Jos 24, 1-2. 15-17.
18; Sal 33, 2-3. 16-17. 18-19. 20-21; Ef 5, 21-32; Jn. 6, 60-69.
Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el
Santo de Dios.
Jn 6, 69
Lo que Jesús hizo con
esta Palabra… No solamente convocaba las fuerzas de la creación al servicio del
reino de Dios sino que, junto con su encarnación y resurrección, sentaba las
bases de un mundo nuevo. Estas Palabras eran del mismo rango de aquellas con
las cuales fue creado el mundo.
Romano Guardini
Dulce y
sutilmente pasamos del pan,
-ese de
trigo- al Pan de Vida, la Palabra.
Ese es el
itinerario de este capítulo 6to. de San Juan,
que hoy
culminamos –el próximo Domingo retomaremos a San Marcos-
después de
estos cinco Domingos consagrados a San Juan
en el
capítulo del “Pan de Vida”.
Hay un pan
material, nutricio,
necesario,
indispensable, pre-requisito.
Ese pan
será dado a los que primero escucharon
el “Pan de
Vida”.
Fue lo
primero que nos ocupó en estos cinco Domingos.
A
Dios-Mismo se le conmoverán las entrañas
al ver que
después de una jornada de atenta escucha
tienes hambre
y puedes desfallecer de inanición.
¡Recordemos!
Preguntó Jesús a Felipe:
“Dónde
podremos conseguir pan para que coman?”
La
respuesta humana, demasiado humana, es quererlo hacer Rey.
Claro,
tener un solucionador permanente de toda el hambre de pan material.
Encadenarlo.
Pero Jesús
se les “escapa”, se cuela entre sus dedos como agua.
Entonces,
viene el segundo momento,
se trata
de aceptarlo a Él,
tal como
Él es,
no
convertirlo en lo que no-es,
sino saber
quién es Él.
Y…
¿Quién es
Él?
Jesús
empieza a autodefinirse, y afirma que “Yo soy”
Sí, Él es
el Pan de Vida.
Sí nuestra
misión no es proveerle trono y corona,
entonces, ¿qué papel nos corresponde?
Sí Él es
Pan, nos toca comerlo, masticarlo.
Pero no
para incorporarLo a nosotros –como pasa con todo otro alimento-
sino para
que nosotros nos incorporemos a Él.
Vayamos
directamente a Efesios 5, 29d-30 «… como
Cristo lo hace con su Iglesia,
porque
somos miembros de su Cuerpo.
Efesios se
vale de una parábola “Maridos amen a sus esposas”,
El Marido
es Cristo y la Esposa es la Iglesia.
¿Cómo quiere
Dios a la Esposa de Cristo?
en Efesios
se nos contesta: “Gloriosa, sin mancha,
sin
arruga, sino Santa e Inmaculada.”
Es San
Pedro quien nos da la clave de esta trasformación
de Pan a
Palabra: “Tú tienes Palabras de Vida Eterna” Jn 6, 68c.
No es raro
que nos refiramos a la zona donde actúa
y se desenvuelve el Sacerdote
refiriéndonos
a ella como el Altar,
cuando en
realidad, esa parte elevada de las iglesias
se denomina
“Presbiterio”.
En el Presbiterio
nos encontramos con dos mesas,
que nos
hablan de esta relación Pan-Palabra;
está –de una
parte- la Mesa de la Palabra, llamada Ambón,
desde
donde se proclama la Palabra de Dios,
y –por otra
parte- está la Mesa del Pan, esa sí, el Altar.
En la
Eucaristía, después de los ritos Iniciales de acogida y salutación,
se pasa a
la Liturgia de la Palabra, que se celebra en el Ambón.
Los
Domingos, como nos habremos dado cuenta, hay dos Lecturas y el Evangelio,
aparte del
Salmo;
entre
semana, se limita a una Lectura, el Salmo y el Evangelio.
Una expresión
clave y neural es -nuestro reconocimiento- después de las Lecturas
que se ha
Proclamado la “Palabra de Dios”,
y, después
del Evangelio, “Palabra del Señor”,
porque los
evangelios son eso, Memoria Celebrativa, de lo que Jesús dijo-hizo.
Para comer
este Pan de la Palabra
hemos de
poner en nuestra disposición unas pautas prácticas:
Hay que
evitar esa actitud arrogante que dice, “yo, ya oí esa Lectura,
no una sino
mil veces”…
¿De verdad
crees que podrías agotar algún día
la Palabra
de Dios?
Lo que pasa
es que
eres tentado a pensar que “si puedes”;
claro que
si se tratara de palabras simplemente humanas
con unas
cuantas veces la agotarías…
Pero lo
que nos habla Dios, ni aún con un millón
de repeticiones
llegarías a su fondo.
Otra pauta
muy práctica es:
evita pensar
que posees ya el “mensaje nuclear”
que llegas
a la Palabra con las “claves” en tu bolsillo,
con las ganzúas
hermenéuticas;
si
afrontas la Palabra así, te allegas con prejuicio,
e impides
que diga lo que tiene que decir.
Procura
llegar desapercibido, sin pre-concepciones,
dispuesto a
lo que diga, sin predisposiciones.
No se vale
que uno se lleve el bocado del “Pan”
imaginando
que sabe a gasolina, o a cilantro,
o pensando
que es “pan de dulce”
cuando quizá
es pan de sal, o pan de queso…
¡Hay
tantas variedades de Pan!
¡De panadero
a panadero y de panadería a panadería
puede variar,
y te puede sorprender!
Ahora, la homilía,
cuan importe es, no nos lo figuramos…
Recordemos
que el Sacerdote –un simple humano-
“revestido”
–no sólo de ornamento- sino de la Gracia del Espíritu Santo,
actúa en
Persona Christi,
ya no es
el simple humano,
es el Maestro
que nos instruye.
«… a
través de su investidura… Quien pronuncia estas palabras es,
en realidad,
ahora como siempre,
Cristo.
Sólo Él puede pronunciarlas.»[1]
Es Él
quien se encarga de que cada quien no sea “cada loco con su tema”,
nos encauza,
nos unifica, nos pastorea
para que
seamos un Cuerpo Místico
Glorioso, Inmaculado,
Sin arruga.
Quiere
decir que todos terminamos pensando igual,
¡No!
Cada uno a su medida, a cada quien según
su capacidad.
¿Por qué
no podemos captar a Dios y apurarlo hasta las heces?
Porque el
contenido no puede ser mayor que el continente,
y Dios es
Infinito mientras nosotros somos finitos.
Pero en su
Misericordia, se nos va dando poco a poco,
acorde con
nuestro crecimiento espiritual,
y nos
lleva a ser gigantes espirituales
para que
podamos albergar cada vez una mayor dosis de su Divinidad,
pero sin
extremar y rematar jamás –en esta vida-
sólo como
lo dice San Pablo en su Primera Carta a los Corintios
“Ahora
vemos como enigmas en un espejo;
pero un día veremos cara a cara.
Ahora mi conocimiento es imperfecto,
pero un día conoceré tan bien como Dios me conoce.”
(1Cor 13, 12)
La Palabra es un Pan urgente,
necesitamos comerlo y poco a poco,
podernos in-corporar,
mientras tanto, hagamos resplandecer
el Amor de Dios en nosotros.
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