Is
60, 1-6; Sal 72(71), 1-2. 7-8. 10-11. 12-13; Ef 3, 2-3a. 5-6; Mt 2, 1-12
… hemos visto salir
su estrella y venimos a adorarlo.
Mt 2, 2c
Los sumos sacerdotes
y los maestros de la ley, por su parte, supieron informar a los Reyes Magos
sobre donde debía nacer el Mesías según las profecías (Miq 5,2) en Belén de
Judá; sin embargo ellos mismos no fueron a adorarlo.
Sabemos
que hay dos relatos de la Infancia de Jesús en los Evangelios, debidos, el uno,
a Lucas y, el otro, a San Mateo. San Lucas pone el énfasis en mostrar al Hijo
de Dios revelado a los pobres; San Mateo está interesado en su “manifestación”
no exclusiva para los judíos sino abierta a una cultura tan diversa –e,
inclusive adversa- como aquella que acepta la magia y la astrología, en el
sentido de poder leer los signos explicitados por las estrellas, en diversas
culturas y desde antiguo se entendía que a los hechos en la tierra
correspondían señales escritas en el firmamento; los Sabios venidos de oriente
precisamente representan esas culturas.
Menos
extraña a los judíos, está también presente la idea de comunicación divina a
través de los sueños, pues por este medio les avisa que al regresar no pasen
por donde Herodes -ya que este los había comisionado (Mt 2, 8b) para delatar el
sitio exacto donde estaba el recién nacido “Rey de los judíos” –como también le
avisó a José que no dudara en aceptar a María y como le dirá en la siguiente
perícopa –otra vez a San José- que tendría que huir a Egipto (Mt 2, 13-15).
Es
–por lo menos curioso- notar, como lo subraya San Juan que “Vino a su propia
casa y los suyos no lo recibieron” (Jn1, 11), mientras estos Magos vienen a
buscarlo desde Oriente, no vienen de las inmediaciones; al contrario, vienen
desde tierras remotas hasta Jerusalén y de allí irán, luego a Belén, en la
tierra de Judá (Mt 2, 1.6.), todo porque la estrella se los había indicado.
Ya
aquí se pone de manifiesto que la misión del Salvador no se circunscribe a la
esfera judía, en cambio, (y también resulta muy particular que, sea en el
Evangelio según San Mateo, que se preparó específicamente dirigido a los
potenciales cristianos venidos del judaísmo). Ya desde el principio de su vida
terrena, Jesús nos da signos que no será monopolio de una nación, ni privilegio
exclusivo de cierta etnia, Él será patrimonio de la humanidad, su raza es la
raza humana y todo humano será su hermano. Miremos como se nos expone esta idea
de catolicidad de esta fe en la Carta a los Efesios, donde se nos enuncia la
universalidad de la salvación: “Mediante el Evangelio, los pueblos no judíos
han de compartir en Cristo Jesús la misma herencia, pertenecer al mismo cuerpo
y recibir las mismas promesas de Dios” (Ef 3, 5d-6). Esta universalidad es el
mensaje central de esta celebración: la Epifanía del Señor.
Los
escribas y los sumos sacerdotes son doctos en dar razón, según las Escrituras, Mueven
los ojos sobre las Escrituras, pero estas no mueven sus pies hacia el
Señor.»[2] El paralelismo en nuestras vidas es –como mínimo- alarmante.
¿Cuántos de nosotros conocemos las Escrituras, sabemos las respuestas exactas,
pero no se nos mueven los pies, ni las manos, ni el corazón?... nos hallamos
ante esta dualidad entre vida y conocimiento; el conocimiento ha sido
esterilizado, se la ha amputado cualquier “fertilidad”, la mente maneja datos,
pero los datos no generan vida, son información muerta; o, muchas veces, aún
peor, generan quietismo, son freno, generan alienación, letargo, indiferencia. Pero
los “Magos”, de quienes Tertuliano aseguró eran reyes, no sólo se desacomodan,
abandonan su “zona de confort”, se arriesgan a enfrentar sobresaltos, salen de
sus seguridades y van en pos de la estrella que anunciaba al “rey de los
judíos”; sino que, además al encontrarlo, junto a la Reina-Madre y, “Se postraron para adorarlo” en esta
frase están presentes dos verbos: primero el hecho de inclinarse, o mejor, caer
postrado (pro-stratum hacia adelante extender en el suelo), el segundo
[pros-kyneo hacia adelante besar] “besar tierra”, “caer de rodillas”,
“ponerse cuerpo a tierra”, “demostrar obediencia, acatamiento”, “adorar”; todo
lo cual deja ver, por parte de los “Magos”, un reconocimiento de la “realeza”
del Niño, que como estaba explicado en las escrituras, sería “Jefe” y “Pastor”
del pueblo de Israel (cf. Mt 2, 6). «…este es el homenaje que se rinde a un
Dios-Rey.»[1] «Estos
sabios representan a los inquietos de hoy, a los que buscan, a los que se dejan
sorprender por lo pequeño y sencillo, a los que aún tienen capacidad de asombro
ante los milagros que suceden todos los días frente a nuestros ojos…»[2]
El rasgo característico del paganismo es el
politeísmo donde se incluyen las religiones animistas y las panteístas. Pero, no
se puede descuidar que el significado original de esta palabra apuntaba
sencillamente hacia los aldeanos, los que vivían en el campo (pagus). «La
religiosidad pagana, religiosidad desviada, pletórica, llena de magia, que lo
llevaba a hacer de Dios un instrumento del propio éxito»[3].
Este enfoque de la religión tiende a concebir la divinidad como una figura
manejable, manipulable, un dios que se puede someter a nuestros caprichos por
medio de ritos, fórmulas, hechizos y conjuros. Son tradiciones populares,
credos supersticiosos.
La Alianza y en particular la Nueva Alianza nos
llama a la Conversión: «… tiene que abandonar esta religiosidad supersticiosa y
posesiva… En Jesús resuena sobre todo hombre la llamada a salir de las propias
seguridades, a acoger la Palabra de Otro superior a nosotros, que nos salva, y
a abandonarnos en Él.»[4]
En esta Solemnidad estamos llamados a a) Reconocer
nuestra pequeñez y, en contrapartida, admirar al Señor, en su Inconmensurable Magnificencia.
b) A conformarnos con el ecumenismo de nuestra fe, que está abierta a toda la
humanidad, aceptando que los “gentiles” también son coherederos (cf. Ef 3, 6),
fe que es hospitalaria y acogedora; y c) –último, pero no menos importante- a
estar dispuestos a movilizarnos, a comprometernos, a salir a “misionar”, a
“ponernos en camino”. Escuchar la Palabra es precisamente eso, no quedarse ahí
“inmóvil”, sino ir a practicar la Misericordia; no vamos solos, el Señor va con
nosotros, Él es Emmanuel.
[1]
Benedicto XVI LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2012. p. 112.
[2] Pulido, Luis Alfredo .
mccj. UNA NAVIDAD CONTRACORRIENTE. En revista IGLESIA SINFRONTERAS. # 361. Dic
2012. pp. 46-48
[3]
Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MASDITACIONES PARA CADA DÍA.
Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D.C.-Colombia 1995. p. 21
[4] Ibid
p. 22
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