DOS MANERA DISTINTAS DE REACCIONAR ANTE LA LLEGADA DE DIOS
Is 60, 1-6 / Sal 71,
1-13 / Ef 3, 2-3.5-6 / Mt 2, 1-12
Πεσόντες προσεκύνησαν αὐτῷ καὶ ἀνοίξαντες θησαυροὺς αὐτῶν προσήνεγκαν αὐτῷ δῶρα χρυσὸ καὶ λίβανον καὶ σμύρναν
…echándose
por tierra, le rindieron homenaje. Después abrieron sus cofres y le ofrecieron
como dones oro, incienso y mirra.
Mt
2, 11b
…el
resplandor de Cristo alcanza a los Magos, que constituyen las primicias de los
pueblos paganos.
Benedicto
XVI[1]
El
evangelio es la propuesta de un mundo donde “Dios reina”
Consuelo
Vélez
Al igual que la Fiesta de María, Madre de Dios, también Epifanía tiene Lecturas fijas, por tanto, hemos vuelto a colgar el blog correspondiente del año pasado.
1
Leyendo sobre la Estrella de Belén nos
encontramos con el siguiente comentario: «…lo que Mateo pretende decirnos es
que Jesús, una vez nacido en Belén como un niño judío y para salvar a los
judíos, quiso brindar también al paganismo, ya desde la cuna, la posibilidad de
un encuentro, para lo cual envía la luz de la fe (estrella), cuya misión es
guiar a los gentiles (magos) hasta el lugar donde se encuentra el Salvador
(Jesús).»[2]
Predicaba un Padre por estas fechas
que los Tres Reyes Magos no eran tres, ni eran reyes, ni eran magos. Ocupémonos
primero de su oficio de magos (gr. μάγοι, μάγος y este del
antiguo persa [Magav] grande) era una casta
sacerdotal numerosa, una de las seis tribus de los medos que se habrían
conformado a la religión persa, pero, eso sí, conservando algunas de sus
antiguas creencias (Herodoto 1:101). Cuando los persas los sometieron no
perdieron su influencia, intentaron apoderarse del trono, sufriendo por ello una
masacre; sin embargo, según Herodoto, recuperaron su influencia (Herodoto
3:79). Adoraban los cuatro elementos (aire, tierra, agua y fuego). Elevaban las
así llamadas “torres del silencio”. Según parece sus vestiduras rituales
estaban formadas por un ropaje blanco y un alto turbante de fieltro con dos
piezas que tapaban las mejillas, ataviados con ellas, ofrecían sus sacrificios
(Herodoto 1:132; 7:43); además, practicaban la oniromancia (v. DB, I vol., 565 f .; DB, iii, 203
ss.).
Paulatinamente, la palabra μάγος pasó a significar, para los
griegos, toda arte adivinatoria emparentada con ritos orientales, por eso no es
seguro que los Magos de San Mateo sean persas (en un mosaico bizantino de
mediados del siglo VI, en San Apollinare Nuovo -Rávena, Italia- van ataviados a
la usanza persa; en él aparecen por primera vez los nombres con los que los
conocemos actualmente: Baltasar
de barba oscura; Melchor joven y sin barba y Gaspar, el mayor, con pelo y barba
blancos y largos).
Para algunos investigadores podría
tratarse de Caldeos o Babilonios: argumentan que entre los persas no hubo
tradición astrológica y por lo tanto el tema de las estrellas les sería
indiferente; distinto de los Babilonios de quienes sabemos que predecían
eclipses y, ya en el Siglo III a.C. había dividido el día en 24 horas; o de los
caldeos quienes configuraron –a partir de sus constelaciones- el zodiaco
(palabra griega que significa el camino de los animales zoo-diakos) que con
adaptaciones conocemos y con el cual estamos ampliamente familiarizados
actualmente.
Casi todo lo
que sabemos de los “Reyes Magos” ha sido creación
de la tradición que los fue “inventando”. Solemos hablar de “Tres” porque la Biblia nos habla de tres
regalos: χρυσὸν, λίβανον y σμύρναν (oro símbolo de la realeza divina; incienso, símbolo de la divinidad y mirra que significaba que era mortal)
sin embargo, en otras tradiciones Melchor, rey de los persas, habría ofrendado
también finos textiles, entre ellos muselina, púrpura, piezas de lino además
del oro; Gaspar, rey de los indios, preciadas especias, nardo, canela e
incienso y Baltasar, rey de los árabes, también oro, plata, zafiros, piedras
preciosas, perlas y mirra. Ya Orígenes (185-253) había hablado de tres, sin
embargo, en el siglo III y IV se hicieron varias representaciones donde son 60
para los coptos, 12 entre sirios y armenios, 4, 3 o –inclusive- 2.
Detengamos un momento en
el significado de sus nombres: Melki-or provendría del hebreo y significa “mi
Rey es Luz”; Gaspar, también de origen griego,
deriva de "ga-ges"
que es (tierra) y de "para"
(procede de), significaría "viene
de alguna parte" o sea, de proveniencia poco clara o no
establecida; aunque según otros viene de "Kansbar" que
significaría "buscador
de tesoros"; finalmente, Baltasar sería nombre de origen
babilonio (Bel-šarru-usur que significa "Dios protege al Rey")
mencionado en el profeta Daniel.
Como hemos recordado en diversas
oportunidades, los judíos fueron llevados esclavos a Babilonia y llegaron a ser
alta proporción de sus habitantes; por eso, se ha llegado a presumir que la
espera del Mesías era patrimonio cultural conocido entre los Caldeos de
Babilonia. En la Biblia ,
se designan también, con el título de magos a Simón, que los había entretenido
encantados con su magia (He 8, 9) y a Barjesús
mago y falso profeta (He 13, 6). Tertuliano, en el siglo
III de nuestra era, motivado por la pésima fama de los magos y apoyado en el Salmo 68,30-32 y
en Isaías 49, 7. 60, 3-10
(de esta última perícopa está tomada la primera Lectura de hoy) los nombró
“reyes de oriente” (venían de ἀνατολῶν leemos
en el Evangelio de San Mateo).
La descripción que conserva la tradición
la debemos al Venerable Beda: Melchor, anciano de largas cabellera y barba blancas;
Gaspar, joven imberbe, blanco; y Baltasar, por su parte, es presentado con piel
morena -no negro. Todo esto dio pie para identificar los tres reyes con los
tres hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) que, según el Antiguo Testamento,
representaban las tres razas que poblaban el mundo. Melchor a los europeos
descendientes de Jafet; Gaspar, a los asiáticos descendientes de Sem y Baltasar
a los africanos descendientes de Cam.
Según su misión de traer regalos a los
niños Melchor traía dulces, golosinas y miel; Gaspar ropa, zapatos y cosas
útiles y Baltasar castigaba a los niños desjuiciados trayéndoles carbón. Por
esta razón, en muchas culturas, se suele dejar los zapatos viejos en el
alfeizar de la ventana para que en ellos dejen los Reyes Magos sus θησαυροὺς tesoros.
2
En el año 300
de nuestra era la madre del Emperador Constantino, Santa Elena, se dio a la
búsqueda de las reliquias cristianas; no sabemos cómo ubicó los restos de los
Reyes Magos, pero se dice que los halló en Saba y las hizo llevar a
Constantinopla donde permanecieron tres siglos. Federico Barbarroja fue quien
se las llevó a Colonia donde, para alojarlas, se construyó una de las 10
iglesias más grandes del mundo con torres de 157 metros , colosales
puertas de bronce, 144
metros de largo por 45 de ancho y con 43 metros de altura. En
esta magnifica Catedral se encuentra la obra del artífice francés Nicolás
Verdún quien hace ocho siglos les elaboró un relicario de oro, plata y joyas
preciosas con forma de basílica, de 2.20 metros de largo.
«Los habitantes de Colonia han hecho
fabricar para las reliquias de los Reyes Magos el relicario más precioso de
todo el mundo cristiano y, como si no bastara, han levantado sobre él un
relicario más grande todavía, como es esta estupenda catedral gótica que,
después de los desperfectos de la guerra, ha vuelto a presentarse a los ojos de
los visitantes en todo el esplendor de su belleza. Junto con Jerusalén la
«Ciudad Santa», con Roma la «Ciudad Eterna», con Santiago de Compostela en
España, gracias a los Magos, Colonia se ha ido convirtiendo a lo largo de los
siglos en uno de los lugares de peregrinación más importantes del occidente
cristiano.»[3]
3
Su Santidad, Benedicto XVI nos define lo que es la Epifanía con las siguientes
palabras: «La Epifanía
es misterio de luz, simbólicamente indicada por la estrella que guió a los
Magos en su viaje. Pero el verdadero manantial luminoso, el "sol que nace
de lo alto" (Lc 1, 78), es Cristo ». [4]
Continua explicando el Papa: «Los pastores, junto con
María y José, representan al "resto de Israel", a los pobres, los anawin, a quienes se anuncia la buena
nueva. Por último, el resplandor de Cristo alcanza a los Magos, que constituyen
las primicias de los pueblos paganos…
Pero ¿qué es esta luz? ¿Es sólo una metáfora sugestiva, o a la imagen
corresponde una realidad? El apóstol san Juan escribe en su primera carta:
"Dios es luz, en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1, 5); y, más
adelante, añade: "Dios es amor". Estas dos afirmaciones, juntas, nos
ayudan a comprender mejor: la luz que apareció en Navidad y hoy se manifiesta a
las naciones es el amor de Dios, revelado en la Persona del Verbo
encarnado. Atraídos por esta luz, llegan los Magos de Oriente... El manantial
de este dinamismo es Dios, uno en la sustancia y trino en las Personas, que
atrae a todos y todo a sí.»[5]
En el numeral 528 de CEC leemos: «La Epifanía es la
manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del
Mundo. Con el bautismo de Jesús y las bodas de Caná, la Epifanía celebra la
adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente. En estos “magos”
representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las
primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación , la Buena Nueva de la salvación. La
llegada de los magos a Jerusalén para “rendir homenaje al rey de los judíos”
muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David, al
que será el rey de las naciones. Su venida significa que los gentiles no pueden
descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino
volviéndose hacia los judíos y recibiendo de ellos la promesa mesiánica tal
como está contenida en el Antiguo Testamento. La epifanía manifiesta que “la
multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas” y adquiere “la
dignidad del pueblo elegido de Israel.» Regresemos, ahora, a la Homilía de Benedicto XVI:
«En la liturgia del tiempo de Navidad se repite a menudo, como estribillo, este
versículo del salmo 97: "El Señor da a conocer su victoria, revela a las
naciones su justicia" (v. 2). Son palabras que la Iglesia utiliza para
subrayar la dimensión "epifánica" de la Encarnación : el hecho
de que el Hijo de Dios se hizo hombre, su entrada en la historia es el momento
culminante de la autorrevelación de Dios a Israel y a todas las naciones. En el
Niño de Belén Dios se reveló en la humildad de la "forma humana", en
la "condición de siervo", más aún, de crucificado (cf. Flp 2, 6-8).
Es la paradoja cristiana. Precisamente este ocultamiento constituye la
"manifestación" más elocuente de Dios: la humildad, la pobreza, la
misma ignominia de la Pasión
nos permiten conocer cómo es Dios verdaderamente. El rostro del Hijo revela
fielmente el del Padre. Por ello, todo el misterio de la Navidad es, por decirlo
así, una "epifanía". La manifestación a los Magos no añade nada
extraño al designio de Dios, sino que revela una de sus dimensiones perennes y
constitutivas, es decir, que "también los gentiles son coherederos,
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el
Evangelio" (Ef 3, 6)… es precisamente permaneciendo fiel al pacto de amor
con el pueblo de Israel como Dios revela su gloria también a los demás pueblos.
"Gracia y fidelidad" (Sal 88, 2), "misericordia y verdad"
(Sal 84, 11) son el contenido de la gloria de Dios, son su "nombre",
destinado a ser conocido y santificado por los hombres de toda lengua y nación…
Los Magos adoraron a un simple Niño en brazos de su Madre María, porque en él
reconocieron el manantial de la doble luz que los había guiado: la luz de la
estrella y la luz de las Escrituras. Reconocieron en él al Rey de los judíos,
gloria de Israel, pero también al Rey de todas las naciones.»[6]
4
Los sacramentos de la Iniciación Cristiana
son tres: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Ellos depositan en nuestro ser
de cristianos una doble vocación: a) a la santidad y b) a la misión
evangelizadora. Regresemos al CEC. Al numeral 1533 donde podemos leer que estos
tres sacramentos «Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de
Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo».
Dice la Dra. Consuelo Vélez «Lo que el
evangelio de Jesucristo se propone es la vida digna de todos los pueblos y el
discipulado misionero es necesario para lograrlo»[7]
«En el contexto litúrgico de la Epifanía se manifiesta
también el misterio de la
Iglesia y su dimensión misionera. La Iglesia está llamada a
hacer que en el mundo resplandezca la luz de Cristo, reflejándola en sí misma
como la luna refleja la luz del sol. En la Iglesia se han cumplido las antiguas profecías
referidas a la ciudad santa de Jerusalén, como la estupenda profecía de Isaías
que acabamos de escuchar: "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu
luz. (...)…Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu
aurora" (Is 60, 1-3). Esto lo deberán realizar los discípulos de Cristo:
después de aprender de él a vivir según el estilo de las Bienaventuranzas, deberán
atraer a todos los hombres hacia Dios mediante el testimonio del amor:
"Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo (Mt 5, 16)…"¿Cómo
sucederá eso?", nos preguntamos también nosotros con las palabras que la Virgen dirigió al arcángel
Gabriel. Precisamente ella, la
Madre de Cristo y de la Iglesia , nos da la respuesta: con su ejemplo de
total disponibilidad a la voluntad de Dios —"fiat mihi secundum verbum
tuum" (Lc 1, 38)—. Ella nos enseña a
ser "epifanía" del Señor con la apertura del corazón a la fuerza
de la gracia y con la adhesión fiel a la palabra de su Hijo, luz del mundo y
meta final de la historia.»[8]
El Papa nos señala con frase sintética
y contundente la vía que la
Virgen nos modela para ejercer nuestra vocación misional de
discípulos; son dos directrices: a) apertura del corazón a la fuerza de la
gracia y b) adhesión fiel a la
Palabra de Jesús, que en resumidas cuentas es Él mismo,
porque Él es la Palabra
que se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros. (Jn 1, 14).
«…si lo que se pretende es ofrecer
este evangelio integral no puede hacerse desde la mera puesta en acción de
planes de desarrollo sino que necesita la fuerza de la vida interior que brota
del seguimiento cada día renovado del Señor Jesús. El discípulo es el que
empeña todo su ser en la causa que realiza. El discípulo es el que da
testimonio con su propia vida de la autenticidad de lo que anuncia. El
discípulo es el que puede ser auténticamente misionero porque no realiza un
oficio por el que espera una paga, sino que constituye una exigencia intrínseca
de su relación con el Señor y una responsabilidad ineludible por el amor que le
profesa. Discipulado-misión, misión-promoción humana integral, son binomios que
han de animar la misión evangelizadora de la Iglesia , máxime hoy urge mostrar la vitalidad del
Evangelio no sólo a los que aún no han oído hablar de él sino también a los que
conociéndolo, lo han abandonado por falta de compromiso con este presente que
es, a fin de cuentas, donde se juegan nuestros días y se define nuestra
eternidad.»[9]
5
Leyendo una glosa sobre el Salmo 71
nos encontramos con lo que sigue: «”Hasta
los confines de la tierra… Todos los países, todas las razas…” ¿Tengo el
corazón suficientemente abierto? ¿Me encierro en mi pequeño universo aislado y
mohoso? El proyecto de Dios es universal. Por la televisión, la radio y demás
medios de comunicación, el universo entero está a las puertas. Puedo obrar en
Bangla Desh, en Rusia, en Indonesia… mediante la oración, y mis compromisos.
Las misiones y todas las obras a favor de los pobres del tercer mundo, esperan
mi cooperación activa.»[10]
Nos parece esencial para este enfoque
de la Epifanía
retomar el mensaje de la V Conferencia
Episcopal de Latinoamérica y el Caribe que se reunió en aparecida en 2007.
Vamos a referirnos a la sinopsis de Ramón
Cazallas Serrano, misionero de la
Consolata que trabaja en Sao Paulo: «En el fondo, el
discipulado tiene sus orígenes en el gran amor de Cristo por la humanidad y en
el gran amor de los discípulos para con su Señor. “Dios es amor”, como nos dice
Benedicto XVI, “Dios no es una doctrina o ideología, Él es una persona y el ser
cristiano es fruto de un encuentro personal con Cristo”. Como misioneros
–continua diciendo Cazallas Serrano- somos sensibles a la misionariedad de
nuestra Iglesia…El evangelio exige un corazón universal, abierto a todas las
culturas y disponible para predicar el Evangelio en todas las situaciones. La
fe en nuestro continente fruto de la misión de tantos hombres y mujeres que
abandonaron todo para compartir sus vidas con los pueblos latinoamericanos y
caribeños. “Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede
de brazos cruzados! Ser misionero es ser
anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde
el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en
los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras” (Mensaje
a los pueblos)… los pobres son la epifanía de Dios… Queremos contribuir para
garantizar condiciones de vida digna: salud, alimentación, educación, vivienda
y trabajo para todos. La fidelidad a Jesús nos exige combatir los males que
dañan o destruyen la vida, como el aborto, las guerras, el secuestro, la
violencia armada, el terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico”
(Mensaje a los Pueblos).»[11]
A manera de resumen y cierre digamos
con el Padre Vallés la siguiente oración de petición: «…que la realidad desnuda
de la pobreza actual se levante en la conciencia de todo hombre y de toda
organización para que los corazones de los hombres y los poderes de las
naciones reconozcan su responsabilidad moral y se entreguen a una acción eficaz
para llevar el pan a todas las bocas, refugio a todas las familias y dignidad y
respeto a toda persona en el mundo de hoy.»[12]
[2] Álvarez Valdés, Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA (I) Ed. Centro
Carismático “Minuto de Dios” Bogotá- Colombia. p. 47
[3] Discurso de Benedicto XVI desde la Roncalliplatz , tras
visitar la catedral de Colonia. 19 de agosto de 2005.
[5] Las cursivas son nuestras.
[7] Vélez, Consuelo.
DISCIPULADO, MISIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA INTEGRAL. En Revista SINFRONTERAS.
Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. #348 p.11
[8] Benedicto XVI. HOMILIA EN
EPIFANÍA
Basílica de San Pedro 6 de enero de 2006. Fuente:
vatican.va Otra vez, las cursivas son nuestras.
[10] Quesson, Noël. 50 SALMOS PARA TODOS LOS DÍAS T.1 Ed. San Pablo Santafe de Bogotá
D.C. –Colombia 1978 p. 146
[11] Cazallas Serrano, Ramón. LA CONFERENCIA
DE APARECIDA Y LA MISIÓN
En Revista SINFRONTERAS #301Julio de 2007 pp.23-31. También
publicado en la Revista Missões
de Julio-Agosto de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario