Éx
12, 1-8. 11-14; Sal 115, 12-13. 15-16be. 17-18; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15
… el amor de Dios es
un amor misericordia. El amor de misericordia es el amor típico de Dios que se
agacha a servir… ¿Qué significa el lavatorio de los pies de Jesús? Que si no es
por el lado de los pies, humillándose uno no está amando. Amor que no es
humilde no es verdadero.
Gustavo Baena, sj.
Cristo
Amigo, consciente de que había llegado el momento de volver a su Padre, al
celebrar la Ultima Cena, “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el
extremo”.(Jn 13, 1-17) El extremo,
el límite: les lavó los pies, les dejó
el mandamiento del amor y se quedó para siempre con ellos y con nosotros por
medio de la Eucaristía… se va pues al día siguiente morirá, pero en realidad en
su ingenio divino se las ha arreglado para quedarse con nosotros…. Quedándose
totalmente a mi disposición. Cada vez que participo en la Santa Misa o le
visito en el sagrario tengo la oportunidad de percibir su amor a mí, porque se ha
quedado para ser mi amigo, mi hermano, mi compañero fiel, en quien puedo
confiar en todo momento y circunstancia.
Él
encontró la fórmula. La Eucaristía. “En este don, Jesucristo entregaba a la
Iglesia la actualización perenne del misterio pascual. Con él instituyó una
misteriosa contemporaneidad entre aquel Triduum y el transcurrir de todos los
siglos”»[1]
W. Froester comenta: Si hubo en el
mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César pagano quedó
destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo
servicio que no sea recíproco. Aquí fue estigmatizado como el peor desorden
todo orden que sostiene y santifica un estado de cosas en que falte esa
reciprocidad de los servicios y el respeto a los demás. Únicamente esta mutua
entrega y esta clara conciencia de nuestra igualdad ante Dios pueden santificar
las relaciones entre los que sirven y los que se hacen servir. Esta revolución
no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra
ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más
humilde para mostrarnos que solamente sirviendo con toda humildad podemos
alcanzar lo divino.[2]
Al
entrar en el Capítulo 13 de San Juan se produce un “salto” (que explica la
inusitada importancia del amor en este contexto): «El capítulo 13 abre la
segunda parte del evangelio de Juan (13,1 – 20,29).»[3] «El tema de la vida y de
la luz, que hasta aquí es dominante en el Evangelio, desemboca en el del amor.
Y el amor que es la luz verdadera de la vida se realiza no en las palabras ni
con la lengua, sino en la verdad de los hechos (cf. 1Jn 3, 18) en estar al
servicio de los otros (Ga 5, 13) Llevar los unos las cargas de los otros es
cumplir la ley de Cristo (Ga 6, 2), cumplir su mandamiento….de aquí en adelante
la palabra “amor” sustituye las palabras “luz” y “vida”, que hasta ahora han
sido dominantes. El verbo “amar” aparece 38 veces en el Evangelio de Juan: 7
veces en los capítulos 1-12 y 31 veces en los capítulos 13-21 con una
concentración de 26 veces en los capítulos 13-17. A su vez, el sustantivo
“amor” se repite 6 veces, con una concentración de 5 veces en los capítulos
13-17. El verbo, que indica acción, predomina sobre el sustantivo, porque el
amor se manifiesta más en los hechos que en las palabras… La vida de Dios, de
la cual el agua y el viento, la luz y el pan son signo, es el amor: el amor del
Padre, que el Hijo comunica a los hermanos.»[4]
«El
episodio se sitúa en la última cena, en el centro de la cual los otros
Evangelio colocan la institución de la Eucaristía. Juan omite las palabras
sobre el pan y sobre el vino; en cambio, narra el lavatorio de los pies.»[5] «La forma como Jesús sigue
presente en el mundo es la comunidad formada por los que comparten su pan y
viven en consecuencia.»[6] «En la Eucaristía no hay,
pues, sólo comunión entre Cristo y nosotros, sino también asimilación; la
comunión no es sólo unión de dos cuerpos, de dos mentes, de dos voluntades,
sino que es asimilación al único cuerpo, a la única mente y voluntad de Cristo.
“El que se une al Señor forma con él un solo Espíritu” (1 Co 6, 17)… según San
Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido es
de la mujer y, viceversa, el cuerpo de la esposa es el del marido (cf. 1co 7,
4).
Aplicado
a la Eucaristía esto significa que la carne incorruptible y dorada de vida del
Verbo encarnado se vuelve mía, pero también mi carne, mi humanidad se vuelve de
Cristo, la hace suya… Cuando Jacob se presentó al padre Isaac para recibir la
bendición en vez del hermano Esaú, el padre notó que la voz no era la del
primogénito, pero los vestidos que llevaba puestos lo hacían pasar por él y le
dio su bendición (cf. Gn 27, 1ss). Una cosa semejante sucede cuando nos
presentamos al Padre Celestial después de haber recibido la Eucaristía. Él nos
cambia por su Hijo unigénito y nos bendice.»[7]
El
amor que promueve Jesús tiene su expresión en el ministerio del servicio, como
dice Dom Câmara, “ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que
les es verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad”,
es por eso que en el Evangelio de San Lucas Jesús se autodefine “yo estoy en
medio de ustedes como el que sirve.”(Lc, 22, 27d). «Jesús recibe el título de
Maestro y Señor. El título de Maestro está ligado a los fariseos, y el de Señor
a los gobernantes de Roma. Jesús acepta los títulos, pero se pone en el mismo
nivel de los discípulos y discípulas: “Ya no los llamo siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque todo lo que
escuche de mi Padre se los di a conocer” (15, 15)… Por tanto el lavatorio de
pies muestra que todos son iguales y que el servicio nace de la capacidad de
amar. En Juan 12, 1-11 la unción de los pies de Jesús por María es un gesto que
presenta semejanza con la Última Cena de Jesús. María, la amada, unge los pies
de Jesús con perfume y los enjuga con sus cabellos (12, 3). Jesús, tocado por
este gesto de amor, hace lo mismo con sus discípulos: también Él lava los pies
de sus amigos y amigas.»[8][11] «"Habiendo amado
a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1).
Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama también en su caída y no lo abandona
a sí mismo. Él ama hasta el fin. Lleva su amor hasta el final, hasta el
extremo: baja de su gloria divina. Se desprende de las vestiduras de su gloria
divina y se viste con ropa de esclavo. Baja hasta la extrema miseria de nuestra
caída. Se arrodilla ante nosotros y desempeña el servicio del esclavo; lava
nuestros pies sucios, para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para
hacernos dignos de sentarnos a su mesa, algo que por nosotros mismos no
podríamos ni deberíamos hacer jamás.»[9]
Aceptarlo a Él, que
“lava los pies” nos da la capacidad de amar como Él nos ha amado, de tener
parte en su vida como Hijo.
Silvano Fausti
Jacob
se disfrazó de Esaú con la piel de los cabritos para remedar a su hermano que
era muy velludo. Jesús se reviste como uno de nosotros, τίθησιν τὰ ἱμάτια, καὶ
λαβὼν λέντιον διέζωσεν ἑαυτόν· (Jn 13, 4) quitándose el manto y “ciñéndose” una
toalla a la cintura; (sabemos que se quitó el manto, San Juan lo dice, también
dice que se ató la toalla a la cintura; lo que no dice es se haya quitado nunca
la toalla… podríamos inferir que “permaneció” con λέντιον el paño al cinto, y
subió a la cruz con su “disfraz” de servidor).
Para
entender lo que todo esto implica para nosotros, para saber cómo incorporarnos
a su Cuerpo Místico, los que recogemos el ejemplo después de 20 siglos; oigamos
un comentario que hacía Dom Helder Câmara: «Cada Jueves Santo, antes de
celebrar la Eucaristía, nosotros celebramos una hermosa ceremonia, a la que
asiste gran cantidad de público, en la que el obispo o el sacerdote lava los
pies a doce personas. De este modo recordamos lo que el propio Señor hizo. Pero
en tal ocasión siempre me inquieta un tanto el ver que nuestros doce
“apóstoles” se presentan con los pies cuidadosamente lavados de antemano. Y hay
que hacerlo entender: “Hermanos, no estamos aquí para hacer como que lavamos
unos pies que ya están perfectamente lavados. Nos encontramos aquí para decir
que estamos dispuestos a tratarnos como hermanos, y hermanos de carne y sangre;
para ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que les es
verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad.»[10] «Lavar pies es como un
sociodrama que representa esa entrega total que Cristo ha hecho para
redimirnos. ¿Y qué les toca a los discípulos? De parte de los discípulos,
dejarse lavar los pies, representa su entrega total en ese proyecto de amor y
renovación revelado por Cristo.»[11]
Concluyamos
con las palabras del Papa Francisco al lavar los pies de los presos en la Cárcel
de Menores, Casal del Marmo: “Entre nosotros el que es más alto debe estar al servicio
de los demás. Y éste es un signo: lavar los pies quiere decir: yo estoy a tu
servicio. Debemos ayudarnos. Ayudarnos recíprocamente: esto es lo que Jesús nos
enseña. Y esto
es lo que yo hago. Y lo hago de corazón porque es mi deber como sacerdote y
como obispo. Es un deber que me viene del corazón. Me gusta hacerlo
porque el Señor así me lo ha enseñado”.
[1] Guerra, Héctor, LC. y Ledesma, Juan Pablo,
LC. Ed. Planeta Barcelona –España 2009. pp. 109-110 La cita que hacen es de
Juan Pablo II ECCLESIA DE EUCHARISTIA, 5.
[2]
Javier Soteras Pbro. EL LAVATORIO DE LOS PIES. https://radiomaria.org.ar/programacion/lavatorio-los-pies/
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL
CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 2002. p.140
[4] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL
EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2008. pp. 365.367
[5] Ibid. p. 364
[6] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO.
Ed. Verbo Divino Navarra-España 2004 p.
140.
[7] Cantalamessa,
Raniero. ESTO ES MI CUERPO Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2007. pp. 121.126
[8] Centro Bíblico Verbo LA NUEVA VIDA NACE DE LA COMUNIDAD. EL EVANGELIO DE
JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2010. pp. 61-62
[9] Benedicto XVI SANTA MISA "IN CENA DOMINI" Basílica de San Juan
de Letrán. Jueves Santo 13 de abril 2006
[10] Câmara,
Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1987
p. 170
[11] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL
EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 105
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