sábado, 23 de junio de 2018

BAUTISMO, BAUTISTA, BAUTIZADOS



Is 49, 1-6; Sal 138, 1-3. 13-14; Hech 13, 22-26; Lc1, 57-66. 80

«Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos...»
Lc 1, 76

Se ha señalado que sí Dios no nos hubiera indicado
la relación filial de Jesús con Él,
nosotros no habríamos podido
–por esfuerzo de nuestra inteligencia- saber que Jesús,
es su Enviado, su Hijo Santísimo.
¡Si nos cuesta tanto pese a la Revelación!

Así Dios, que desde la Caída de Adán y Eva previó la Redención,
y previó la figura de los profetas,
                                                    y todo el Primer Testamento
para educarnos en la espera y saber aguardar
y entender que esperábamos al Mesías.

En la hora justa,
                          seis meses antes de enviarnos a Su Hijo,
asistimos a este evento milagroso:
la prima de María,
                            una mujer vapuleada por la esterilidad
                                                                                        ya mayor,
y su esposo Zacarías –que como él mismo lo declaró- “ya soy viejo”;
recibe, este último,  el anuncio de la anhelada paternidad,
no lo pueden creer,
                               al punto que Zacarías es castigado con mudez por su duda.

El ángel, al hacer entrega del anuncio,
vaticina: «Tu esposa Isabel te dará un hijo
y le pondrás por nombre Juan.
Será para ti un gozo muy grande,
y muchos más se alegrarán con su nacimiento,
porque este hijo tuyo será un gran servidor del Señor.
No beberá vino ni licor,
y estará lleno del Espíritu Santo
ya desde el seno de su madre.
Por medio de él muchos hijos de Israel volverán al Señor, su Dios.
El mismo abrirá el camino al Señor
con el espíritu y el poder del profeta Elías,
reconciliará a padres e hijos
y llevará a los rebeldes a la sabiduría de los buenos.
De este modo preparará al Señor un pueblo bien dispuesto.»


En este último renglón que hemos citado
se explica la misión y el sentido-de-vida de San Juan el Bautista,
por medio de él, El-Señor se preparará un pueblo,
no cualquier pueblo sino uno bien dispuesto:
esa era la confianza que Dios depositó en el pueblo de Israel.

Hoy en día creemos que
    probablemente Juan creció
en Qumrám
                    con los esenios, en el desierto de Judea
en las grutas del Mar Muerto,
Juan significa fiel a YHWH.


Para mejor profundizar lo que quiere comunicarnos Juan el Bautista
y su significado para nosotros en la liturgia de hoy,
conviene que revisemos lo que quiere decir
      ser profeta
es el que recibe de Dios una boca como espada afilada
para que sea blandida por el propio Dios;
es el que ha sido hecho flecha bruñida
para viajar en el carcaj del Señor.
Es un siervo, no sirviente,
                                         sino instrumento,
y su designación es desde todos los tiempos,
Dios nos tenía previstos para tal.


Esta predestinación
está explicada en el Salmo 139(138):
El Señor nos sondea y nos conoce,
tiene previsto cuando uno se levanta y cuando uno se sienta,
distingue el sitio de descansar y los lugares por donde pasará,
y tiene en su mano el mapa que describe nuestras “trayectorias”.

No sólo fue portentoso el origen de Juan el Bautista,
todos tenemos un génesis portentoso,
                                                              a todos nos amasa el Señor –Dios de la Vida-
                                                              en las entrañas de nuestra madre,
                                                              e infunde el soplo vital en el fondo
                                                              del barro fino amasado.


En la misma ruta de Salvación
El Señor escogió a David –que habría de ser grato a su corazón-
Y de su linaje sacó Aquel-con-el-que-Dios-Salva,
delante Suyo envió un adalid
    cuya misión era
    “predicar un bautismo de conversión”
Este mensaje no es exclusivo,
                                                 es para todos los descendientes de Abrahán,
                                                 para todos los que temen a Dios,
no con miedo sino con Amor-Fiel.

Esta misión de mensajeros es para ángeles-humanos,
para profetas,
                      que somos todos los bautizados:
sacerdotes, profetas y reyes.

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