El Evangelio llama a la vigilancia y la
conversión
Is 2,1-5; Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5. 6-7. 8-9; Rom 13,11-14; Mt 24,37-44.
Y nosotros, ahora,
estamos aquí,
delante de la puerta
del Adviento
que finalmente se
abrió
y Tú Señor, nos
convidas a entrar.
Averardo Dini
¡Si en este día
comprendieras tú
lo que puede
conducirte a la paz!
Más por lo pronto,
está oculto a tus ojos
Lc 19, 42 bcd
Hasta
el Sábado de la Trigésimo cuarta semana del tiempo Ordinario, estamos en el
“Año Viejo Litúrgico”. Al llegar al Primer Domingo de Adviento, ¡Hemos llegado
al Año Nuevo Litúrgico! El año Litúrgico es la celebración de la Vida de Jesús
y desde ese punto de vista, quizá -cabría esperar- que el Año Litúrgico
empezara con el nacimiento de Jesús. Sin embargo, la Iglesia no sería Madre y
Maestra si no tomara un lapso adecuado de preparación para esa Llegada. Es por
eso que el Año Nuevo litúrgico se inicia con el Adviento que es el tiempo
necesario de disposición para desplegar los brazos del corazón y llegar a estar
verdaderamente preparados para su llegada, para acunarlo cerca de nuestro
corazón. De alguna manera se puede parangonar el Adviento con los nueve meses
del embarazo que es un tiempo que la Sabiduría Divina dispuso para que la
pareja de padres maduren en su ser y en su disponibilidad la recepción de ese
ser que iluminará de una forma esplendorosa su existencia, dándoles –con esa
paternidad- como un “remache” al vínculo de amor, porque el hijo que llega, es
no solamente el fruto del amor, sino, ese mismo amor que se ha hecho persona.
Asumamos pues esta paternidad que nos llega, puesto que este embarazo
espiritual nos hace participes de la maternidad-paternidad de Santa María y San
José, no asistimos como espectadores de la Natividad, somos llamados e
invitados a actuar como co-padres del Redentor que se hará Niño en el Pesebre
de Belén. Que haya espacio en la morada de nuestra vida para que Él no tenga
que nacer en el frío de la intemperie y en la suciedad de un establo, sino en la
ternura de nuestro ser que lo ansía y lo espera: ¡Ven Señor Jesús!
Constructores de paz, testigos de su
Amor
Nuevamente
se trata del Salmo 122(121), exactamente el mismo que nos ha ocupado el Domingo
anterior. Dijimos que era uno de los quince salmos graduales que hablan de las
diversas etapas de la peregrinación; por tanto
es un Salmo gradual o de peregrinación. Dijimos también que este salmo alude a
diversas “peregrinaciones”, de un pueblo que es “errabundo” en diversos
momentos de su historia: se destacan los cuarenta años que erró por el desierto
antes de poder entrar en la “Tierra Prometida”, esa tierra que “manaba leche y
miel”; también le correspondió esa triste página de la historia en que fue
“llevado” en esclavitud a Babilonia donde permaneció sometido –según nuestras
cuentas- desde el 607 hasta el 540, es decir 67 años, aun cuando más
estrictamente va del 587 al 538 (período mucho más reducido, que sólo toma en
cuenta el tiempo de deportación de la “aristocracia” judía en Babilonia). De
este tiempo queremos destacar tres aspectos (a nuestra manera de ver) positivos:
i)
Comprendieron
que habían sido infieles a la Alianza
ii)
Crecieron
en su amor a Dios sabiendo que sólo Él los podía salvar y devolverles la
libertad y la Tierra Perdida, se podría hablar de un arrepentimiento, de una
conversión que los acercó a YHWH.
iii)
Empezó
a esperarse un Mesías, liberador y restaurador.
El
Domingo anterior, el último del año Litúrgico, del ciclo C, consideraba los
versos 1-2; 4. 8-9. En este 1er Domingo de Adviento del año Litúrgico, del
ciclo A, leemos lo mismo añadiendo los versos 6-7.
Si
nos atenemos estrictamente a la expresión בִּ֝שְׁעָרַ֗יִךְ entendemos que significa que ya atravesaron las puertas,
que ya están dentro de la ciudad, dice que están “dentro de las
puertas”.
Queremos
destacar que Jerusalén es, sobre todo, signo de convergencia: “A ti Jerusalén
suben las tribus, las tribus del Señor. Así como los Sabios de Oriente
convergieron hacía el sitio donde había nacido el Salvador, así Jerusalén será
el punto de encuentro de todos los “fieles” del Señor. ¿A qué se reúnen? El
verso 4b nos lo dice: “…para albar el nombre del Señor”. La palabra que se usa עֵדוּת, implica
algo así como “dar testimonio”. Así es, se nos da una misión, no es solamente
el desplazamiento, el recorrido que se hace hasta la Ciudad de la Paz, es el
encargo que tenemos de “glorificar el Santo Nombre de Dios dando testimonio”.
¿Testimonio
de qué? Ahí entran en juego los dos versos que se leen en este Domingo y que no
leímos la semana anterior. Testimonio de Paz, dicen estos dos versos: “Jerusalén,
que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas (y
que reine la paz) que haya prosperidad en cada casa”. Nuestra tarea consiste en
mostrarnos como gente de paz; trabajadores por la paz, nos llamará Jesús en las
bienaventuranzas. Este Salmo nos convoca para “subir a Jerusalén” nosotros los
trabajadores por la Paz, los que a través de esta conducta Alabamos el Santo
Nombre de Dios: לְ֭מַעַן אַחַ֣י וְרֵעָ֑י אֲדַבְּרָה־ נָּ֖א שָׁלֹ֣ום בָּֽךְ׃ Por
el amor que tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”. El
Salmo nos hace iniciar el Adviento con una tarea: trabajar por la paz.
Al proponernos esta
tarea no podemos encararla con ingenuidad desinformada, hay que tener en cuenta
que «El gasto mundial anual en guerras o en la preparación de conflictos se
acerca a los 1,8 billones de dólares, siendo EE.UU. el país que más gasta, pese
a la reducción de su presupuesto bélico. Según los últimos datos, el gasto
militar de EE.UU. alcanzó en 2012 los 682.000 millones de dólares (el 39% del
gasto mundial), y ello pese a la reducción de su presupuesto de defensa en unos
40.000 millones de dólares.»[1]
Frente a este dato, que transparenta una realidad contundente y apabullante del
mundo que habitamos con su cultura hegemónica de muerte y las enormes ganancias
que estos empresarios alcanzan y –lo que es peor- que no están dispuestos a
perder. No digamos que somos muy pequeños o muy insignificantes para hacerle
oír nuestra voz a este Goliat, más bien, digamos como dijo David: “Tú vienes
contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en el Nombre del
Señor Todopoderoso, el Dios de los Ejércitos de Israel a los que tú has desafiado”
1Sam 17, 45bc. Esta es la única manera de decir sinceramente ¡Por el amor que
tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”! Toda otra palabra carece
del “compromiso” suficiente y necesario.
Aprender a desarmar la muerte y a construir la paz
Hay que aprender a
desbaratar fusiles y cañones y volverlos puentes y edificios y fábricas de paz.
Hay que acabar de una vez por todas con las fábricas de guerra y de muerte, de
bombas y napalm, de armas químicas y bacteriológicas, de ojivas nucleares. La
tarea de trabajar por la paz se inserta en el contexto de este Domingo cual es
la de una vigilancia activa. Muchas veces hemos señalado que el Primer Domingo
de Adviento tiene como médula la vigilancia, pero no es la vigilancia de la
persona que se sienta en la ventana a esperar que pase algo, una persona, un
carro, o que alguien llegue. No. Esta es una vigilancia alerta, un estar en
vigilia, un hacer preparativos para cuando llegue el momento tener todo
dispuesto.
En la Primera
Lectura, del profeta Isaías, se nos invita nuevamente –igual que en el Salmo- a
“subir al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob…” pero la cosa no para
ahí. Otra vez nos topamos con un “para”, vamos a la casa del Señor para que Él
nos instruya וְיֹרֵ֙נוּ֙ מִדְּרָכָ֔יו וְנֵלְכָ֖ה בְּאֹרְחֹתָ֑יו en sus caminos y podamos marchar por
sus sendas cfr. Is 2, 3c.
Observemos el
mandato de volvernos trabajadores por la paz cómo está expresado por el
profeta: “De las espadas forjaran arados y de las lanzas podaderas; ya no
alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestraran para la guerra” Is
2, 4bc.
Queremos llover
sobre mojado, la tarea de vigilancia no es pasiva sino muy activa, muy
comprometida, se nos conmina a encargarnos de la trasformación, evidentemente
que las espadas no se volverán arados por mirarlos fijamente, ni se volverán
podaderas las lanzas con rezar veinte mil oraciones. Habrá que hacer todo lo
necesario, no sólo esperar pacientemente sino manos a la acción, mangas
remangadas, ¡sudando la camiseta!
En su Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco nos advierte en el numeral 218:
«La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de
violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería
una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización
social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que
gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin
sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden. Las reivindicaciones
sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión
social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el
pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una
minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por
encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus
privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz
profética.»
Tenemos que
descubrir la manera de invertir no en armamentismo sino en salud, alimentación,
educación, oportunidades para la gente; no en vallas y carteles para promover
candidaturas sino en llevar adelante las candidaturas con proyectos echados a
andar favoreciendo a los que más lo necesitan. Votos para los que desde ya
estén haciendo realidad lo que prometen. Es cierto que es difícil distinguirlo
entre tanto engaño, calumnia y golpe sucio; pero recordemos que “por sus frutos
los reconoceremos…”
Pasos que componen la tarea
Cuantas veces y
cuantas personas van viendo el correr del tiempo como un simple proceso de
envejecimiento, otros lo ven como un acercamiento sistemático a la hora de la
muerte. San Pablo nos da una mejor óptica: cada minuto que pasa estamos más
cerca de la hora de nuestra Salvación. Esta es la primera clave interpretativa
que nos da esta perícopa de la Carta a los Romanos.
La segunda clave
consiste en que nos entrega paso a paso la ruta para revestirnos de Nuestro
Señor Jesucristo. ¿Qué significa esto de revestirse? Ponerse las mismas ropas
para hacerse parecido. Una de las mejores maneras de imitar a alguien es
vestirse del mismo modo. San Pablo nos da seis pasos esenciales para lograr
esta mímesis:
1)
Desechemos las
obras de las tinieblas
1a)
Revistámonos con las armas de la luz
2)
Comportémonos
honestamente
3)
Nada de comilonas y
borracheras
4)
Nada de lujurias ni
desenfrenos (esto reclama una actitud crítica ante el acoso del mercado y la
cultura del despilfarro y el consumismo.)
5)
Nada de pleitos ni
envidias
6)
Que el cuidado de
su cuerpo no de ocasión a los malos deseos.
¿Por qué hay que
hacer estas seis cosas? Porque ya es hora de que nos despertemos del sueño;
otra vez el llamado a estar “vigilantes”, despiertos, alertas; insistimos
(tercera vez) no sólo mantener los ojos bien abiertos sino hacer cosas, no
cualesquiera cosas sino exactamente estas seis.
Velar y estar preparados
Jesús nos manda γρηγορεῖτε οὖν, ὅτι οὐκ οἴδατε ποίᾳ ἡμέρᾳ ὁ
κύριος ὑμῶν ἔρχεται. “Velen
pues, y estén preparados porque no saben qué día va a venir su Señor” Se trata
de la Segunda Venida, la Primera vino como un Bebé y murió Crucificado para
Resucitar al Tercer Día. La Segunda sabemos con toda seguridad que vendrá, más
ignoramos los detalles, sólo sabemos que será revestido de Gloria y de Poder…
de resto… nada podemos afirmar. Pero que viene ¡Viene!
Al doblar por la
esquina de la “Segunda Venida” conviene recordar tres numerales del Catecismo
de la Iglesia Católica:
672 Cristo afirmó antes de su Ascensión
que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico
esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los
hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo
presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo
marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia
(cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los
últimos días (1 Jn 2, 18;
4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de
vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel
673 Desde la Ascensión, el advenimiento de
Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos
"toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su
autoridad" (Hch 1, 7;
cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento
escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y
la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos
de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).
674 La venida del Mesías glorioso, en un
momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento
del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está
endurecida" (Rm 11,
25) en "la incredulidad" (Rm 11,
20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de
Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados
sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe
al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo
hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus
profetas" (Hch 3,
19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la
reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre
los muertos?" (Rm 11,
5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a
continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24),
hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo
en nosotros" (1 Co 15,
28).
Tan inusitada será
su Llegada –dice en primer término- que será como el diluvio, que nadie se lo
esperaba, pero llegó…
Tan inesperada como
el ladrón, que si uno supiera cuando va a llegar, seguro que reforzaría la
guardia y tendría muchos policías al acecho para capturarlo.
Παραλαμβάνεται - ἀφίεται
“llevada – dejada” una bina clave en esta perícopa del Evangelio según San Mateo. La primera palabra
significa llevarse, reconocerle, admitir, agresivamente llevada, como
secuestrada, como raptada; la segunda palabra significa soltada, despachada,
que se le ha permitido irse, perdonada. Que dos anden juntos y aunque estén
haciendo lo mismo no garantiza que correrán la misma suerte porque muchas veces
depende de lo que hay dentro del corazón, de las intenciones que mueven a las
personas, de que una determina acción se esté haciendo en el Santo Nombre de
Dios, para testimoniar su Infinita Grandeza y Misericordia. Mientras uno
correrá una suerte bendita, el otro se quedará “viendo un chispero”.
La tónica es una actitud de alerta: γρηγορεῖτε Así que velen y estén preparados Mt 24,
42a. Y recuerda, una de las mejores preparaciones para estar “despierto” y
“vigilante” es el Sacramento de la Conversión, así que, ¡amig@ mí@, visita el
confesionario! Todo -en términos espirituales: comprar pañales, ropita de bebé,
una cuna…
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