sábado, 15 de noviembre de 2014

DONES PARA SERVIR


Prov 31, 10-13.19-20.30-31; Sal 128(127), 1-5; 1 Tes 5, 1-6; Mt 25, 14-30

Según Jesús el lugar privilegiado para acercarse a Dios no es el culto, ni la ciencia, ni siquiera sólo la oración, sino el servicio al necesitado.

José Luis Caravias sj.

La fraternidad es tan exigente y difícil porque no consiste sólo en prestar un servicio exterior, sino en un gesto de servicio que nos compromete, que nos arranca de nosotros mismos para hacernos solidarios con la pobreza del otro.
Segundo Galilea

Necesitamos urgentemente hacer una teología que pueda iluminar una poderosa antropología. Para podernos situar, requerimos una buena (hasta donde nos es posible, desde nuestras limitaciones) comprensión de Dios que nos deje leer quienes somos nosotros, especialmente porque somos imágenes de Dios, nuestra auto-comprensión dependerá de cómo vemos a Dios. Y muchísimas veces lo internalizamos como un Señor medio indiferentón, a quien bien poco le importamos y que nos deja “por ahí”, en suspenso, mientras aplica sus equipos de vigilancia para, habida cuenta de todos los datos compilados, podernos “juzgar” con pruebas incontrovertibles. Una visión policiva de Dios. Al lado de esta perspectiva ponemos muchísimas veces un rotulo paradójico: ¡Dios es Amor! (como ponerle al pote del café un rotulo que reza “bicarbonato de sodio”).


Quedan por fuera de la panorámica las características fundamentales de Dios: Su Generosidad, su Abundancia, su Providencia. Cuando Dios da vida, y nos da la tierra y además nos encomienda un tesoro muy grande, los “talentos”, descubrimos de inmediato que la parábola nos está hablando de ese Dios de la Abundancia. En otros puntos Escriturales encontramos –una y otra vez- ese derroche que práctica Dios como “hábito” suyo: Está en la desmesura de la conversión del agua  en vino, pero también en la multiplicación de los panes y los peces y las doce canastas de sobras que se recogieron. Por sólo tomar dos ejemplos.

Al mirar la parábola de hoy resulta esencial reconocer la generosa entrega de los talentos, no hay condiciones, ni fiadores, ni contratos, ni vigilantes, ni supervisores. La entrega es un gesto de magnanimidad y confianza. Él sabe a quién se los ha entregado y “confía” en nosotros.

Hay otra precisión indispensable: El talento es no solamente una “aptitud”, una “capacidad” recibida y que debe rendir un fruto, producir una “rentabilidad”. No. El talento es una herramienta que Dios nos entrega para hacer el bien, para ayudar a los otros a alcanzar su plenitud. El talento es más que una “inteligencia” (alguna de las muchas formas de inteligencia), es muchísimo más que pura capacidad. Es algo para “liberar”, para “hacer crecer”, para que “un prójimo” se proyecte, salga adelante, camine por las rutas de Dios. El talento no es para que uno haga plata, no se nos ha dado para cultivar nuestro egoísmo y acrecentar nuestra propia bolsa.


¿Qué prueba hay de que realmente el talento –para que lo sea- debe estar puesto al servicio del prójimo? La prueba que daremos es co-textual y doble: 1) En Mateo 24, 45-51, que forma parte de esta misma sección que podríamos titular “Cómo seremos juzgados”, hay otro grupo que recibe el mismo castigo que recibe aquel que enterró el talento: “Allí será el llanto y el rechinar de dientes”; y ¿cuál era la responsabilidad en este caso? Repartir la comida a los criados a sus horas, o sea, velar por el prójimo. 2) La parábola de los talentos está colocada como antesala del “Juicio de las Naciones” Mt 25, 31-46 (será el Evangelio del próximo Domingo) donde el encargo que servirá para examinarnos es ver en el prójimo, en el necesitado, ἀδελφῶν μου τῶν ἐλαχίστων “mis hermanos menores”, el rostro de Jesús, es decir, servirles a ellos como si fueran el propio Jesús, valga decir, una vez más, poner nuestros talentos al servicio –no de nuestros propios intereses- sino de los demás, de los más necesitados.

Al pasar por este recodo queremos recordar una frase que oímos por primera vez en labios del Padre Gustavo Baena sj. «La Iglesia no es para salvarse. La Iglesia es para salvar. No es para salvarme yo, es para salvar al otro». Nos viene de perlas para expresar el significado de “talento”. El talento nos es confiado por Dios para que lo “pongamos a trabajar”, lo dediquemos a hacer el bien para con el que es pobre en alguna de las muchas pobrezas que existen (que no es sólo la económica). Nos exige ser creativos, “desacomodarnos”, ¡comprometernos!


Talento es טֹ֣וב וְלֹא־רָ֑ע כֹּ֝֗ל יְמֵ֣י חַיֶּֽיה ׃ “procurar el bien y nunca el mal, todos los días de la vida” Prov 31, 12; וַ֝תַּ֗עַשׂ בְּחֵ֣פֶץ כַּפֶּֽיהָ׃ “trabajar con mano solícita” Prov 31, 13b; כַּ֭פָּהּ פָּרְשָׂ֣ה לֶעָנִ֑י וְ֝יָדֶ֗יהָ שִׁלְּחָ֥ה לָֽאֶבְיֹֽון׃ “Tender el brazo al desgraciado y alargar la mano al indigente” Prov 31, 20. Así es, en toda la historia de la humanidad, han sido las mujeres las más talentosas constructoras del Reino; no exclusivamente, pero si sobresalientemente. Piénsese en las muchas congregaciones femeninas que han consagrado su vida al cuidado de los enfermos, los ancianos, los niños, los agonizantes, las víctimas de la guerra y el desplazamiento forzoso. Tampoco escatimemos el rol definitivo que juegan siempre en la construcción de la persona cuidando a sus propios hijos y velando por su familia. וִֽיהַלְל֖וּהָ בַשְּׁעָרִ֣ים מַעֲשֶֽׂיהָ׃ “…que en las puertas de la ciudad sus obras proclamen su alabanza”. Prov 31, 31b.

Habiendo recibido tantos y tantos talentos, no podemos ser malos y holgazanear, μὴ καθεύδωμεν ὡς οἱ λοιποί, ἀλλὰ γρηγορῶμεν καὶ νήφωμεν. “no nos podemos dormir  como los otros sino estemos alerta y seamos sobrios.” 1 Tes 5, 6b.

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