Sab 18, 6-9; Sal
33(32), 1. 12. 18-21; Heb 11, 1-2,8-19; Lc 12, 32-48
Firmeza de las promesas
de Dios
Para
que nosotros podamos “leer los signos de los tiempos” el Señor nos entrega
anticipos que obran como pistas de decodificación. Ha señalado puntos seguros,
hitos en la historia humana donde la manifestación de su poder nos ratifica,
nos reasegura, fortificando nuestra fe. En la Primera Lectura, que proviene del
Libro de la Sabiduría (texto que se suele atribuir a Salomón, puesto que su
sabiduría se tiene por proverbial y según la usanza de aquellos pueblos se
nombraba autor a alguna figura de renombre para dar mayor credibilidad y fuerza
a su mensaje. Fue compuesto en griego lo que le ha valido el rechazo en las
Biblias de los judíos y de los protestantes), se menciona la “noche de la
liberación pascual” como señal de reconocimiento de las firmes promesas en que ya
nuestros padres habían creído. Pero la promesa encerraba dos elementos
adicionales con los que “el pueblo elegido” contaba:
·
El
exterminio de los enemigos.
·
La
salvación de los justos.
Y
se puede contar y confiar en ello, pero sin ponerle fechas a Dios quien sin
falta cumplirá con lo ofrecido, en el debido momento, no en nuestro tiempo.
Teniendo en cuenta que las promesas muchas veces cuentan con una primera etapa
de cumplimiento parcial –por así decirlo- donde queda cumplida pero sin colmar
las expectativas, quedando en suspenso su cabal cumplimiento. Los “cumplimientos parciales” marcan una
inmadurez del pueblo de Dios para alcanzar la Gracia.
En
algunas parte mencionábamos que la espera del “cabal cumplimiento” da plazo y
otorga prorroga a muchos que si el Señor diera por llegada la hora, sólo
alcanzarían su perdición. Hay muchos que dependen del aplazamiento para recorrer
su periplo y lograr darse cuenta y corregir sus yerros. Decimos con el salmista,
en el salmo 33(32), versos 12-32, algunos de los cuales se leen en el Salmo
responsorial de esta fecha:
12 ¡Feliz la nación
cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que ha escogido como suyo!
13 El Señor mira desde el cielo
y ve a todos los hombres;
14 desde el lugar donde vive
observa a los que habitan la tierra;
15 modela el corazón de cada uno
y quien vigila todo lo que hacen.
16 El rey no vence por su gran ejército
ni se salvan los valientes por su mucha fuerza;
17 los caballos no sirven para salvar a nadie:
a pesar de su fuerza no pueden salvar.
18 Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en épocas de hambre.
el pueblo que ha escogido como suyo!
13 El Señor mira desde el cielo
y ve a todos los hombres;
14 desde el lugar donde vive
observa a los que habitan la tierra;
15 modela el corazón de cada uno
y quien vigila todo lo que hacen.
16 El rey no vence por su gran ejército
ni se salvan los valientes por su mucha fuerza;
17 los caballos no sirven para salvar a nadie:
a pesar de su fuerza no pueden salvar.
18 Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en épocas de hambre.
20
Nosotros confiamos en el Señor:
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
21 Nuestro corazón se alegra en él:
confiamos plenamente en su santo Nombre.
22 ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe,
tal como esperamos de ti! Sal 33(32).
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
21 Nuestro corazón se alegra en él:
confiamos plenamente en su santo Nombre.
22 ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe,
tal como esperamos de ti! Sal 33(32).
Seguridad en lo
prometido
Muchos
apocalípticos se dedican al anuncio de la hecatombe: Ya viene el fin, el fin es
terrible, todos van a gritar de terror y dolor, la oscuridad será más negra que
la más negra noche y patatín patatá. En fin, ¡especialistas en anuncio y
promoción de calamidades! ¿En qué clase de dios creen? Tiene que ser un dios
vengativo, miserable, castigador, con un corazón sádico, de loco, un dios que
creó para después aniquilar…
Ese
no es el Dios al que llamamos Padre. Nuestro Dios es un Dios tierno, que se
exagera en piedad y se excede en Misericordia. Para que decir algo más cuando
se puede resumir diciendo que ¡Dios es amor!
«Los
“planes de Dios”, y ese es el mayor consuelo del hombre que cree,… no conocemos
esos planes, ni pedimos que senos revelen, ya que nos fiamos de quien los ha
hecho… Siendo los planes de Dios, han de ser favorables al hombre y han de ser
llevados a cabo sin falta… Los planes de Dios son el comienzo sobre la tierra
de una eternidad dichosa.»[1] Para nosotros que
disipamos las tinieblas con la Luz poderosa de la fe, discernimos claramente la
resplandeciente Luz de Cristo que desbarata cualquier oscuridad.
Revisando
el Salmo integro encontramos una alabanza por la creación: “Por la Palabra del
Señor fueron hechos los cielos, por el soplo de su boca, todos los astros” Sal
33(32), 6; ordena a todos los habitantes de la tierra
elevar sus voces de honra y alabanza a Dios, un Dios que cuida, un Dios
poderoso que da fuerzas y reparte las victorias; inclusive, se trata de un Dios
que nutre a sus adoradores en los tiempos de sequedad y hambruna. Este Salmo se
clasifica entre los “himnos” o sea, un canto de alabanza.
Esta
clase de Salmos inicia con una voz de parte de los Levitas que convidan al
pueblo a entonar la alabanza: ¡Toquen con arte al aclamarlo! Sal 33(32), 3b. No
se lee todo el Salmo en la Liturgia de este Domingo, los versos que se
seleccionaron destacan los siguientes aspectos:
·
Los
צַ֭דִּיקִים “justos” se complacen en alabar al Señor
·
Dichoso
el pueblo que Dios escogió como suyo
·
El
Señor cuida a sus fieles
·
El
Señor es nuestra esperanza, en Él depositamos nuestra confianza.
En
eso consiste nuestra tarea, nuestra disciplina, nuestro permanecer vigilantes:
en depositar nuestra vida, una y mil veces, y no sólo por hoy, o por ahora, o
por algún período; sino retornar a confiar y reincidir en confianza, cada día y
todos los días; cuando nos asiste el entusiasmo o cuando la sequedad de nuestro
espíritu se torna en aridez. Ría el día o se entristezca, claree o se
oscurezca, salga el sol o campee la lluvia, haya riqueza y holgura o apretón,
austeridad y restricciones sea como sea y fuere como fuese torne el corazón y
el alma a fiarse, seguros y convencidos de que el Señor nos cuida y que no hay
mejor puerto que aquel hacía donde el soplo de su Dulce Viento nos empuje (aun
cuando a nuestro paladar vinagre sea).
La fe en nuestra historia personal
La fe en nuestra historia personal
Para
la Segunda Lectura abandonamos ya la Carta a los Colosenses y tomamos la Carta
a los Hebreos, que nos ocupará cuatro Domingos consecutivos, se trata de los
Domingos del 19 al 22 del tiempo ordinarios, ciclo C.
Esta
carta, igual que sucede con el Libro de la Sabiduría, presenta la pseudo-autoría
de Pablo; hoy por hoy los estudiosos coinciden en atribuirla a algún discípulo
suyo. Dos propósitos centrales animan y son la espina dorsal de la carta
·
Jesucristo
es nuestro redentor
·
Jesucristo
es Sumo y eterno Sacerdote.
La
perícopa que nos ocupa este Domingo arranca de una definición de la fe: Ἔστιν δὲ πίστις ἐλπιζομένων ὑπόστασις, πραγμάτων ἔλεγχος οὐ
βλεπομένων. “La fe
es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera; el convencimiento
respecto de lo que no vemos.”. Inmediatamente dad la definición se ocupa el
autor de presentarnos una especie de exhibición de casos históricos entre
sacados de la Escritura. Rutila como ejemplo Abraham.
·
Abraham
como extranjero errabundo por obediencia al Señor que lo manda abandonar y
emprender el viaje.
·
Sara
quien pese a su vejez y su esterilidad concibe en su seno maternal fecundado en
virtud de la fe
·
Abraham
–una vez más- esta vez no escatima a su propio hijo, fruto de su vejez pues
Dios es Dueño de todo, hasta de la vida; pero si Dios lo había prometido, Dios
puede resucitar a los muertos. Aparece aquí el concepto de resurrección llevado
sobre otros aparte de Jesús. Por eso, aquí Isaac es tenido por “símbolo
profético”: Anuncio de otro Padre que tampoco escatimará su Hijo para cumplir
con la Alianza entre Dios y los hombres a quienes Él ha ofrecido darles
salvación y lo cumple dando Vida-Eterna.
Tres Parábolas
Dejamos
atrás la parábola del rico que iba a construir graneros más grandes para seguir
atesorando, exceptuamos la perícopa Lc 12, 22-31 y, continuamos trabajando el
mismo tema. ¿Cuál era? Corregir la escala de valores, precisar lo
verdaderamente valioso, vivir una metanoia que nos corrija los defectos
visuales y nos deje ver las cosas con los Ojos de Dios y no con ojos humanos de
pecador impenitente.
Para
hablarnos de esto Jesús se vale hoy de tres parábolas:
1) Estar alertas y pendientes esperando al
Señor como quien espera al patrón que se fue a una fiesta pero que en cualquier
momento regresará, y uno –siervo fiel- se desvela con las luces encendidas,
para que al volver lo encuentre bien despierto.
2) Un dueño de casa que –sabiendo que los
ladrones pueden llegar en cualquier momento- está siempre alerta, siempre
vigilante. No lo9 dice el texto pero será tan precavido que contratará guardias
de seguridad y organizará permanentes turnos de vigilancia con sus parientes de
confianza para cerciorarse de que el ladrón verá frustradas todas sus
intentonas.
3) El empleado fiel a quien el Señor le
tiene tanta confianza que le encarga repartir las porciones de trigo a sus
sirvientes pues reconoce en él a un mayordomo, diligente, inteligente y “fiel”
y sabe que será justo, puntual y honesto, y repartirá con rectitud las raciones
de trigo.
Así
pues, ¡no nos podemos descuidar en ningún momento pues no sabemos el día ni la
hora! La fe, la Alianza Dios-hombre es para cada segundo de la vida y para cada
latido del corazón. Es una comunión de Amor de todas horas entre el Amado y sus
amadores.
[1]
Vallés, Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae
Santander-España 1989 p. 66
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