Is 7, 10-14; Sal 23,
1-2. 3-4ab. 5-6; Rm 1, 1-7; Mt 1, 18-24
“… mientras llega el
feliz cumplimiento de nuestra esperanza. El regreso glorioso de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo.”
Tt 2, 13
“… el tema de la esperanza
cristiana. Es muy importante, porque la esperanza no defrauda. ¡El optimismo
defrauda, la esperanza no! ¿Entendido? Tenemos tanta necesidad, en estos
tiempos que parecen oscuros, en el cual a veces nos sentimos perdidos ante el
mal y la violencia que nos circunda, ante el dolor de tantos hermanos nuestros.
¡Se necesita la esperanza!”
Papa Francisco
Vivimos un tiempo de esperanza
Navidad
es por excelencia una época de esperanza, nuestro corazón efectúa su traslación
–como los planetas alrededor del sol- en torno a la idea del Mesías, el
Esperado, el Vaticinado; y el estribillo que cantamos apremia su regreso:
“¡Ven, no tardes tanto!”; y, el Introito de esta Misa reza: “Envíen los cielos
el rocío de lo alto y las nubes derramen la justicia. Ábrase la tierra y brote
el Salvador”. Así los pensamientos de Navidad y Parusía conforman una dupla
indivisible. «La esperanza cristiana se refiere, pues, al reino de Dios en
plenitud, se refiere a la ciudad futura, la que la Biblia Hebrea llama “shalóm”,
la paz entendida en sentido total, la posesión y la comunión de todo verdadero
bien que se hace común entre todos los hombres y común entre los hombres y
Dios, la comunión perfecta de Dios con el hombre y de los hombres entre sí… la
esperanza… tiene también un valor mundano, en el sentido de que influye
fuertemente en la construcción del mundo. Sí no tuviera una correspondencia en
la historia, no sería esperanza de hombres… modelo para trabajar en la
construcción de un mundo humano que tenga, en cuanto posible, las
características de este término hacia el que tiende el cristiano. ¿Cuáles son
estas características?... justicia, libertad fraternidad, paz, derechos
humanos… lucha contra la marginación, el hombre, la desocupación, y todas las
realidades que desfiguran la imagen ideal de la ciudad de los hombres, que se
construye a imitación de su término perfecto que es el Reino de Dios.»[1]
En
este IV Domingo de Adviento (A), Juan el bautista cede su turno protagónico a
San José. El nombre José –que lleva el padre adoptivo de Jesús- que significa
“Dios completa” y que otros han querido “Dios provee”, tiene un antecedente en
el Primer Testamento –es la figura que cierra el Libro del Génesis- su historia
ocupa en Gn. los capítulos del 37 al 50, con cuyo personaje comparte el modo de
comunicación con Dios, por medio de sueños.
José también recibe una paternidad virginal
La
plataforma de despegue que usa San Mateo es la referencia al profeta Isaías,
que se nos presenta en la Primera Lectura, en la Mesa de la Palabra, de esta
Eucaristía Dominical, que en este año de Gracia celebramos hoy, 18 de
Diciembre: “Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que
cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: ‘Mirad:
la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que
significa "Dios-con-nosotros’". «Excepcionalmente podemos fijar con
mucha precisión la fecha de este versículo de Isaías: se sitúa en el año 733
antes de Cristo.»[2]
¿En
qué circunstancia se profiera esta profecía? La profecía se entrega a Acaz, rey
de Judá, que al verse amenazado por la potencia Asiria, rechaza un pacto con la
coalición de Israel y Damasco-Siria. El problema estuvo en que semejante
sometimiento hará que, más tarde Judá tenga que rendir culto a las deidades de
los asirios y construir en el Templo de Jerusalén un altar según las
estipulaciones de su culto. Esto constituyó clara expresión de confianza en la
potencia humana por encima del amparo Divino –«Aliarse con el gran Imperio
asirio conlleva una contaminación religiosa del pueblo, pues deberán someterse
a otros dioses… En el fondo, es la gran realidad de la personas y de los pueblos,
si no tienen fe van al abismo. Isaías insistirá en que el camino a seguir es la
confianza absoluta en Dios, norma del yahvismo puro.»[3]; así Acaz[4] se hizo indigno de la
promesa de recibir al Dios-con-nosotros, al Mesías. Quizás Isaías, al momento
de proferir la profecía «…no piensa en una “joven-virgen”, sino en una
“joven-mujer-madre” y por eso la llama “almah”=”doncella”. Si hubiera querido
unir virginidad y maternidad, habría utilizado expresamente el término
“betuláh” que significa “virgen”… la doncella es Abiyyá, esposa del rey Ajaz;
el niño es Ezequías, su hijo.»[5]
«Llegado
el momento de traducir la Biblia al griego (s.III-II), el Espíritu que había
iluminado a Isaías para contemplar y que lo había inspirado para escribir,
asistió también al traductor alejandrino, el cual tradujo el oráculo antiguo de
la siguiente manera: “He aquí que LA VIRGEN RECIBIRÁ EN SU SENO Y DARÁ A LUZ un
hijo y llamaras su nombre Emmanuel”…. El término “’Almah= doncella” fue
traducido por “parthenos=virgen; en efecto, el vocablo hebreo isaiano “joven
mujer” ofrecía la posibilidad de que pudiera ser traducido también por la
palabra “parthenos”=VIRGEN.-El adjetivo y el participio presente se
trasformaron en verbos en futuro.»[6]; «… ya en este punto la
finalidad no es la de dar solidez a la fe del monarca, sino confesar la
fidelidad del Señor que supera también las incredulidades humanas… En realidad,
el centro de la señal no era tanto el modo (virginal) del nacimiento, cuanto el
nacimiento mismo, el significado encerrado en el nombre y el destino futuro.
Pero el profeta fijaba también la mirada más allá de ese primer plano todavía
empañado e imperfecto, hacia una salvación y liberación más excepcional.»[7]. «La palabra hebrea almah
permite diversidad de traducciones: muchacha, joven, sierva, doncella, virgen;
se trata de una mujer joven que todavía no ha dado a luz y que puede ser
desposada o núbil. La traducción griega de los LXX, en el siglo III a.C.,
tradujo por parthenos, palabra que sólo puede ser traducida por
“virgen”.»[8]
«La
afirmación sobre la virgen que da a luz al Emmanuel,… es una palabra en espera…
no es una palabra dirigida solamente a Acaz. Tampoco se trata sólo de Israel.
Se dirige a la humanidad. El signo que Dios mismo anuncia no se ofrece para una
situación política determinada, sino que concierne al hombre y su historia en
su conjunto… En la época de Augusto, después de tantos trastornos provocados
por las guerras y las luchas civiles, el país se ve invadido por una oleada de
esperanza: ahora debía comenzar por fin un gran periodo de paz, debería
despuntar un nuevo orden del mundo. En esta atmósfera de espera en la novedad
se incluye la figura de la virgen, imagen de la pureza, de la integridad, de un
comienzo “ab integro”… las figuras de la virgen y del niño forman parte
de algún modo de las imágenes primordiales de la esperanza humana, que
reaparecen en momentos de crisis y de espera, aun cuando no haya en perspectiva
figuras concretas.»[9]
Jesús nace también en nuestras vidas
«Jesús
es la novedad de Dios que entra en la historia de los seres humanos. Primero
estos se sorprenden, no comprenden, e inclusive llegan a confundir esto con
alguna inmoralidad. A veces estamos tan lejos de Dios, y lo desconocemos tanto,
que cuando Él entra en nuestra vida pensamos hasta en huir. Sin embargo,
vencido el miedo, comenzamos a comprender el misterio: es Dios que se encarna
para salvarnos, al liberarnos de todos los obstáculos que impiden nuestra
libertad y nuestra vida, es decir, que nos impiden ser aquello que Dios ha
proyectado para nosotros desde toda la eternidad: ser su imagen y semejanza (Gn
1, 26-27).»[10]
Aún faltan tres fichas de este rompecabezas, vamos a añadirlas ahora:
Escuchemos en su orden a José Luis Martín Descalzo, a Carlo María Martini y al
Papa Francisco:
-«Acuérdate
de que Dios pudo enamorarse de mil otras cosas en el universo y fue a
encapricharse con este pobre ser que nosotros somos, los únicos que puede
volverse contra Él y ofenderle. Y, sin embargo, ya ves: fue de los hombres de
quien se enamoró. A lo mejor, no estamos aún tan podridos. Y hay sitio en
nosotros para una nube blanca»[11]
-«No
es cierto que todo esté perdido para el hombre, que para el futuro no haya sino
pesimismo, escepticismo y temor, sino que la muerte, la soledad, la
desesperación están vencidas para quien acoge a este niño, para quien acoge
esta palabra, como los pastores, para quien la repite con alegría a todos los
que se le acercan.»[12]
-Aludiendo,
seguramente, a Mt 18, 3 dice papa Francisco: «Son los pequeños, hechos grandes
por su fe, los pequeños que saben continuar esperando. Y la esperanza es una
virtud de los pequeños. Los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza;
no saben qué cosa es… Y llegamos a la conclusión:¡Dejémonos enseñar la
esperanza! Esperemos confiados la llegada del Señor, y cualquiera que sea el
desierto de nuestras vidas y cada uno sabe en qué desierto camina, se
convertirá en un jardín florido. ¡La esperanza no defrauda! Lo decimos otra
vez: “¡La esperanza no defrauda!”.»[13]
[1]
Martini, Carlos. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR.MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San
Pablo Santafé de Bogotá D.C.-Colombia 1995 pp.550-551
[2]
Benedicto XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2012. p.52
[3]
Jordán Chigua, Milton. PINCELADAS BÍBLICAS DE LOSPROFETAS. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia. 2015. p.87
[4]
Tenemos tres grafías distintas para referirnos al mismo personaje, Acaz, Ajaz o
Ahaz.
[5]
Carillo Alday, Salvador, M.Sp.S. LOS PROFETAS DE ISRAEL. Ed. Centro Carismático
“El Minuto de Dios” Bogotá-Colombia. 1983. pp. 129. 135.
[6]
Ibidem p. 137
[7]
Ravasi, Gianfranco. LOS PORFETAS. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia
1996. pp74.76.
[8]
Jordán Chigua, Milton. Op. Cit. p. 86
[9]
Benedicto XVI. Op. Cit. p. 61
[10] Storniolo,
Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MATEO. EL CAMINO DE LA JUSTICIA Ed. San
Pablo Santafé de Bogotá D.
C.-Colombia 1999. p. 25
[11]
Martín Descalzo, José Luis. BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta Barcelona-España 1998 p.
98
[12]
Martini, Carlos María. Op. Cit. p. 556
[13]
Papa Francisco AUDIENCIA PAPAL. Vaticano, 7 DE
Dic. 2016. www.aciprensa.com/noticias/texto-catequesis-del-papa-francisco-sobre-la-esperanza-49727/
No hay comentarios:
Publicar un comentario