

En la tercera estrofa, continuando en “primera persona”, el último verso del Salmo: “Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su favor”. Acción de Gracias, porque quien mejor Eucaristizó toda su vida fue Jesús, y Dios no le sustrajo su Amor, sino que se lo ratificó resucitándolo.

 

Jn 6, 44-51

Nos comemos su Sangre y su Cuerpo, pero esta antropofagia sería muda si a Su Cuerpo y Su Sangre no se añadiera su Palabra.  Jesús nos muestra la lógica de incorporación a Dios. Se logra a través de Jesús, pero nadie la alcanza si Dios no lo llama: es definitivo que el corazón experimente Su Sed, que se sienta movilizado por la atracción, esa atracción solamente el Padre la puede insuflar. Como consecuencia, el Propio Jesús, resucitará a todos los que el Padre le atraiga.


 

El tema del discipulado, llegar a ser “discípulos de Dios”, está abierto a todos, como ya los profetas lo habían comunicado, pero nosotros tenemos que “ponerle ganas”, hay que anhelar aprender lo que Dios enseña, y ese gusto por atesorar esta Enseñanza es lo que nos acerca a Jesús.

 

No es que unos si hayan visto al Padre, al Padre nadie lo ha visto, sólo Jesús que vino de Su Seno, que se desprendió de Su Presencia. Pero si tenemos hambre de Él y aceptamos el Alimento que Él nos brinda, eso es creer, y es eso mismo lo que nos franquea el acceso a su Esfera, a la Esfera de Su Reino.

 

No basta comernos la “fisicidad” del Pan, hay que agudizar la “espiritualidad” de esta “ingestión”. Hay que comerle amorosamente. Mal hacemos en pensar que basta “comer” el “Pan bajado del Cielo”; y para demostrarnos que eso no basta, Jesús nos lo muestra señalando cómo aquellos que comieron el Maná se quedaron en las mismas, preguntándose solamente “¿Esto qué es?”, tenemos que “comerlo” y, a la vez, “saber lo que comemos”. Si no, de todas maneras, vamos a morir, como los Israelitas del Éxodo.

 

Hay que “vivir” -si se quiere con éxtasis- la experiencia de la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía. ¡Comerlo y ya, no sirve! No se puede pretender “mecanizar” la comunión repitiendo jaculatorias y oraciones aprendidas de memoria. Tenemos que hacer de la Comunión una experiencia espiritualizada a base de Amor. No se puede “rutinizar” como el que timbra tarjeta en su trabajo, reduciéndolo al acto de probar que “yo vine”. Verdaderamente que hay que dinamizar la comunión con los motores del Amor, aprender a envolver de ternura y de aceptación de su Voz, de su Guía, de su Fraternidad, de su Donación: Hablarle y oírle, ¡más de lo segundo que de lo primero!

 

Jesús, dos veces se revela como Dios en esta perícopa:

1)    Yo-Soy el Pan de la Vida (v. 6,48)

2)    Yo Soy el Pan Viviente que ha bajado del Cielo (v. 6,51).

Lo primero es que alimenta comunicándonos algo que de ninguna otra manera podemos recibir, ni encontrar. Lo segundo es asegurarnos que Él está Presente, que no está por allá en la “dimensión-desconocida”, sino que con Compromiso Fiel Él está acompañándonos, es “Dios-con-nosotros”.

miércoles, 26 de abril de 2023

Miércoles de la Tercera Semana de Pascua



Hch 8, 1b-8

Una persecución violenta a los cristianos de Jerusalén se γίνομαι [ginomai] “empezó”, “llegó”, “se desató”, “tuvo lugar”, “emergió”. Parece ser que las víctimas principales de este acoso fueron los helenistas y, posiblemente también los prosélitos. Como resultado de lo cual, se dio una dispersión por Judea y Samaria. Esta diáspora, permitió que el Evangelio se expandiera, puesto que ellos iban anunciando la Palabra.

 

Gentes piadosas se ocuparon de dar sepultura el protomártir Esteban. Se siente que el hagiógrafo -San Lucas- quiere mostrarnos lo importante que fue el sacrificio de Esteban para la difusión de la Palabra -trascendiendo los límites del judaísmo, desbordando el legalismo farisaico y las delimitaciones rígidas propugnadas por el Templo en su calidad de autoridad religiosa-; así, la sangre de Esteban fue abono evangélico y liberador de ataduras para cumplir con la catolicidad del envío, como leíamos ayer en el Evangelio Marqueano, “… al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”. Tal vez, ellos confiaban que los judíos poco a poco se fueran dando cuenta y entendiendo, pero la violencia de este martirio, les dio la señal patente de que sus corazones estaban testarudamente obscurecidos. Saulo, por su parte -ratificando lo que acabamos de decir- acrecentaba su saña contra ellos, y practicaba “allanamientos” para conducir a la prisión, sin discriminación de sexo, a todos cuantos podía.

 

Pasamos a detallar algo de la actividad de Felipe, quien se llegó a Samaria y allí se dio a la predicación, y hacía múltiples signos; en particular, la expulsión de espíritus inmundos y la sanación de paralíticos y lisiados.

 

La consecuencia de estos signos -la cura de posesos, paralíticos y lisiados- fue que la ciudad se llenara de alegría.  

 

Sal 66(65), 1b-3a. 4-5. 6-7a

Este Salmo es un verdadero himno de acción de gracias. Nos invita a guardar coherencia con la diáspora cristiana -que consideramos en la Primera Lectura- y no callar el anuncio, sino hacernos portadores de la Buena Noticia contando a todos lo que Dios ha hecho a nuestro favor (Cfr. v. 16).

 

En este salmo se presenta la temática del acrisolamiento. Cómo en el entrenamiento -a pesar de su rigor, o mejor todavía, gracias a él- se tiempla nuestro ánimo, y maduramos en la fe.

 

El salmo tiene 20 versículos, de los cuales la perícopa de hoy se ha organizado con 7 versos, tres de ellos truncados.

 

En la primera estrofa nos asombramos de la grandeza de la Creación y de todo cuanto Dios ha hecho y sigue haciendo.

 

En la segunda estrofa la invitación es para ejecutar actos de gratitud y adoración perfecta. Y nos convida a ir a “presenciar” la Acción Indetenible de Dios, siempre puesto de nuestra parte.

 

Estas estrofas se tomaron de la primera parte del Salmo que tiene como propósito reconocer los portentos obrados por YHWH para sacarnos de la esclavitud de Egipto y llevarnos en el proceso de acrisolamiento de 40 años. La tercera estrofa, pues, se refiere a la trasformación del mar en tierra firme para poder cruzar “a pie enjuto”.

 

Para que tomemos conciencia de la vital tarea de proclamación y testimonio el responsorio nos llama a decir: “Aclama al Señor tierra entera”.

 

Jn 6, 35-40

Quien hace del pan, de su ser o de cualquiera otra cosa, comprendida la ley y la alianza, su propio fetiche, es como quien se enamora del anillo de compromiso y no de quien se lo ha dado.

Silvano Fausti

 

En estos versos empieza a cuajar una re-interpretación -que no se queda en el plano intelectual, sino que, gracias a que Jesús es Dios, salta al plano ontológico- Moisés había dado un “pan” puramente “material”, un “pan” útil a palear el hambre “fisiológica”, pero infecundo para saciar el “hambre” espiritual. Jesús -en cambio- nos va a nutrir con un “pan” que quien coma de Él, no volverá a tener hambre.

 

Estas declaraciones son muy prolíficas para la edificación de nuestra fe: Jesús es -Él mismo lo declara- “el pan de vida”. Sin embargo, tenemos la gran dificultad de que el pecado haya debilitado nuestros sentidos y se hayan hecho ineptos para ver “más allá”, para saltar de la simple fisicidad. Lo tenemos ahí, frente a nuestras propias narices, como lo hemos visto en estos días, en los relatos de Encuentro con el Resucitado, y no lo reconocemos. Sólo el Discípulo amado logra darse cuenta y gritará: ¡Es el Señor! Que frente a esta declaración lo reconozcamos, no implica una automática asimilación del hecho. Ahora, hay que “digerir” esa “percepción”, debe bajar de los sentidos, al corazón. El discurso que se sucede -y que la Iglesia nos invita a “saborear” estos 4 días siguientes, contados desde hoy- tiene por objeto, desbloquear nuestra incapacidad y demoler las barreras. ¡Paladeémoslo!

 

Aquí ya empieza a perfilarse la figura del Pastor, que -por eso la Iglesia pasará a estudiar Domingo, lunes y martes. Dios-Padre nos ha puesto bajo el cuidado del Hijo-Pastor, y Él se ha comprometido a no fallarle con ninguno de los “entregados”. Su promesa, es que Él no descuidará a ninguno de los que El Padre le asignó, sino que a todos les dará el Elixir de la Vida Eterna, que no es otro que su propia Carne-y-Sangre: ἀναστήσω αὐτὸ ἐν τῇ ἐσχάτῃ ἡμέρᾳ. [Anasteso auto, en eschate hemera] (Cfr.) “Él nos resucitará en el Último Día”.

martes, 25 de abril de 2023

San Marcos, Evangelista



1Pe 5, 5b-14

Leemos en la primera lectura de hoy, la parte final de la Primera Carta de San Pedro. Aparece en esta perícopa la palabra Νήψατε [nepsate]. Podría entenderse “sobrio”, es decir, el que no se emborracha, especialmente porque quiere mantener el “buen juicio”. Su uso en este contexto es muy interesante, porque remite al pecado, refiriéndose a él como un alucinógeno; o sea que lo que se está recomendando es permanecer libre de codicias y de narcisismos que alteren nuestro buen juicio, para dirigirnos equilibradamente por los Caminos que Jesús indica. Lo que no se puede lograr si dejamos engañar nuestros sentidos morales con la alucinación que nos invade a causa del egoísmo.

 

Siempre debemos estar muy atentos a no descuajar las perícopas de su contexto, esto es muy riesgoso porque puede conducir a que respaldemos una falsedad con una cita bíblica recortada. En nuestro pasaje de hoy, no se sabe a quién se dirige la recomendación de “tener sentimientos de humildad”, puede pensarse que es una camisa toda-talla. Si vamos al co-texto, encontramos que la recomendación se dirige a dos destinatarios muy precisos: a los Πρεσβυτέρους [presbiterous] ancianos (los líderes de estas comunidades cristianas) (1Pe 5, 1); y a los νεώτεροι [neoteroi] “jóvenes” (1Pe 5, 5a), “los que acababan de insertarse en la comunidad y aún no habían sido bautizados”, ni siquiera alcanzaban el carácter de neófitos. No es una política que obligaba a la comunidad en favor de sus dirigentes, la humildad debía practicarse en “horizontalidad”, y todos debían tenerse entre sí, como hermanos: al Único que se le debía humildad de parte de todos era a Dios (cfr. 1Pe 5, 6). A Dios Padre y a su Hijo Jesucristo, el Poder y la Gloria por los siglos. A ese trato fraterno se refiere el término ἀδελφότητα [adelfoteta] al que remite -precisamente- 1Pe 2, 17, para convocarnos a un trato que hace de todos los miembros de la comunidad hermanos en Cristo Jesús, “como hombres libres, que no usan de la libertad para encubrir la maldad, sino más bien como servidores de Dios, honren a todos, amen a los hermanos, respeten a Dios, honren al rey. (1Pe 2, 16s).

 

Obsérvese que esta perícopa concluye llamándonos a ese trato cuando nos exhorta a ἀσπάσασθε ἀλλήλους ἐν φιλήματι ἀγάπης. “saludarnos -entre nosotros con el  beso del amor fraterno” (1Pe 5, 14a), este beso no es cualquier beso, es el beso que se dan las personas que comparten un vínculo de consanguinidad y que además es una muestra de respeto.

 

Una recomendación, que pertenece al núcleo de esta perícopa, es la de permanecer “alertas del “enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar” (1Pe 5, 8).

 

Sal 89(88), 2-3. 6-7. 16-17

Tomamos de este salmo real, 6 versos, para conformar tres estrofas:

 

En la primera, se reconoce que la Misericordia de dios es “un Edificio Eterno” que merece ser cantada y anunciada.

 

La segunda nos pregunta sí ¿habrá algo, aunque sea pálidamente, comparable a las maravillas y la fidelidad de Dios, en alguna esfera o plano de la realidad? El cielo proclama Sus Portentos, y los Ángeles se reúnen en sesión plenaria para reconocer Su Fidelidad.

 

En fin, la tercera estrofa, reconoce la bienaventuranza del pueblo que se pone bajo su Real Patronato, será dichoso porque lo iluminará el Rostro Majestuoso de Dios, y el motivo de su orgullo será el Nombre de YHWH.

 

Mc 16, 15-20

Muy acorde con el tiempo Pascual en el que se inserta la celebración de la memoria del Evangelista san Marcos, el Evangelio de hoy nos remite a la perícopa final, a sus seis últimos versos: El Resucitado -dirigiéndose a los Once- pronuncia el “envío”. Lo primero es enunciar la “universalidad de este Envío: “a toda la Creación”.


 

Luego, se da el lugar de “Sacramento Puerta” el bautismo, que será lo primero después de haber creído. Podemos resistirnos a creer, lo que será motivo de “condenación”.

 

Los que sean capaces de aceptarlo, recibirán ciertos “signos”

a)    Expulsar demonios en el Santo Nombre de Jesús.

b)    Hablarán “lenguas nuevas”

c)    Podrán coger serpientes y manejarlas con sus manos y si beben veneno mortal, estarán exceptos de su efecto.

d)    Sanarán enfermos con la imposición de sus manos.

Reconocer el poder recibido es parte de esta fe aceptada. Se dan estos poderes, no para la espectacularidad, sino para obrar el bien, como nos enseñó el Divino Maestro.

 

Sucedió, inmediatamente, la Ascensión del Señor, para llegar a su Real Sitial en los Cielos. Allí a renglón seguido se nos advierte que no se fue para desentenderse de la Misión Discipular, sino que continua συνεργοῦντος [sunerguontos] con “Su Asesoría Permanente”, “trabajando junto con ellos”, “obrando para trabajar estrechamente unidos” en la proclamación de la Buena Nueva, y permitía la realización de “señales” que βεβαιοῦντος [bebaiountos] “confirmaban”, “respaldaban”, “reforzaban”, -estrictamente significa “caminar sobre terreno firme y sólido”- la veracidad de lo anunciado.