Hech 13, 14. 43-52; Sal 100(99), 2. 3. 5; Ap 7, 9. 14b-17; Jn 10, 27-30
Hazme caer en la cuenta
de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu pueblo en la
tierra. No soy un individuo aislado,… no me salvo solo.
Haz
que me sienta responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas
y miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un momento que
puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas de los demás
no tienen nada que ver con la mía...
Carlos G. Vallés s.j.
En Comunión
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. No faltará algún quisquilloso que se moleste
porque se considere aludido como oveja, pero, este ser conlleva una alusión tan profunda de
sentido fraternal y solidario que quizá sea irremplazable y resulte ser más bien un título
(miembro de la grey) muy dignificante: En el Salmo 100(99) nos encontramos en hebreo la
expresión תּוֹדָה cuando dice “Entrad por sus puertas con בְּתוֹדָ֗ה Acción de Gracias, por
sus Atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su Nombre:”; al traducir al
griego esa expresión quedó ευχαριστώ Eucaristo. Bueno, para decirlo más brevemente,
estamos hablando en hebreo de nuestra Eucaristía. Lo que hace el salmo es convidar a la cele-
bración Eucarística, explicada como ceremonia con tres elementos: canto de himnos, agradecimien-
to y bendición de su Santo Nombre, o sea, a la Totalidad de la Divinidad. Primer interrogante
que surge: ¿a quién convida? Releamos el Salmo con atención buscando la respuesta. Allí está:
¡a toda la tierra! A todos los habitantes de la tierra, la invitación se hace con un sentido
holístico, no se plantea ninguna exclusión, podríamos entender que nos encontramos con una
convocatoria universal. “Al rebaño cósmico”.
¿Acaso, esa totalidad es una masa informe? ¡No, somos “el pueblo de Dios”, las “ovejas de su rebaño”!
Él nos “hizo” y a la vez Él se reconoce nuestro Dueño. “Somos suyos”, Él nos pastorea,
lo cual ¡es mucho!, ¡implica que Él nos cuida, que Él nos salva de los peligros, que
Él nos acompaña, que Él está en medio de nosotros! Jesús nos lo recordó, Él está en
medio, como el que sirve. (Lc 22,27d).
El Pastor es el que ha consagrado su vida a este cuidado. Es un profesional del “a-
compañamiento”, la relación con su rebaño se podría explicar y entender –si la traducimos en
términos de relaciones humanas- como una relación de Ternura Paternal -permítanme añadir aquí
lo que dijera Papa Francisco en su primera Misa Crismal como Papa: “sed pastores con «olor a ove-
ja», que eso se note. Y, por simetría, la respuesta del rebaño, de cada una de las ovejas, es
de dulzura filial hacia el pastor. El salmo habla de esta respuesta filial como una respuesta
de “servicio alegre”, y nos explica con tres rasgos globalizantes cómo es el Amor Paternal del
Pastor: 1) es Bueno, 2) es de Misericordia Eterna y 3) es de Fidelidad Eterna.
Las ovejas son conscientes de su Buenaventura, de la razón de su alegría, del jolgo-
rio de ser posesión de su Buen Pastor. El vasallaje en esta Alianza conduce al regocijo, se
celebra con Fiesta, con Banquete, con Vino: ¡Se sirve al Señor con Alegría!
Este Salmo es una glosa aclaratoria de la Alianza: "vosotros seréis mi pueblo, y yo
seré vuestro Dios."(Ex 6, 7-9, Jr 30, 22); pertenece a la familia de los 16 salmos de la Ali-
anza. De lo cual concluimos que la Acción Eucarística es un Culto de renovación del Pacto de
Dios con toda la humanidad y que podemos contar con el respeto Fiel de ese Pacto en el que YHWH nos
garantiza su Pastoreo por Siempre, porque ¡Su Fidelidad dura por todas las edades! «Es verdad
que Tú, Señor, me amas con amor personal, cuidas de mí y diriges mis pasos uno a uno; pero tam-
bién es verdad que Tu manera de obrar entre nosotros es a través del grupo que has formado, del
pueblo que has escogido… Te gusta tratar con nosotros como un pastor con su rebaño. El pastor
conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella, con atención especial a la que lo necesita
más en cada momento; pero las lleva juntas, las apacienta juntas, las protege juntas en la uni-
dad de su rebaño. ¡Así haces tú con nosotros, Señor!
Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta responsable, sociable,
amable, hermano de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano. No me permitas
pensar ni por un momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas
de los demás no tienen nada que ver con la mía... No permitas que me aísle en orgullo inútil o
engañosa autosuficiencia, que me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...
Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie sus cualidades y disfrute con su
compañía. Haz que me encuentre a gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la
fuerza que el vivir juntos trae al grupo, y a mí en él. Haz que yo contribuya a la vida de los
demás y permita a los demás contribuir a la mía.»[1] En la Eucaristía nos hallamos ante es-
te signo de Unidad al que Dios nos ha convidado en esta renovación de nuestra Alianza.
Estallido de alabanza
La Primera Lectura está tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, la Segunda
del Apocalipsis, y, entonces, ¿no hay ninguna Lectura tomada del Antiguo Testamento? Sabemos
que en el Tiempo Ordinario y en los otros tiempos del Año Litúrgico, por lo general, la Primera
Lectura proviene de la Primera Alianza; lo que está pasando es que la Iglesia, -no lo olvidemos nunca- Esposa de Jesucristo, en su calidad de
Madre y Maestra, ha elegido esta pedagogía para enfatizar que el Tiempo Pascual es el
Tiempo de la Nueva Alianza por excelencia.
Conviene también aquí retomar lo que es un apocalipsis, porque a veces pensamos que
se trata de la narración pormenorizada del “fin del mundo”, y no es eso. «La historia de los
judíos era historia de fracaso, de torturas, muerte, pobreza, tristeza y desesperanza.
Durante este tiempo se inventó la forma de expresión llamada “apocalipsis”… Hay muchos a-
pocalipsis dentro de la Biblia y aun afuera… el Apocalipsis de Juan es un documento cristiano.
Esto quiere decir, que fue escrito por cristianos y para cristianos. La persona central de la
obra es Cristo, Nuestro Señor. Habla del futuro de una manera muy general y por medio de figuras, Nos dice que hoy estamos sufriendo toda clase de fracasos
ssufrimientos y persecuciones. Pero al fin, en el último día, Cristo vencerá completamente a las
fuerzas del mal.»[2]
Nos encontramos situados en el capítulo 7, donde se nos muestra lo que pasa en el cielo, en dos facetas
distintas, primero está la faceta litúrgica (que no se menciona en la perícopa de hoy) aquí se nos hablará
y se nos señalará el aspecto profético, un cuadro “por venir”, al Discípulo se le reveló la escatología celes-
tial que lo primero que señala es al Pueblo Triunfante y frente a su número, reconoce su innumerabilidad,
y –otra vez- alude a la universalidad indiscriminada de los convidados a las Bodas del Cordero. «una mu-
chedumbre universal que sobrepasa todo límite de nación, raza, pueblo y lengua. En el cielo se rompen
los exclusivismos religiosos, raciales, nacionales, y culturales… las vestiduras blancas de los mártires
no se mancharon con la idolatría del Imperio, y las palmas de sus manos son signos de su victoria.»[3]
Aquí nuevamente se hace presente el Buen Pastor, y de manera bien explicita se nos anuncia: “… el Cor-
dero que está en el centro, frente al trono, será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua
viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos.
El Evangelio llevado a los no-judíos
El relato de Hechos de los Apóstoles de la Primera lectura nos refiere, en primer término, la influencia de
Pablo y Bernabé, después de salir de la Sinagoga, pero también hilvana, a continuación, la actitud de los
judíos el sábado siguiente, y como con blasfemias empezaron a refutarlos. Esto nos marca un punto de
giro. Si los judíos rechazan el mensaje cristiano, entonces el nuevo auditorio será el de los no-judíos. De
esta manera se inicia una nueva etapa del proyecto evangelizador, que tiene por marco referencial Antio-
quía de Pisidia. Este nuevo periodo se inicia, está marcado por la acogida que dan los no-judíos a la Pa-
labra del Señor, en toda la región, con una generosa conversión de aquellos cuyo corazón estaba en las
previsiones de Dios. Los judíos, como se podría adivinar, no se quedaron de brazos cruzados, sino que
desataron la persecución que tenía como blancos a Pablo y Bernabé, azuzándolos hasta erradicarlos de
aquel territorio, teniendo que desplazarse a Iconio. Pero la semilla que quedó plantada llevaba en sí el
germen de la alegría que mana de la fe. Esto marca una expansión de nuestro credo y una apertura que
derrumba barreras y hace realidad que no haya barreras raciales, ni culturales, ni de ninguna índole por-
que la Buena Nueva es para todos. Es la historia de cómo se abrió la puerta de la fe a los paganos.
Buen Pastor
Apacentar deriva del latín pascere que significa alimentar, dar de comer, proteger.
De esta misma etimología se deriva la palabra pastor. Cuando Dios llamó a Moisés para que se
encargara de liberar a los hebreos de Egipto, él estaba apacentando las ovejas de su suegro Je-
tró, cuando le habló desde la zarza que ardía sin consumirse en el Horeb. Cuando el Resucitado
dialoga con San Pedro, después de la pesca milagrosa, que reflexionamos el Domingo anterior, la
misión que le encomienda como demostración de su amor es la de apacentar a sus corderos y a
sus ovejas.
Las ovejas del redil de Jesús se pueden reconocer porque acatan con docilidad la Pa-
labra de Jesús. Cuál será su presea? La Vida Eterna. Ellos están bajo el patrocinio de Jesús
que tiene poder suficiente para impedir que se pierdan. El poder del Buen Pastor viene directa-
mente de Dios-Padre; porque Dios-Padre y Dios–Hijo no son dos, sino Uno. El poder de Jesús es
poder para Salvar. Y nadie podrá contra Él.
[1]
Vallés, Carlos G. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS.
[2]
Eichhorts, Franklin. en COMO ENTENDER EL MENSAJE DEL NUEVO TESTAMENTO. De
Augusto Seubert y Equipo. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2002 pp. 135-136. 140
[3]
Richard. Pablo. APOCALIPSIS. RECONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA. Colección Biblia
65.Ed. Tierra Nueva Quito-Ecuador. 1999. p. 105
No hay comentarios:
Publicar un comentario