sábado, 31 de mayo de 2025

SIEMPRE EN EL TEMPLO BENDICIENDO A DIOS

Hech 1, 1-11; Sal 47(46), 2-3. 6-7. 8-9; Ef 1, 17-23; Lc 24, 46-53

 

Al conocer lo que Dios nos ha dado, encontraremos muchísimas cosas por las que dar gracias continuamente.

San Bernardo de Claraval

 

Jesús glorioso y poderoso está en nosotros, está en nuestras manos para que podamos construir una sociedad más justa, está en nuestra mente para que podamos reflexionar sobre lo que es bueno y lo que es verdadero, está en nuestro corazón para que podamos elegir lo que lleva a la vida y al amor.

Carlo María Martini.

 

Dios en la Persona de su Hijo entra con victoria definitiva y queda entronizado por toda la Eternidad a la Derecha de Dios-Padre. A Él se entrega el Sitial que ha recibido desde Siempre y para Siempre, su entronización en el tiempo es sólo una simbología, o mejor aún, una metáfora para nuestro entendimiento, de lo que le pertenece por siempre, desde siempre y para Siempre. Desde esta clave podemos leer Efesios 1, 19c-23: "conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero. Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo."


El salmo que leemos en esta fecha nos deja ver la oportunidad que tenemos –litúrgicamente hablando- de reconocer y cantar la Victoria de Jesús a Quien Dios-Padre ha levantado de la muerte, entrando así –por Única Vez al Sancta-Sanctorum, (Kodesh haKodashim)- lo que se explica muy bien en la perícopa de Hebreos que constituye la Segunda Lectura de esta Liturgia: "Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo Cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro, y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena. Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio." (Hb 9, 24-26).  Esta Victoria es la que se aclama en el Salmo, que nos habla –tácitamente- de su Regreso, pero a la vez, nos confirma en la heredad que Él nos comunica, de estar -también por su Misericordia- invitados para que ascendamos –también nosotros- a su Gloria, que en la Carta a los Hebreos se llama Santuario. En esa misma perícopa se hace mención de su “Última Venida” que allí se llama δευτέρου “La segunda vez” (Hb 9, 28d). Es esta, pues, una fecha de jolgorio, de dicha, para cantar y hacer resonar la trompeta para Jesús-Victorioso, es un día de Aclamación, “La Ascensión de Cristo es nuestra garantía que un día estaremos a su lado, en el Cielo, para alabar la Gloria de Dios Nuestro Padre.”


   
En su obra sobre Jesús de Nazaret, nuestro entrañable Papa Benedicto XVI escribió: «… una interpretación tomada de las homilías de Adviento de San Bernardo de Claraval, en la cual se expresa una visión complementaria. En ella se lee: “Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia (adventus medius) … En la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad, en esta segunda en espíritu y poder; y, en la última, en Gloria y majestad. (In adventus Domini, serm. III, 4. V,1:PL 183, 45ª.5050C.D.). Para confirmar su tesis, Bernardo se remite a Juan 14, 23: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Se habla explícitamente de una “venida” del Padre y del Hijo… En ella… el tiempo intermedio no está vacío: en él está precisamente el adventus medius, la llegada intermedia de la que habla Bernardo. Esta presencia anticipadora forma parte sin duda de la escatología cristiana, de la existencia cristiana… Las modalidades de esta “venida intermedia” son múltiples: el Señor viene en su Palabra; viene en los sacramentos, especialmente en la Santa Eucaristía; entra en mi vida mediante palabras o acontecimientos. Pero hay también modalidades de dicha venida que hacen época. El impacto de dos grandes figuras –Francisco y Domingo- entre los siglos XII y XIII, ha sido un modo en que Cristo ha entrado de nuevo en la historia, haciendo valer de nuevo su palabra y su amor; un modo con el cual ha renovado la Iglesia y ha impulsado la historia hacia sí. Algo parecido podemos decir de las figuras de los santos del siglo XVI: Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Francisco Javier,… Su misterio, su figura, aparece nuevamente; y, sobre todo, se hace presente de un modo nuevo su fuerza, que transforma  a los hombres y plasma la historia.»[1]


Benedicto XVI ha sabido expresar está nueva forma de estar de Jesús con nosotros. Lo podríamos plantear así: Jesús ilustra y aclara sus enseñanzas en el corazón y la mente de sus discípulos. Establece como un período de “digestión” de su Mensaje. De eso se tratan esos cuarenta días desde su muerte hasta su Ascensión. Entonces, como el paso por la Universidad no es un matricularse para quedarse en ella toda la vida, se trata de tener una etapa formativa, que debe concluir en algún momento; y dicen los expertos que el período definido y establecido en aquella cultura como tiempo formativo era precisamente ese: cuarenta días. Pero ahora, no se trata como de un “dejar librados a su destino” a sus discípulos. Irse significa haber acabado su “iniciación” –por decirlo de alguna forma- pero Jesús no los abandona. Viene, ahora, otra forma de Presencia, no la directa del Jesús-Resucitado, sino otra forma de Presencia, más espiritual, como su nombre así lo indica: El Espíritu Santo. Hemos dicho, el que nos enseña y nos repasa todo cuanto Jesús nos enseñó.


Si queremos continuar la analogía con la vida académica en la Universidad diríamos –tal vez- que acabados los cursos presenciales en la “aulas”, sobreviene un tiempo de “prácticas”, cuando se sigue aprendiendo, pero en el ejercicio de lo recibido en las aulas, y en cuanto más se aplica y se usa el conocimiento, mejor se entiende y -a fuer de experiencias- se deviene mejor “profesional”. ¿Significa que la presencia del “Alma Mater” en el ex-alumno ha terminado? ¡Quienes viven ese paso de la fase formativa a la fase profesional saben que no! Se recuerda con cariño la etapa universitaria, y, en la práctica, regresan a la memoria las explicaciones de los docentes, los ejemplos más clarificadores, se retoman, a veces, los apuntes tomados en clase para aclarar alguna duda, para ver con mayor exactitud cómo se resuelve “aquello”. Algunos de esos recuerdos de la vida académica permanecen siempre vivos en la memoria. Hay “lecciones” vistas y aprendidas que se tornan “herramientas” cotidianas del profesional. ¡lo adquirido en al alma mater permanece! Y, la Presencia de los formadores nos asiste en cada paso.

 

Cuando Jesús vuelve al Padre no significa que toma un vuelo y se va a vivir en un país extranjero y rompe toda comunicación y se “separa” definitivamente. No, quizás podemos entender mejor si decimos que su amistad es de “chat” diario, de video-encuentro cotidiano; de esos amigos contra los que la distancia no puede nada, que al “partir” están más presentes que nunca; y, todos sabemos que Jesús es el epítome de la Amistad. «… la desaparición de Jesús a través de la nube no significa un movimiento hacía otro lugar cósmico, sino su asunción en el Ser mismo de Dios…»[2] Pues ahí está, ha pasado al Padre, o sea, está siempre a nuestro lado de una forma nueva, nueva debe entenderse, como antes pero más pleno. Por eso Él mismo nos decía que nos convenía que Él se fuera para enviarnos el Espíritu Santo.


 

Entonces, ¿el Espíritu Santo es simplemente la espiritualización de Jesús? No, ¡esa sería teología equivocada! El Espíritu Santo es “Otra Persona” de la Santísima Trinidad, es la Personificación del Amor del Padre por el Hijo y viceversa, recíprocamente amados. ¿cómo decirlo? Aceptemos la figura literaria, digamos, AMANDOSE A BORBOTONES. Como será ese derroche de Amor que nos alcanza a todos y alcanza para todos. Porque el Amor -cosa curiosa- mientras más se parte y se comparte, más rinde y más alcanza, hasta que sea “todo en todos”.


 … ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. (Hech. 1, 11). Se habla en la Sagrada Escritura de un “subir”, de un “mirar para arriba” ¿cómo se puede entender esto? Entonces, ¿Jesús si subió? La palabra misma ascensión indica “para arriba”. Pero, como lo hemos comentado en diversas ocasiones, “arriba” como cuando decimos que una persona puesta en la jefatura está “arriba”, aun cuando está al mismo nivel y en el mismo piso. Vieja costumbre de poner las figuras de autoridad encima de tarimas, de “púlpitos”, etc. Vieja figura espacial que concebía a la Divinidad en lo “Alto”. La idea nos ha penetrado profundísimamente. Por ejemplo, los Asirios y los Babilonios hablaban del Altísimo, y, nosotros adoptamos el “giro idiomático” (que nunca ha significado “de elevada estatura”) y lo decimos sin ambages. En nuestro Amor por Dios, YHWH está en lo más Alto, y nada hay más alto que el lugar de amor en que tenemos a nuestro Dios. No es un “alto” o un “arriba” espacial, eso es lo que hay que enfatizar. Y hoy en día, en la era de los viajes espaciales, lo entendemos supremamente bien; nadie trataría de acercarse a Dios con un viaje en cohete como pretendieron los constructores del Zigurat que se relata en Génesis como “torre de Babel”, ellos podían querer acercarse a Dios “subiendo” con una edificación, otros trataban ascendiendo a una montaña, (muy ingenuo era el cosmonauta que esperara -en su viaje- encontrarse el Rostro del Señor, ¡cuán ingenuo, cuando reportó por su micrófono, que no lo veía!).

 

Jesús ascendió al “lugar” que le permite estar siempre Presente; insistimos que no “ascendió” hacia lo alto, sino –retomemos una vez más la forma de decirlo de Benedicto XVI- «Puesto que Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros»[3]


Hay otro aspecto que no nos podemos cansar de resaltar: Jesús en Persona, sigue a nuestro lado; de manera muy especial en su Presencia Eucarística, se hace Presente durante la celebración -en la Persona del Sacerdote- quien preside in Persona Christi, en el Altar, en la Palabra, en el Vino y el Pan, y en cada uno de los allí presentes, de los fieles con-celebrantes. Pero, Además, como leíamos arriba cuando recogíamos la cita de San Bernardo de Claraval, se hace presente a través de ciertas personas que Él nos envía y que son hitos de la Vida Eclesial, de la economía salvífica. Jesús no cesa de hacerse presente en puntos “álgidos” de la historia por medio de personas de carne y hueso, que no están allí para ser endiosadas (como pretendieron hacer en Listra con Pablo y Bernabé, llegando al extremo de quererles ofrecer sacrificios), no son múltiples Jesuses, son “personas históricas” que Dios designa para dinamizar la continuidad de su Iglesia, para re-direccionarla, para ratificar que está con nosotros hasta al final de los “tiempos”, para hacerla Santa a pesar de su fragilidad como institución de humanos entre humanos, tan humanos, tan frágiles.

 

No pueden cambiar la Iglesia a su arbitrio, no son enviados para -como niños caprichosos o mal criados- ponerla patas-arriba. Tampoco las dona Nuestro Señor, para que hagan una encuesta de opinión a ver qué es lo que la gente quiere que sea la Iglesia e implementarla dándole gusto a todos. En la economía salvífica, el Plan de Dios prima, es la Voluntad Divina lo que rige. No es una entidad demagógica para que se haga según las modas y las ideologías al uso. La Iglesia y el Proyecto de Salvación no son ni conservadoras ni revolucionarias; son ambas cosas, pero según la Partitura que ha escrito el Divino Compositor. Ninguno de nosotros quiere tocar en otra orquesta diferente a la que siempre ha querido tocar la Partitura Divina, aun cuando todos se vayan porque no les gusta su Melodía. La Iglesia “toca” para complacer al Señor y no para satisfacer los vaivenes de los gustos y caprichos de una u otra generación. En ese sentido la Iglesia cambiará lento o rápido y sólo en la dirección que Dios quiere. Eso disgusta a todo el que está imbuido de la cultura mediática de la “opinión” que considera que todo debe hacerse según los resultados de las encuestas: ¿cuál jabón se prefiere?, ¿qué marca de auto? ¿Cuáles son las zapatillas de moda? ¿Cuáles espaguetis son los más vendidos? Entonces, ¡a comer de esos espaguetis se dijo! Este es un tema comercial, es el “árbol” del mercado y la mercadotecnia; de la cultura consumista y la manipulación de los gustos, las opiniones y las ofertas-y-demandas. (Que decepción para muchos que esperan organizar mayorías al seno de la Iglesia y convertirla en una organización deliberativa, donde todo se ajuste según el “voto”).

 


Pero, empeñémonos en entender; hay Un Árbol, que era el Único Árbol del Jardín del que no debíamos comer: El árbol del Bien y del Mal. Sólo a Dios toca su cuidado, su manipulación, su poda, su abono. Es el árbol de los valores imperecederos, como su nombre lo señala, es el árbol del discernimiento de lo que es Bueno y de lo que es inhumano porque es anti-humano y anti-divino. «… ningún mal se puede cometer en nombre de Dios. Lo que va contra el hombre, va contra Dios»[4]. Los enemigos dirán que es el monopolio de los valores por parte de la Iglesia; nosotros decimos que es la Voluntad de Dios la única “autorizada” y la fe, ese don maravilloso y sobrenatural, la que nos permite aceptarlo sin forcejear, con agrado, con verdadero placer, con sincera obediencia porque al ser la Voluntad de Dios, es la Voluntad del Padre y ¿qué Padre le dará a su hijo una serpiente cuando su hijo le pide un pez, o una piedra cuando le pide un pan? (Cfr. Lc 11, 11) Puede que si –porque entre los humanos todo se puede esperar, el Malo hace parrandas y orgias en el corazón de algunos- pero de manos del Padre Eterno, ¡jamás!; de sus Misericordiosas Manos sólo recibiremos Bondad. Sea nuestra oración, usando categorías de la cultura consumista: ¡Señor, estamos felices de vivir sujetos al monopolio de tus Valores, los queremos, los aceptamos, y no otros!

 


«Jesús se va bendiciendo, y permanece en la bendición. Sus manos quedan extendidas sobre este mundo. Las manos de Cristo que bendicen son como un techo que nos protege… Por la fe sabemos que Jesús, bendiciendo, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegría cristiana.»[5]


«¿Qué nos diferencia a nosotros de los apóstoles? Tenemos la misma fe, la misma Caridad, la misma Doctrina, el mismo Dios… Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que los llevó a considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo. Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio de la oscuridad del mundo.»[6]



[1] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET 2da PARTE DESDE LA ENTRADA EN JERUSALÉN HASTA LA RESURRECCIÓN. Ed. Planeta. Ediciones Encuentro Madrid-España 2011. pp. 336-338.

[2] Ibid p. 332

[3] Ibid p. 329

[4] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 2008 p.433

[5] Benedicto XVI, Op. Cit. p.339

[6] S.S. Francisco, 25 de julio de 2013 (Propósito)

viernes, 30 de mayo de 2025

VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA


Quisiéramos poner a capitanear las reflexiones de hoy, un cuento de Anthony de Mello, intitulado “Uno de vosotros es el Mesías”:

El guru, que se hallaba meditando en su cueva del Himalaya, abrió los ojos y descubrió,

sentado frente a él, a un inesperado visitante: el abad de un célebre monasterio.

“¿Qué deseas?”, le preguntó el guru.

El abad le contó una triste historia. En otro tiempo, su monasterio había sido famoso en

todo el mundo occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia

resonaba el armonioso canto de sus monjes.

Pero habían llegado malos tiempos: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su

espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia se hallaba

silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus

obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo siguiente: “¿Hemos cometido algún

pecado para que el monasterio se vea en esta situación?”

“Sí”, respondió el guru, “un pecado de ignorancia”.

“¿Y qué pecado puede ser ése?”

“Uno de vosotros es el Mesías disfrazado, y vosotros no lo sabéis”. Y, dicho esto, el

guru cerró sus ojos y volvió a su meditación.

Durante el penoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se

desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la tierra y

había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no había sido él capaz de

reconocerle? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano

sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano prior?

¡No, él no! Por desgracia, él tenía demasiados defectos...

Pero resulta que el guru había hablado de un Mesías “disfrazado” ... ¿No serían aquellos

defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos... ¡y

uno de ellos tenía que ser el Mesías!

Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado.

Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿el Mesías... aquí? ¡Increíble! Claro

que, si estaba disfrazado... entonces, tal vez... ¿Podría ser Fulano...? ¿O Mengano, o.…?

Una cosa era cierta: si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran

reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y consideración.

“Nunca se sabe”, pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, “tal vez sea

éste...”

El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante.

Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y

en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes, radiantes del espíritu

de Amor.



¿De qué sirve tener ojos si el corazón está ciego?

 

Sof 3,14-18

Sofonías es la españolización del nombre hebreo צְפַנְיָה֙ [Shafanyahu] “Yah lo esconde”, “Yah lo protege”, “Yah lo atesora”. Su profetismo corresponde a la década del 640-630 a.C., esto quiere decir, previo a la reforma Deuteronomista. Combate las costumbres extranjeras, los cultos paganos, no menciona al rey y critica a los ministros y a la corte. La perícopa se ha tomado de una sección del profeta que podríamos señalar como “promesas de salvación”. En medio de la “perversión importada”, el profeta convoca a los “humildes de la tierra” para guarecerse de la ira de Yahveh. ¡Cómo buscarlo? Apegándose a su Justicia, guardando la Ley, cumpliendo los Mandamientos.


Aparecen los עַנְוֵ֣י [anauv] “mansos”, “humildes”, “pobres” ya no vistos tanto como una categoría socio-económica, sino, más bien, como el sector social de “los que se acogen en Dios y se fían de Él para que sea su Defensor, para que Él los redima”. Ganan un nuevo significado, ya no son los “carenciados”, ahora son “los que creen”, “los que practican la justicia”, “los que son solidarios y comparten”, “los que tiene verdadera fe”. Connotan debilidad y pobreza y se convierten en los antagonistas de los “avaros”, “los opresores”, “los monopólicos”, “los idolatras”, “los ambiciosos”, “los acaparadores”.

 

La promesa de Salvación que contiene la perícopa consiste en anunciar que el Mesías vive junto a ellos, prácticamente como קֶ֫רֶב [quereb] un “vecino” (aquí está presente la idea de que Dios es nuestro Prójimo”), que se nos ha pasado desapercibido, “alguien mezclado entre la comunidad y muy cercano”, un “Salvador גִּבּוֹר [gibbor] Poderoso”. Es pues, una profecía mesiánica; entre tus vecinos comunes y corrientes está Él, el Mesías.


 רָנִּי֙ בַּת־צִיֹּ֔ון [ranni bat siyon] “Alégrate hija de Sion”; es un evidente paralelismo respecto de la oración del Arcángel San Gabriel cuando saluda a María: Χαῖρε, κεχαριτωμένη, Κύριος μετὰ σοῦ. [Khayre, kejaritomene, o Kyrios meta sou], “Alégrate, llena de Gracia, el Señor es contigo”. En ambos casos el llamado a la Dicha, al Regocijo, proviene del Mesías que está allí, Presente.

 

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6

Según los Estudiosos, nos hallamos ante una adición post-exilica. Nuevamente nos encontramos con קֶ֫רֶב [quereb] “el vecino”, “el que vive al lado”, “el que está entreverado con los otros cercanos”, si quieren, para darle mayor significado, “el Hijo del artesano”, “un Fulano que no tiene nada de especial, se ha criado por aquí, con los otros niños, hijos de los vecinos”.




En la primera estrofa aparece la entrega, el darse por entero, el poner toda la confianza, un atenerse completamente. Y se nombra al Mesías con un título que lo muestra como un “Manantial”, como “Fuente inagotable”.

 

En la segunda estrofa se nos encomienda la misión, siempre hay que aportar algo (uno también tiene cinco peces para donar), uno tiene que demostrar que verdaderamente se confía en Él.

Dos acciones se nos piden

1)    Dar gracias e invocar (Valga decir, eucarística y latréutica).

2)    Contar sus prodigios, proclamar el Nombre del Mesías. Hay, aquí, un envío “profético”, una misión “kerigmática”.

 

Se llama Emmanuel, es Dios con nosotros, no es Dios lejano, es “Dios-vecino”, alguien que no hay que hacerle antesala ni pedirle cita en el Palacio; es Alguien con quien hemos cultivado la confianza, amigo y cercano de toda la vida; merece que le demos serenata con nuestros más ruidosos instrumentos, y que gritemos proclamándolo hasta quedar afónicos por la algarabía. Que los que nos oyen queden convencidos por el estrepito de nuestro griterío.

 

Lc 1, 39-56

Si existe una persona que, nos van describiendo como es, y llegamos a enterarnos que vendrá, trayendo un cargamento de libertad, de sanación, de Salvación, es muy probable que empecemos a aguardarlo, ansiando su llegada. Por el contrario, si no tenemos noticia de su existencia, es casi imposible que anhelemos su venida y, muy, pero muy improbable que nuestra “fantasía” alcance a concebir un asomo de tan positivo “Personaje”. Este cuadro, nos da la oportunidad de valorar el Primer Testamento, porque no es simplemente un apéndice previo, algo que se había dicho y narrado anteriormente; sino, los primeros Mensajes que Dios nos envía para que podemos tener Esperanza, esperanza significa precisamente “ponernos a la espera”.


Otro componente, importantísimo, es tener a la mano alguna “idea” de a Quien estamos esperando. ¿Cómo encaja en los antecedentes? Es vital que Dios nos anunció la Venida de Su Mesías. Los hagiógrafos comunicaron lo que ellos alcanzaban a vislumbrar, pero -entendamos que- es casi imposible, con los elementos que tenían a la mano hacerse a una “imagen” aproximada. Personajes como Moisés, Sansón, David, permitían una pálida idea, pero siempre basada sobre cierto plano de violencia y rodeada de nacionalismo Israelita. Solemos referirnos a Él como descendiente del linaje de David.

 

Mesías -lo decimos sin cansarnos- porque es esencial para la comprensión de la continuidad de la historia de nuestra fe- significa Ungido, y, Ungido significa Rey, también Sacerdote y, también, Sacerdote-y-Rey. El imaginario popular lo tiñó con un colorido de guerrero y caudillo, y de esta mistura fue brotando una expectativa, una esperanza mal concebida.

 

Zacarías fue un profeta menor que profetizó en los tiempos de Darío I, que enlaza los anuncios del Primer Testamento, el judaísmo naciente y la Apocalíptica. Su nombre significa “Yah se acordó”. Aquí, en la perícopa aparece otro Zacarías, un Sacerdote, hombre justo, descendiente de Aarón, de la línea de Abías; era el esposo de אֱלִישָׁבַע, [Elisheva] “Dios ha prometido”. Estos dos personajes dan vida a San Juan el Bautista, יוֹחָנָן (Yoħanan) (el fiel de Dios), de quien solemos decir fue el “precursor del Mesías y quien enlaza el Primero con el Nuevo testamento. Tan pronto este bebé -estando aun en el vientre de su Madre- experimenta que el Mesías ha llegado, da un salto de alegría, como nos lo comunica la “prima Santa Isabel”. La prima de Nuestra Señora pronuncia un fragmento que hemos incorporado al Ave María: ¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu Vientre!

 

Acto seguido, María Santísima proclama el Magnificat, que podemos entenderlo en la tradición judía- como un Salmo de Acción de Gracias, un Salmo Eucarístico. Estrechamente ligado y con suficientes síncresis respecto del Cántico de Ana, la madre de Samuel (1Sam 2, 1-11). Los mansos, los humildes, los pobres vuelven a hacer su aparición como antagónicos con relación a los poderosos, los saciados, los ricos, aquellos que al final de cuentas serán despachados manivacíos. Hace ya 50 años que Arturo Paolí escribió: «…aquí y allá, se ven signos, pequeños brotes, de una Iglesia oculta que está en le Iglesia como un fruto de pulpa sabrosa y blanda dentro de una cascara demasiado grande. Estos brotes bastan para darme la esperanza e infundirme el coraje necesarios a fin de seguir luchando para que toda la Iglesia entre en la perspectiva de María.»


¡50 años son un nano-submúltiplo de las unidades de tiempo en el reloj de Dios! ¡No desesperéis! ¡Ya despuntan sus retoños!

jueves, 29 de mayo de 2025

Viernes de la Sexta Semana de Pascua

Hch 18, 9-18

Para darle continuidad a la misión de Pablo en Corinto, el Señor -por medio de una visión- lo incita a persistir sin desalentarse y a permanecer allí, y la razón que tiene Dios para tal persistencia, es que en ese lugar va a brotar una comunidad copiosa por el número de fieles que se le sumarán. Dice en los Hechos que se quedó allí año y medio.

 

Lucio Junio Galión, hermano de Séneca, el famosos filosofo que fue maestro de Nerón-nombrado procónsul de Acaya, mejor dicho, gobernador, en el año 51-52 de nuestra era- encontró, a los judíos lugareños, tratando de encausarlo contra Pablo, pero Galión se negó a terciar en un conflicto -muy poco claro para él- para Galión, el compromiso era un asunto de palabras, de nombres y de leyes del judaísmo; y no de un delito serio o de algún crimen punible para le ley romana. Para Galión el cristianismo era simplemente una rama del judaísmo, no como algún movimiento prohibido, por eso prefirió dejar a pablo que predicara a sus anchas.

 

El que pagó el pato fue Σωσθένης, [Sōsthénēs], “seguro en la fuerza”, Sostenes, el jefe de la Sinagoga, que -muy seguramente- fue mal visto por su ineficacia para liderar el juicio contra Pablo, y se lo cobraron con una paliza, delante de los del Tribunal y en presencia del propio Galión.


Las cosas así, Pablo aún se quedó otro tiempo allí, y -junto con Áquila y Priscila- se embarcaron, más adelante, rumbo a Siria. La perícopa concluye brindándonos un detalle:  en Cencreas, un puerto de Corinto que daba al Mar Egeo, por una promesa -que no se menciona cuál era, parece ser un caso de nazireato, literalmente quiere decir “consagrado a Dios”. Esta denominación hace referencia a los hombres y las mujeres que en la antigua tradición judía se alejaban de la vida mundana para dedicarse temporalmente a la devoción de Dios como una suerte de monacato provisorio -por treinta días-, se abstienen de ciertas prácticas y alimentos, especialmente aquellos relacionados con la uva (vino, vinagre, etc.), y se mantienen apartados de cualquier contacto con la muerte, con cadáveres, incluso los de su propia familia; a veces la promesa consistía en quitarse el cabello, otras veces se trataba de dejárselo crecer sin cortarlo- Pablo se hizo rasurar el cabello durante su estancia la  Cencreas. Este rito se menciona otras cuatro veces en los Hechos

 

Sal 47(46), 2-3. 4-5. 6-7

Este salmo, también, es un Salmo del Reino. Conviene, aquí, entender, que, desde el punto de vista del judaísmo, el Trono sobre el cual se sentaba YHWH, era el Arca de la Alianza, que se guardaba en le recamara Real del Templo, denominada el Sancta Sanctorum, versión en latín para el קֹדֶשׁ הַקֳּדָשִׁים [Kodesh haKodashim] “el Sitio más Sagrado del Templo”. Hasta allí se lo conducía en Procesión -que partía de la Fuente de Sion, al fondo del Valle del Cedrón- para entronizarlo, como se ha venido explicando. Al Kodesh haKodashim sólo entraba el Sumo Sacerdote, una vez al año, en el Yom Kippur (Día de la expiación), en aquel Día, entraba y salía cuatro veces, que este año 2023 caerá nuestro 24 de septiembre. Es un acto de זיכרון־ [zijron] “memoria que actualiza” no es algo que se trae a la memoria -no es histórico según nuestro concepto de algo pasado de lo que se tienen registros, sino algo que se vive, como si lo sucedido, acaeciera -una vez más- frente a nuestros ojos, si somos del mismo linaje, tenemos todo el derecho a vivirlo como nuestros padres y todas las generaciones que son, no que fueron; no es una película que se vuelve a proyectar, es la vida misma que místicamente retorna.

 

En la primera estrofa de la perícopa de hoy, se llama a acompañar la revivificación con batir de palmas, lo primero que se retrotrae, gracias al zijron, es la dicha que lo acompañó entonces, y que hoy vuelve a poblar nuestra vida.

 

Nosotros, en la segunda estrofa, no somos otras personas, sino la, misma heredad que el Señor se escogió para que fuera su pueblo, por tanto, todas las bendiciones que Isaac dio a su Primogénito -aun cuando fueron recibidas por un impostor- son válidas para nosotros y nos cobijan como los que Dios quiso desde los orígenes mismos de Israel -linaje de Jacob (que debió haber sido linaje de Esaú).

 

En la Tercera estrofa, como la procesión viene del fondo del Cedrón, quiere decir que el cortejo que finge ser portador del arca, viene subiendo, a medida que suben, resuena la Teruah, son ovaciones, alaridos de jolgorio, aclamaciones de alabanza, es un pueblo en solaz que -emocionado- estalla en júbilo, y tañen sus instrumentos para mostrarle al Dios que camina-con-nosotros, la dicha de ser sus Elegidos.

 

Jn 16, 20-23a

La parábola del parto

La humanidad y la misma creación está en “gestación”: gime con los dolores de parto, en espera dela revelación de los hijos de Dios

(Cfr. Rm 8,19)

Muchas veces nos parece admirable y deseable esos monjes que -pase lo que pase- quedan impávidos. Y eso lo interpretamos como un estado perfecto donde el “monje” está por encima de todas las pasiones que lo puedan perturbar. Pero eso no pasa de ser una manera de narrar en los medios de comunicación para pintarnos unas realidades y unos estados místicos de ensoñación. Es decir, un referente inútil fruto de la más higienizada imaginación.


¡Lo cierto es que somos seres humanos! Hay hechos que nos alegran y nos traen regocijo; mientras, también hay eventos que nos bajan de la nube y llegan a turbarnos y a acongojarnos. Y, no estamos inmunes ante la tristeza y la dicha.

 

Jesús intenta descifrarles qué quiere decir su anuncio de la muerte, cuando “no lo verán”, pero, a continuación, les anuncia que no se quedará en la tumba, sino que de nuevo se dejará ver. Y para ello, trae a colación la comparación con un parto, y el brusco cambio entre el dolor y los lamentos por el dolor de la parturienta y, el transito tan sorprendente cuando el nacimiento ha tenido lugar y la mujer se alegra viendo su bebé, con el orgullo y el jolgorio que trae la maternidad. ¡Ser capaz de dar vida! ¡El paso de la tristeza a la alegría!

 

La mujer -que aquí figura al pueblo de Dios que es consorte de Jesús, que en la Escritura es el Esposo- cuando va a dar a luz se alarma, se preocupa, se asusta; ha oído que es como si se le partiera el alma. Que sentirá como si fuera descuartizada. Luego, la invade un λύπην [lupen] “temor”. “dolor”, “dolor emocional”, es la incógnita de no saber -especialmente la primeriza- cómo lo soportará su cuerpo. Claro, es una pesada aflicción, es temor al dolor, que se manifiesta como angustia.

 

«“Y aquel día” será el nacimiento del hombre nuevo. En una vida que dura siempre. Es el día definitivo, el Día del Señor. Entonces el silencio de Dios se convierte en la “Palabra”; es el tiempo de la incomprensión y de la tristeza que se convierte en comprensión y alegría”» (Silvano Fausti). Pero, ya nacido el bebé, la madre, descubre asombrada, que es más fuerte de lo que pensó, y que lo pudo resistir; su atención se vuelca por entero al nuevo ser humano al que ella ha dado vida. ¡Con su parto! Entonces, toda la alarma, se convierte en jolgorio, y se convierte en alegría.

 

Así ha sido para los Discípulos, han vivido la deprimente experiencia de perder a su “Líder”, de sentirse desprotegidos, ya sin su Pastor; pero a medida que constataron la Maravilla de la Resurrección, entonces el corazón se notó estrecho para poder contener tanto regocijo.

 

Esto fue una vez Resucitado, pero cuando sólo era aviso de su Partida, todo era incomprensible: ellos -como claramente lo expresaron los Dos que iban camino de Emaús, “Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel”. (Lc 24, 21a), y, ahora, “valiente libertador”, ¡les anuncia que se va!

 

Todo esto es mucho más que incomprensible. Jesús les profetizó que el día de su Partida no le iban a preguntar nada; estarían apabullados por la falta de entendimiento. No era asunto de inteligencia. Era humanamente imposible de entender, y sus cuestionamientos quedaban bloqueados ante la apabullante realidad de la “derrota” y el desmoronamiento de todas las ilusiones “victoriosas”. En ese momento, como en el de la mujer cuando va a dar a luz, todo era zozobra, incertidumbre, inquietud, y, ¡claro que las lágrimas se asomaban al borde de los párpados, ante estas noticias.


«La integridad del Don, a la que nadie puede quitar ni agregar nada, es fuente incesante de alegría: una alegría incorruptible, que el Señor prometió, que nadie nos la podrá quitar. Puede estar adormecida o taponada por el pecado o por las preocupaciones de la vida; pero, en el fondo, permanece intacta como el rescoldo de un tronco encendido bajo las cenizas, y siempre puede ser renovada… ¡Cuánta alegría siente una familia al recibir un nuevo miembro! Es una alegría que llena el alma, pero ¿cuánto dolor se tuvo que sufrir? Mucho dolor durante algunos minutos u horas, pero ese dolor se ha transformado en todos en una alegría inmensa.». (Papa Francisco)

miércoles, 28 de mayo de 2025

Jueves de la Sexta Semana de Pascua


Hch 18, 1-8.

De Atenas, Pablo va a Corintio que era la capital administrativa de la provincia de Acaya, ubicada en el istmo de Corinto, de unos 6 km de ancho, que une el Peloponeso con la Grecia continental, tuvo una gran prosperidad desde la época clásica, Homero le aplicó el epíteto de opulenta cuando la menciona entre las ciudades que participaron en la expedición contra Troya. Los corintios tenían predicamento de ser sexualmente liberales, a los que contribuía el hecho de tener un puerto con un gran tránsito de mercancías, y, por lo tanto, con gran afluencia de marineros de muchos lugares. En el santuario de Afrodita, según lo afirmó Estrabón, se practicaba la prostitución sagrada, y tenía más de un millar de heteras esclavas.

 

Pablo encontró allí, en Corintio, a Aquila y su esposa Prisca, cuyo diminutivo es Priscila, que habían sido expulsados de Roma por Claudio, quien hizo desplazar a todos los judíos por decreto. Aquila y Prisca tenían el mismo oficio que Pablo, hacían tiendas de lona. Esta pareja venía de Italia, de donde habían sido expulsados por un decreto de Claudio que ordenaba la salida de todos los judíos, de Roma, promulgado en el año 49 d.C.

 

Se piensa que Pablo -al igual que lo hacían los rabinos que predicaban gratuitamente el credo judío, y se ganaban la vida con algún oficio, aceptando, eso sí, donativos que los “fieles” les traían- trabajaba entre semana y los sábados, se dedicaba a predicar el Evangelio en la sinagoga, tanto a judíos como a griegos. Parece que Pablo recibió de las iglesias fundadas en Macedonia, una generosa contribución que le permitió suspender por algún tiempo su oficio de fabricante de tiendas de campaña, y dedicarse al anuncio de la Palabra, donde él afirmaba que Jesús era el Mesías. Hay que tener en cuenta que los judíos esperan al mesías, como un futuro líder, rey o salvador, descendiente de David, que llegará para liberar a los judíos y establecer una era de paz y justicia, pero no lo ven como Dios, sino como un hombre enviado por Dios para abanderar al “pueblo elegido”. Existe, hay que decirlo, una “secta” judía, llamada judaísmo mesiánico, que reconoce a Jesús como el Mesías, pero -a diferencia de los cristianos- afirman que no vino a fundar una religión, ellos no son cristianos ni se tienen por tales. Celebran el Shabbat (el sábado), como día sagrado.

 

Como los que escuchaban a Pablo rechazaban entre blasfemias su anuncio, Pablo, sacudiéndose las vestiduras, los dejó y se fue a predicar a los gentiles, yéndose a casa de un tal Ticio Justo, que era judío y cuya casa era vecina de la Sinagoga.

 


Crispo -al perecer ciudadano romano-, jefe de la Sinagoga, aceptó la predica de Pablo junto con otros muchos corintios que escuchaban a Pablo y pedían el bautismo para ellos y sus familias. Pablo llegó a Corinto en el año 50 d.C. y salió en el 52 d.C., lo que indica que la iglesia fue establecida durante ese tiempo.

 

Sal 98(97), 1bcde. 2-3ab. 3cd-4

Hemos hablado de los Salmos del Reino, que acompañaban un cortejo del Arca para entronizarla en el Sancta Sanctorum, acompañado de muchas muestras de jolgorio y regocijo. Se ha dicho que el esquema general lo tomaron los judíos de las procesiones de este tipo que entronizaban a Marduk -dios babilonio- que se enfrentaba en combate a Tiamat, dragón que, representaba al Dios del mal. Lo que hizo el judaísmo fue depurar este ritual de todo aquello que fuera incompatible con la entronización de YHWH, que no era un Dios nacional sino la Divinidad Cósmica que adora el pueblo elegido. Surgió así Tehom, la divinidad maligna de los hebreos, representante del desorden, figura del caos, que YHWH desaloja fundando el Cosmos.


La invitación al canto y la aclamación emparentan este salmo con los himnos que hemos venido glosando en estos días. En sí, el Salmo se titula “El Señor da a conocer su Victoria”.  Se inserta en la festividad de las Succot, que -como lo hemos anotado mil veces- representaban las viviendas improvisadas en que habitaban y se guarecían los judíos en su deambular por el desierto durante los cuarenta años del Éxodo. El festejo tenía por culmen una magnifica ovación, una aclamación de la Divinidad de YHWH, denominada Teruah, sonido de aclamación estridente, pero también voz de alarma, que en sus orígenes era un grito de guerra. Esta magnífica ovación concita a todos los pueblos a aunarse en Alabanza común porque los atributos del Dios-Justo resplandecen sobre los habitantes todos de la tierra, derramándose equitativamente Justo-Gobernante, Pastor-Fiel.

 

La perícopa se organiza en tres estrofas:

 

La primera pide estrenar un canto nuevo, que reconoce las maravillas obradas por Dios. Y hace consciencia de que el Señor -con su santo-Brazo- es El-que-otorga-la-Victoria.

 

La alegría el júbilo, brota de reconocer que Dios deje ver su Justicia a todas las naciones, no se cierra sobre unos para negarse a otros, hace pública la salvación. Cuando más lo necesitaba esparció Misericordia y Fidelidad sobre el linaje Israelita, es lo que señala la segunda estrofa.

 

Esta Victoria liberadora que sacó a los judíos de la esclavitud en Egipto, llega hasta las comarcas más lejanas, dios se aprestigia porque todos, hasta las fronteras más lejanas han recibido la Noticia: así que todo el Universo puede unirse a la Teruah, todos están llamados a ovacionar, a gritar, a rebosar de dicha: estamos ante un motivo para una Fiesta de Magnitud Cósmica.

 

La Fiesta lleva inmanente la intuición de cómo será el esjatón, cuando Dios reine en todo para todos.

 

Jn 16, 16-20

"Peregrinos de Esperanza", mantener la esperanza en medio de las dificultades.

…la primera piedra que debemos remover … es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida.

Papa Francisco

¡Hay como una intermitencia! Si Dios está allí, a disposición, todo el tiempo, nosotros lo damos por descontado. Lo que pasa con la Eucaristía: está allí, nos espera, …. ¡pues, que siga esperando! Quizá iremos el próximo domingo, o de pronto el siguiente, cuál es el afán, ahí está todo el tiempo esperando, ¿no que es eterno? ¡Pues que espere!


A los discípulos les pasó eso, Jesús les advierte que se ira por un tiempo, pero les ofrece volver, que se va a ir al Padre… Y, ellos, no sacan nada de todo esto. Y, Jesús hace aflorar, de este desconcierto, una paradoja: Ellos se entristecerán por su partida, pero el “mundo” se alegrará; al mundo la Presencia del Señor le estorba, uno piensa -por analogía- cuando los papás están en casa, los jóvenes quieren que se vayan, y llamar a los amigos, y organizar la guachafita.

 

Sin embargo, los que lo estiman, los que le tiene cariño, los “dueños del Amor sincero” se entristecerán provisionalmente; pero cuando retorne, la tristeza se trasmutará en alegría. Quienes lo aman de verdad, preferirían que nunca se fuera y siempre estuviera a su alcance, (y lo está).

 

He aquí la magia del Espíritu Santo, ¿Quiénes harán sonar el Shofar? ¿Quiénes ovacionarán con la Teruah? Los mismos que recuestan su cabeza amorosamente en el pecho del Amado. Los mismos a quienes les arda el corazón cuando se les expliquen las Escrituras.

 

Para nosotros es un riesgo enorme, quedarnos empozados en esa situación de tristeza. Muchas veces nos quedamos acariciando nuestra problemática sin levantar la mirada hacia el Resplandor-Prometido, y hacemos de nuestros problemas el eje del mundo, desconociendo el Verdadero Eje. Es por eso que el discipulado misionero nos pide un descentramiento, dejar de considerarnos personalmente el ombligo del universo, lo cual no es otra cosa que una idolatría, la que el “mundo” nos promueve: la “egolatría”.  Si hacemos nido en la depresión de su “partida” significa que no reconocemos la Resurrección, que no nos percatamos que está ahí, Vivo, Reinante, Glorioso. Es sólo que está ¡allende nuestros sentidos! Fe no es creer en lo que no vemos, sino saber que está Resucitado y vivir acordes y armónicos con esa consciencia. Una metanoia de verdad es el desplazamiento del ego hacia la fraternidad, que está cimentada en reconocerlo a Él como verdadero Eje del tiempo y de la historia: Dándole centralidad al hombre, al reconocerle hermano en el Hermano que se descentró generosamente, dándose por Entero por nosotros.


«Nosotros tampoco encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza, encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados ―cada uno de nosotros los conoce―, para que Jesús entre y los llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia.

 

… Evangelizar los problemas. No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor “no está aquí. Ha resucitado”; Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará. Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él». (Papa Francisco)