(También para
los) "que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente
purificados"
(Cc. de
Trento: DS 1743)
El hombre
no resucita a la vida biológica, sino a
la vida eterna que ya no se ve amenazada por la muerte.
Leonardo
Boff
Iniciamos
proponiendo siete liturgias de la Palabra para esta Conmemoración de los Fieles
Difuntos:
a) 2Mac12, 43-46;
Sal 129, (1-8); Rom 6, 3-9; Jn 12, 23-28
b) Sab 3, 1-9; Sal
41, (2-5); Hech 10, 34-36. 42-43; Mt 25, 31-46
c) Is 25; 6. 7-9;
Sal 114, (5-6. 115, 10-15); 1Jn 3, 14-16; Lc 24, 13-35
d) Lam 3,17-26; Sal
129; Rm 6,3-9. Jn 14,1-6.
e) Sab 3, 1-6.9; Sal
61, 2-3. 6-9a; Ap 21, 1-5a.6b-7; Lc 23, 44-46. 50. 52-53.
f) Is 25; 6. 7-9;
Sal 129, (1-8); 1Tes 4, 13-14.17-18; Jn 6, 51-58
g) Jb 19, 1.23-27a;
Sal 24, (6-7.17-21); Flp 3, 20-21; Jn 14, 1-6.
A
consecuencia del pecado, todos estábamos unidos a un fin inexorable, la muerta
era, entonces, nuestro punto de convergencia. Pero la Encarnación de Jesús, su
Pasión, Muerte y Resurrección abrieron para nosotros una puerta distinta: la
esperanza de ser co-participes de la Resurrección. Nuestro Señor Jesucristo no
pasó por el umbral de la muerte simplemente para hacerse solidario con nosotros
en el dolor, el sufrimiento y la tiniebla del Sheol. No. Él, al atravesar esa
entrada, franqueo para nosotros, sus hermanos ante el Padre, un pasadizo. La
puerta quedó irrevocablemente abierta desde que el Segundo Adán, Aquel que no
fue contaminado por el pecado, sino que se mantuvo fiel y obediente al
Padre, taladró el boquete por el que nosotros también, siguiéndolo a Él,
Camino, Verdad y Vida, podríamos también entrar al Banquete de la máxima
intensificación de lo que es vida. No la vida biológica “bios”, sino ζωή “Zoé”
la vida que Dios tiene en sí mismo, que «se sitúa en el Pneuma de Dios
indestructible e inmortal.»[1].
La
ruta que nos conduce y nos da la credencial de paso es la vía Sacramental.
Particular y especialmente la de los Sacramentos de iniciación: El bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía. Por el bautismo adquirimos identidad en la muerte
puesto que al sumergirnos morimos –y no de cualquier manera, sino que morimos
con Jesús- y al salir del agua, nacemos nuevamente, purificados, marcados
indeleblemente con el signo de la resurrección como hermanos del Resucitado;
nacemos del agua y del Espíritu a la vida de la Gracia. Por el Sacramento de la
Confirmación se nos hace entrega a plenitud del Espíritu Santo, especialmente de
sus Dones que nos configuran con Jesucristo. Y en la Eucaristía se nos invita
al Banquete del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Amadísimo
Señor Jesucristo, que nos ofreció salvación y redención con la sola condición
de comer de su Cuerpo y de su Sangre. Así nuestro cuerpo humano se diviniza alimentándose
de los Nutrientes Celestiales para pasar a formar parte del Cuerpo Místico: "siendo
muchos, no formamos más que un sólo cuerpo en Cristo" (Rm 12, 5).
Esta
ruta Sacramental -que no excluye los otros 4 sacramentos, ni los sacramentales,
ni la vida devota, ni las obras de misericordia- se nos ha proporcionado para
facilitarnos al máximo alcanzar la
calidad de “fieles” es decir de aquellos que perseveran, porque fiel significa “siempre
cumplidor”, los que se mantienen permanentemente “vigilantes”, los que guardan
su “fe”.
Todos
nosotros al franquear ese umbral de la vida alcanzamos la categoría de “Fieles
Difuntos”: Hoy es pues la oportunidad de dar gracias por que pasamos, no como
suele decirse -y nosotros mismos muchas veces lo decimos: “de la vida a la
muerte”; sino de la vida a la Vida, que es vida plena, vida en Su Presencia,
vida con “visión beatífica”, o sea, con contemplación cara a cara del Rostro de
Dios. Conocimiento rotundo de la Suma Verdad, estado de Total Bienaventuranza.
Para
aquellos que no lo han alcanzado al cruzar ese umbral, queda todavía la opción
de nuestras plegarias. Oremos a Dios por ellos, para que puedan, prontamente,
superar su purgatorio, y alcanzar la Total Bienaventuranza de la Visión
Beatífica.
[1]
Boff, Leonardo. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO NUESTRA RESURRECCIÓN EN LA MUERTE.
Ed. Sal Terrae Santander-España p.91
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