Eclo 3, 19-21. 30-31; Sal 68(67), 4-5ac. 6-7ab. 10-11; Heb 12, 18-19.
22-24a; Lc 14, 1. 7-14
καὶ μάθετε ἀπ’ ἐμοῦ, ὅτι πραΰς εἰμι καὶ ταπεινὸς τῇ καρδίᾳ,
“…y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”
Mt 11, 29b
“Lo que agrada a Dios
es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su
misericordia…”
Sta. Teresita del Niño
Jesús
El hombre no es nunca
un estómago o una boca.
Arturo Paoli
Del terror a la dulzura
El
Salmo 68(67) es un Salmo del Reino donde los exegetas ven una grandiosa
teofanía; tomaremos de allí 6 versos, y
ni siquiera completos, de los versos 5 y 7 tomaremos las partes ac y ab
respectivamente. El Salmo inicia con una cita de Moisés cuando tomaban el Arca
de la Alianza para re-emprender su vagabundeo por el desierto (bajo la guía del
Señor) advirtiendo a todos los rivales de Dios que יָק֣וּם אֱ֭לֹהִים יָפ֣וּצוּ אֹויְבָ֑יו וְיָנ֥וּסוּ מְ֝שַׂנְאָ֗יו מִפָּנָֽיו׃ “Se levanta Dios, que se dispersen
sus enemigos, huyan de su presencia los que lo odian” Num 10, 35. El salmo nos
cuenta que cuando avanzaban por el desierto la tierra temblaba y el cielo
destilaba; los reyes y los ejércitos iban huyendo,… llevando cautivos,…
aplastando las cabezas de los enemigos y los cráneos de los malvados contumaces
Nos habla del poder de Dios diciendo que tiene miles y miles de carros de
combate.
En
este salmo se nombran los clientes de Dios, los que Él ha escogido para
apadrinar. Es importante que veamos quienes son porque también con Dios se
cumple el adagio popular “Dime con quién andas y te diré quién eres”:
a) Padre de huérfanos
b) Protector de viudas
c) Los desvalidos reciben casa de sus
bondad
d) Los cautivos son liberados y
enriquecidos por Él
e) Su rebaño, los pobres, habitaron la
tierra que Él les preparó
Esta
lista nos da idea por dónde se encaminan las preferencias de Dios y cómo hace
la distribución de su heredad.
En
la Segunda Lectura, último Domingo que tomamos de Hebreos, nos señala un enorme
cambio de estilo en la teofanía: Ya no veremos πυρὶ
καὶ γνόφῳ καὶ ζόφῳ καὶ θυέλλῃ
καὶ σάλπιγγος ἤχῳ καὶ φωνῇ ῥημάτων, ἧς οἱ ἀκούσαντες
παρῃτήσαντο μὴ προστεθῆναι αὐτοῖς λόγον·
a) fuego encendido, b) densos nubarrones c) tormenta d) sonido de trompeta e)
ni esa Voz que el pueblo rogaba no volverla a oír Heb 12, 18b-19.
En
cambio, ahora Dios ha escogido la suavidad, el susurro, hablarnos dulcemente al
oído, musitarnos apenas, gran silencio se requiere para identificar su Voz –ya
para nada atronadora y mucho menos aterradora- ahora la vía es la de lo tenue,
lo humilde: ahora la vía es Jesús. «¡Ay! Sólo la miseria no despierta envidia…
Quiero ofrecerme a los humanos como el hombre despreciado y el último de todos…
para que ellos, por celos, ardan en deseos de imitar en mi la humildad,
mediante ella alcanzarán la gloria…»[1]
Divino Maestro de
Humildad
Jesús
nos indica un rasgo definitorio y definitivo de su seguimiento: La humildad. No
está entre las pautas de nuestro discipulado la ambición por los “puestos”
destacados; todo lo contrario, nuestro discipulado consiste y tiene como
consigna la búsqueda de los “últimos lugares”. Prácticamente este es nuestro
programa de acción. Queremos exhibir –sin pretender ser exhaustivos- algunos
puntos de la Vida de Jesús donde lo vemos optar por los últimos puestos; se
trata de la ratificación –con hechos de su Vida- de lo que nos señala en la
perícopa Evangélica que nos ocupa este XXII Domingo Ordinario del Ciclo C.
Nació
en el seno de una familia “pobre”, sin realeza, ni importancia especial
Nació
en una pesebrera, por no haber sitio en la casa para un parto; y su cuna fue el
cajón del alimento para el ganado.
Siendo
aún un niño su familia tuvo que huir a Egipto para salvar su vida.
El
oficio de su papá es la “carpintería”
Su
adolescencia y juventud se mantienen en
silencio, cosa que no habría ocurrido con un “notable”.
Viene
a vivir en Nazaret, población menor, sin
ningún realce; no se la tenía como cuna para nadie especial.
Vive
rodeado de gente muy del “común”,
incluso gente mal vista, tenida por prostitutas y “publicanos”, es decir,
judíos cobradores de impuestos al servicio del Imperio Romano.
Sus
amistades cercanas son pescadores.
Él
se equipara con un “Pastor”, gente “maloliente” según los prejuicios
corrientes; (el Papa Francisco nos señala deber llevar nuestro discipulado
llegando a oler como Él).
Se
abaja a dialogar con mujeres, aún más, da relieva a los niños y los acoge.
Toca
a leprosos y cadáveres aun cuando se le tome por “impuro”
Lava
los pies a sus discípulos.
Cabalga
en un borrego: imagen ridícula -hasta el absurdo- para el Ungido
Lo
detienen “de noche”. Lo condenan en un juicio clandestino, llevado a cabo al
amparo de la oscuridad, en horario irregular par las deliberaciones del
Sanedrín.
Pilatos
ofrece liberarlo como alternativa proponen a un tal Bar-Abbas, en Mt 27, 17c
Lo
tratan como a un criminal y lo crucifican entre “ladrones”
Le
arrebatan todo, sumiéndolo más aún que en la pobreza, en la indigencia: le
quitan hasta la ropa, y se juegan su túnica
No
perdamos de vista que morir en cruz era una muerte denigrante, infamante,
reservada a los delincuentes políticos, rebeldes, sediciosos, criminales
contumaces. Es decir, se le quita enteramente la honra, se le infama.
Una
vez resucitado, se manifiesta a mujeres. Con este “abajamiento” parece que Él
se rebaja, y –por el contrario- con eso dignifica y realza a la mujer.
No
pone reparos ni impide que hurguen sus llagas, por el contrario, se las brinda
a Tomás para que las explore.
Estos
puntos de la Vida de Jesús son sólo una muestra, algunos ejemplos que se nos
vinieron a la memoria sin esforzarnos mucho y –como dijimos arriba- no creemos
ni tratamos de agotarlos; seguramente mientras ustedes leían la lista se les
ocurrieron otros que no se mencionaron. Conclusión: Jesús no sólo predicaba la
“humildad” sino que Él mismo la practicaba y para Él era “el Pan suyo de cada
día”.
Pero,
y ahí está la ironía, toda nuestra cultura y nuestra educación apuntan en el
sentido directamente opuesto: Se nos orienta que debemos “ser alguien en la
vida”, se nos forma para ser “doctores”, “gerentes”, “mandamases”, “políticos”
(en el mal sentido de la palabra, no para trabajar por el avance y la autonomía
de las comunidades sino para encontrar vías hacía el “dinero fácil”, para
desangrar el erario público).
Realmente,
y otra vez eso hace tan desconcertante el mensaje de Jesús, Él es el Único que
nos indica encaminarnos hacía “el último puesto”. También es el único que nos propone
organizar un banquete e invitar a quienes no puedan retribuirnos la “atención”.
Él nos propone que nuestros invitados sean (y aquí sobresale en la selección de
los invitados la opción preferencial por los más necesitados, los clientes de
Dios, sus ahijados) πτωχούς, ἀναπήρους, χωλούς, τυφλούς· “… a los pobres, a los lisiados, a
los cojos y a los ciegos;” Lc 14, 13b La palabra πτωχός
que se traduce por “pobre”, se traduce también por “humilde”.
Santa
Teresita de Lisieux nos propone tener una actitud de niño al amar a Dios, es
decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoluta, con humildad sirviendo a los demás. Esto es a lo que
ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de
confianza y entrega absoluta a Dios.
«La naturaleza humana se capacitó en Cristo
para ser semejante al amor de Dios… El amor es el ícono de Dios»[2]
Humildad para servir
Sólo
la humildad nos permite servir. En cambio, la arrogancia, la soberbia, conducen
a la ambición de ser servidos y nos inmovilizan a la hora de poder actuar a
favor de los πτωχός.
Viene a colación la siguiente parábola atribuida a Leonardo da Vinci:
«Un
día la navaja, saliendo de la chuspa que le servía de funda, se puso al sol y
vio el sol reflejado en ella. Entonces se enorgulleció, dio vueltas a su
pensamiento y se dijo:
"¿Volveré
a la tienda de la que acabo de salir? De ninguna manera. Los dioses no pueden
querer que tanta belleza degenere en usos tan bajos. Sería una locura dedicarme
a afeitar las enjabonadas barbas de los labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿Estoy
destinada para un servicio así? Sin duda alguna que no. Me ocultaré en un sitio
retirado y allí pasaré mi vida tranquila".
Después
de vivir este estilo de vida durante algunos meses, salió fuera de su funda al
aire libre, se dio cuenta de que había adquirido el aspecto de una sierra
oxidada y que su superficie no podía reflejar ya el resplandor del sol. Arrepentida,
lloró en vano su irreparable desgracia y se dijo: "¡Cuánto mejor hubiera
sido gastarme en manos del barbero que tuvo que privarse de mi exquisita
habilidad para cortar! ¿Dónde está ya mi rostro reluciente? El óxido lo ha
consumido".»[3]
En
cambio, la persona humilde y el referente ideal de nuestra época es la Madre
Teresa de Calcuta, no tiene reparos porque la soberbia no puede frenarla,
porque no está sujeta a la ambición del poder. Quien ansía el poder está
preferentemente ocupado en velar por su imagen, le preocupa el ¿qué dirán?, y
prefiere la inmovilidad para no “ensuciarse”. Todo lo contrario de Jesús a
quien nada importaba si lo llamaban “impuro”.
La
Madre Teresa de Calcuta nos da una valiosa indicación para poder aliñar nuestra
vida con el aroma del pastor sin temer a la vaciedad, a la kénosis, al
abajamiento, en fin, sin temer a la humildad: «Aparta los ojos de ti mismo y
alégrate de no poseer nada, de no ser nada, de no poder nada. Sonríele
confiadamente a Jesús cada vez que tu vaciedad te atemorice». «Cada uno de
nosotros no es más que un simple instrumento de Dios. Llevamos a término
nuestra humilde tarea y desaparecemos.». Este enfoque, esta mirada que toma
conciencia de su fragilidad, de su ser pasajero nos permite dimensionarnos y
reconocernos transitorios, “peregrinos aquí en esta tierra”; y, entonces,
podemos encarnizarnos en nuestra “misión”, en el cumplimiento de nuestra
vocación, en el despliegue de nuestros talentos; no por nosotros mismos, no
para brillar y aparecer, sino apartando los ojos de nosotros mismos para
ponerlos en las Pupilas de Jesús.
Evitar
el ómfalo-psiquismo (ejercicio auto-hipnótico consistente en mirarse el ombligo
hasta caer en trance) es decir, queremos exhortarlos a combatir esa forma de
religión que no sabe apartar la mirada de sí mismo, que –en vez de ser humilde
es auto-centrada, pretenciosa-, que sólo se preocupa de la propia salvación,
que se encierra en la soledad cultual (aun cuando miles lo rodeen en la
práctica del mismo culto; como una forma de solipsismo de la fe). Riesgo mucho
más frecuente de lo que se pudiera pensar puesto que muchas veces la fe se ha
enseñado como una práctica cultual, oracional y hasta sacramental donde la fe y
la salvación son problema individual y los hermanos, los “prójimos” no tienen
nada que ver, allá ellos, que luchen por su propia salvación; yo aquí, con mis
propias oraciones, mis ritos severamente cumplidos, la carpetica y la veladora,
la estampita y la novena, la camándula y la medallita. Y, en cambio, «el reino
de Dios debe buscarse y construirse en las ocasiones concretas que nos ofrece
la historia enfocada como historia de la liberación del hombre. Este “tuve
hambre y me disteis de comer” es un imperativo muy fuerte para el hombre que
tiene fe y que busca a Dios; lo obliga a la vigilancia y a la búsqueda, no sólo
de Cristo hambriento, que es fácil de hallar en cualquier camino del mundo,
sino de todos los hambrientos que es necesario alimentar en la tierra. Y de
cómo saciarlos en la verdad y en el amor, ya que toda la vida del cristiano
está acompañada por esta música de fondo: hacer la verdad en el amor”… debemos
estar en el mundo y en la historia porque una historia aparte es necesariamente
falsa por el simple hecho de que no hay más que una historia: “Vosotros sois la
sal de la tierra” Mt 5, 13. Estáis hechos para mezclaros con la tierra. “Más si
la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para
tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres”(ib). Mezclados con la tierra,
perdidos en el advenimiento, coparticipes del éxodo, hombres cualesquiera pero
discípulos de Cristo los que han escuchado el Evangelio, no como raza aparte,
no separados, sino como sal, es decir, ricos de aquella esperanza que da sabor
y sentido a los acontecimientos y que, saturándolos con un mensaje de
liberación y personalización impiden que se enajenen»[4].
«…la
bondad tiene siempre un carácter tripersonal. Es la bondad de alguien, pero a
la postre es la bondad de Dios, porque de Él es de donde viene toda Bondad y es
bondad hacia alguien. No hay bondad si no hay un objeto sobre el cual se
ejerce, y este a quien se dirige la bondad juega también su papel en la
posibilidad, para alguien, de ser bueno.»[5]
La Madre Teresa de Calcuta hacía un diagnóstico de la pobreza y se encontraba que «Hay diferentes clases de pobreza. En la India algunas personas viven y mueren hambrientas. En esos lugares, hasta un puñado de arroz es valioso. En los países occidentales no hay esa tipo de miseria material. Allí nadie se muere de hambre, ni siquiera se conoce el hambre como se conoce en la India y en algunos otros países. Pero en Occidente hay otra clase de pobreza: la pobreza espiritual que es mucho peor. La gente no cree en Dios, no reza. A la gente no le importa nada del prójimo. En Occidente tenemos la pobreza de aquellos que no están satisfechos con lo que tienen, que no saben enfrentar el sufrimiento, que enseguida se abandonan a la desesperación. La pobreza del corazón es muchas veces más difícil de aliviar y de exterminar que la pobreza material. En Occidente hay una gran cantidad de hogares desunidos, de niños abandonados, y el divorcio es moneda corriente».
Nos
disculpamos por prolongar la cita de las ideas que la Madre Teresa de Calcuta
nos esbozó sobre esta pobreza y lo hacemos porque traza una fibra de coherencia
entre la humildad, la misión del creyente y el hambre que asuela el mundo y es
que la Madre desenmascara otras violencias-pobrezas que claman al Cielo: «La
pobreza espiritual del mundo occidental es mucho mayor que la pobreza física de
nuestra gente. Ustedes en Occidente, tiene millones de personas que sufren de
una terrible soledad, un tremendo vacío. Sienten que nadie los ama, que son
rechazados. Esta gente no padece hambre en el sentido físico, pero está
hambrienta de otras cosas. Sabe que necesita algo más que dinero, pero no sabe
lo que es. Lo que en el fondo extraña es una relación real y viva con Dios…. Me
parece que la pobreza en Occidente es mucho más difícil de satisfacer porque es
mucho mayor que la pobreza que podemos encontrar en la India, en Etiopía o en
el cercano Oriente, ya que esta última es sólo una pobreza material. Por
ejemplo, hace unos meses, antes de venir a Europa y a América, recogí a una
mujer de las calles de Calcuta que se estaba muriendo de hambre: todo lo que
tuve que hacer fue darle un plato de arroz para satisfacer esa hambre. Pero
aquí (en Occidente) se trata de curar el hambre que padecen los solitarios, los
marginados de la sociedad, los que no tienen hogar ni familia, los presos de
todo tipo que pasan la vida en terrible soledad, que sólo son conocidos por el
número de celda y no por su nombre. Creo que esta es la peor pobreza, una
pobreza que el ser humano no puede aceptar, soportar ni sobrevivir». Todo esto
nos llama y nos reta a no ser como la navaja oxidada de la que nos contó Leonardo
de Vinci.
[1] Guillermo de St Thierry, De Natura et dignitate
amoris, 40. Citado por Ratzinger, Joseph Card. UN CANTO NUEVO PARA EL
SEÑOR. LA FE EN JESUCRISTO Y LA LITURGIA HOY Ed. Sígueme Salamanca España 1999
p.32.
[1]
Agudelo, Humberto. Pbro. VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU t. 3 Paulinas
Bogotá – Colombia 2006 p. 36
[2]
Chr. Schönborn, Die Christus-Ikone Schaffhausen 1984, 134 Citado por
Ratzinguer, Joseph. Card. En Op. Cit. p.32.
[3]
Agudelo, Humberto. Pbro. VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU t. 3 Paulinas
Bogotá – Colombia 2006 p. 163
[4]
Paoli, Arturo. DIALOGO DE LA LIBERACIÓN Ed. Carlos Lohlé Bs. As. 1970 pp. 84 y
90
[5]
Staniloaë, Dumitru. ORACIÓN DE JESÚS Y EXPERIENCIA DEL ESPÍRTU SANTO . Ed.
Narcea. Madrid- España 1997. P. 52
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