martes, 17 de junio de 2025

Miércoles de la Undécima Semana del Tiempo Ordinario


 2Cor 9, 6-11

Es el Amor del Dador más que el regalo del amante lo que cuenta.

Tomás Hemerken de Kempis

El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará: Cuando Tito les llevó esta “Sexta Carta”, junto con ella, San Pablo había enviado cartas a otras Iglesias que estaban en la misma orbita de la Iglesia de Corinto, valga decir, a otras iglesias de Acaya. Posteriormente, y dada la consonancia que estas tenían con la realidad y los problemas y tareas de la Iglesia de Corinto, ellos las anexaron y se conformó, de esta manera, el capítulo 9 de la 2Cor.

 

Un asunto clave era precisamente el tema de la colecta para la iglesia de Jerusalén, algunos daban a regañadientes, otros se negaban a aportar alegando que estaban en peor situación, otros retaban a los que no tenían capacidad para ofrendar más. La fórmula de Pablo es taxativa: “cada uno dé como le dicta su corazón”, y les advierte que el Sembrador Celestial que les da las semillas para plantarlas y pan para su propia alimentación, tomará a su cargo multiplicarles ambos, y más. No tienen que preocuparse, porque como sucedió con el profeta Elías: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…” (1R 17, 14bc), el Señor es Providente y Misericordioso: provee con munificencia y a manos llenas.

 

No se ha de dudar del Poder Divino que socorre abundantemente. Y, las comunidades loaran al Señor con asombrada Acción de Gracias, al ver como la mano generosa de YHWH socorre -desconcertantemente- no a través de los favorecidos, sino por medio de los que menos tienen.

 

Sembrar con abundancia resulta grato a los ojos de Dios. Entonces Dios puede con su largueza hacer que la cosecha que se recoja sea multiplicada por su prodigalidad. Aquí aparece una relación especifica entre el sentido de desprendimiento del que da a manos llenas y la dicha que florece en el corazón de Dios; Dios no se queda con la alegría para Él, la hace florecer y frutecer en el corazón del que es dadivoso y magnánimo. A estos se les encomendará la edificación del Reino; como el que acumula es cicatero, no será tomado en cuenta a la hora de levantar las estructuras del Reinado de Dios.

 

Aparece y se ve de forma nítida que el Reino tiene vasos comunicantes con le justicia. Sólo el que es capaz de dar y de darse por entero desprendimiento puede fundamentar la estructura del reino que busca y propone la equitatividad. Los que son hijos obran a imagen de su Padre, el Padre es generosos, sus hijos legítimos también tienden a desprenderse, a darlo todo. La generosidad está en nuestro ADN porque descendemos de Dios.

 

Puestas todas las fichas en su lugar mana de esta fuente lo que sigue, lo que se desprende por su propio peso. Si el que es generoso lo es porque Dios se lo ha enseñado y selo ha heredado como un rasgo de su humanidad-divinizada; entonces, el testificar que hay gente que ayuda, que socorre, que organiza la caridad, que se preocupa por las necesidades de su prójimo, hemos de levantar nuestras plegarias agradecidas. Al manar abundante de acciones buenas de parte de tantas y tantas almas generosas, hemos de alzar los brazos con gratitud al Cielo, porque hay mucha gente que tiene a la orden del día, permitir que el amor ágape haga tanto bien y contrarreste tanto daño.

 

La colecta que impulsó San Pablo fue una señal de despegue para un raudal de acciones caritativas que son la base de esta obra grandiosa con la que Dios implementa en este mundo, la venida de la Jerusalén Celestial. Aquí San pablo es precursor de un modo de ser Iglesia: Caritas.


Esta conexión es la que hace que cuanto más recibimos, mayor sea nuestra voluntad de donar. Hay proverbios tan sonoros que da gusto repetirlos una y otra vez. Extractamos aquí, tomando de la perícopa de hoy: “El que proporciona semilla al que siembra y pan para comer proporcionará y multiplicará las semillas de ustedes y multiplicará la semilla de ustedes y aumentará los frutos de su justicia”. El parámetro que dirige toda la arquitectura del reino es, pues, la largueza, cuyo único referente para nosotros es la prodigalidad del Vino en las Bodas de Caná: Ese Vino es sinónimo de loas raudales de Alegría.

 

Sal 112(111), 1b-2. 3-4. 9

El Salmo continúa rodando en la misma orbita. Concita a la generosidad, enseñando el sentido de la “donación”. La caridad, el amor “ágape” dignifica, da honra y buen nombre a quien practica caritativamente.


Es una Salmo de la Alianza. ¿En qué consiste la Ley? La Alianza es precisamente la coherencia con la Ley. Pero no una coherencia meramente juridicial. El regulador no es una oficina de impuestos que registra vigilante los ingresos y el producido; sino que el control lo ejerce la “oficina del propio corazón”, como lo dijo San Pablo en la perícopa de la Primera Lectura. Se debe dar, y dar con alegría, no con la amargura y el dolor de un dinero que se escapa, sino con el jolgorio de cuánto bien el Señor nos regala la capacidad de hacer. No ponemos el reflector sobre aquello que se va, al contrario, las luces rutilantes se intensifican mostrándonos las sonrisas y la vida que florece y los problemas y dificultades que son derrotados, así como la Gloria de Dios que se expresa en la generosidad que llegó a otros, por medio de nuestras pobres manos.

 

Esa es la Alianza, no dudar de la prodigalidad Divina, porque Él se ha comprometido a socorrernos para que nuestras vidas sean un puente de su Munificencia.

 

Mt 6, 1-6. 16-18

El Señor nos sigue guiando hacia la perfección de la Ley; pero ahora la perfección apunta hacia los tres actos de adoración para ejercerlos de acuerdo a la Enseñanza. Los actos de culto (limosna, oración y ayuno), lejos de estar dejados al arbitrio del adorador, son guiados por Dios, el Verdadero Dueño del Culto; el culto se rinde a gusto de quien lo recibe, no y nunca bajo el capricho del adorador, que ha de ofrecer culto según las pautas que Dios en su Bondad nos proporciona. y en este caso nos previene del daño de obrar hechos de justicia para posar con ellos ante los hombres. Al obrar de tal manera, Dios no nos dará ningún trofeo y nuestras preses permanecerán estériles.


Como ejemplo de obra de justicia nos menciona el acto de dar limosna para que otros nos vean ejercitando la “caridad”. Pero la caridad en vitrina no conlleva mérito alguno. No sirve contratar cámaras para difundir esa aparente “munificencia”, que puede tener otros propósitos como reducir impuestos, o conquistar votos a favor; pero que -en realidad- está totalmente lejos de llegar al Corazón de Dios.

 

Entonces, ¿cómo hemos de obrar la misericordia? ¡Con profundo recato y total discreción! la frase que usa Jesús es supremamente ilustrativa: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”, hay que dar caridad con circunspección, a tal punto, que yo mismo no sea muy consciente de lo que estoy haciendo, porque el mucho énfasis en el corazón tuerce mi bondad, y lo convierte en un acto de egolatría: ¡Qué generoso soy! ¡esta era una virtud que no me conocía! Se hace caridad por amor al otro, al necesitado, no por propia vanidad.

 

Para el Único que tiene que ser visible mi gesto caritativo es para Dios, porque a Él nada se le oculta. Y entiende el gesto como acto enamorado.

 

Pasa algo muy similar con la oración: Muchas veces entramos al templo con amplitud de gestos que nos exhiban, el político, por ejemplo, cercanas las elecciones, manda llamar los periodistas para que lo publiquen cuando muy piadoso ora en el templo; pero por allí nadie los ha visto, de nuevo, desde la última ronda electoral.

 

Al ayunar, también podemos devaluar este acto si lo acompañamos de palidez, de enflaquecimiento, de hondos bostezos sólo explicables en aquel que no desayuno o que lleva desde la tarde anterior sin pasar bocado.  Dice Jesús que obremos lo contrario, llegando hasta poner algo de color en nuestras mejillas con algún discreto recurso de cosmético, para que ese ayuno sea sólo una cuenta entre Dios y tú.


 

El ayuno inclusive puede llegar a ser objetable,

«El ayuno por dieta ni no es necesario a la salud, es también señal de absolutización del propio cuerpo, y lleva a desviaciones.

 

La anorexia y la bulimia tienden a coincidir en las dietas hipocalóricas, en las cuales uno, comiendo no come, ¡puede llenarse de nada hasta el infinito! La carne sin proteínas, la leche sin crema, el dulce sin azúcar, la pasta sin almidón -donde es importante el estar carente, es decir, pura apariencia-, son los nuevos ídolos, que hacen a las personas semejantes a los que los adoran (Sal 115, 8)»

Silvano Fausti

 

Jesús no tiene en mente derogar los tres actos cultuales, lo que está procurando es que los enfoquemos en otro ángulo: no se trata del ritualismo puro de unas acciones donde es riesgosos poner todo el énfasis en ellos mismos; cuando lo fundamental está en el aspecto cultual. Son cosas que se hacen como “acciones cultuales”, no porque ellas en sí mismas tengan un ´poder de “hechizo”. Se trata de hacer que con estas acciones el amor se vitalice, se energice y la relación de Amistad con Dios alcance su máxima potencia. Como al quemar un grano de incienso, no está el aspecto cultual en que arda y esparza su aroma, está en la manifestación de adoración que le dirigimos a Dios con esta acción cultual.

 

Algo como regalar un ramo de rosas al amado, no es que su casa luzca más decorada por las flores que le hemos llevado, es el puente espiritual que se tiende, lo que se vuelve significativo. Es apuntalar el amor con una viga indemolible, que se hace estructural al edificio.


En fin, ya vemos, que no se trata de convertir en “payasada” la práctica de las virtudes, sino en tener la más sincera relación con Dios, porque la virtud no es negocio de la tierra, sino mensaje que se envía en alas de los ángeles a la Divina Morada, roguemos que ascienda a los Cielos como Incienso agradable en Su Presencia.

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