ÉL REINA CON EL
COMPROMISO DE CADA UNA DE NUESTRAS VIDAS
Dn
7,13-14; Sal 92,1ab.1c-2.5; Ap 1,5-8; Jn 18,33b-37
Es crucificado como rey, y es rey por cuanto es
crucificado: es el rey de la verdad que nos hace libres (cf Jn 8,32)
Silvano Fausti
Se está a la
expectativa de una epifanía del hombre, de una “antropofanía”. La historia...
Es más bien una proyección hacia el futuro. El mundo contemporáneo es un mundo
de posibilidades latentes, de expectativas.
Gustavo Gutiérrez
Hay
un –por llamarlo de alguna manera- eje
comprensivo en el Evangelio que leemos en este Trigésimo Cuarto Domingo
Ordinario (valga recalcar en esta fecha que al decir “ordinario” con un
significado de habitual o normal la palabra está mal escogida y no
representa lo que en realidad se quiere significar, “Domingo por fuera de los
tiempos especiales”; esos tiempos especiales o “tiempos fuertes” son: Adviento
–el que empezaremos el próximo Domingo, Cuaresma y Pascua); se trata de la
expresión, en labios de Jesús μαρτυρήσω τῇ ἀληθείᾳ “atestiguar la verdad”, “hacer
evidente la verdad”, “darla a conocer”, este atestiguar significa “Revelar”.
Así pues, tenemos que alcanzar este nivel de comprensión del significado de la
realeza de Jesús, no es un rey a la manera de los reyes de este mundo, su
“Reinado” no está en el plano de los reinados comunes y silvestres, su Reinado
es un Liderazgo para afrontar la Verdad. Este es el “reflector” que habría de
iluminar y clarificar qué clase de Rey es el “Hijo del hombre”. Concluir el Año
Litúrgico también tiene que entenderse como un alcanzar una meta y cerrar un ciclo
intelectivo que nos haya conducido a un umbral “amoroso” más alto con relación
a nuestro Amado Señor, se refiere pues a un nivel cualitativamente superior de
la Fe.
Quisimos
anteriormente, plantear este enfoque como salto epistemológico del plano de la
historia al nivel de la fe, esta epistemología escatológica tiene su
instrumental en las virtudes teologales y, en su ejercicio –ya lo señalábamos
el domingo XXXIII- le cabe el rol
protagónico a la esperanza. Una esperanza muy dinámica que por su compromiso
histórico cabría llamarla esperanza constructiva. Que –ni un solo instante-
cesa de ser teologal. Esperanza misionera y misional. Vale que enfaticemos que «La
esperanza es un instrumento cognoscitivo
con una mirada de largo alcance, de grande agudeza y lucidez. Ni siquiera
nuestro corazón puede comprender, con todos sus sueños, aspiraciones y deseos,
ese bien sin límites que Dios nos prepara, que es el objeto de nuestra
esperanza: algo que está más allá de toda expectativa y de cualquier deseo,
aunque los colma y los llena de un modo indescriptible… la esperanza cristiana
tiene… como objeto suyo propio: mirar hacia Jesucristo y su regreso.»[1]
«Que
su Reino no es de este mundo, concuerda con la forma como Jesús ha actuado en
este evangelio: cuando los galileos quisieron hacerlo rey, El huyó a la montaña
para estar solo (6,15) cuando el Domingo de Ramos, los de Jerusalén le
proclamaban rey de Israel, Jesús corrigió esta idea de rey, entrando
humildemente montado sobre un burrito (12, 13-15); cuando Pedro sacó espada
para defenderlo, Jesús se lo prohibió (18,11). No necesita ejercito militar
para luchar a favor de Él (18,36).»[2] «Pilato pregunta a Jesús
si es rey de los judíos. En realidad “Es la realeza el motivo teológico que
domina el proceso»[3]
«Después de que el poder religiosos ha predispuesto la entronización en la
cruz, el poder político proclama su realeza con la condena a muerte. El texto
es un juego de ironías. Lo que se dice por burla es la verdad; lo que se
considera verdadero es una burla estúpida y trágica.»[4]
«El
rey es el hombre ideal, el ideal de todo hombre. Como es libre y poderoso,
quiere lo que le agrada y ordena que hagan lo que quiere; representa a Dios en
la tierra. La concepción que tenemos de lo que es un rey corresponde a la que
tenemos de Dios: es el hombre realizado, su imagen y semejanza… Los acusadores
son los jefes religiosos; el juez es el representante del imperialismo, que
entonces era el de los romanos. El proceso es “político”. La realeza de Dios,
aunque no es de este mundo, está en este mundo.»[5]
«Jesús,
con su realeza, nos revela la verdad de Dios y del hombre. Él es el Mesías que
fue prometido a David (2S 7,12) Libera no sólo al pueblo de Israel, sino al
mundo entero, porque rehúsa dominar y se pone a servir. Nos aparta de la
opresión no con la potencia del que oprime más, sino con la fuerza del que ama
más… Mi reino. El término griego basiléia
indica el reino como territorio y también como poder real. Jesús es rey…. Es el
rey prometido por Dios a la descendencia de David, que reinará para siempre (Cf
2S, 7, 8-16): su poder consiste en lavar los pies (13,1ss), su dignidad es
estar entre nosotros como el que sirve (Lc 22, 27) No es un ladrón ni un
salteador, sino el buen Pastor, que libera sus ovejas y expone, dispone y
entrega su vida (Cf 10, 1-21)… La realeza del Señor es mansedumbre y humildad,
justicia y amor: es servicio a la vida. Por eso hace que Pedro renuncia a la
violencia (18, 10s), que funda y mantiene todo poder de muerte. Él trasformará
las espadas en azadones y las lanzas en guadañas (Is 2,4). Entonces el lobo
habitará con el cordero y la sabiduría del Señor llenará la tierra como las
aguas cubren el mar (Is 11, 6ª.9b)»[6]
El
Salmo para la liturgia del XXXIV Domingo, Jesucristo Rey del Universo es del
grupo de ¡YHWH reina!, «Salmos del Reino de Dios. Él es el rey de la historia,
porque hizo triunfar a su pueblo (paso del Mar Rojo, Dios domina las olas).
Será el Rey escatológico, mediante su victoria definitiva sobre todas las
fuerzas del mal “por el trascurso de los tiempos”… Todas las imágenes están
tomadas del ritual de entronización de los reyes: los vestidos reales (el
cielo)…El trono real (la tierra)… La victoria real (triunfo sobre los elementos
desencadenados)…La carta real (La Ley)… El palacio real (el Templo)…»[7] el grito del Shofar (Cuerno de ternero)
proclamaba la Entronización de Dios en el Sancta Sanctorum, así como ya en Zc
9, 14-16 el Sonido del shofar proclamaba la llegada de Mesías; señal de la
Soberanía Divina, faltará sólo el griterío triunfante que derribará los muros
de Jericó para dar paso a la Victoria (Jo 6,20); aún hay más, el Shofar es por
antonomasia la señal Jubilar, señal de la Descensión del Señor –Parusía-, así
como de la resurrección de los que murieron en Cristo (1Ts 4,16). Pero aquí nos
es de especial interés que el sonido del Shofar sea la voz característica en la
Coronación Real. Los judíos en destierro, en Babilonia, se admiraban del
cortejo y de la coronación de Marduk soberano que se entronizaba año a año,
para concederle y hacerle entrega -por un año- de esa soberanía, cuando los
judíos se apropian de esta ceremonia suprimen todo aquello que significara
“entrega” de la soberanía, porque para su fe, como para la nuestra, Dios no recibe el Trono, sino que Él lo
detenta por toda la Eternidad.
Una
vez más retornamos a la base de le Realeza Divina: «Mi Rey es Rey de reyes y
Señor de señores. Mi vida es más fácil, porque Tú eres Rey. Mi futuro está
asegurado porque Tú reinas sobre todos los tiempos. Mi salvación está
conseguida, porque Tú, Dios omnipotente, eres mi Redentor. Tu poder es la
garantía de mi fe.»[8]
Él es Soberano, lo sé, y comprendo mi existencia desde su Presencia amorosa en
mi vida, en mi realidad, en mi historia personal, en mi misión.
Dirijamosnos
a la Primera Lectura: «El libro de Daniel es la cumbre de la apocalíptica
veterotestamentaria. Su personaje central, Daniel, no es una figura real, pero
tampoco solamente ficticia. Esta figura está inspirada en Ezequiel (Ez 14,
14.20; 28,3) del tiempo del destierro…Este libro sirvió para mantener en alto
la moral del pueblo perseguido. Es un libro de protesta y resistencia. Se
comienza describiendo la fidelidad de algunos israelitas que confían intrépida
e incondicionalmente en el Dios que les puede salvar triunfando de sus
opresores. Ante una política que sitúa los intereses del estado seléucida por
encima del respeto a la fe y a la dignidad del pueblo judío, el libro de Daniel
incita a la fidelidad, a la resistencia y a la esperanza… La figura de Daniel
es símbolo de la justica de Dios, que sostiene a los desvalidos y arruina a los
prepotentes. Es el Dios que apuesta por el indefenso, por el deshilachado, por
el falsamente denunciado; el Dios que premia la fidelidad… Para el futuro les
prometió la venida de un Salvador muy especial. Después de setenta semanas de años
(9,249 ve venir el triunfo de “un Hijo de Hombre”: “A Él se le dio poder, honor
y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron.
Su poder es poder eterno y que nunca pasará; y su reino jamás será destruido”
(7,14).»[9]
Un
vistazo a la Segunda Lectura nos propone ver el contexto global de su perícopa:
«El Apocalipsis… es un libro… que urge… a una reforma radical de la Iglesia y a
una nueva manera de ser cristiano en el mundo… El Apocalipsis no está orientado
a la “segunda venida de Jesús” o al “fin del mundo”, sino que está centrado en
la presencia poderosa de Jesús resucitado, ahora, en la comunidad y en el mundo…
El mensaje central del apocalipsis es: Si cristo resucitó, el tiempo de la
resurrección y del Reino de Dios ha comenzado. El mensaje central del
Apocalipsis, lo que constituye su eje fundamental, es la realidad escatológica
actual y presente de la Resurrección de Jesús… Jesús está vivo y está vivo en
su propio cuerpo, lo que significa que está vivo en la comunidad cristiana y en
la historia… El Apocalipsis no es el libro aterrador del juicio final, sino el
libro de la esperanza y del gozo porque Cristo ya ha resucitado y esta buena
nueva cambia el sentido de la historia presente»[10]
«En
efecto, no puede comprender la justicia el que trata de escapar a la justicia, haciendo
para sí leyes adecuadas; no puede comprender la libertad el que hace de ella
una bandera para oprimir a los otros. Sólo el que es víctima de la injusticia y
trata de buscar la justicia comprende la justicia; sólo el que sufre la
opresión y pide la liberación comprende la libertad.»[11]
Ya
podemos dar el paso actualizante para nuestra vida, no la de algún futuro en el
más allá, o después de cierta Parusía, sino el de hoy. Tomémosla como Papa Francisco
la formuló en Gaudete et Exsultate, en los numerales 25-27:
25. Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él
vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino:
«Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). Tu
identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con
él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo
contigo, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las
alegrías y en la fecundidad que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás
sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño.
26. No es sano amar el silencio y rehuir
el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la
oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como
parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de
santificación. Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la
acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia
misión.
27. ¿Acaso el Espíritu Santo puede
lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de
ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? Sin
embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el
compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en
el camino de la santificación y de la paz interior. Se olvida que «no es que la
vida tenga una misión, sino que es misión.»[12]
[1] Martini,
Carlo María. LAS VIRTUDES DEL CRISTIANO QUE VIGILA. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia 2003 p.59 (la cursiva es nuestra).
[2]
Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San
Pablo 1999 Santafé de Bogotá D.C.-Colombia p. 136
[3] Blank, J. Dei Verhandbuch von
Pilatus Joh. 18-28-191146 en Lichte Johanneischer Theologie. Bz(1959)
p.52
[4] Fausti,
Silvano UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Bogotá-Colombia
2008 p. 508
[5]
Ibid
[6]
Ibidem p. 516.
[7] Quesson,
Noël. 50 SALMOS PARA TODOS LOS DÍAS. GUÍAS PARA LA ORACIÓN Y LA MEDITACIÓN COTIDIANAS. T. II Ed San Pablo.
Santafé de Bogotá D.C.–Colombia 1996 p.
156
[8]
Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae
Santander-España 1989 p. 179
[9] Caravias,
José Luis. s.j. DE ABRAHÁN A JESÚS. LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS EN LOS PERSONAJES
BÍBLICOS. Ed. Tierra Nueva. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 2001 pp.
156-158
[10] Richard,
Pablo. APOCALIOSIS RCONSTRUCCIÓN DE LE ESPERANZA. 3ª Ed. Ed. Tierra Nueva.
Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 1999 pp. 9. 235. 237
[11] Fausti,
Silvano. Op. Cit. p. 518
[12] Santo
Padre Francisco EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE Ed. Paulinas
Bogotá D.C.-Colombia 2018## 25-27 pp. 18-20
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