sábado, 3 de diciembre de 2016

EN VEZ DE CETRO, SERÁ UN REY CON BIELDO EN SU MANO


Segundo Domingo de Adviento (A)
Is 11, 1-10; Sal 72(71), 1-2. 7-8. 12-13. 17; Rom 15, 4-9; Mt 3, 1-12

"Si nos parecemos a Cristo, quienes nos vieron ya
se quedaron pensando en El. Ya les predicamos
con nuestro ejemplo, pues un hombre que está
lleno de Dios, lo comunica a todos".

San Francisco de Asís

“… ¡en la Biblia, el rey no es el rey! ¡El Rey es Dios!”

                                                                                 Noël Quesson

Punto de partida: el Domingo anterior
En el Primer Domingo de Adviento de este ciclo nos ocupamos del tema de la Segunda Venida. Hoy vamos a “prepararnos”, y ahí íbamos… nos habíamos quedado en la pregunta de ¿cómo nos preparamos? , y les adelantamos una primera instrucción general: ¡Estando siempre preparados! En este Segundo Domingo nos introducimos en algunas puntualidades admirables.

El Reino y su Reinado
El profeta en la Primera Lectura nos presenta los detalles concisos del Reinado Esperado, con un lenguaje francamente poético, designa su rasgo básico: La Paz. El vastísimo territorio, diremos mejor, el ilimitado territorio de su Reinado es denominado aquí Monte Santo, una alusión a Jerusalén –recordemos que el Monte Santo está en la Nueva Jerusalén, porque Jesús todo lo hizo Nuevo- y digámoslo, una vez más, esta palabra significa “Ciudad fundamentada sobre la Paz”, aquí no es la capital de la nación judía, sino la sede universal del Reinado de Dios, un reinado Católico –atención que no queremos para nada ser excluyentes, no queremos decir un Reinado de los creyentes católicos, sino un reinado Universal, porque esto es lo que significa la palabra católico, abierto a toda la humanidad, (como nos conmina el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium: «La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio»); lo esencial, es el resplandor de la Paz, y el Monte Santo no es Sión, como hemos dicho otrora, no es la el-Quds, que se nombra así en árabe actual.


Examinemos cómo es la Paz en el Reino, en la Nueva Jerusalén, en el Monte Santo: «… está el mundo de los animales, dividido en dos grupos: los domésticos y los salvajes. El poeta los va llamando uno por uno y los mete en su verso como en una nueva arca. Allí conviven todos en paz. Los domésticos siguen pacíficos, y los salvajes se hacen domésticos. Es un fenómeno extraño, desacostumbrado, porque están emparejados y jugando los depredadores con los domésticos. Incluso la serpiente, la más dañina desde el paraíso, se ha vuelto inofensiva. Ha nacido la paz entre ellos y, al domesticarse, se han humanizado y viven fraternalmente en familia. Ya se puede nombrar a la serpiente sin necesidad de tocar madera, y se la puede tocar a ella misma, porque ha perdido el veneno. Un niño juega con ella. ¿Qué ha pasado?

… aparece aquí, sorprendentemente, la figura infantil. Con los animales adultos aparecen juntamente sus crías, que nacen ya con un instinto nuevo: las crías se tumban con las crías, todas mansas, domesticadas. Lo infantil en este sector es un niño. Lo humano interviene en calidad de infantil.

En este extraño parque zoológico no es necesario poner vallas. El tigre se pasea mansamente y juega con el cordero, van juntos el novillo y el león, el lobo y el cordero, la pantera y el cabrito… Todo se ha vuelto manso. ¿No será la presencia del niño la que está trasformando todo? Es la presencia infantil la que impone esta serenidad pacífica. En esta figura reconocen y aceptan todos un poder especial: “No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo”.»[1]

Los diez rasgos característicos del Reino, están enumerados en el Salmo 72(71):
a) Defiende a los humildes del pueblo
b) socorre a los hijos del pobre
c) quebranta al explotador
d) Durante su reinado florecerá la justicia y también la paz
e) se librará al pobre que clama
f) Dios mismo será el protector del afligido que no tiene protector
g) por fin, se apiadaran del pobre y del indigente y estará a salvo la vida de los pobres
h) La sangre de los pobres será preciosa a sus ojos
i) El Hijo de Dios será el encargado de interceder por los pobres y bendecirlos
j) Él hará que abunde el trigo, y los frutos, y las flores.


Y el Rey, ¿cómo será el Rey de tal Reino? Nos lo dibuja el profeta en el verso 2 del capítulo 11. Pero lo más estricto viene  en el verso 5, donde es sucinto: “Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura”. Quizás nuestra mente tan limitada se figuraba un dictador, con tantísimo poder, seguro creímos que era un autócrata; ¡pero no!, se deja constreñir por la Justicia y la Fidelidad. Se ajusta con suma Rectitud, no tuerce ni acomoda con conveniencias egoístas, porque es Dueño-Generoso-Abundantísimo. La Fidelidad de Dios al Reinar nos la explicita la perícopa de la Epístola a los Romanos que leemos este Domingo: “la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas…”, o sea que Dios en su Reinado no será arbitrario, su Justicia se ajustará a sus Promesas.


El Precursor
Las promesas requieren ser proclamadas, así que Dios envía un último Mensajero, previo a la llegada de su Hijo: Se trata de San Juan Bautista que nos ratifica que el Mesías vendrá ejerciendo la Justica, separando el trigo de la paja; el trigo irá al granero, es lo justo; y no menos justo es que la paja vaya al fuego. Pero no nos quiere desprevenidos, Él se exagera en su Bondad y misericordiosamente, hace preceder al Justo-Juez de la advertencia: Juan el Bautista nos viene a conminar para que cambiemos, nos exhorta a la μετανοία [metanoia]. Esa es la preparación requerida, dejar de pensar con una lógica rastrera y elevarnos sobre nuestras violencias; evadiendo las perversiones, alcanzar la conversión.


Compartimos y heredamos de Juan el Bautista la tarea de proclamadores, tenemos el encargo de «… soy hombre, soy miembro de la sociedad, soy célula en el cuerpo de la raza humana, y las vibraciones de mi pensar y de mi sentir recorren los nervios  que activan el cuerpo entero para que entienda y actúe y lleve la redención al mundo.» no somos menos responsables que Él en el proceso de construcción del Reino, «… que la realidad desnuda de la pobreza actual se levante en la conciencia de todo hombre y de toda organización para que los corazones de los hombres y los poderes de las naciones reconozcan su responsabilidad moral y se entreguen a una acción eficaz para llevar el pan a todas las bocas, refugio a todas las familias y dignidad y respeto a toda persona en el mundo de hoy…. Que mis pensamientos y mis palabras y el fuego de mi mirada y el eco de mis pisadas despierte en otros el mismo celo y la misma urgencia para borrar la desigualdad e implantar la justicia.»[2]



[1] Schökel, Luis Alonso y Gutiérrez, Guillermo MENSAJES DE PROFETAS. MEDITACIONES BÍBLICAS. Ed. Sal Terrae. Santander-España. 1991 pp. 38-39
[2] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal terrae Santander-España 1989 pp. 135-136

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