domingo, 31 de diciembre de 2017

MADRE MISIONERA


Num 6, 22-27; Sal 67(66), 2-3. 5. 6 y 8; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

Frutos de justicia se siembran en la paz para quienes trabajan por la paz.
St. 3, 18

La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad.
Papa Francisco



CONSAGRÁNDOLE EL AÑO CIVIL
De Santa María se dice en la Carta a los Gálatas –Segunda lectura de la liturgia de hoy: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Ga 4, 4); Ella, pues, ha sido quien se ha encargado de darle un cuerpo al Verbo de Dios hecho hombre. La Santísima Virgen está en la base misma  del proceso de dar ser-histórico a Quien –de Suyo- había habitado por Naturaleza, la Eternidad; abriendo y destrabando con su Fiat las compuertas de la Salvación. Esta participación de lo humano en la Encarnación ya ennoblece al ser humano y dignifica en grado sumo a la mujer. Ya hemos visto que Jesús gustaba llamarse a sí mismo “Hijo del hombre” queriendo resaltar con ello su plena humanización; pues es la aquiescencia de María lo que permite que Jesús pueda asumir la plenitud de nuestra naturaleza ya que es indispensable que todo lo humano sea asumido para que todo lo humano pueda ser redimido, para que todo lo humano sea verdaderamente salvo.

La Iglesia acepta este "misterio" consignado también en el texto de un antiguo himno "Él a quien todo el universo no podía contener, fue contenido en tu matriz, Oh Theotokos". «Aquellos que insisten en que en Él no hay otra cosa que un hombre engendrado por José permanecen en la esclavitud de la desobediencia antigua y en ella mueren no habiendo alcanzado  la comunión con el Verbo de Dios Padre, y no han tomado parte en la libertad que nos viene por el Hijo... Al ignorar al Emmanuel nacido de la Virgen (Is 7,14)  se privan del don que Él nos hace, que es la vida eterna; no habiendo recibido al Verbo de la incorruptibilidad eterna, no habiendo recibido el Verbo de la incorruptibilidad, de la muerte, por no haber acogido el antídoto de Vida.»[1]

Al celebrar la Madre de Dios, en griego, Theotokos. Madre de la Contemplación, de la Adoración, de la Vida Mística; por cuya intercesión ponemos nuestra vida y las primicias del 2018 en las Manos de Jesús, en las del Providente Dios-Padre y en las de su Esposo, el Espíritu Santo: “En este primer día de un nuevo año pedimos sólo que nos sea dado adorar tu Presencia, Niño Dios, en este amanecer de nuestro calendario humano, dejando que Tú guíes los acontecimientos de nuestras vidas y de la vida del mundo. Te pedimos solamente, Niño Dios, que nos concedas tener una fe profunda que se sienta satisfecha con mirarte y sonreírte silenciosamente, para prepararnos desde ya a tener corazones vacíos de  palabras y capaces de acoger gozosamente las tuyas cuando, al encontrarnos nos hables: Madre del Señor, ven con tu Hijo a nosotros, a pesar del frío y la indiferencia del mundo, nuestro corazón tendrá –tanto para Él como para Ti, un cálido refugio”[2].

CHRISTOKOS A LA VEZ QUE THEOTOKOS
Fue en el 431, durante el Concilio de Éfeso que se proclamó solemnemente la Maternidad de Dios en la Maternidad de María al dar a luz a su Hijo Jesucristo-Nuestro-Señor. Con frecuencia saludamos a Santa María-siempre-Virgen con una antiquísima oración titulada Sub tuum praesidium que viene en la Liturgia de las Horas y que data del siglo III, al parecer tuvo su origen entre los Coptos, aun cuando el papiro que se ha recobrado está en griego: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desoigas las suplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo mal y peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita”.


Debemos al eminente papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel el descubrimiento de un papiro, cerca de la ciudad de Oxirrinco Según los registros históricos, es en esta oración, donde por primera vez hace su aparición este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. que para el siglo IV ya se había hecho frecuente tanto en Oriente como en Occidente. Aquí la palabra aparece en modo vocativo: Θεοτόκε. Lobe dató este papiro en el 250 de nuestra era. Gabriele Giamberardini, pionero especialista en el cristianismo primitivo egipcio, en un documentado estudio, ha mostrado la presencia del tropario (himno bizantino) en los más diversos ritos y con diversas variantes que se encuentra, inclusive en la liturgia latina.

Fue Nestorio, en el siglo V quien puso en entredicho la expresión Teotokos, proponiendo la limitante de Christokos, es decir, sólo Madre de Cristo; para Nestorio habían dos personas: por una parte el Verbo, y por otra, bien distinta, Jesús; murió en la cruz –según Nestorio- Cristo, más no el Verbo, una presencia especial de Dios en la humanidad de Cristo, como en un ser santo, como en un templo. Viene aquí, la contra-posición, la de San Ignacio de Antioquía y San Cirilo de Alejandría, que devino la del Concilio de Éfeso, aclarando que en Jesucristo hipostáticamente (ύπόστασις) conviven –desde la concepción- El Verbo y el hombre. Teotokos es, pues, la Madre del Verbo Encarnado. No se debe leer como si María fuera Madre de una sola de las entidades, puesto que no encontramos dualidad en Jesucristo, en Él está el hombre y está Dios; al nacer, nacen unificadamente Dios-y-Hombre, por eso podemos predicar que María es tanto Christokos como Theotokos. Simultáneamente ambos. Al decir de San Agustín: “Si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la Carne (…) y serían ficticias las cicatrices de la Resurrección” (Tratado sobre el Evangelio de Juan 8,6-7).

«María no le dio a su Hijo Jesús la divinidad, pero bien podemos decir que es madre, no solamente de su carne, sino de la persona que engendra, que en este caso singular es la persona única de Dios hecho hombre. María, la madre de Jesús, es Madre de Dios.»[3]

TEMA DE PASTORES
Bueno, hoy la Santa Madre Iglesia, para iniciar el Año Calendario, celebra la fiesta de Santa María Madre de Dios, Θεοτόκος. Vayamos a las lecturas señaladas para esta liturgia. La primera cosa que notaremos es la -prácticamente total- ausencia de la Theotokos en ellas. Podríamos decir que se la nombre dos veces, una de manera directa y la segunda de forma indirecta, a esta ya nos hemos referido, se trata de la mención hecha sobre ella en la Carta a los Gálatas 4, 4. La mención directa se hace en el Evangelio de San Lucas: «Fueron aprisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre» Lc 2, 16. Y eso es todo. El protagonismo en la perícopa del Evangelio se lo llevan los pastores. «Así, para designar a sus pastores, Lc tomó como modelo a los misioneros cristianos. Se convierten entonces en modelo de lo que todo cristiano tiene que hacer en el mundo.»[4]

«La familia de María estaba lejos, allá en Nazaret. El niño nació, fue envuelto en unos pañales y dejado en un pesebre sobre la paja (cfr. Lc 2,7). Los pastores vinieron a hacerle una visita (cfr. Lc 2, 8-12). No apareció ninguna persona importante en la cueva. Sólo gente pobre. Todo pobre… Solamente la gente pobre como los pastores y la gente humilde como los magos pueden tomar en serio esta noticia y creer en ella.»[5]


La palabra que aparece en el Evangelio de San Lucas, en el capítulo 2, en los vv. 8. 15.18. 20, es Ποιμένες  pastores; como se puede ver, son mencionados cuatro veces, y toda la perícopa gira en torno suyo. ¿Qué es lo que hacen? Reciben un anuncio y se dedican a difundirlo δοξάζοντες καὶ  αἰνοῦντες, es decir, actúan como misioneros evangelizadores. Eso es lo que encontramos en el Evangelio de hoy.

Abel, Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David figuras especialísimas de la Sagrada Escritura eran pastores. Los pastores se caracterizaban porque eran seminómadas, vivían  trasladándose de un lugar a otro, en  busca de agua y pastos para sus rebaños. Además, debían proveer un lugar seguro para esos rebaños, los pastores tenían que proteger a sus ovejas de los ladrones y de los animales tales como los lobos, los leones y los osos  y prevenir que se apartaran del rebaño y se perdieran.

La palabra "pastor" se usa con frecuencia en el texto bíblico para designar a la dirigencia: los sacerdotes y gobernantes, los escribas y la clase acomodada. Los profetas Isaías, Ezequiel y Zacarías reprendieron duramente a los dirigentes de Israel, y los compararon con pastores despiadados, insensibles, codiciosos, que conducían a la perdición a los que estaban bajo su cuidado, y se aprovechaban de ellos expoliándolos hasta la muerte.

Con frecuencia, también, se designa al propio Jesús como un Pastor que conduce y cuida de sus "ovejas" con ternura, bondad y fidelidad. En el capítulo 10 de San Juan, Jesús se llama a sí mismo “el Buen Pastor”, dispuesto a dar su vida por sus ovejas (Jn 10, 11-15). Por otra parte, las ovejas llegaban a identificar de tal forma a su pastor, que lo reconocían y sólo respondían a su voz. Identificamos a los pastores con los Anawin, con los “clientes” de Jesús; Él siempre estaba rodeado de enfermos, leprosos, jorobados, cojos, inválidos. Los pastores aparecen en las pinturas egipcias frecuentemente como seres miserables, sucios y barbudos, desnudos y medio muertos de hambre, a menudo deformes y rengos. Emilio Mazariegos define quienes son estos pastores: «La gente. La buena gente. Lo que no tiene nombre. Lo perdido. Lo que no se da importancia. La gente. Los del montón. Los de la noticia. La gente. Los de corazón sencillo y humilde. Aquellos que hicieron temblar el corazón de Jesús de gozo. Aquellos que se sienten bien al lado de un Nazareno, un don nadie. Aquellos que le buscan porque lo necesitan. Aquellos que comen el pan de cada día.

En la noche de la historia los testigos fueron una buena gente, los pastores. Gente despreciada, gente tenida por marginados. Fueron testigos de la Buena Nueva, de la Gran Noticia, los que vivían despojados de todo –en eterno éxodo- los que dormían al sereno de la noche. Fueron testigos del don de María al mundo los que tenían el corazón lleno de estrellas, como las que cubrían su cuerpo, los que estaban acostumbrados a ver la luz en la oscuridad de la noche.

En la noche escucharon la Gran Noticia. Y en la noche les llovió paz. Paz porque eran buena gente. Paz porque ya la llevaban en su corazón sin poderes. Ellos descubrieron la nueva Estrella, el Mesías esperado.»[6] En esta fecha la Iglesia nos convida a la Jornada Mundial de Oración por la Paz.

51ª JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

La paz es un desafío al prurito que hay en nosotros… un desafío a ese hormigueo de las manos y del corazón que quisiera acabar, rápido e inmediatamente, con quien piensa distinto de nosotros.

Carlo María Martini


«Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración. De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados… Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental…


… Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.
“Acoger” recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles».
“Proteger” nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En particular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda».
“Promover” tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados. Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación: de esta manera, no sólo podrán cultivar y sacar el máximo provecho de sus capacidades, sino que también estarán más preparados para salir al encuentro del otro, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: “Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto”.
Por último, “integrar” significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe san Pablo: “Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios”»[7].

A QUIÉN ELIGE DIOS
Félix Moracho dice: «Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su hijo. ¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para madre de su hijo hecho hombre? ¿A qué “señora” elige? A una mujer judía, María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el Imperio romano (Lc 2, 1-7) María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn 7, 52) de un pueblito del que se dice “¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 3,46). A una mujer pobre. Esta es la realidad. Dios no escoge a una princesa, una persona importante. Lo podía hacer. Pero María ni siquiera es la esposa de un sacerdote judío (y había 7.200 en aquella nación tan pequeña), ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. A una mujer de pueblo. La madre de Dios es María de Nazaret, un pueblecito pequeño, más bien un caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo Jesús “el de Nazaret” (cfr. 1, 45-46) nació y vivió pobre en medio de su pueblo. Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc 2, 7-19).»[8]

Su cuna es un pesebre, φάτνῃ [fatné] dice el original griego; la palabra en español es de origen latino, viene de praesepe que significa establo, pesebre, caballeriza, corral, cuadra, cercado o lugar cerrado en que se recoge el ganado, cuadra. Formado por el prefijo prae  por delante, más el sustantivo saepes, que significa recinto, cerca, cercado.


María dejó que Jesús tomara forma en su vientre y también en su corazón, en todo su ser, meditando hondamente lo que Jesús hacía y decía, dos formas de palabra ῥῆμα, palabra hecho vida y palabra verbal (palabra pronunciada y palabra sucedida, distingue Etienne Charpentier). Otro tanto hemos de hacer nosotros, ir a Jesús y atesorar συνετήρει con profundidad cada palabra y cada gesto, dejarlos madurar en nuestro corazón συμβάλλουσα y luego, difundirlo, proclamarlo por doquier, procurando desatar hambre y sed de Dios.

Doquiera se presenta María, en cualquiera de sus advocaciones, allí llega Ella, misionera, portadora del Evangelio viviente, viene siempre con el Mesías en sus brazos, siempre nos está indicando “Lo que les diga, háganlo” (Jn 2, 5b). «El don que María hará a este continente es el revelar a Dios que “dispersa a los hombres de soberbio corazón, derriba del trono a los poderoso y enaltece a los humildes”. En pocos lugares de la tierra, María es centro de atención y de esperanza tanto como en América Latina. Desde Guadalupe hasta Maipú, he visto masas inmensas recorrer de rodillas interminables y duros pavimentos, para tocar la imagen de María y confiarle su impotencia frente al sufrimiento.»[9]

“¡Te saludo Madre de Gracia!... Con la Iglesia entera profeso y proclamo que Jesucristo… es el único mediador entre Dios y los hombres: pues su encarnación prodigó a los hijos de Adán, quienes están sujetos al poder del pecado y de la muerte, su redención y purificación. Al mismo tiempo, estoy plenamente convencido de que nadie ha sido llamado a participar tan profundamente como tú, Madre del Redentor, en este inmenso y extraordinario Misterio. Y nadie está mejor capacitado que tú misma, María, para permitirnos penetrar este Misterio de manera más sencilla y clara, nosotros que lo anunciamos y que formamos parte de Él.”[10]


María es nuestro ejemplo de misioneros evangelizadores, aun cuando muchas veces evangelizamos sin palabras. «Es necesario y urgente “plantar viñas”. “Sembrad, segad, plantad y comed de sus frutos”, dice el profeta Isaías. Sembrar y cosechar para dar con abundancia lo que cada uno ha recibido del Señor. Si no somos misioneros no somos plenamente cristianos… Tu testimonio de buen cristiano es fundamental donde te encuentres y tu palabra atenta para anunciar tu experiencia de vida de Jesús a los demás es muy importante.»[11] La liturgia tiene un eje misional. Se refiere a ese papel de representantes, de embajadores “aquí abajo”, está en la urgencia de que transparentemos a Dios, que vivamos Jesusmente –valga decir- a la manera de Jesús, con el fin de que su Nombre sea Santificado. Se cumple en la figura de los pastores y de la función que cumplen en el relato del Evangelio. Miremos ahora, que se cumpla en todos nosotros como constructores de una civilización de la Paz, la Vida, el perdón y el Amor.





[1] San Ireneo, CONTRA LOS HEREJES III,19,1
[2] HIMNO DE NOTRE DAME
[3] Moracho, Félix LA VIRGEN MARÍA ES MARIA DE NAZARET Ed “Tierra Nueva” Quito Ecuador  p. 29
[4] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella-Navarra 2004 p. 115
[5] Mesters, Carlos. MARÍA LA MADRE DE JESÚS. Ed. “Tierra Nueva” Quito Ecuador. 2001 pp. 38-39
[6] Mazariegos, Emilio L. EN ÉXODO CON MARÍA. San Pablo Santafe de Bogotá. 2da ed. 1997 p. 38
[7] Papa Francisco. PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 51ª JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 1o de enero de 2018
[8] Moracho, Félix Op. Cit. p. 7
[9] Paoli Arturo. LA PERSPECTIVA POLÍTICA DE SAN LUCAS Siglo XXI Editores Bs As Argentina 1973 p. 183
[10] San Juan Pablo II
[11] Munera Ochoa, Oscar pbro. LLAMADOS TODOS A LA MISIÓN PERMANENTE. En Revista IGLESIA SINFRONTERAS Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús #341 p.49

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