Prov 31,
10-13.19-20.30-31; Sal 128(127), 1-5; 1 Tes 5, 1-6; Mt 25,
14-30
Según Jesús el lugar privilegiado
para acercarse a Dios no es el culto, ni la ciencia, ni siquiera sólo la
oración, sino el servicio al necesitado.
José Luis Caravias
sj.
La fraternidad es tan
exigente y difícil porque no consiste sólo en prestar un servicio exterior,
sino en un gesto de servicio que nos compromete, que nos arranca de nosotros
mismos para hacernos solidarios con la pobreza del otro.
Segundo Galilea
Necesitamos urgentemente hacer una teología
que pueda iluminar una poderosa antropología. Para podernos situar, requerimos
una buena (hasta donde nos es posible, desde nuestras limitaciones) comprensión
de Dios que nos deje leer quienes somos nosotros, especialmente porque somos
imágenes de Dios, nuestra auto-comprensión dependerá de cómo vemos a Dios. Y
muchísimas veces lo internalizamos como un Señor medio indiferentón, a quien
bien poco le importamos y que nos deja “por ahí”, en suspenso, mientras aplica
sus equipos de vigilancia para, habida cuenta de todos los datos compilados,
podernos “juzgar” con pruebas incontrovertibles. Una visión policiva de Dios.
Al lado de esta perspectiva ponemos muchísimas veces un rotulo paradójico:
¡Dios es Amor! (como ponerle al pote del café un rotulo que reza “bicarbonato
de sodio”).
Quedan por fuera de la panorámica las
características fundamentales de Dios: Su Generosidad, su Abundancia, su
Providencia. Cuando Dios da vida, y nos da la tierra y además nos encomienda un
tesoro muy grande, los “talentos”, descubrimos de inmediato que la parábola nos
está hablando de ese Dios de la Abundancia. En otros puntos Escriturales
encontramos –una y otra vez- ese derroche que práctica Dios como “hábito” suyo:
Está en la desmesura de la conversión del agua
en vino, pero también en la multiplicación de los panes y los peces y
las doce canastas de sobras que se recogieron. Por sólo tomar dos ejemplos.
Al mirar la parábola de hoy resulta esencial
reconocer la generosa entrega de los talentos, no hay condiciones, ni fiadores,
ni contratos, ni vigilantes, ni supervisores. La entrega es un gesto de
magnanimidad y confianza. Él sabe a quién se los ha entregado y “confía” en
nosotros.
Hay otra precisión indispensable: El talento
es no solamente una “aptitud”, una “capacidad” recibida y que debe rendir un
fruto, producir una “rentabilidad”. No. El talento es una herramienta que Dios
nos entrega para hacer el bien, para ayudar a los otros a alcanzar su plenitud.
El talento es más que una “inteligencia” (alguna de las muchas formas de inteligencia),
es muchísimo más que pura capacidad. Es algo para “liberar”, para “hacer
crecer”, para que “un prójimo” se proyecte, salga adelante, camine por las
rutas de Dios. El talento no es para que uno haga plata, no se nos ha dado para
cultivar nuestro egoísmo y acrecentar nuestra propia bolsa.
¿Qué prueba hay de que realmente el talento
–para que lo sea- debe estar puesto al servicio del prójimo? La prueba que
daremos es co-textual y doble: 1) En Mateo 24, 45-51, que forma parte de esta
misma sección que podríamos titular “Cómo seremos juzgados”, hay otro grupo que
recibe el mismo castigo que recibe aquel que enterró el talento: “Allí será el
llanto y el rechinar de dientes”; y ¿cuál era la responsabilidad en este caso?
Repartir la comida a los criados a sus horas, o sea, velar por el prójimo. 2)
La parábola de los talentos está colocada como antesala del “Juicio de las
Naciones” Mt 25, 31-46 (será el Evangelio del próximo Domingo) donde el encargo
que servirá para examinarnos es ver en el prójimo, en el necesitado, ἀδελφῶν μου τῶν ἐλαχίστων “mis hermanos
menores”, el rostro de Jesús, es decir, servirles a ellos como si fueran el
propio Jesús, valga decir, una vez más, poner nuestros talentos al servicio –no
de nuestros propios intereses- sino de los demás, de los más necesitados.
Al pasar por este recodo queremos recordar
una frase que oímos por primera vez en labios del Padre Gustavo Baena sj. «La
Iglesia no es para salvarse. La Iglesia es para salvar. No es para salvarme yo,
es para salvar al otro». Nos viene de perlas para expresar el significado de
“talento”. El talento nos es confiado por Dios para que lo “pongamos a
trabajar”, lo dediquemos a hacer el bien para con el que es pobre en alguna de
las muchas pobrezas que existen (que no es sólo la económica). Nos exige ser
creativos, “desacomodarnos”, ¡comprometernos!
Talento es טֹ֣וב וְלֹא־רָ֑ע כֹּ֝֗ל יְמֵ֣י חַיֶּֽיה ׃ “procurar el bien y nunca el mal, todos
los días de la vida” Prov 31, 12; וַ֝תַּ֗עַשׂ בְּחֵ֣פֶץ כַּפֶּֽיהָ׃ “trabajar con mano solícita” Prov 31, 13b; כַּ֭פָּהּ פָּרְשָׂ֣ה לֶעָנִ֑י
וְ֝יָדֶ֗יהָ שִׁלְּחָ֥ה לָֽאֶבְיֹֽון׃ “Tender el brazo al desgraciado y alargar la mano al indigente”
Prov 31, 20. Así es, en toda la historia de la humanidad, han sido las mujeres
las más talentosas constructoras del Reino; no exclusivamente, pero si
sobresalientemente. Piénsese en las muchas congregaciones femeninas que han consagrado
su vida al cuidado de los enfermos, los ancianos, los niños, los agonizantes,
las víctimas de la guerra y el desplazamiento forzoso. Tampoco escatimemos el
rol definitivo que juegan siempre en la construcción de la persona cuidando a
sus propios hijos y velando por su familia. וִֽיהַלְל֖וּהָ בַשְּׁעָרִ֣ים מַעֲשֶֽׂיהָ׃ “…que en las puertas de la ciudad sus obras
proclamen su alabanza”. Prov 31, 31b.
Habiendo recibido tantos y tantos talentos,
no podemos ser malos y holgazanear, μὴ
καθεύδωμεν ὡς οἱ λοιποί, ἀλλὰ γρηγορῶμεν καὶ νήφωμεν. “no nos podemos
dormir como los otros sino estemos
alerta y seamos sobrios.” 1 Tes 5, 6b.
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