jueves, 12 de junio de 2025

Viernes de la Décima Semana del Tiempo Ordinario


2Cor 4, 7-15

… los falsos agentes reproducían el poder establecido, pues el dios de este mundo era su cabeza, de modo que no veían brillar la luz del Evangelio ni la Gloria de Cristo (Cf. 4,4).

José Bortolini

Esta perícopa sería un extracto de la tercera carta donde San Pablo se defiende infructuosamente de los ataques y acusaciones. Seguramente esta parte se puso junto con otros textos, aquí, dentro de la carta, porque plantea el asunto del servicio apostólico, definiéndonos como impulsadores de una Nueva Alianza. Los renglones anteriores a la perícopa de hoy, denuncian el proceder de los que “proceden a escondidas como si sintieran vergüenza ((4, 2): «El Evangelio ya no es fuerza que libera para la vida, sino un simple pretexto para que los agentes de pastoral mantengan sus privilegios y continúen dominando al pueblo. Acaban predicándose a sí mismos, y no a Cristo el Señor. Se convierten en dueños de la comunidad. En segundo lugar, impedían a la comunidad misma mantener una actitud crítica: todo lo que hacían era lo correcto, lo justo y lo definitivo. Dios mostraría su Voluntad a través de la voluntad de ellos». (José Bortolini)

 

Podríamos decir que la fe no es algún tejido no identificado de algún órgano, que no encontramos, ni nos importa dónde está, y lo mismo nos da que esté o no, que lo tengamos o carezcamos de él. Al contrario, la fe es algo que no puede pasársenos desapercibido, quien la tiene asume las responsabilidades que ella implica. El que cree confiesa su fe y no se silencia. Sin duda alguna, cuando San Pablo habla del “dios de este mundo”, está aludiendo a Satanás; no al Soberano de Cielo y tierra.

 

Con enorme frecuencia la fe causa prurito en otros, y la línea marcada por lo “políticamente correcto” es la de acallar y silenciar aquello que algunos quieren ocultar. Un lenguaje políticamente correcto es un verdadero logro cuando evita humillar, marginar, excluir, insultar u ofender; allí, es verdaderamente un deber y una responsabilidad aprender a vivir y respetar las diferencias; pero no lo es, cuando lo que se pretende es el contrabando de ideologías que dañan a las personas. Muchos pretenden hacer pasar a lo recóndito de las alacenas los mensajes de la fe, sólo porque hay quienes quieren meter soterradamente sus doctrinas, en particular, las que contaminan la sana convivencia y quieren eliminar a sangre y fuego la diferencia. «Pablo muestra, en pocas palabras, el camino del agente de pastoral. Si Jesús es el Señor de la Comunidad, el único modo autentico de ser y actuar es el servicio: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (4,5)». (José Bortolini)

 

Lo que estamos estudiando nos señala hacia la confianza que debe sostenernos en medio de todas tribulaciones y sufrimientos: «Pablo vive en continua situación de muerte. Con todo… Afirma que no se desanima, que ningún obstáculo es insuperable, que no se siente abandonado en la persecución, ni aniquilado cundo lo derrumban y le ponen un cuchillo en la garganta. ¿Por qué? En primer lugar, se da cuenta de que las situaciones de muerte lo desgastan por fuera, pero no por dentro. A partir del sufrimiento, sus convicciones se fortalecen y consolidan cada vez más». (José Bortolini)

 

Así como hay quienes guardan sus dineros en cajas fuertes, muchas amas de casa ponían sus ahorros en recipientes -de hojalata- para galletas. En aquella época -cuando esta carta fue escrita- se usaba guardar los ahorros y los “tesoros” en ollas de barro cocido, aunque frágiles y quebradizas; por eso Pablo dice que nuestra riqueza tiene por continente una vasija de barro, que es nuestro cuerpo. Evidentemente se trata de un símil, que alude a que nosotros somos seres débiles y con gran imperfección y vulnerabilidad; y eso lo que prueba es que la fe cristiana no viene de nuestro barro cocido sino de las Manos y Labios Celestiales, de Boca de Dios que las ha guardado en nosotros, débiles estuches en los que Dios ha querido confiar y constituirnos en sus depositarios.

 


Declarar la fe y vivir coherentemente con ella, evitando -por todos los medios- que hagamos de nuestra misión evangelizadora una vitrina para nuestras “pretendidas glorias”, y nuestras pobres vanidades. La única gloria que poseemos es que Dios haya aceptado nuestra flaqueza para hacernos portavoces de su Palabra.

 

Sal 116 (115), 10-11. 15-16. 17-18

Me he entregado a Ti, en cuerpo y alma, para la gloria de Tu Nombre y el servicio de los demás.

Carlos G. Vallés s.j.

Este Salmo es el cuarto Salmo del הלל [Hallel] “Alabanza -conformado por los salmos 112-117; los dos primeros se cantan antes de la Cena y los cuatro restantes al final-, que se recitan en la Cena Pascual. Jesús quiso instituir la Eucaristía en el marco de una Cena pascual. Eso, entre otras cosas, es esencial, porque en la Eucaristía se encuentran insertos los elementos de la Cena Pascual, entre otros:

a)    La Mesa

b)    Los Masoth (pan de los pobres), sin levadura

c)    Las copas de vino

d)    El Haggada (relato de la Liberación) que para nosotros sería el Misal + el Leccionario

 

La conexión con la Primera Lectura es muy evidente, al denunciar a los falsos agentes que en el Salmo son calificado de “mentirosos”.


 En la segunda estrofa lamenta las tristezas y sufrimientos de los devotos y piadosos, fieles al Señor, que padecen el martirio.

 

En la tercera estrofa el tema es el “Sacrificio de Alabanza”, el Cordero de la cena pascual y para nosotros el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dice el salmista que él no es de los que ocultan su fe, sino de los que la practican abiertamente, ante los ojos de todo el mundo, a pesar de las persecuciones de las que pueda ser víctima.

 

El verso responsorial insiste en ofrecer una Acción de Gracias, una Eucaristía, diríamos en griego.: El salmista la denomina זֶ֣בַח תֹּודָ֑ה [zebah Todah] “Sacrificio de Alabanza”, “Gratitud por las Bendiciones recibidas”, “Feliz culpa que nos mereció tal Redentor”, decimos nosotros en el Pregón Pascual.

 

«… que mi consagración inicial vaya adquiriendo nuevo sentido sin olvidar nunca el antiguo». (Carlos G. Vallés s.j.)

 

Mt 5, 27-32

Estas palabras fueron «dichas en una cultura en la cual la mujer era de “segunda clase” —por decirlo con un eufemismo— ni siquiera de segunda, era esclava, no gozaba ni siquiera de la plena libertad». Las de Jesús «son palabras fuertes, palabras que cambian la historia».

Papa Francisco

Otra vez está Jesús descubriéndonos en el Sermón del Monte, cómo la Ley debe ser llevada a su perfección y no arrinconarla en minimalismos, cómodos.

 


Nos habla del adulterio: Para lo cual no hay que llegar a lo facticidad, ya en el corazón y con la mente se puede adulterar, si los ojos se permiten el libertinaje de llenarse de lujuria y se permiten mirar con ojos libidinosos.

 

Pues bien, antes que dejarse llevar por la inercia de la tentación es preferible detonar los mecanismos defensivos de la pureza. Cuando sinceramente se quiere evadir el pecado, hay que empezar por no juguetear alrededor suyo. Quien se entretiene y le da pábulo al dialogo con el Maligno, más temprano que tarde, caerá, ya sabemos que el Malo es “puerco”, lo que quiere decir que está lleno de trucos y engañifas, de los que se vale para sembrar nuestros rumbos con piedras de tropiezo.

 

No se trata de proceder con cirugías amputatorias, se trata de aplicar claras y consistentes políticas preventivas, porque las medidas sanativas son de muy prolongada aplicación -a veces de por vida, como sucede con el alcoholismo- y, muchas veces nos dejan marcados con cicatrices indelebles.

 

El tema del adultero, al que se regresa, hacia el final de la perícopa, nos avisa que, uno puede inducir a la mujer al adulterio, creándole las condiciones de su infortunio, lo que nos hace tan culpables o más que ella; y el que se junta con una adultera correrá con el mismo hundimiento y ese tal, se franqueará una senda -sin retorno- hacia la gehena.

 

Papa Francisco, celebrando en Casa Santa Marta nos dijo sobre este Evangelio: hay «una palabra» que «me ha tocado el corazón: cualquiera que mire a una mujer para “desearla”» ya ha cometido adulterio con ella en el propio corazón. «Esta palabra es muy actual», reconoció el Pontífice. Porque «en los programas televisivos, en las revistas, en los diarios, se dejan ver las mujeres como un objeto de deseo, de uso, como una parte del supermercado: esto se puede comprar, esto se puede usar».

 

De tal modo, las mujeres son objeto y para vender, tal vez, un tipo especial de tomates, se usa a una mujer, allí, como objeto del deseo: humillada, sin ropa, porque la mujer se ha convertido, también hoy, en un objeto de uso. Esa enseñanza de Jesús, que “dignificó” a la mujer y nos hizo recordar que con el hombre eran imagen y semejanza de Dios, con el tiempo, vuelve otra vez».


Francisco no dejó de hacer presente que hay ciudades, culturas, países donde las mujeres todavía son esclavas, no pueden hacer esto, no pueden hacer lo otro. Pero recordó que no hay que ir muy lejos: permanezcamos aquí, donde nosotros vivimos, miremos la televisión y las mujeres todavía son objeto de uso; peor, son objeto de esa filosofía de usar y tirar. Parecería que no son personas.

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