Sof
3,14-18; Sal Is 12, 2-6; Filip 4, 4-7; Lc 3,10-18
El tiene el bieldo en
las manos
para separar el trigo
de la paja.
Lc 3, 17a
Nadie está excluido
de la esperanza cristiana
porque está puesta en
Dios que no falla nunca.
Carlo María Martini
1
Una
y otra vez, hasta cansar a los lectores, confiados en el poder pedagógico de la
repetición, enfatizaremos en la Grandeza Inconmensurable del Niño Dios:
«La
navidad es… una fiesta universal del corazón humano, de la fe pura y sencilla.
Esta fe nos asegura: no necesitamos tener miedo de Dios. Él es un niño. Su
llanto cariñoso no ahuyenta a nadie. Sus brazos están fajados. No son
amenazadores. Más que el Señor de los ejércitos y el omnipotente que todo crea
o destruye, Dios es ternura y humanidad. Él no sólo quiso visitarnos. Él
decidió vivir con nosotros. Tener piel, sentidos, sentimiento, corazón, alegría
y nostalgia. Por eso la navidad es la fiesta de la reconciliación con uno de
los deseos más profundos del ser humano: el de sentirse aceptado
definitivamente, de no ser amenazado por nadie, de encontrar el corazón
caluroso de Dios.»[1]
«Siente,
sí vergüenza de ser hombre, pero después de sentir esa vergüenza, acuérdate de
que Dios pudo enamorarse de mil otras cosas en el universo y fue a
encapricharse con este pobre ser que nosotros somos, los únicos que pueden
volverse contra Él y ofenderle. Y, sin embargo, ya ves: fue de los hombres de
quien se enamoró. A lo mejor, no estamos aún tan podridos. Y hay sitio en
nosotros para una nube blanca.»[2]
«Es
bueno ser humanos, hombres y mujeres, y tratar cada día de construir nuestra
propia humanidad. Por causa del niño que duerme en nosotros estamos convencidos
de que la luz tiene más derecho que las tinieblas, luz que nos da todas las
razones para continuar viviendo y luchando.»[3]
2
En
el verso Lc 3, 15 se nos dice cómo estaba la gente Προσδοκῶντος δὲ τοῦ λαοῦ “Como el pueblo estaba en
expectación…”; esa es la actitud que tenía la gente, es la misma que tenemos
que tener nosotros en esta temporada, en este ciclo de Adviento. También en la
Primera Lectura, tomada del profeta Sofonías leemos con expresiones en tiempo
futuro: לֹא־ תִֽירְאִ֥י רָ֖ע עֹֽוד׃ “ya no
temerás ningún mal”. En la segunda Lectura tomada de la Carta a los Filipenses se
nos habla, en tiempo futuro, pero no en futuro remoto, sino en futuro
inmediato: ὁ
κύριος ἐγγύς. “El Señor está cerca”(Flp4, 5b). Todo alude a lo que ya
viene, a nuestras esperanzas, a las promesas de Dios para con su pueblo.
El
Cardenal Carlo María Martini nos formulaba una pregunta que tenemos que
hacérnosla también nosotros y con mayor razón en esta temporada de Adviento:
«¿Cuál es la esperanza que la comunidad cristiana está llamada a proclamar como
monumento capaz de promover un nuevo modo de ser?»[4]
Él
mismo nos había contestado en lo que se refiere a la finalidad de la esperanza,
al decir que « …la esperanza cristiana tiene un término, un punto de referencia
como objeto suyo propio: mirar hacía Jesucristo y su regreso»[5] «Ante todo, debemos
recordar que la esperanza se refiere a algo que no se posee , que no se ve. La
esperanza se refiere al futuro, se refiere a un término deseado y esperado. La
esperanza cristiana se refiere, pues, al Reino de Dios en su plenitud… Esta
esperanza es el término hacia el cual camina el hombre de fe, esta esperanza es
Jesús en su totalidad de Cuerpo Místico realizado en plenitud.»[6]
«La fe-esperanza nos garantiza que, a
pesar de todas las capas de ceniza que acumulemos sobre nuestro corazón, él
siempre puede vibrar- El conserva una inocencia original. En él habita un niño
que una vez fuimos y que nunca dejamos de ser.
Sucede que el tipo de vida al que
históricamente nos sometemos, por lo menos en los últimos quinientos años – la
famosa modernidad- nos lleva a correr de aquí para allá, a hacer todo aprisa, a
romper todos los ritmos naturales, del día y de la noche, de cerca y de lejos,
al punto de sentirnos frecuentemente envejecidos. El niño que somos, capaz de
tomar su tiempo para la conversación de familia y de los amigos, capaz de
combinar lo serio con lo jocoso, el trabajo con el ocio, la gratuidad con el
deber, se retrae hacia el fondo del corazón. Y ahí es donde comienza a vivir de
sueños…
…El niño en nosotros sueña con un
mundo reconciliado, con una atmósfera de fiesta, en donde todas las personas
sean amigas. Sueña con el profeta Isaías, desde hace casi tres mil años: el
lobo habitará con el cordero, el león y el buey comerán juntos y el niño, sin
recelos, jugará en la cueva de la serpiente. Actualizándolo, sueña con ciudades
sin tugurios, con una convivencia sin violencia, con nuestras florestas
respetadas, con los indígenas defendidos, con las mujeres liberadas, con los
negros libres de las discriminaciones.
¿Qué sería de nosotros si no
pudiéramos soñar? Nos ahogaríamos en la brutalidad de los hechos cotidianos.
Quedaríamos prisioneros en las mallas de nuestras propias construcciones,
siempre limitadas. El sueño nos libera hacía delante y hacia arriba.»[7]
«La
visión del término, dada por Dios, se convierte entonces en estímulo y modelo
para trabajar en la construcción de un mundo humano que tenga, en cuanto
posible, las características de este término hacia el que tiende el cristiano.
¿Cuáles
son estas características?
Son
las características que no raramente acogen y promueven incluso movimientos de
nuestro tiempo más allá de una referencia confesional o religiosa: justicia,
libertad, fraternidad, paz, derechos humanos, y, por tanto, lucha contra la
marginación, el hambre, la desocupación y todas las realidades que desfiguran
la imagen ideal de la ciudad de los hombres que se construye a imitación de su
término perfecto que es el Reino de Dios.»[8]
3
Para
comentar la perícopa de Sofonías que leeremos en este domingo Tercero de
Adviento en el Ciclo C, queremos referirnos al comentario que hace Gianfranco
Ravasi que nos llamó la atención sobre la palabra hebrea בְּקִרְבֵּ֔ךְ [beqereb] su significado y su traducción, que
por otra parte nos había pasado totalmente desapercibida. «Poco anterior a
Jeremías, Sofonías (=Yahvé protege) desempeña su misión en la época del piadoso
rey reformador Josías (fines del siglo VII). Su predicación recogida en los 53
versos de su obrita va corriendo sobre dos registros temáticos fundamentales:
el juicio implacable de Dios sobre todos los traidores de la fe yahvista
(dignatarios de la vieja corte corrompida, seguidores de prácticas mágicas,
mediadores de engaños y rapiñas) y la esperanza en un área de salvación
destinada a todos los marginados, los anawin,
es decir, los “pobres“ que han permanecido fieles al Señor, incluso en el sufrimiento y la opresión…En este “día de la
ira del Señor”… “hallan refugio” solamente los anawin (2, 3), sólo los que han
sido fieles a la moral de la Alianza. A ellos se reserva el horizonte de luz
que constituye el segundo componente del mensaje de Sofonías. Entre ellos no se
hallan ni los jueces corruptos, “lobos vespertinos” siempre hambrientos, ni los
políticos, “leones rugientes” ansiosos de presa, ni los “profetas orgullosos”,
ni los sacerdotes perversos (3, 3-4). Entre ellos, en cambio, se encontraran
los extranjeros justos, (2, 1; 3, 9-10), estará “un pueblo pobre y humilde” (3,
12) el “resto de Israel” (3, 13).»[9]
A continuación, después de trascribir la
perícopa de la Primera lectura, Ravasi nos presenta –como lo decíamos al
principio de este numeral, su comentario sobre la palabra que normalmente se
traduce “en medio” u otras veces, “con”: «Es interesante observar que en hebreo
“en medio de ti…” es bequereb que
posee un matiz mucho más intenso: “en tus entrañas, en tu seno” (Lv 3, 3.8.9;
8, 21; 8,14). La ciudad santa vuelve a ser con los anawin la “hija de Sión” en cuyo seno se hace presente el Señor.»[10] Y
esto es muy cierto, la palabra בְּקִרְבֵּ֔ךְ se deriva de קֶ֫רֶב [qereb]
sustantivo masculino que se puede traducir por “el seno”, “la parte interna”.
Entonces, como lo indica Ravasi, la perícopa se tiene que traducir como “No
temas Sión, no te acobardes; el Señor, tu Dios, se hace presente en tu seno”
Pasando
a otro punto, miremos un momento la perícopa de la Segunda Lectura, démosle una
mirada a la carta a los Filipenses para extraer una pauta iluminadora al
leerla. Esta Carta ha sido llamada “la carta de la alegría”, San Pablo se
refiere a los Filipenses llamándolos su gozo y su corona: Ὥστε, ἀδελφοί μου ἀγαπητοὶ καὶ ἐπιπόθητοι, χαρὰ καὶ στέφανος
μου, οὕτως στήκετε ἐν κυρίῳ, ἀγαπητοί. “Así que, hermanos queridos y añorados, gozo y corona mía, manténgase fieles al Señor, queridos míos.”(Flp
4, 1) Entonces, ¿qué mejor lectura para el Domingo de Gaudete que una
perícopa tomada de “la carta de la alegría”?
Consideramos
que la clave de la evangelización está en la ternura y el afecto que se ponga
en ella. La gente necesita de la ternura, del cariño, de la afectuosidad, de la
acogida. A menos que nos mostremos amorosos ¿cómo van a creernos que nuestro
mandamiento fundamental es el del Amor?
Reparando en
los escritos de San Pablo, se echa de ver en todas sus Cartas las expresiones
tan dulces y cariñosas. Siempre percibimos en el trasfondo de su redacción los
tintes de un verdadero “papá”. En otras ocasiones, especialmente hacia el final
de su vida, particularmente en las cartas desde el cautiverio, su voz resuena
bonachona, conciliadora, como la de un abuelo. Su vocativo más corriente es
“Hermanos”, los hermanos están en pie de igualdad (quizás con la excepción del
hermano mayor que tenía la autoridad de la primogenitura en esta cultura). De
otra parte, aún desde la cárcel, no suena margado, ni se deshace en reproches.
Se dice con frecuencia que “un santo triste es un triste santo” –casi como “un
Santo triste es un pobre diablo” y lo
es, porque le hace mucho mal a nuestra fe. Esta es una de las principales
lecciones que nos da San Pablo: Χαίρετε
ἐν κυρίῳ πάντοτε· πάλιν ἐρῶ, χαίρετε. “Alégrense siempre en el Señor, se lo repito:
¡alégrense!”.Flp 4, 4.
4
¿De dónde podemos sacar tanta alegría en medio
de tanta desdicha? ¿No es casi un pecado andar felices cuando se acumula en el
mundo tanto dolor y tanta muerte?
Se atribuye al filósofo español Ortega y Gasset
el siguiente aforismo: “Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la cosa más
importante que se puede ser”[11].
Esta idea nos ha ocupado hoy, en los numerales 1 & 2. Aún quisiéramos
añadir una glosa adicional que habla con excelencia de las razones para nuestra
alegría, muy lejanas a la indiferencia con el sufrimiento de nuestros
semejantes: «Dios no responde al por qué del sufrimiento. Él sufre junto. Dios
no responde al por qué del dolor, Él se hizo hombre de los dolores. Dios no
responde al por qué de la humillación. Él se humilla. Ya no estamos solos en
nuestra inmensa soledad. Él está con nosotros. Ya no somos solitarios. Sino
solidarios. Enmudece la argumentación de la razón. Habla a la narración del corazón.
Se narra la historia de un Dios que se hizo niño, que no pregunta sino que
obra, que no responde sino que vive una respuesta»[12]
«Haz,
Señor, que yo ocupe
mi
puesto en la historia
viviendo
el heroísmo de tu mensaje
en la
rutina de cada día,
teniendo
por cierto que el mundo nuevo
nacerá
de mis manos,
que
seguramente no serán las únicas.
Amén.»[13]
[1] Boff,
Leonardo. TEXTOS SELECTOS. Ed. Paulinas. Santafé de Bogotá. Colombia 1992. p.129
[2]
Martín Descalzo, José Luis BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta Barcelona-España 1998
p. 98
[3]
Boff, Leonardo Op. Cit. p.131
[4]
Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed.
San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de Diciembre
p. 550
[5]
Martini, Carlos María. LAS VIRTUDES DEL CRISTIANO QUE VIGILA. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia. 2003 p. 59
[6]
Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA.
Ed. San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de
Diciembre pp. 550-551
[7]
Boff, Leonardo Op. Cit. pp. 129-130
[8]
Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA.
Ed. San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de
Diciembre p. 551
[9]
Ravasi, Gianfranco. LOS PROFETAS. Ed.
San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1996 pp. 135-136
[10]
Ibid
[11]
Citado por Martín Descalzo, José Luis. Op. Cit. p. 90
[12]
Boff, Leonardo Op. Cit. p. 165
[13]
Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN Tomo III- Ciclo C. Ed.
Comunicaciones sin fronteras Bogotá Colombia. pp.15-16
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