Is. 35, 4-7; Sal 145,
7. 8-9. 9bc-10; Stg. 2, 1-5; Mc 7, 31-37.
SANAR TAMBIÉN ES RECREAR
Esta actitud de
cercanía con un ser humano sufriente, que había perdido, o tal vez nunca había
tenido la posibilidad de la comunicarse o escuchar a los demás, debió resultar
sorprendente para los que acompañaban al Señor en su recorrido por territorios extranjeros.
Hermann Rodríguez, s.j.
Dios no ha
cesado de crear, Dios crea siempre,
hoy por
hoy sigue creando,
su
creacionalidad no cesará jamás.
Dios creo
al hombre; ahora, está creando al Hombre-Nuevo.
Con este
Hombre-Nuevo se propone darse un pueblo.
¿En qué
consiste el Hombre-Nuevo?
Es aquel
que tiene entrañas de Misericordia.
Vivimos
emparedados,
paredes por
todos nuestros lados,
también
por encima y por debajo, son muros de soledad
e
incomunicación.
Religión es
romper ese aislamiento,
es restituirnos
al interior del entramado social,
recuperar
la unidad perdida,
sentir y
experimentar hondamente la fraternidad.
Superar
desconfianza y resquemores,
Tomarnos de
la mano como verdaderos hermanos
-hijos del
mismo Padre-
y caminar
como pueblo de Dios,
como Cuerpo
Místico.
Jesús, al
sordomudo, se dirige de otra manera,
él está
bloqueado, no puede oír a Dios,
si alguien
tratara de predicárselo,
el mensaje
de la Buena Noticia no le llegaría.
Nos
hallamos frente a un “doble” o “triple” milagro
porque a
este “hombre” lo aquejan dos males:
no puede
oír y no puede hablar,
(quizás se
pueda decir, y sea más exacto,
que no
puede hablar porque no puede oír).
Jesús no
se dirige a él con palabras,
puesto que
no puede oír, le habla con signos.
Crea un
conducto y un puente de contacto,
genera una
nueva semiótica adecuada.
Jesús no
es un taumaturgo exhibicionista,
ni espectáculo,
ni farándula.
Por eso lo
lleva a parte, al lado discreto,
lo llevó
aparte, donde la sanación no fuera “show”.
Jesús introduce
sus dedos en los oídos del sordo-tartamudo.
Son los
dedos de Dios, los dedos que reparan, que sanan,
que crean
de nuevo los oídos del enfermo, ya no tienen ningún daño,
ninguna
imperfección, todos sus tejidos se re-ordenan.
Los de
Jesús son dedos que abren paso al sonido,
a la
palabra
y a la Palabra.
Son los
dedos de Jesús que perforan tapones y rompen las “barreras” de incomunicación.
Son los dedos que siguen creando porque Dios no detiene nunca su
creacionalidad,
porque
Dios siempre está creando y no cesa de mejorar, de perfeccionar, de sanar.
Dios está
haciendo todos los días “avances”
hacía el
cumplimiento del dictatum en cada uno de nosotros
y ese
efecto se da en tanto, en cuanto nos abrimos a su aceptación.
Hay algo
que la fe nos permite hacer:
creer y
abrirnos.
El núcleo
del mensaje: Necesitamos “abrirnos” y “ayudar a abrir”;
se
requiere una dinámica de apertura,
apertura a
la fe, apertura a Dios.
Esta
apertura es “acogida” del mensaje,
“aceptación”
de la “Noticia”.
Apertura
que es un abrir nuestro propio corazón
para
aceptar y re-conocer que Él, Jesús, es nuestro Sanador,
nuestro
Salvador, nuestro Re-Creador.
Hay que
darle “asilo” en nuestro pecho a la Palabra de Dios
para que
Dios pueda plantar su “Tienda” en-medio-de-nosotros,
lo que
significa morar en nosotros,
vivir en nuestro ser,
inhabitar
nuestros pensamientos,
nuestras palabras,
nuestras acciones.
Esta
Liturgia de la Palabra –como siempre- nos comisiona,
constituye
un envío, un sentido para nuestra vida,
que se
hace sentido para los que la aceptan y reciban.
Nosotros
estamos llamados a proponerlo:
Tenemos
que colaborar, eso nos compete como cristianos:
el
discipulado consiste en generar apertura
y frente a
esa responsabilidad hemos de actuar creativamente:
la
pregunta permanente que tenemos que hacernos es
¿cómo
puedo lograr que la Palabra sea aceptada?,
¿cómo dar
la “Buena Noticia” de manera que la gente que la recibe
capte las
resonancias que esa noticia tendrá en sus vidas?,
¿cómo
potenciar nuestro estilo noticioso
para que
los destinatarios del Noticiero entiendan
que no es
un Mensaje personalista, individualista
sino un
Hecho que nos atañe como a pueblo,
como
comunidad de Dios?
¿Cómo
pronunciar más claro el Effatá?
¡Guardando
siempre en nuestro pecho la consciencia
que Jesús
significa “Dios salva”!
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