Is 42, 1-4.6-7; Sal
29(28), 1a. 2.3ac-4. 3b. 9b-10; Mc 1, 7-11
La iglesia primitiva
entendió que la misión pública de Jesús empezó con su bautismo (Hch 1,22). Algo
ocurrió en ese lugar para convertir a un artesano de pueblo en mensajero del
Reino de Dios.
Michael Casey.
La realidad de la
filiación divina es escandalosa, casi inconcebible para los hombres, los cuales
pueden llegar a sentirse metafóricamente hijos de Dios, pero les cuesta pensar
serlo efectivamente.
Enzo Bianchi
Resulta
impresionante la clarividencia de San Juan Pablo II quien –mirando hacia los
Misterios del Santo Rosario- constató un vacío en cuanto a la vida de Jesús y
más particularmente en lo referido a su vida pública y a la proclamación del Reino.
Para colmar ese hiato añadió los Misterios Luminosos. Acabamos de celebrar la
Epifanía, la relativa al anuncio de la Buena Nueva a los “gentiles” y –de tal
manera- hemos entendido que la evangelización no tenía distingos étnicos.
Luego, con una mirada panorámica- entramos directamente en el contexto de la
Historia de Salvación y se nos revela que esa Historia halla su cima en la
Encarnación, Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor pero que no concluye allí
sino que se abre a la constitución de un Pueblo que tiene por Misión llevar a
feliz término la Soberanía del Reinado que Jesucristo vino a proclamar (Tercer
Misterio Luminoso).
Una
de las características fundamentales de ese Reinado es que no se produce por
imposición. Si Dios es Amor –cosa que no podemos descuidar ni por un instante
en nuestro quehacer de Discípulos y Misioneros- debemos llevar en la punta de
los dedos y a flor de piel que semejante Reinado viene por en-Amor-amiento.
Tenemos que llegar a estar fascinados por el resplandor de su Rostro y la
blancura nívea de sus vestiduras para que queramos construirle una vivienda y
quedarnos a habitar con Él, como le sucedió a San Pedro, que quiso hacerles
tienda y permanecer como detenidos en el tiempo y suspensos en las alturas del
Tabor, en-Amor-ado de su Luz resplandeciente (Cuarto Misterio Luminoso).
Como
constatamos en los Misterios Dolorosos y luego en los Gloriosos, Él había de
Morir y Resucitar pero nosotros aún
teníamos que completar el periplo de nuestra Redención, siendo capaces de aceptar
y comprometernos en el desarrollo e implementación de esa Soberanía de la
Fraternidad. Para poder alcanzar estas cumbres, se requiere un Alimento que nos
“convirtiera” por así decirlo, en superhéroes de la vida espiritual, en
“Hombres Nuevos”, es decir, una dieta tan especial –de Carne y Sangre, Alma y
Divinidad- que nos fuera cristificando para que llegáramos a ser portadores y
adalides de la construcción del Reino. Así, Jesús instituye la Eucaristía que
es la doble acción de irse a sentar a la Derecha del Padre, pero –a la vez- quedarse
para darnos todas las competencias indispensables a la tarea. Ese gesto doble
es el non-plus-ultra de la donación. Él se ha dado por entero, hasta la última
gota de su Preciosísima Sangre y hasta la poca de Agua que quedaba en su
costado, pero aún nos dará a comer de su Cuerpo y de su Sangre como Cordero de
Dios que es (Quinto Misterio Luminoso).
«Por lo tanto, también Jesús se vació
a si mismo de su Gloria y tomo para sí mismo la forma de esclavo, para que su
servidumbre nos hiciera libres. Y nosotros éramos tontos, y en nuestra tontería
cometimos toda clase de mal; y otra vez Él tomó la forma de la tontería, para
que por su tontería nosotros fuéramos hechos sabios. Y nos habíamos vuelto
pobres, y en nuestra pobreza nos faltaba toda virtud; entonces Él tomó la forma
de nuestra pobreza, para que por su pobreza Él nos pudiera hacer ricos en toda
sabiduría y entendimiento. Y no sólo eso, sino que hasta tomó la forma de
nuestra debilidad, para que por su debilidad, Él nos pudiera hacer fuertes. Y
se hizo obediente al Padre en todo hasta la muerte, y muerte de cruz, para que
por su muerte Él pudiera obrar la resurrección de todos nosotros y así Él
pudiera destruir el poder de la muerte, o sea, el mal.»[1]
«La
opción por el Dios de Jesucristo es también un traslado de la personalidad que
pasa de la concepción del Dios útil a mí, a mi camino en la vida, a una actitud
bautismal en la que pongo a disposición del Dios de Jesucristo mi vida y mi
muerte con confianza total y, haciéndolo así, entro a formar parte de las
actitudes de disponibilidad, de abandono, de donación de la vida que son
propias de Jesús Hijo de Dios. Esta es la opción bautismal en la que todo el
resto debe basarse para una correcta visión caritativa de la comunidad
cristiana.»[2]
Hoy estamos celebrando precisamente el Primer Misterio Luminoso, y con esta
celebración estamos sellando el Tiempo de Navidad de este Año de Gracia 2021,
del ciclo B. A partir de mañana, entraremos de lleno en el tiempo llamado
Ordinario. Esta celebración “abisagra”, por así decirlo, estos dos tiempos
litúrgicos: dejamos atrás a Jesús Niño y nos adentramos en Jesús adulto, que
con treinta años, ya puede –según la usanza judía- actuar en la vida pública.
Si en la fiesta de los Reyes Magos celebramos la Epifanía, hoy, en la
celebración del Bautismo de Jesús damos paso a una Teofanía: Dios se presenta
para revelarnos a su “Hijo Querido, Mi Predilecto” Mc 1,11. El bautizado deja
de ser nacido de la carne para volverse un “nacido del Espíritu” (Jn 3, 6); ha
recibido una Nueva Vida, la vida misma de Dios y se ha capacitado, de esta
forma, para vivir la vida eterna y hacerse, en cuanto tal, artesano de la paz y
constructor del Reino (Primer Misterio Luminoso).
Lo
que celebramos en esta fecha –para dar paso al Tiempo Ordinario, como ya se
dijo- es una Teofanía con doble manifestación: Dios mismo nos habla, podemos
escuchar Su Voz: “Tú eres mi Hijo Amado, en Ti me complazco” (Mc 1, 11)
Queremos destacar el paralelismo con el Primer canto del Siervo Sufriente,
donde encontramos:
He aquí a mi siervo a quien yo
sostengo,
mi elegido, el preferido de mi
corazón.
He puesto mi Espíritu sobre Él.
Él les enseñará mi justicia a las
naciones. (Is 42, 1)
El
Espíritu asume la forma de una “paloma”, la paloma tiene –como mínimo tres
connotaciones:
.-
Según los rabinos, en su literatura, simboliza el pueblo de Israel.
.-
En la literatura cosmogónica la Paloma es la Presencia Divina que preside la
formación del Universo.
.-
Representa también la sabiduría, o el elemento que da vida, que anima.
El
Creador de Todo-lo-que-existe, se arroga la Paternidad de Jesús, manifestándolo
como su Preferido. Y –segunda Manifestación- la Misión que le ha asignado es
enseñar Su Justicia a las Naciones. «… quiere llamar la atención de todos hacia
el derecho y la justicia que él ya estaba practicando…el pueblo es presentado
como alguien que no… aplasta ni ofende a los más débiles… a pesar de lo
aplastado, él no aplastaba; a pesar de lo oprimido, él no oprimía; a pesar de
recibir injusticias, él no respondía con injusticias. A pesar de todo su
sufrimiento y desanimo, el pueblo resistía y no se dejaba contaminar por la
manera de vivir de sus opresores… promueve el derecho y es semilla de
resistencia contra la opresión. Él merece la preferencia del corazón de Dios.
Así, aun sin darse cuenta de la importancia de su testimonio, el pueblo del
cautiverio ya prestaba al mundo el servicio de Dios: ¡Ya era Siervo de Dios!
…
no todos los pobres viven así. Muchos de ellos se dejan contaminar por la
manera de vivir de sus opresores… A pesar de ser oprimidos tienen cabeza de
opresor… dejan podrir dentro de sí la semilla de futuro que está escondida en
el suelo de su vida.»[3]
El
Pueblo que ha recibido el llamado a la conversión, con un bautismo de agua y de
Espíritu, es un pueblo que está comprometido con la Justicia y la Rectitud que
en nuestra fe ha recibido el título de Santidad. El discípulo-misionero tiene
un compromiso de coherencia con la Santidad, en el sacramento del Bautismo ha
recibido los tres carismas Cristianos: es Sacerdote, Profeta y Rey:
Yo te he formado y tomado de la
mano,
te he destinado para que unas a mi
pueblo
y seas luz para todas las naciones.
Para abrir los ojos a los ciego,
para sacar a los presos de la
cárcel,
y del calabozo a los que estaban en
la oscuridad. (Is 42,6-7).
«…
cuando consideramos la globalidad de las dificultades que la comunidad
cristiana tiene que atravesar hoy para un servicio correcto y autentico hacia
el hermano, nos preguntamos cómo podrá dar respuestas originales y congeniales
a las situaciones si no se deja reconducir a las raíces bautismales»[4]. «Nosotros hemos nacido
dos veces: la primera a la vida natural, la segunda, gracias al encuentro con
Cristo, en la fuente bautismal. Ahí hemos muerto a la muerte, para vivir como
hijos de Dios en este mundo. Ahí nos hemos convertido en humanos como jamás lo
habríamos imaginado. Es por esto que todos debemos difundir el perfume del
Crisma, con el cual hemos sido marcados en el día de nuestro Bautismo. En nosotros
vive y opera el Espíritu de Jesús, primogénito de muchos hermanos, de todos
aquellos que se oponen a la inevitabilidad de las tinieblas y de la muerte… ¿qué
quiere decir cristóforo? Quiere decir, “portador de Jesús” para el mundo! Sobre
todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación,
de oscuridad y de odio. Y esto se comprende de tantos pequeños detalles: de la
luz que un cristiano custodia en los ojos, de la serenidad que no es quebrada
ni siquiera en los días más complicados, del deseo de recomenzar a querer bien
y caminar incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones. En el
futuro, cuando se escribirá la historia de nuestros días, ¿Qué se dirá de
nosotros? ¿Qué hemos sido capaces de la esperanza, o quizás qué hemos puesto
nuestra luz debajo del celemín? Si seremos fieles a nuestro Bautismo,
difundiremos la luz de la esperanza, el Bautismo es el inicio de la esperanza,
esa esperanza de Dios y podremos transmitir a la generaciones futuras razones
de vida.»[5]
«El
Bautismo es, por decirlo así, el puente
que Jesús ha construido entre él y nosotros, el camino por el que se hace
accesible a nosotros; es el arco iris divino sobre nuestra vida, la promesa del gran sí de Dios, la puerta de la
esperanza y, al mismo tiempo, la señal
que nos indica el camino por recorrer de modo activo y gozoso para
encontrarlo y sentirnos amados por él.»[6]
[1] Traducido por Chitty Darwas J. THE
LETTERS OF SAINT ANTHONY THE GREAT. Fairacres Publications 50. Oxford, SLG
Press, 1975, p.26. Citado por Michel Casey. PLENAMENTE HUMANO PLENAMENTE
DIVINO Ed. San Pablo Bogotá - Colombia 2007. p. 47
[2]
Martini, Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA.
Santafé de Bogotá-Colombia 1995 pp. 373-374
[3]
Mesters, Carlos. o.c.d. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. Edicay y Centro Biblico
Verbo Divino. Quito-Ecuador. 1993 pp. 26-28.
[4]
Martini, Carlo María. Loc Cit.
[5] Papa
Francisco CATEQUESIS: “EL BAUTISMO NOS HACE SER PORTADORES DE JESÚS AL MUNDO”, Audiencia General, miércoles
2 de agosto de 2017.
[6] HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. 11 de enero de 2009
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