domingo, 30 de noviembre de 2025

Lunes de la Primera Semana de Adviento

 


Is 4, 2-6

De día el Señor los acompañaba en una columna de fuego para señalarles el camino; y de noche en una columna de fuego, para alumbrarlos. Así pudieron viajar de día y de noche.

Ex 13, 21

Hoy vamos a leer del Proto-Isaías -a Isaías se la da por cuna la hierosolimitana- y por las señas que se dan en este Libro, debió ser una persona con grande influencia en la corte, inclusive se podría aseverar la pertenencia a su aristocracia: Los capítulos 1-6 de Isaías giran en torno a Jerusalén y Judá, donde se denuncia la corrupción moral que como consecuencia de la prosperidad había caído sobre Judá.

 

Esta perícopa ha sido intitulada “Promesa de felicidad para el futuro”. El antecedente, dado en el verso 1 -que no leemos hoy- nos relata que los hombres se habían ´puesto escasos, porque habían partido a la guerra y no habían regresado de ella. Así que a cada siete mujeres le correspondía un solo varón, y se lo peleaban, al punto de aceptar la poligamia y exigirle, solamente, dejarles llevar su apellido, libertándolos de la carga de manutención sin reclamarles ropa, ni alimentos, ni cuota alimentaria. Con tal de no estar en condición de carencia de “marido”, lo cual, era además una condena a la esterilidad, por no tener opción de ser fecundas, así este fuera solo un maridaje aparencial, y no gozaran de su respaldo económico, pero bastaba que al menos hubieran concebido y dado a luz.

 

Así que, asistimos a una mengua poblacional, y, de allí, sale a relucir el concepto de “resto” referido a los que sobrevivieron de su masacre en los frentes de combate, lo que se lee en 3, 25s: “Tus hombres caerán en la guerra, tus guerreros morirán en batalla. La ciudad llorará y se pondrá de luto, y quedará en completo abandono”.

 

Ya en el capítulo 1, Isaías alude a estos supervivientes:

Si el señor de los ejércitos

no nos hubiera dejado un resto,

seríamos como Sodoma,

nos pareceríamos a Gomorra (1, 9)

valga decir que, sería como haber quedado borradas del mapa.

 

En el núcleo temático de la perícopa de hoy nos encontramos con la imagen protectora de Dios que cuida y vela por su pueblo, retomando la Imagen de la Altísima Presencia sobre el Santuario, sobre la Tienda del Encuentro que tenían en el desierto, y que Moisés había ubicado a cierta distancia del campamento. Esta compañía amigable y protectora se expresaba como Columna de Nube.

 

Ser columna de fuego en el desierto, que se enfría de noche tan rápido; y ser nube en el día, cuando el sol canicular no sólo quema, sino que chamusca, es -verdaderamente un gesto tan paternal-maternal, tan protector como el de un padre o madre que pone un quitasol para defender al niño del sol o que enciende un calefactor cerca suyo para garantizarle -frente al frio- una temperatura confortante.

 

En Ex 40, 38 él les confirma su Presencia en el santuario con la misma señal. Como se nos explica en Ex 40, 33e-34: “Al terminar Moisés la construcción, la nube cubrió la Tienda del Encuentro y la Gloria del Señor llenó el Santuario”.

 

Todas estas referencias nos remiten nuevamente al Monte Sion: representación de la Presencia Eterna de Dios, su bendición y su reino futuro. Simboliza la Ciudad de David y la promesa de un reino eterno del linaje de David, cumplido en Jesucristo. Descrita como la alegría de la tierra y la morada de Dios, Sion significa Su favor y la gloria futura para Su pueblo.

 

Lo que resalta que la existencia no es una ontología de un solo y único instante, sino una tensión dinámica entre lo que fue y lo que llegará a ser. Patente en Jerusalén que nos habla de su referencia histórica, pero, además del momento presente que alude a un futuro, vaticinado para sumido en un misterio proléptico, del cual, la Jerusalén -que en la Apocalíptica se llama Celestial- solo nos deja entrever una promesa esperanzadora.

 

Se adjunta al acta que, Celestial no es lo mismo que utópica, sino que es una adjetivación para confirmar que le pertenece al Señor como “lugar” desde donde nos aguarda con los brazos abiertos. Quizás si miráramos con ojos límpidos, la alcanzaríamos a discernir a muy breve distancia.


La figura mesiánica en esta perícopa se llama צֶ֣מַח יְהוָ֔ה [semah Yahweh] “el vástago del Señor”, el “renuevo”, el “brote”. Se entiende como una yema del mismo árbol, un “astilla del mismo palo”. De la misma esencia, con sustancia idéntica. Ontológicamente equivalente. “Dios de Dios, … Dios verdadero de Dios verdadero.

 

Sal 122(121), 1bc-2. 3-4b. 4d-5. 6-7. 8-9

La importancia de Jerusalén queda acotada en la Primera Lectura de hoy, como foco teopolítico de la Justicia y la Paz para todos.

 

Este de hoy es un salmo gradual, o, tal vez, ya de peregrinación, porque parece que su implicación es la de los peregrinos que ya pisan los umbrales de la Ciudad-santa y se hallan a las Puertas -en las murallas exteriores del Templo: ¡Que alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!  Tal vez hoy en día, cuando el respeto a la autoridad se ve tan resquebrajado, nos cueste trabajo entender que al visitar la “casa ajena” -aun cuando también en la propia, y quizás con mayor razón- y entrar bajo su techo, nos ponemos bajo la autoridad del Paterfamilias. Esa autoridad en el Templo es la de YHWH, no la de algún fundamentalista).


En la Primera Lectura nos referíamos a Jerusalén como la Fuente de la Justicia. En el Salmo se le aúna a Jerusalén el segundo significado que se le da en la Primera Lectura: Ciudad de la Paz. “Desead la Paz a Jerusalén”, “haya Paz dentro de tus muros”.

 

Vale la pena hacer consciencia de ¿a qué vamos a Jerusalén? Felizmente, el salmo nos lo explicita: “A celebrar el Nombre del Señor”.

 

En las dos últimas estrofas del salmo, la Paz se vuelve el polo magnético de Jerusalén. Pero, estemos atentos, no es una paz egoísta, de aquella de “¡Coma yo y como mi macho, y que se reviente el muchacho!”, no es una oración de “personas”, es una oración comunitaria. ¡No! es una Paz para sus hermanos y a la vez, para sus compañeros. El salmo tiene una clara consciencia de Comunidad, todas sus resonancias son sinodales: No dice “que alegría cuando me di cuenta que me encamino a la casa del Señor”, sino que dice ¡Que alegría cuando me dijeron: לִ֑י בֵּ֖ית יְהוָ֣ה נֵלֵֽךְ [li bet Yahwe nelek] “Vamos a la Casa del Señor”! Con sentido evidentemente comunitario.

 

Mt 8, 5-11

¿Qué tenemos en esta perícopa mateana? Una parábola, contada por un centurión: Toma como imagen del poder que tiene Jesús para sanar y defender la vida, la que él tiene sobre sus soldados; parte de una figura que es un mecanismo de muerte, -el ejército romano, la maquinaria bélica- y ve las enfermedades y dolencias como soldados que tienen que obedecerle. Si el centurión da una orden, la obediencia no se deja esperar. Si Jesús pronuncia una palabra para contener y expulsar la enfermedad, con mayor prontitud es obedecida porque su Poder es mayor y su autoridad dimana de instancias más altas. El cosmos entero le obedece.


¿De dónde sale la autoridad del centurión? Se la ha concedido, el emperador o algún militar de mayor rango en las huestes romanas. ¿Y la de Jesús, de dónde sale? Proviene de la Instancia Suprema, le viene del Padre. ¡Es una Autoridad confiable e imparcial que todos quieren reconocer y acatar!

 

La “inteligencia” del centurión admira a Jesús porque este tiene la agudeza para entender que hay autoridad -con unos ojos límpidos para discernir-, y que el punto es -precisamente- el de la autoridad. La inteligencia para entender las cosas de Dios no se aprende en “doctas aulas”, Jesús, el que viene (ille qui venit), nos la dona. El centurión lo entiende tan bien, que no pide con la prepotencia del “invasor” que puede exigir y hasta obligar con la fuerza de las armas, sino como se pide una obra de caridad, con sencillez, con ruego, como suplicando, poniendo como argumento del ruego, lo mucho que padece su criado víctima de δεινῶς βασανιζόμενος [deinos basanizomenos] “dolor terrible” y de parálisis que lo incapacita.

 

El propio centurión se sabe sometido a obediencia, él mismo, y tener quien le da órdenes inobjetables, y se autodefine como ὑπὸ ἐξουσίαν [hipo exoucian] “subalterno”, “bajo autoridad”. Pero la comprensión del centurión no se queda allí, él comprende que hay autoridades humanas, y autoridades Divinas. Y discierne entre ellas.

 

Parece que, tras su discurso parabólico, hay un fluir de significado que subyace: “La autoridad del emperador, está muy por debajo de la autoridad que viene de YHWH. En tanto que centurión, él puede ordenar a “soldados”, pero en tanto que la autoridad Divina proviene del Señor, Jesús el Kyrios, puede ordenarles a las enfermedades, al viento, al mar, y hasta a la misma muerte.


La perícopa concluye mostrando la universalidad del Banquete Escatológico, dice que muchos de los sentados al Banquete vendrán tanto de oriente como de occidente y están allí sentados en la Mesa donde se congregan Abrahán, Isaac y Jacob.

sábado, 29 de noviembre de 2025

AVIVEMOS EL DESEO DE SALIR AL ENCUENTRO DEL QUE VIENE

 

LLAMADO A LA VIGILANCIA Y A LA CONVERSIÓN

 Is 2,1-5; Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5. 6-7. 8-9; Ro 13,11-14a; Mt 24,37-44.

 

Y nosotros, ahora, estamos aquí,

delante de la puerta del Adviento

que finalmente se abrió

y Tú Señor, nos convidas a entrar.

Averardo Dini

 

Si en este día comprendieras tú

lo que puede conducirte a la paz!

Más por lo pronto, está oculto a tus ojos.

Lc 19, 42 bcd

 

¡Hemos llegado al Año Nuevo Litúrgico! El año Litúrgico es la celebración de la Vida de Jesús y desde ese punto de vista, quizá -cabría esperar- que el Año Litúrgico empezara con el nacimiento de Jesús. Sin embargo, la Iglesia no sería Madre y Maestra si no tomara un lapso adecuado de preparación para esa Llegada. Es por eso que el Año Nuevo litúrgico se inicia con el Adviento que es el tiempo necesario de disposición para desplegar los brazos del corazón y llegar a estar verdaderamente preparados para su llegada, ¡Ven Señor Jesús! Asumamos pues esta paternidad que nos llega; este embarazo espiritual nos hace participes de una maternidad-paternidad de Santa María y San José actualizada, no asistamos como espectadores de la Natividad de hace 2025 años, sino que, haya espacio en la morada de nuestra vida para que Él no tenga que nacer en el frio de la intemperie y en la suciedad de un establo, sino en la ternura de nuestro ser que lo ansía y lo espera hoy.

 

Constructores de paz, testigos de su Amor

Nuevamente se trata del Salmo 122(121), exactamente el mismo que nos ha ocupado el Domingo anterior. El Domingo anterior, el último del año Litúrgico, del ciclo C, considerábamos los versos 1-2; 4. 8-9. En este 1er Domingo de Adviento del año Litúrgico, del ciclo A, leemos lo mismo añadiendo los versos 6-7.


Dijimos que era uno de los quince salmos graduales que hablan de las diversas etapas de la peregrinación; este salmo alude a diversas “peregrinaciones”, experiencias de sinodalidad, de andar juntos, un pueblo “errabundo” en diversos momentos de su historia: se destacan los cuarenta años que vagó por el desierto antes de poder entrar en la “Tierra Prometida”; también le correspondió esa triste página de la historia en que fue “llevado” en esclavitud a Babilonia donde permaneció sometido –según nuestras cuentas- desde el 607 hasta el 540, es decir 67 años, aun cuando más estrictamente va del 587 al 538 (período mucho más reducido, que sólo toma en cuenta el tiempo de deportación de la “aristocracia” judía en Babilonia). De este tiempo queremos destacar tres aspectos positivos:

i)              Comprendieron que habían sido infieles a la Alianza

ii)             Crecieron en su amor a Dios sabiendo que sólo Él los podía salvar y devolverles la libertad y la Tierra Perdida, se podría hablar de la conversión que los atrajo -de nuevo- a YHWH.

iii)           Empezó a esperarse un Mesías, liberador y restaurador.

 

Si nos atenemos estrictamente a la expresión בִּ֝שְׁעָרַ֗יִךְ [bish arayikh] “ya pisan nuestros pies tus portales”, entendemos que significa que ya atravesaron las puertas, que ya están dentro de la ciudad, que están “puertas adentro”.

 

Jerusalén es, sobre todo, signo de convergencia: “A ti Jerusalén suben las tribus, las tribus del Señor. Así como los Sabios de Oriente llegaron al sitio donde había nacido el Salvador, así Jerusalén será el punto de encuentro de todos los “fieles” del Señor. ¿A qué se reúnen? El verso 4b nos lo dice: “…para alabar el nombre del Señor”. La palabra que se usa  עֵדוּת, [eduth] “testimonio”, implica algo así como “dar testimonio”. Así es, se nos da una misión, no es solamente desplazamiento para llegar a la “Ciudad de la Paz”, el encargo que tenemos es dar testimonio”, “ver para capacitarnos al anuncio”.

 

Ahora entran en juego los dos versos que se añaden este Domingo -que no leímos el Domingo pasado- Testimonio de Paz, dice allí: “Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas (y que reine la paz) que haya prosperidad en cada casa”. Nuestra tarea consiste en mostrarnos como gente de paz; “trabajadores por la paz”, nos llamará Jesús en las bienaventuranzas. Por el amor que tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”. El Salmo nos hace iniciar el Adviento con una tarea: trabajar por la paz.

 

No digamos que somos muy pequeños o muy insignificantes para hacerle oír nuestra voz a Goliat, más bien, digamos como dijo David: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en el Nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los Ejércitos de Israel a los que tú has desafiado” (1Sam 17, 45bc). Esta es la única manera de decir sinceramente ¡Por el amor que tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”! Toda otra palabra carece del “compromiso” suficiente y necesario.

 

Aprender a desarmar la muerte y a construir la paz

Hay que aprender a desbaratar fusiles y cañones y volverlos puentes y edificios y fábricas de paz. Hay que acabar de una vez por todas con las fábricas de guerra y de muerte, de bombas y napalm, de armas químicas y bacteriológicas, de ojivas nucleares. La tarea de trabajar por la paz se inserta en el contexto de este Domingo de vigilancia activa. Muchas veces hemos señalado que el Primer Domingo de Adviento tiene como médula la vigilancia, pero no aquella que nos pintaban en el cine, el vaquero del Oeste, sentado en el porche, con el taburete recostado y el rifle como laptop, tampoco se habla de la vigilancia de la persona que se sienta en la ventana a esperar que pase algo, o que alguien llegue. ¡No! Esta es una vigilancia alerta, un estar en vigilia, un hacer preparativos para cuando llegue el momento estar dispuestos y, más aún, disponibles.


En la Primera Lectura, nos invita que vayamos a la casa del Señor para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas cfr. Is 2, 3c. Observemos el mandato de volvernos trabajadores por la paz cómo lo expresa el profeta: “De las espadas forjaran arados y de las lanzas podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestraran para la guerra” Is 2, 4bc.


Se nos exhorta a encargarnos de la trasformación, evidentemente que las espadas no se volverán arados por mirarlos fijamente, ni se volverán podaderas las lanzas con rezar veinte mil oraciones. Habrá que hacer todo lo necesario, no sólo esperar pacientemente sino manos a la acción, mangas remangadas, ¡sudando la camiseta!


En su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco nos advierte en el numeral 218: «La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden. Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética.»

 

Tenemos que descubrir la manera de invertir no en armamentismo sino en salud, alimentación, educación, oportunidades para la gente. Es cierto que es difícil distinguirlos entre tanto engaño, calumnia y golpe sucio; pero recordemos que “por sus frutos los reconoceremos…”

 

Pasos que componen la tarea

Preparado está el que sabe que no es “dueño” sino “siervo fiel y prudente”.

Silvano Fausti

Cuantas veces y cuantas personas van viendo el correr del tiempo como un simple proceso de envejecimiento, otros lo ven como un acercamiento sistemático a la hora de la muerte. San Pablo nos da una mejor óptica: cada minuto que pasa estamos más cerca de la hora de nuestra Salvación. Esta es la primera clave interpretativa que nos da esta perícopa de la Carta a los Romanos.


La segunda clave consiste en que nos entrega paso a paso la ruta para revestirnos de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué significa revestirse? Ponerse las mismas ropas para hacerse parecido. Una de las mejores maneras de imitar a alguien es vestirse del mismo modo. San Pablo nos da seis pasos esenciales para lograr esta mímesis:

1)    Desechemos las obras de las tinieblas

1a) Revistámonos con las armas de la luz

2)    Comportémonos honestamente

3)    Nada de comilonas y borracheras

4)    Nada de lujurias ni desenfrenos, esto reclama una actitud crítica ante el acoso del mercado y la cultura del despilfarro y el consumismo.

5)    Nada de pleitos ni envidias

6)    Que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos.

 

Velar y estar preparados

Jesús nos manda “Velen pues, y estén preparados porque no saben qué día va a venir su Señor”. Sabemos con toda seguridad que vendrá, más ignoramos los detalles, sólo sabemos que estará revestido de Gloria y de Poder… de resto… nada podemos afirmar. Pero que viene, ¡Viene!


 Conviene recordar tres factores que tipifican esta espera:

·         Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).

·         El advenimiento de Cristo en gloria es inminente (cf Ap 22, 20). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1Ts 5, 2).

·         "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21).

 

Tan inusitada será su Llegada que será como el diluvio, que nadie espera y a todos los tomó por sorpresa, con la única excepción de Noé y su estirpe. Tan inesperada como el ladrón, que si uno supiera cuando va a llegar, seguro que reforzaría la guardia y tendría un ejército listo para capturarlo.

 

llevada – dejada

En los días finales del año viejo litúrgico, estuvimos leyendo el capítulo 21 del Evangelio Lucano. ¿Cómo abrimos este año nuevo litúrgico? Llegándonos al magnifico bloque final del Evangelio mateano (21,1-28,20), que podemos segmentar en dos nucléolos, a) el primero de ellos, la actividad de Jesús en Jerusalén y b) Su Pasión, Muerte y Resurrección. La perícopa que leemos hoy viene de la parte a), se toma del fragmento (24,1-25,46) donde la sustancia es “el discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos”. Se trata pues del Sermón escatológico.

 

¿Qué quiere decir esto? Que la llegada y cumplimiento de las promesas para el fin, no constituyen un “de repente”, sino que se cocinan en el magma de la cotidianidad: Rememoremos, el Reino no viene aparatosamente, no viene enmarcado con bombos y platillos; se va gestando, y germina, como dice la parábola, como el ser humano que esparce la semilla y sin saber cómo, crece por sí misma, y, de manera misteriosa y espontánea brota.


Una bina clave en esta perícopa del Evangelio según San Mateo: Que dos anden juntos y aunque estén haciendo lo mismo no garantiza que correrán la misma suerte porque muchas veces depende de lo que hay dentro del corazón, de las intenciones que mueven a las personas, de que una determina acción se esté haciendo -o no- en el Santo Nombre de Dios, para testimoniar su Infinita Grandeza y Misericordia. Mientras uno correrá una suerte bendita, otro puede quedarse “viendo un chispero”.

 

La tónica para este tiempo de Adviento es una actitud de alerta, de vigilancia activa: Así que velen y estén preparados Mt 24, 42a. Y recuerda, una de las mejores preparaciones para estar “despierto” y “vigilante” es el Sacramento de la Conversión, así que, ¡amig@ mí@, en la ruta sacramental, visita el confesionario! Todo -en términos espirituales: comprar pañales, ropita de bebé, una cuna: ¡un corazón limpio y que anhela la Parusía! Esa preparación se adquiere con una metanoia sincera y firme, con el firme propósito de cambiar y vivir haciendo la Voluntad de Dios.

viernes, 28 de noviembre de 2025

Sábado de la Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario


 Dn 7, 15-27

זיכרון  [𝑧𝑖𝑘𝑎𝑟ó𝑛] “memoria”

Sin ir más lejos, imaginemos un ataque de amnesia: que se nos haya olvidado dónde vivimos, quienes son nuestros familiares, donde trabajamos, qué oficio o profesión es la nuestra, es una suposición ¡Dios nos ampare!  lo habríamos perdido todo, verdaderamente podríamos decir que, no sabemos ni quienes somos ni dónde estamos parados…

 

Aún más, supongamos que no podemos recordar ni siquiera, cuál es la religión que profesábamos. Se podría afirmar, en tal caso, que hemos perdido el basamento de nuestra personalidad, y no sabremos para dónde coger. ¡A eso es que apela el tirano opresor!, a borrarnos todos los referentes propios, a diluir nuestros usos y costumbres, a imponernos andar por calles diferentes, a traernos la música y las modas de otros países; hasta que, cuando hagas un alto, y te preguntes por el “ser” que eres, tengas que decir: Seguro que soy esto que he venido haciendo últimamente.

 

Si uno se pone a revisar las páginas de la historia, ve que innumerables invasores -con el pretexto etnocentrista de que ellos practican la “verdadera cultura”- llegan saqueando templos, hurtando cuantas joyas, oro, plata y bienes culturales encuentren, con el pillaje más descarado se llevan todo. Alguien asiduo a la práctica del “turismo” nos decía recientemente que, visitando los museos mundiales, se podía medir el tamaño del despojo y la rapacería de los “colonizadores”.

 

Eso hacían, exactamente, los imperios sucesivos del medio oriente, donde podemos rastrear los orígenes de esta modalidad de invasión. Profanaban Templos, hurtaban las reliquias más sagradas, demolían sus arquitecturas religiosas, descaradamente se burlaban de la fe de sus víctimas, usando los vasos sagrados para sus borracheras y orgías. ¿Podemos imaginar, tan siquiera, el dolor, la vergüenza y la desmoralización tan profunda de los que lloraban el sacrilegio de lo que para ellos es tan Santo?

 

Cómo olvidar que llegaron al límite de afirmar que nuestros aborígenes, ¡no tenían alma! 

 

La manera de sacralizar el tiempo para el pueblo judío, la santidad del sábado y la consigna de ser un día no-laboral, sino consagrado a la religiosidad era una gran barrera para la transculturación de este pueblo; lo que Antíoco trató de resolver ordenando un cambio del calendario donde se hacían desaparecer las Fiestas de Pesaj, Shavuot, Rosh Hashaná, Yom Kipur y Sucot, se prohibió la observancia del Shabat, revertían la circuncisión, y se suplanto en el Altar una estatua de Zeus.

 

La siguiente jugada fue la prohibición de la dieta Kosher, y la prohibición del estudio de la Torah. Se ve que fue sacando diente a diente y luego muela a muela, hasta que los dejó desdentados. Incapaces de masticar nada.

 

Es de vital importancia que esta transculturación se operaba no exclusivamente bajo el argumento de decretos, sino contando con la colaboración de judíos pro-helenistas: que consideraban el colmo de su “progresismo” la adopción de las modas y profanaciones de Antíoco. Estos tránsfugas también se encuentran página tras página en la historia de todos los pueblos.

 

Hoy -cuando cerramos este año litúrgico, nos parece un deber insistir, que la enseñanza que se nos da es la de aprender a resistir y a no dejarse llevar de esas “modas” ilusorias, que aparentan ser lo “vigente”, y son solo trucos para conculcarnos la “Memoria”. Sin memoria no hay identidad.


Al dar el salto al territorio Neotestamentario, Jesús concluirá, dándonos la vacuna contra el olvido:  τοῦτο ποιεῖτε εἰς τὴν ἐμὴν ἀνάμνησιν. [touto poieite eis ten emén anamnesin] “Haced esto en conmemoración mía” (1Cor 11, 24c).

 

Sal. Dan 3, 82a. 83a.84a. 85a. 86a. 87a.

Hay que ver cómo nos dividimos para dar gusto al tirano opresor, para demostrar que estamos en el colmo de la “avanzada”, que somos la verdadera “vanguardia”, que cuando nos pusieron en formación de batalla, “fuimos nosotros los que nos ofrecimos a ponernos en la línea de fuego”.

 

Hay que ver, también, como recogemos banderas ajenas, y las hacemos ondear, con gran entusiasmo, ignorando que son los pabellones del invasor. Y si vamos a fijarnos, quienes están poniendo la estatua de Zeus sobre el Altar de los sacrificios, vemos que allí están los que ayer mismo nos decían que son de los nuestros, de los fieles a YHWH.


Otro día, uno de los correligionarios nos informó -ante nuestra gran sorpresa- que todos los dioses son lo mismo, no sé si fue que le entendí mal, pero para él, todos los dioses son el mismo dios, sólo cambia el nombre.

 

Pasamos por un taller, y allí estaban bordando para el Altar, el rotulo “Abominación de la Desolación”, y estaban trabajando con gran regocijo.

 

Lo que se pide en este capítulo tercero del Libro de Daniel es que: Todos los hombres bendigan al Señor, Que todo Israel lo bendiga, todos los que se reclamen ser sus siervos han de alabarlo, las almas y los espíritus de los que son “justos”, lo alaben; tanto los que son santos, así como los que son humildes, están convocados para la alabanza.

 

No deshonren el pueblo de Dios.  Que Dios eligió este pueblo por ser monoteísta. Porque sólo a Dios seguimos y a Él sólo adoramos. Porque sabemos Quién es Él y quienes nosotros: Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, ovejas de su rebaño. ¡No lo olvides!

 

Lc 21, 34-36

Vamos a escribir los renglones finales de este Año Litúrgico 2025:


Hay otro tipo de lavado cerebral, parecido -pero en esencia diferente- parece que se enfoca en ponernos carga sobre carga hasta que estemos “sobrecargados”. En nuestras traducciones dice “embotados”, que es algo así como suprimirle a algo la punta para que no vaya a herir a alguien, anular su poder de penetración, como se hace con un florete que se le pone un botón en la punta para que no vaya a dañar el contrincante. Y es razonable, cuando queremos que alguien se despierte -es lo contrario y esté alerta la decimos “agúzate”, embotar es adormilar, embobar, distraer. En su origen embotar era empacar en un tarro, sellado -hoy día-, al vacío. ¡Nada le entra, nada le sale!

 

«De nosotros depende que muchas situaciones del futuro sean buenas o malas. Por eso el Señor nos recomienda vigilar y orar; estar activos, construyendo nuestras vidas». (Papa Francisco)

 

En griego aparece el verbo βαρέω [bareo] “sobrecargar”, cuando alguien está sobrecargado, está embotado, como cuando tenemos tantas responsabilidades y tantas cosas que atender que terminamos “sobrecargados”.

 

El Evangelio, en la perícopa, enumera varias formas de sobrecargarse: las juergas, las borracheras y las inquietudes de la vida.

 

Jesús muchas veces les llamó la atención a los fariseos porque ellos sobrecargaban a la gente con tantas leyes que terminaban embotados. Perdían la percepción de en qué consistía su fe. En vez de preocuparse por amar al prójimo como a sí mismos, se preocupaban por las filacterias, el pago del diezmo de la menta y la ruda, por lavarse -no sólo las manos- sino hasta los codos y más.

 

Entre nosotros también hay quienes borran en los Mandamientos, renglón de por medio, para hacer llevadero y manipulable el Decálogo.

 

No nos dejemos sobrecargar, antes, por el contrario, agucémonos, despabilémonos, desatolondrémonos.  Para que podemos escapar de todo esto que nos roba la fe. Abramos los párpados -de los ojos del corazón- de par en par, para poder ver y discernir su siempre-actuante-Misericordiosa-ternura.


«Vigilar y orar, para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente, ¡no vaya a ser que nos estemos preparando una sorpresa desagradable para el futuro!» (Papa Francisco)

jueves, 27 de noviembre de 2025

Viernes de la Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario


Dan 7, 2-14

Insistamos en que una de las características de la apocalíptica son los simbolismos imaginarios, ricos en detalles espectaculares, plenos de grandeza y muy impactantes. Dijimos el primer día (el lunes) que estos pasajes de la segunda parte del Libro de Daniel, -que comprende los capítulos 7-12- están tan firmemente estructurados con esta clase de relatos que más que profetismo, encontramos aquí el género apocalíptico en acción.

 

Hoy y mañana vamos a tomar un ejemplo de las 4 visiones de este género, parecen registros históricos que hablan del pasado, pero son miradas con pupilas escatológicas y tienen un claro sentido consolador, como anuncio de la justicia que recibirá el pueblo oprimido de Israel: es un sueño que tuvo el propio Daniel, y que él mismo no entendía, lo soñó finalizando el primer año de Belchazar, inicia con un mar tormentoso totalmente agitado por los cuatro vientos del cielo (soplaban por todos lados, desde los cuatro puntos cardinales; y va -a continuación- a mostrarnos las bestias y luego a interpretarnos su significación.

 

Las bestias – recordemos que la palabra bestia procede del latín y significa “fiera de gran fuerza y ferocidad”- eran

a)    Un león con alas de águila

b)    Semejante a un oso, tiene tres costillas entre sus fauces, quizás ellas representan los golpes más fuertes que asestaron los Medos sobre Lidia, Babilonia y Egipto.

c)    Como un leopardo, con cuatro alas en su lomo, este es figura el imperio persa, y el ciclo de su dominio entre Ciro y su nieto Jerjes, que en la Biblia se llama Azuero (reinó 486- 465 a.C.).

d)    Viene ahora el imperio Griego Filipo de macedonia y su sucesor Alejandro Magno. Con dientes de hierro, con diez cuernos (los diez tiranos seleucidas), y un undécimo cuerno pequeño que tenía ojos humanos y de su boca salían obscenidades. Se ha conjeturado -nos parece que de manera acertada- que esta bestia final alude a Antíoco Epífanes IV.

 

Hay una continuidad simbólica entre bestia, cuerno dientes y garras -de una parte- y potencia, armamento, destrucción, tiranía por el otro. No podemos visualizar los cuernos en otro co-texto que en el destructivo; quizás el cuerno de la bestia muerta pudiera llegar a trasportar un significado “ornamental”, de otro modo está en la órbita semántica de demolición y muerte, simbólicamente emparenta con el ariete, Máquina militar que se empleaba antiguamente para batir puertas o murallas, el parentesco es de forma y función. Las potencias, los poderes terrenales apuntan hacia la desgracia y la ruina; la Potencia Celestial está llena de Vitalidad y de Salvación.

 

Luego traen un Trono, donde se entroniza un Anciano de ropas Blanquísimas. Da comienzo a la Asamblea Forense, se da apertura a los Libros.

 

Viene, entonces, Uno, como Hijo-de-Hombre a Quien el Anciano entrega “todo Poder, Honor y Reino, y le fueron sometidos todos los   pueblos, naciones y lenguas para que le sirvieran, con poder eterno -aquí viene un punto del mayor interés, comparados con todos los otros reinos y su provisionalidad- este Reino, no acabará.

 

Hay una yuxtaposición antinómica: de fieras/hombres parabolizada con otra: reino-bestial / Reino-Celestial.

 

Sal Dan 3, 75a. 76 a. 77 a. 78 a. 79 a. 80 a. 81 a.

El Templo fue profanado el 7 de diciembre de 167 a.C. tres años después se compuso este himno anti-helenístico, en el sentido de no identificar las grandezas de la Creación con la Divinidad. Hay siempre una loa a las criaturas, pero en ellas se descubre la Magnificencia del Creador. El helenismo se queda en la materialidad y la intrascendencia de los seres naturales; el judaísmo se eleva para ver que detrás de la criatura tiene que haber una Grandeza muchísimo mayor: Siempre quien Crea será Superior a la criatura y el artífice superior al artefacto.

 

El tirano helenista hizo de los leones y los osos su signo. Se revistió de lo que él mismo temía. La fe abrahamica -fe en la humanidad y en la excelsitud Divina-, porque para ellos en lo humano se resguarda la semejanza divina con la que fueron creados se reviste de figuras antropomórficas.

 

Pero esto no vuelve ciego ni sordo al hagiógrafo, que lee en lo asombroso inmediato lo Poderoso Trascendente, y alaba al Artífice en sus obras.

 

Gran parte del valor religioso de este himno estriba precisamente en que no se deja robar su fe, sino que, sobre el despojo y la destrucción reconoce que el Artífice construirá realidades superiores y hará resplandecer su Justicia.



 


Conclusivamente señalamos que, en la Primer Lectura, los animales son bestias -protagonistas de opresión y exterminio; aquí -por el contrario- todas las criaturas, los accidentes geográficos, los mares, los lagos, los ríos, y todos los animales que los habitan, peces, cuadrúpedos y aves, desde lo profundo de su ser, ensalzan al Señor.

 

Lc 21, 29-33

Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.

Lc 21, 27

La realidad, la naturaleza toda, tiene un lenguaje propio, una manera de preavisar y de sintomatizar lo que va a venir. Con algunos signos, nos han ayudado a descifrarlos los campesinos, los cultivadores. La ciencia y la medicina han gestado toda una semiótica para reconocer una enfermedad, una irregularidad en el funcionamiento, un debilitamiento y una malformación. Pero, no hemos cultivado con la misma atención y dedicación la lectura de las señales que el propio Jesús nos dio como preaviso de la maduración del Reino, también de todo esto hay una semiología escatológica, cuyos rasgos definitorios ya Jesús los prefiguró, y nos los dio a conocer.


«Con la venida de Dios en la historia estamos ya en los tiempos “últimos”, después de los cuales el paso final será la segunda venida y definitiva venida de Cristo. Naturalmente aquí se habla de la “calidad del tiempo, no de su “cantidad”» (Papa Francisco)


 

Por otro lado, nosotros somos los de esa generación dura de entendederas, que nos da un trabajo mortal y un aburrimiento inconmensurable, porque así nos han educado, tener la paciencia para determinar esos signos y para observarlos en su ocurrencia.

 

Todo lo que Jesús nos señaló, sucederá, sucedió o está sucediendo; nos advierte que nada de lo que Él previo dejará de cumplirse, entonces, cuando esto se da, su Palabra está llegando a la plenitud de su realización.

 

Sin embargo, sabemos -y eso es lo que nos ha mostrado la historia, que lo “esperado” no acaece a menos que los síntomas que los pre-avisan, al interpretarlos se los condimente con el aliño de la fe.

 

La señal que se lee sin fe, no produce nada. La señal pasa y se diluye, sin ninguna consecuencia. Podríamos aseverar que, los ojos que miran, deben estar entrenados para ver. Sólo cuando un bisturí cae en manos del cirujano idóneo, se puede convertir en algo más que una herramienta cortante, en un gadget sanador, en un artilugio que cura. Una promesa sólo puede ser descifrada por los ojos de los fieles.

 

Recuerdan cuando el Resucitado se le presenta a la Magdalena, ella no es capaz de verlo, aun teniéndolo ante sus propios ojos. Solo cuando Jesús le da el “código de desciframiento” al llamarla por su nombre, ella logra articular lo uno con lo otro.

 

Daremos otro ejemplo: uno puede mirar el árbol de la cruz y no ver más que dos palos cruzados. Pero, para los ojos entrenados, es un árbol que frutece con dulces frutas de vida, y entonces, ahí sí, puede ver -el que está mirando- que los palos desnudos están germinando para donar el fruto sabroso de la Resurrección.

 

Mostremos aun otro caso: Jesús le da la vista a un ciego, pero este no ve sino árboles, en un segundo toque, por fin él es capaz de ver, y distingue más que árboles, ve personas y las ve con nitidez. Y es que no bastan los ojos en la cara, es preciso activar también la conexión de la vista con el cerebro y con el corazón, que actuando en conjunto coordinado son los órganos de la fe. Pero especialmente, con este último, porque él es la glándula del amor. Esto es lo que ilustra la parábola de la higuera.

 

«Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, pero si la manifestación plena de lo que Jesús ha ya revelado». (Papa Francisco)

 

Pero tenemos que rescatar el significado de la higuera para poder decodificar el mensaje. Esta tiene un doble significado:

a)    Significa la fidelidad a la Alianza.

b)    Y, también, el pacifismo.

 

Ambas cosas, no una de las dos, sino ambas:

No esperes el Reino si tú mismo no te empeñas en ayudarlo a construir. Para eso has de guardar la Alianza: Él será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo.

 

Pero está allí la otra exigencia: la metodología es el pacifismo.  Si caes en la idolatría bélica, ¡olvídate! El Reino no podrá suceder.

 

Muchas veces se piensa que la semiótica del Reino es algo muy complicado, sólo accesible a “magos”, a muy doctos profesionales de la teología, a científicos con microscopio electrónico; pero, lo que dice Jesús es diferentísimo: Él afirma que, si un hortelano ve a una higuera o a cualquier árbol que da “brotes”, enseguida capta que ya vienen los frutos; y dice Jesús también, que lo mismo será cuando veamos los síntomas de la cercanía del Reino. Repasemos el elenco de las señas de la proximidad del esjatón – del evento final del plan divino-:

a.    terremotos

b.    hambre

c.     epidemias

d.    cosas espantosas

e.    grandes señales en el cielo: en el sol, la luna y las estrellas

f.      Persecuciones que se cernirán sobre los discípulos

g.    Martirologio (oportunidad de dar testimonio)

h.    Y, los propios familiares cercanos serán los que los entreguen


¿De veras ansias la llegada del Mesías? Llena los dos requisitos: lealtad con la Alianza y pacifismo genuino y déjale todo lo demás a las Manos del Creador, Él crea todos los días y no cesa nunca de crear y re-crear.