sábado, 7 de enero de 2017

SU NACIMIENTO NOS LLAMA A LA ACCIÓN


Is 60, 1-6; Sal 72(71), 1-2. 7-8. 10-11. 12-13; Ef 3, 2-3a. 5-6; Mt 2, 1-12

… hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.
Mt 2, 2c

Los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, por su parte, supieron informar a los Reyes Magos sobre donde debía nacer el Mesías según las profecías (Miq 5,2) en Belén de Judá; sin embargo ellos mismos no fueron a adorarlo.

Sabemos que hay dos relatos de la Infancia de Jesús en los Evangelios, debidos, el uno, a Lucas y, el otro, a San Mateo. San Lucas pone el énfasis en mostrar al Hijo de Dios revelado a los pobres; San Mateo está interesado en su “manifestación” no exclusiva para los judíos sino abierta a una cultura tan diversa –e, inclusive adversa- como aquella que acepta la magia y la astrología, en el sentido de poder leer los signos explicitados por las estrellas, en diversas culturas y desde antiguo se entendía que a los hechos en la tierra correspondían señales escritas en el firmamento; los Sabios venidos de oriente precisamente representan esas culturas.

Menos extraña a los judíos, está también presente la idea de comunicación divina a través de los sueños, pues por este medio les avisa que al regresar no pasen por donde Herodes -ya que este los había comisionado (Mt 2, 8b) para delatar el sitio exacto donde estaba el recién nacido “Rey de los judíos” –como también le avisó a José que no dudara en aceptar a María y como le dirá en la siguiente perícopa –otra vez a San José- que tendría que huir a Egipto (Mt 2, 13-15).


Es –por lo menos curioso- notar, como lo subraya San Juan que “Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron” (Jn1, 11), mientras estos Magos vienen a buscarlo desde Oriente, no vienen de las inmediaciones; al contrario, vienen desde tierras remotas hasta Jerusalén y de allí irán, luego a Belén, en la tierra de Judá (Mt 2, 1.6.), todo porque la estrella se los había indicado.

Ya aquí se pone de manifiesto que la misión del Salvador no se circunscribe a la esfera judía, en cambio, (y también resulta muy particular que, sea en el Evangelio según San Mateo, que se preparó específicamente dirigido a los potenciales cristianos venidos del judaísmo). Ya desde el principio de su vida terrena, Jesús nos da signos que no será monopolio de una nación, ni privilegio exclusivo de cierta etnia, Él será patrimonio de la humanidad, su raza es la raza humana y todo humano será su hermano. Miremos como se nos expone esta idea de catolicidad de esta fe en la Carta a los Efesios, donde se nos enuncia la universalidad de la salvación: “Mediante el Evangelio, los pueblos no judíos han de compartir en Cristo Jesús la misma herencia, pertenecer al mismo cuerpo y recibir las mismas promesas de Dios” (Ef 3, 5d-6). Esta universalidad es el mensaje central de esta celebración: la Epifanía del Señor.

Los escribas y los sumos sacerdotes son doctos en dar razón, según las Escrituras, Mueven los ojos sobre las Escrituras, pero estas no mueven sus pies hacia el Señor.»[2] El paralelismo en nuestras vidas es –como mínimo- alarmante. ¿Cuántos de nosotros conocemos las Escrituras, sabemos las respuestas exactas, pero no se nos mueven los pies, ni las manos, ni el corazón?... nos hallamos ante esta dualidad entre vida y conocimiento; el conocimiento ha sido esterilizado, se la ha amputado cualquier “fertilidad”, la mente maneja datos, pero los datos no generan vida, son información muerta; o, muchas veces, aún peor, generan quietismo, son freno, generan alienación, letargo, indiferencia. Pero los “Magos”, de quienes Tertuliano aseguró eran reyes, no sólo se desacomodan, abandonan su “zona de confort”, se arriesgan a enfrentar sobresaltos, salen de sus seguridades y van en pos de la estrella que anunciaba al “rey de los judíos”; sino que, además al encontrarlo, junto a la Reina-Madre y, “Se postraron para adorarlo” en esta frase están presentes dos verbos: primero el hecho de inclinarse, o mejor, caer postrado (pro-stratum hacia adelante extender en el suelo), el segundo [pros-kyneo hacia adelante besar] “besar tierra”, “caer de rodillas”, “ponerse cuerpo a tierra”, “demostrar obediencia, acatamiento”, “adorar”; todo lo cual deja ver, por parte de los “Magos”, un reconocimiento de la “realeza” del Niño, que como estaba explicado en las escrituras, sería “Jefe” y “Pastor” del pueblo de Israel (cf. Mt 2, 6). «…este es el homenaje que se rinde a un Dios-Rey.»[1] «Estos sabios representan a los inquietos de hoy, a los que buscan, a los que se dejan sorprender por lo pequeño y sencillo, a los que aún tienen capacidad de asombro ante los milagros que suceden todos los días frente a nuestros ojos…»[2]


El rasgo característico del paganismo es el politeísmo donde se incluyen las religiones animistas y las panteístas. Pero, no se puede descuidar que el significado original de esta palabra apuntaba sencillamente hacia los aldeanos, los que vivían en el campo (pagus). «La religiosidad pagana, religiosidad desviada, pletórica, llena de magia, que lo llevaba a hacer de Dios un instrumento del propio éxito»[3]. Este enfoque de la religión tiende a concebir la divinidad como una figura manejable, manipulable, un dios que se puede someter a nuestros caprichos por medio de ritos, fórmulas, hechizos y conjuros. Son tradiciones populares, credos supersticiosos.

La Alianza y en particular la Nueva Alianza nos llama a la Conversión: «… tiene que abandonar esta religiosidad supersticiosa y posesiva… En Jesús resuena sobre todo hombre la llamada a salir de las propias seguridades, a acoger la Palabra de Otro superior a nosotros, que nos salva, y a abandonarnos en Él.»[4]


En esta Solemnidad estamos llamados a a) Reconocer nuestra pequeñez y, en contrapartida, admirar al Señor, en su Inconmensurable Magnificencia. b) A conformarnos con el ecumenismo de nuestra fe, que está abierta a toda la humanidad, aceptando que los “gentiles” también son coherederos (cf. Ef 3, 6), fe que es hospitalaria y acogedora; y c) –último, pero no menos importante- a estar dispuestos a movilizarnos, a comprometernos, a salir a “misionar”, a “ponernos en camino”. Escuchar la Palabra es precisamente eso, no quedarse ahí “inmóvil”, sino ir a practicar la Misericordia; no vamos solos, el Señor va con nosotros, Él es Emmanuel.



[1] Benedicto XVI LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2012. p. 112.
[2] Pulido, Luis Alfredo . mccj. UNA NAVIDAD CONTRACORRIENTE. En revista IGLESIA SINFRONTERAS. # 361. Dic 2012. pp. 46-48
[3] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MASDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D.C.-Colombia 1995. p. 21
[4] Ibid p. 22

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