Hch 2, 1-11; Sal 103,
1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34; 1 Cor 12, 3b-7. 12-13; Secuencia; Jn 20, 19-23
Es verdad que hay que abrir la puerta del corazón a
Jesucristo, porque él golpea y llama (cf. Ap 3,20). Pero a
veces me pregunto si, por el aire irrespirable de nuestra autorreferencialidad,
Jesús no estará ya dentro de nosotros golpeando para que lo dejemos salir.
Gaudete et exsultate #136
¿Entendemos
bien que Pentecostés es Regalo,
puro Regalo?
Podemos
compararlo con el regalo que tiene una pareja
cuando
recibe el don de la paternidad.
Tristemente,
hay paternidades indeseadas
porque
vivimos la cultura del placer buscado y las consecuencias renegadas.
¿escogimos
mal el ejemplo?
El
Espíritu Santo es como un hijo,
Insistimos,
llega
a nuestra vida para acogerlo,
llega para quedarse,
pero,
sí así lo obligamos,
llega a su cuarto y se enclaustra.
Hay
historias de niños con malformaciones,
o
con discapacidad intelectual,
cuyas
familias los esconden por siempre,
prácticamente los mantienen
sepultados en vida.
Eso
pasa muchas veces con el Espíritu Santo,
Él
viene, y nosotros le decretamos “cadena perpetua”.
Otra
situación que se presenta con frecuencia
es la de los condenados al mutismo.
¿Extraño?
Por diversas circunstancias
muchos están obligados a callar,
callan
sus dolores, sus tristezas, su visión del mundo,
callan
o acallan sus sentimientos,
su
fe, sus creencias,
niegan
sus existencias por medio del silencio.
Muchas
veces –como sucedía a los Apóstoles-
¡detrás
del silencia está el temor!
Celebramos
Pentecostés cada vez
que nos ponemos a favor de los que son
acallados.
En
realidad ¡Dios nos socorre ser la voz de los silentes!
Basta
ya de palomas de Icopor,
la
espuma de poliestireno es muy decorativa
pero no es para nada “pastoral”,
¡basta
ya de lenguas de fuego que no hablan!
¡Ven
Espíritu de Jesús!
sal por todas las calles a proclamar
que
ninguna cadena y ninguna metralla te amilanen,
que
tus canciones puedan animar nuestras gargantas,
que
todos los creyentes nos unamos en coro
para
testimoniarte.
Queremos
tu Espirito y tu Gracia consoladora
pero
no del consuelo que sólo enjuga lágrimas,
queremos
el consuelo que levanta
que anima
que da sentido de vida
queremos
el consuelo que conduce a cantar con alegría,
queremos
del consuelo que daba Jesús,
que hacía caminar al paralitico.
Que
sea Pentecostés,
no que
sumemos días hasta contar 50,
queremos
del “viento huracanado”
que haga volotear las serpentinas
y
danzar las guirnaldas y festones.
Ya
no queremos ni luto, ni plañideras,
Lo que queremos es Fiesta
con
tinajas repletas y repletas de agua convertida en mejor-vino ,
queremos
por fin la embriaguez de tu Justicia
porque
estamos seguros que Tú no quieres
ver alicaídos
a los niños,
los jóvenes frustrados en su quietud-de-paro-forzoso,
los
enfermos tirados en los pasillos de los hospitales,
y los
pobres con sus casas
con paredes de latas, de cartón y cachivaches.
Queremos
oír las bocas que hablen en lenguas,
No queremos
la glosolalia estéril, ni la xenoglosia
que para eso tenemos el traductor de Google;
queremos
que las cadenas caigan,
que las
puertas de la prisión se abran,
que todos nos oigan hablar sus propias
lenguas,
no las
ajenas e incomprensibles.
Queremos
que el hielo se haga portador de calor,
porque
para Ti no hay imposibles.
Queremos
la consciencia de ser-un-solo-Cuerpo,
El Cuerpo-Místico.-de-Cristo.
Fusionados
en Uno en las aguas del Bautismo.
Oh Santo Espíritu,
queremos la consciencia de necesitar al sacerdote
para la
absolución,
“A
los que les perdonen los pecados, les quedaran perdonados…” y es que el Amor, y
el proceso de construir Comunidad requiere como instrumento maestro, el perdón.
El
Perdón es el bálsamo restaurador que sana y limpia, reconcilia y restituye. Sin
embargo cuando el sacramento es visto como confesión, se concentra
excesivamente en la enumeración de los “pecados”, y cuando es visto como
sacramento de la reconciliación se obsesiona en la recuperación de la amistad
con Dios que nunca interrumpe su Amistad; seguramente nuestra fragilidad humana
y esa propensión a tornar la falta en hábito, requiere que el énfasis sea
puesto en su carácter de Sacramento de la Conversión, para concentrarnos en el
cambio que nos es necesario para no reincidir, y en los factores del propósito
de la enmienda para “nunca más pecar y apartarnos de todas las ocasiones de ofenderle”.
reconocer que has querido ungir a
frágiles humanos
para que
fueran tus ministros,
tocar sus
manos con tu Aceite
para que
ellos te hagan Presente en medio de nosotros,
porque tu
prometiste no irte
y
te quedaste en medio de tu pueblo
a través d’ellos.
Que Tú,
Espíritu Santo,
Aclare nuestra
mirada, de forma tal que
cuando ellos proclamen el Evangelio
y lo
prediquen
Veamos tu
rostro y oigamos tu Voz,
y reconozcamos
el timbre de Voz del Pastor.
La Pascua
no termina en un sepulcro,
ni mirando hacia lo alto,
la Pascua
termina con ¡la recepción de tu Espíritu Santo!
o sea, que ¡No termina!
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