Is 63, 16b-17. 19b;
64, 2b-7; Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 4; Cor 1,3-9; Mc 13, 33-37
El
llamado central de este Primer Domingo de Adviento, ciclo B, es la admonición
que nos hace Jesús: Βλέπετε, ἀγρυπνεῖτε· “Estén atentos y velen” Mc 13, 33a este
segundo verbo habla de permanecer despierto, de estar cuidadosamente vigilantes.
¿Se tratará de no dormir tranquilos, de estar con uno ojo durmiendo y con el
otro en vela? ¿Se tratará de estar
en un estado de zozobra como el de quien espera que sobrevenga un cataclismo?
Entraría en contradicción con la afirmación que muchas veces nos hizo el propio
Jesús contra el temor: ¡No temáis! Mc 6, 50c. Lc 12,
32a.
Más bien se trata de una manera de enfocar la
vida, hacer todo con delicada atención, poniendo en ello los cinco sentidos.
Observemos que el Señor distribuye las tareas, a cada quien le da la suya, al
portero le da una misión específica: γρηγορῇ velar con atenta vigilancia. Esa tención concentrada, esa
atención alerta, esa mente lúcida dedicada a las relaciones con los hermanos,
evitando el impersonalismo, el trato
frio, o distante -todo lo contrario- se trata de una manera muy humana de
tratarnos, poniendo siempre en primer lugar el pensamiento que cada prójimo es “un
hijo de Dios”, viendo siempre en el otro, al Otro, a Jesús, descubriendo en
cada hermano a Jesús que se ha hecho hombre y ha puesto su “tienda” entre
nosotros Jn 1, 14. Sólo así estaremos cumpliendo con ἔργον la tarea que a cada uno se nos ha
encomendado, la que conduce a que cada uno esté construyendo el Reino, no cada
uno un reino, sino cada uno la parte específica que a cada quien le
corresponde. En esa “tarea” todos tenemos la oportunidad de aportar y nuestro
aporte debe ser despierto, vigilante, con delicada atención, en estado de dulce
alerta. Recordemos en el lenguaje coloquial cuando alguien se descuida y comete
una torpeza, se le llama la atención
¡Oiga, despierte! O se le reprende: ¡Usted es que está dormido!
Veamos
una rica parábola que nos ilustra el alto grado de compromiso, de responsabilidad
que se nos encomienda poner -combatiendo el estilo que el mundo promueve, con
su cultura de la muerte, ese estilo frio, indiferente, descuidado, hostil, y
que –sin embargo, con los usuales eufemismos se le llama “estilo profesional”- todas
las veces hay que contrarrestarlo y llenarlo de σπλαγχνίζομαι ese sentir con las propias entrañas, desde
lo más profundo de uno mismo. La parábola se titula “El vendedor de semillas”
«Un
joven soñó que entraba en un supermercado recién inaugurado y, para su
sorpresa, descubrió que Jesucristo se encontraba detrás del mostrador.
-“¿Qué vendes aquí?”, le preguntó.
-“Todo lo que tu corazón desee”,
respondió Jesucristo.
Sin atreverse a creer lo que estaba
oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir lo mejor que un ser humano
podría desear: “Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu y
ausencia de todo temor -dijo el joven-. Deseo que en el mundo se acaben las
guerras, el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la
corrupción y las violaciones a los derechos humanos”.
Cuando el joven terminó de hablar,
Jesucristo le dice: -“Amigo, creo que no me has entendido. Aquí no vendemos
frutos; solamente vendemos semillas”.
"Convierte en frutos las semillas
que hay en ti".»[1]
Estar
vigilante, estar despiertos y alertas significa encarar las relaciones
interpersonales con el mismo talante con el que un agricultor asume las
semillas para llegar a hacer de ellas un cultivo, y sacar de ese cultivo una
abundante cosecha.
¿Cómo
será esa cosecha? De respeto por nuestro prójimo, de relaciones cariñosas,
llenas de solidaridad, de hermandad, de justicia, de equidad, de verdad. Así que
no nos quedemos cantándo las hermosuras del pasado, añorando los tiempos idos, trabajemos
por revivir y re-editar esos valores que hacen nuestras comunidades ejecutoras
fieles de la propuesta de Cristo. Se lo propuso a sus discípulos, nos lo dice a
todos. ¡A ti y a mí! (cfr. Mc 13, 37)
[1]
Agudelo C., Humberto A. Pbro VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU Ed. Paulinas
5ta reimpresión 2003 Bogotá – Colombia p. 86
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