Jon 3,1-5.10; Sal 24,
4-5ab. 6-7bc. 8-9; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20
Ser vocacionado es
renunciar a algo por Alguien mejor, es decir un no a algo, por un si a Alguien,
es tener una ocasión para optar por la mejor causa: Jesús y su Evangelio.
Emilio Mazariegos
La Biblia es el libro
del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la
unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo
pueblo.
Papa Francisco:
APERUIT ILLIS
Papa Francisco nos ha convocado –a través de su Aperuit Illis (Carta Apóstolica en forma de Motu proprio)- instituyendo en la Fiesta de San Jerónimo, durante el año 2019, la celebración del Día de la Sagrada Escritura, a llevarse a cabo en el Tercer Domingo Ordinario de cada año litúrgico, en lo sucesivo, estimulándonos a trabajar para familiarizarnos con Ella. Hay un aspecto particular que debemos enfocar en esta fecha y es la relación entre la Lectura de la Palabra de Dios y la Liturgia. Aperuit illis significa en latín “Les abrió”, porque la carta inicia con la cita de Lc 24, 45 que dice: “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”. Y, de verdad, Jesús Resucitado nos ha despertado y abierto un poderoso anhelo y la capacidad para entender su “Llamado”, su “Buena Nueva” y así poder evangelizar a otros y dar razones sólidas de nuestra fe. Una instancia fundamental de esta familiaridad se gesta en la Mesa de la Palabra, durante la Eucaristía, donde cada vez se nos brinda la oportunidad de acercarnos a otros textos Bíblicos y otorgándosenos con ello la oportunidad del crecimiento espiritual.
En
esta tónica hay tres aspectos a tomar en cuenta.
.-
No deberíamos llegar desapercibidos a la Eucaristía, sin saber de qué se van a
tratar las Lecturas de esa Celebración. El ideal sería, poderlas leer, antes,
cosa que ahora, gracias a la Internet es cada vez más fácil, pero también
tenemos, no pocas publicaciones que nos permiten tener a la mano las
correspondientes Lecturas y poderlas consultar por vía preparatoria.
.-
Pasa con no escasa frecuencia- que durante las Lecturas y la Homilía, nos
distraemos, conversando con los más cercanos, restando importancia a estos
“Mensajes” que Dios mismo nos ha escrito con profundo Amor. A veces, preferimos
gastar esos minutos chateando o mirando el e-mail.
.-
Pero la otra circunstancia posible, es que después de las Lecturas, las dejemos
en el cesto del olvido y dejen inmediatamente de resonar en nuestro ser, cuando
debiera ser todo lo contrario, motivo de reflexión intensa y búsqueda de
respuestas para nuestra existencia. Si existe el anhelo de oír a Dios, es por
este conducto que Él nos está hablando siempre.
«Dedicar
concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite,
sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre
también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por
todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria
las enseñanzas de san Efrén: “¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente
una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo
que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy
diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor
pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie
pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de
tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de
los puntos en que concentrar su reflexión” (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).»[1]
Pasemos
ahora a reflexionar las Lecturas de este Tercer Domingo Ordinario del ciclo B.
A Jonás
–en la Primera Lectura- se le apremia
cumplir la
tarea de ser profeta –valga decir- predicar el mensaje que Dios le da,
prestar
sus labios y sus fuerzas al anuncio.
Jesús, en
cambio, asume de suyo la labor
y
se da a proclamar.
¡A Él no
hay que pedirle ni mandarle, es su Razón de Vida!
Revelar el
Evangelio de Dios.
Jonás
más que ser portador de una “profecía”, viene a promulgar una “sentencia”:
“Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Pero sucede que todos
ayunaron y se vistieron de sayal. En consecuencia, Dios “cambió de parecer y no
les mandó el castigo que había determinado imponerles”. Estamos en presencia de
un indultó, Dios vio que habían de ser castigados, que se lo habían buscado y
el peso de la justicia los azotaría. Y, sin embargo, revoca la sentencia; al
leer entre líneas nos encontramos ante un indulto que lo alegra, se siente como
que Él no quería castigarlos y que su Voluntad era, precisamente, alcanzar su
“conversión”. Eso es lo que denominamos Misericordia, Él, como bien lo sabemos
es “lento a la cólera y rico en Clemencia”(Sal 103(102),8).
Vamos
–juntando nuestro clamor al del Salmista-
para
implorarle a Dios tres cosas:
Señor
enséñame tus caminos,
instrúyenos
en tus sendas,
haznos
caminar con lealtad.
Esa
lealtad consiste en proclamar,
en
anunciar la Noticia magnífica,
¡Tu
Noticia Señor!
Que sin
desfallecer,
-por ninguna razón-
desistamos
de promulgar que
la Noticia es que Tú eres la verdadera felicidad,
el Feliz Término
la Paz Completa.
¡La
verdadera!
El salmo se
enfoca en una doble polaridad que tejen su eje,:
1. Ser leales
2. Pedir perdón por las deslealtades.
Es la
dialéctica fidelidad-perdón.
Se
presenta la palabra “esquema” en la Primera Carta a los Corintios,
(en la
Segunda Lectura),
y la
encontramos entendida como “representación”
de
este mundo
-refiriéndose
a su “ser como lo vemos”-
porque esa
apariencia –dice San Pablo- ya termina.
Sobrevendrá
una metamorfosis:
La forma
provisional dará paso a la definitiva.
Urge,
porque el tiempo que le resta a lo efímero,
se
acorta a marcha veloz
la forma
actual de la “realidad” ha caducado
apremia
hacerse a odres nuevos.
Se
requiere, pues, cambiar el modo de vivir,
vivir lo
contrario de como venimos viviendo
obrar de
una manera sorprendente
tal que
seamos al revés de lo que somos por ahora.
En otras
palabras, “convertirnos”.
Miremos,
ahora, hacia el Evangelio:
Si
un portavoz de cierta causa es prendido, lo corriente es que se silencie la
causa y que otros simpatizantes por “precaución” se escondan. ¡Esta no es la
situación del Evangelio! Al contrario, el evangelio de este III Domingo
Ordinario (B), según San Marcos, nos informa que Jesús, después del
encarcelamiento de Juan Bautista, –en vez de amilanarse y silenciarse o
esconderse- da inicio a su “práctica”. Este suceso del apresamiento de San Juan
Bautista parece indicarle a Jesús que su “tiempo es llegado” y gatilla el
inicio de su carrera, de su vida pública, de su entrada en la escena histórica
puesto que “Se ha cumplido el plazo” Mc 1, 15b.
El
segundo detalle que nos da San Marcos es el marco espacial para este inicio:
Galilea. Tierra de pobres, de gente sencilla -podríamos clasificar este
territorio tomando prestadas dos categorías de la geopolítica y la sociología
wallersteiniana- y decir que, Jesús no habla desde el centro sino que
inicia su labor en la periferia. «… los evangelios no ofrecen una
geografía objetiva y neutra. Su geografía es ante todo teológica: cada lugar y
cada desplazamiento tienen un significado teológico. En Mc, Galilea se opone a
Jerusalén.
La
Galilea de las naciones o de los paganos, como se decía entonces, había
conocido muchas invasiones, y la fe no era allí tan pura a los ojos de los
responsables judíos; no podía salir de allí nada bueno, y mucho menos un
profeta (cf. Jn 1, 46; 7,52). Pero Isaías (8,23) había anunciado que un día
Dios se manifestaría allí a los paganos; por tanto, era también símbolo de
esperanza y de apertura. Fue allí donde Jesús vivió, predicó y donde las gentes
lo acogieron con entusiasmo. Es una región abierta: de allí Jesús va a los
paganos, a Tiro y a Sidón (7, 24.31).»[2]
Que
delicia que allí en San Marcos se nos presenta
lo que
Jesús entrega como “Buena Noticia”:
Ante todo,
que “se ha cumplido el plazo”, no es para mañana
¡es ya!
(directamente
emparentado con lo que hemos visto en Primera de Corintios)
que “está
cerca el Reinado de Dios”,
luego –en
tercer lugar- nos llama a convertirnos,
y para
cerrar esa Buena Nueva,
-el cuarto
elemento-
creer esa Noticia.
Lo que
deslumbra, de salida, es la señal de partida:
No lo
podemos postergar,
hay que asumirlo,
darnos
cuenta que “la hora es llegada”.
El tiempo
oportuno está aquí: llegó el kairos
¡El fruto
está maduro!
¡Es
la hora del Reino!
Es la hora
de la Plenitud
Y que la
oportunidad está dada
Esa
es la Buena Nueva.
La hora
feliz, la ocasión de la chisga, la oportunidad muy favorable.
¿La
dejaremos pasar?
Para
beneficiarnos de ella
necesitamos
tener en la mirada la Luz de Cristo.
Volvamos
al asunto del Πεπλήρωται ὁ καιρὸς “plazo cumplido”, llegada del
“momento idóneo”, “ocasión perfecta”, la “plenitud de los tiempos”. ¿Tenemos
conciencia de lo que esto significa? El Reino de Dios no tiene más dilación,
¡ahí está! Simple y sencillamente ¡ya llegó! Luego, la perícopa evangélica nos
presenta como una suerte de pre-requisitos: μετανοεῖτε o sea
“conversión” y πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ “creer
en la Buena Nueva”. Mc 1, 15cd. ¿Y, quién es la Buena Nueva? ¡Jesús es el
Evangelio, Él es la Buena Noticia!
El tema de la conversión nos lleva a una
precisión. Conversión no es alguna clase de pequeño cambio, ni una sumatoria de
ellos. La conversión es un cambio rotundo; un quiebre de costumbres y hábitos,
una modificación sustantiva de paradigma. Descrito en términos geométricos
sería algo así como un giro de 180º. Se trata de un cambio de verdad, en serio,
profundo. Se trata de desacomodarnos de vicios y defectos, de pecados y agresiones,
una modificación conductual que nos lleve a estar comprometidos al 100% con la
construcción del Reino. «… es una comprobación incontrovertible que los
cristianos normalmente son unos pesimistas nostálgicos, más dispuestos a
recordar un pasado místico (tal vez fantasmal) que a comprometerse en esas
anticipaciones del futuro en las que, sin embargo, decimos que creemos…
“hablamos” más de la noche (que está siempre a las espaldas), para no “actuar”
en el día que nos viene siempre adelante,… “convertirse” significa también,
dejar un “pasado”, para aceptar activamente el “hoy” comoquiera y dondequiera
se manifieste, creer que vive en nosotros hoy una posibilidad: ¡se ha
quebrado el círculo mágico! ¡Se cambia algo y todo se puede hacer nuevo!»[3]
Vayamos a la siguiente parte de la perícopa. Se
trata del llamado de los cuatro primeros discípulos: Simón,
Andrés, Santiago y Juan. «El encuentro con Jesús marcó sus vidas. Les puso en
movimiento, con rapidez, sin esperar a entender las cosas. Se pusieron a
seguirle “ya”. Porque la llamada que Jesús les hizo en el encuentro es
apremiante, es exigente, es con autoridad.»[4]
«…
tendrían mucho que aprender de este “maestro de pesca”. Si bien sabían que para
obtener buena calidad y cantidad de peces, hay que tener buenas barcas, buenas
redes y buena carnada y, además, hay que conocer los vientos, las mareas y los
mejores días o tiempos para la pesca, debían ahora adiestrarse en el más
difícil arte: el de “pescar hombres”, y Jesús sería el instructor.
Esta
pesca es mucho más compleja y ardua, porque al pez se lo pesca “contra su
voluntad” mientras el hombre puede ser pescado “si se deja pescar”. De esto se
dieron cuenta tanto Pedro como sus amigos del Sindicato.»[5]
«Este
es el reto de la llamada. Este es el compromiso de la llamada. Dios llama al
creyente para que siga realizando hoy en la historia lo que Jesús hizo hace
2000 años. Llama para que ayude al hombre a cambiar su corazón y así cambiar
las estructuras de la sociedad. Llama porque la obra que inició en Jesús tiene que
ser acabada con perfección. Y es el creyente quien continúa a Jesús en la
historia, con la fuerza de su Espíritu.»[6]
[1] Papa Francisco. APERUIT ILLIS #2.
[2] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL
NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004. p. 78
[3]
Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti, S. UNA COMUNIDAD
LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. p. 48
[4]
Mazariegos, Emilio L. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo. 3ra ed. 2001 Bogotá D.C. –Colombia p. 20
[5]
Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTICOS. Ed. San Pablo Bs As. –Argentina. 2004
p. 56
[6]
Mazariegos, Emilio L. Op. Cit. p. 42
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