Za 9, 9-10; Sal 145(144),
1-2.8-11.13-14; Rm 8, 9. 11-13; Mt 11, 25-30
Quien posee el amor
de Dios, encuentra en ello tanta alegría que cualquier amargura se transforma
en dulzura, y todo gran peso se vuelve ligero.
Santa Catalina de
Siena
Jesús… es la escala
de Jacob, que une el cielo y la tierra.
Silvano Fausti sj.
Me quedo con Jesús. Quiero ir con él, aprender de él,
ser manso y humilde de corazón. No voy a cargar con la guerra.
Prefiero que me maten los enemigos, si es que no sean imaginarios, pero morirme
con la conciencia tranquila. Elijo el yugo suave de su paz.
Nathan Stone sj.
¿Por dónde vamos?
El Concilio de Nicea estableció, en el año 325, la regla según la
cual la Pascua se celebraría el primer domingo tras la luna llena que sigue al
equinoccio de primavera –llamado vernal- del hemisferio Norte. El jueves anterior será
Jueves Santo; y, cuarenta días antes de este jueves será Miércoles de Ceniza.
Así queda establecida la Cuaresma. En este año 2014, la Pascua de Resurrección
fue el 20 de abril, en consecuencia el Jueves Santo cayó 17 de abril, y
cuarenta días antes, el miércoles de ceniza cayó el 5 de marzo; así, la
Cuaresma se extendió entre el 5 de marzo y el 17 de abril.
El 12 de enero, del año en curso, fue el Bautismo del Señor, o sea
que concluyó el tiempo de Navidad y empezó el Tiempo Ordinario. Hasta el
Domingo 2 de marzo (último Domingo antes del Miércoles de Ceniza) hubo ocho
Domingos del tiempo Ordinario. Luego, vino la Cuaresma, a la cual sucedió la
Pascua –mediados los dos Tiempos Litúrgicos por el Triduo Pascual (Viernes
Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección)- el Tiempo de Pascua (7
Domingos, iniciando con la Pascua de Resurrección, incluyendo la Ascensión del
Señor) concluyó con Pentecostés, que hemos celebrado el 8 de junio, (cincuenta
días después de la Pascua de Resurrección); el Lunes, después de Pentecostés,
retomamos el Tiempo Ordinario.
Ahora bien, cada año, en virtud de un acomodamiento que se hace
para que el año litúrgico esté formado por 34 semanas del Tiempo Ordinario, se
suprime alguna semana de este ciclo. En este año 2014, se suprimió la Novena
Semana. Entonces, al retomar el tiempo ordinario, en vez de retomar con el 9no
Domingo, retomamos con la 10ª Semana del Tiempo Ordinario (lunes 9–sábado 14 de
junio); el siguiente Domingo habrían correspondido las Lecturas del 11º Domingo
Ordinario, pero en esta fecha (15 de junio) hemos celebrado la Santísima
Trinidad –que tiene precedencia sobre el Domingo Ordinario. El Domingo siguiente
(22 de junio) debido a que el calendario civil desplazó el Jueves de Corpus, lo
hemos celebrado este Domingo, que correspondería al 12º Ordinario; también
coincidió San Pedro y San Pablo con el Domingo 29 de junio y en esta fecha habríamos leído lo pertinente al 13er
Domingo Ordinario pero hemos tenido las lecturas propias de la Solemnidad de
San Pedro y San Pablo. De esta manera,
hasta ahora vamos a retomar con propiedad –en lo que se refiere a las Lecturas-
el Tiempo Ordinario, en este primer Domingo 6 de Julio,y retomaremos con las
lecturas propias del 14º Domingo Ordinario.
וְרֹכֵ֣ב עַל־חֲמֹ֔ור “Montado
en un burrito” Za 9, 9e
Para
nosotros Jesús es Profeta, Sacerdote y Rey. Él es el Mesías, o sea el “Ungido”
de YHWH (porque al rey se le ungía, así como lo hizo Samuel con David en 1Sam
16, 13) portador de la salvación a
través del cual el Poder de Dios se manifestaría restaurando el linaje de David,
Ungido de Dios para reinar.
En
la Primera Lectura el profeta Zacarías nos anuncia la llegada del Rey, este rey
tiene una característica muy especial, digamos un rasgo diferencial, no viene
en caballo bélico sino en burrito, la cabalgadura real para los tiempos de paz.
Toda
profecía es un meollo de revelación, hay una pedagogía Divina allí contenida,
en este caso, se nos permite vislumbrar que Jesús es Mesías, pero un Mesías de
naturaleza distinta. Es Ungido o Cristo (que es la traducción en griego para
Ungido), pero no como estábamos acostumbrados a pensar, identificándolo con un
personaje de enorme y evidente poderío. Y, en cambio, el profeta lo describe
con seis rasgos:
a) Justo y
victorioso
b) Humilde
c) Hará desaparecer
de la tierra de Efraín los carros de guerra
d) Y de Jerusalén
(el nombre de la ciudad traduciría “fundación de paz”) los caballos de guerra.
e) Romperá el arco
del guerrero
f) Anunciará la paz
a las naciones.
Aquí
aparece una palabra que, si tomamos toda la perícopa como un sistema
planetario, esta palabra sería el sol del sistema. Se trata de la palabra שָׁל֖וֹם Shaloum
“Paz”.
Pese a la עָנִי֙
humildad (pobre, necesitado, oprimido, miserable, afligido, humilde) que rodea
como un halo a este personaje; sin embargo, el primer rasgo es justicia y
victoria y luego, viene el rasgo séptimo, “Su poder se extenderá de mar a mar y
desde el gran río hasta (inclusive) los últimos rincones de la tierra”.
«… más que como profecía cumplida debemos
considerarlos anuncio de algo por llegar. O, si queremos, primicia de una
realidad que, aun no se ha manifestado plenamente. Como los pastores, sabemos
que “nos ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”. Pero debemos aceptar que
este Mesías no ha terminado con las guerras, con los ejércitos, las opresiones
e injusticias. Lo cual no significa su fracaso absoluto. Algo ha comenzado y
está germinando de forma escondida, misteriosa. Y el pueblo que camina en
tinieblas ha visto una gran luz (Mt 4, 15-16). Nos gustaría que fuese más
esplendorosa y radiante. Pero ahora es el momento en que nos toca a nosotros
coger el relevo y procurar que esa Luz, aunque pequeña, no quede escondida bajo
el perol. Y mientras crece, ilumina toda la casa y se difunde a todo el mundo,
las palabras de los profetas nos animan a esperar y a creer que un día nuestros
sueños e ilusiones se harán realidad.»[1]
Clima de este Domingo
En
la primera lectura ya se define el clima de este Domingo: “Alégrate muchísimo”,
“lanza gritos de júbilo”. Pero cuando llegamos al Salmo responsorial este clima
se define con mucha mayor precisión, dándole una dirección y un sentido a esa
alegría:
Dios y Rey mío, yo te alabaré
bendeciré tu Nombre siempre y para
siempre.
Un día tras otro bendeciré tu Nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
Este
Salmo corresponde a los salmos denominados “del ritual de la Alianza” porque en
ciertos momentos es necesario repasar que hemos pactado con Dios, trabajar con
un único propósito, “que se haga su Voluntad, y no la nuestra”. Esto es algo
que, con no poca frecuencia perdemos de vista, y es entonces cuando sobreviene
el desvío y –cuando menos lo esperamos- nos encontramos adorando “el becerro de
oro”. Como vacuna, como antídoto, con regularidad debemos renovar nuestra
alianza; algo muy similar al ritual con el que los esposos refrendan y
actualizan su compromiso matrimonial, ceremonia que denominamos “renovación de
los votos matrimoniales”; también tenemos, especialmente en el ritual de
confirmación, la “renovación de las promesas bautismales”, todos estos son
ejercicios de refrendación, necesarios a la memoria para contrarrestar el
olvido y vigorizar el compromiso.
Esta
renovación de los compromisos que conlleva la Alianza no está inserta en un
clima de tedio, ni mucho menos en un ambiente de depresión y tristeza. Por el
contrario, se enmarca en un ambiente de
alegría y festejo. Es la Fiesta de la Alianza entre Dios y el hombre.
Alianza es llevar el “yugo”
Este
año 2014 corresponde al ciclo A donde leemos el Evangelio según San Mateo. Al
llegar el Miércoles de Ceniza e iniciar la Cuaresma, como se dijo arriba, habíamos
alcanzado hasta el 8vo Domingo del Tiempo Ordinario. En esa oportunidad leímos
Mt 6, 24-34. Vamos –ahora- a hacer un breve tránsito por las lecturas de los
Domingos 9º -13º para ponernos en contexto de la continuidad litúrgica:
Domingo
9º habríamos leído Mt 7, 21-27. “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que haga la Voluntad de mi Padre del cielo”;
En
el Domingo 10º. correspondería Mt 9, 9-13: “Vayan a aprender lo que significa
misericordia quiero y no sacrificios. No vine a llamar a justos, sino a
pecadores.”
En
el Domingo 11º. se lee Mt 9, 36-10,8: Viendo a la multitud, Jesús se conmovió
por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor” y
llamó a los doce y los envió a anunciar el Reino.
El
Domingo 12º del Tiempo Ordinario nos propone Mt 10, 26-33: “… no tengan miedo,
que ustedes valen más que muchos gorriones…”.
Finalmente,
el Domingo 13º nos propone Mt 10, 37-42: “El que no toma su cruz y me sigue, no
es digno de mí. El que se aferra a su vida la perderá, y el
que la pierda por mí, la conservará”.
Para
este Domingo, 14º del Tiempo Ordinario, el Evangelio nos invita a tomar el yugo
de Jesús y a aprender de Él su mansedumbre, su desprecio delas vías de poder, del
belicismo. Lo cual está en directa continuidad con tomar su cruz y seguirlo,
del Domingo anterior.
Para
situarnos todavía mejor demos una mirada panorámica al Evangelio de Mateo, por
lo menos hasta donde vamos este Domingo:
·
Los dos primeros capítulos corresponden a la Infancia de
Jesús
·
El Padre “proclama” a su Hijo y Jesús es tentado caps.
3-4
·
Ha llegado el Reino de Dios caps. 5-9.
·
Jesús envía a sus discípulos a misionar y para esa tarea
los instruye
·
Pero, en vez de partir ellos en misión, es Jesús el que
parte en misión. Mt 11, 1
·
Juan el Bautista manda pedir razón sobre Jesús Mt 11,
2-19
·
¡Ay de las ciudades del lago! Mt 11, 20-24.
·
Y, aquí se inserta la perícopa de este Domingo 14º.
llamada “Himno de júbilo”, lo cual está muy en conformidad con el “clima de
regocijo” al que nos referimos antes, como ambientación anímica para esta
fecha. Es un “gaudete” del Tiempo Ordinario.
Jesús
con natural orgullo filial ensalza a su Padre. Proclama la bondad de su Abbá
que tiene preferencia por los νηπίοις. Esta
palabra tiene varias traducciones y ha sido traducida en este contexto bíblico
de diversas maneras: los sencillos, los pequeños, los niños, los ingenuos, los
inmaduros, la gente sencilla, los ignorantes, los iletrados, los incultos, los
analfabetas. En todo caso, los עָנִי֙, anî de los que hablábamos que se mencionan en la Primera
Lectura; allí proponíamos como traducción: pobre, necesitado, oprimido, miserable, afligido. No es
exactamente lo mismo, pero ellos son los elegidos para formar el pueblo de Dios,
a ellos se les revela y para ellos no quedan ocultas las verdades del Reino. Al
encarnarse «…Él mismo será anî, en hebreo “pobre, humilde”, será
por tanto hermano de las acostumbradas víctimas de la historia y del poder…
como su primer acto de gobierno disolverá
el ejército, aboliendo todo el arsenal militar (carros armados, arcos de
guerra, caballería). Su única palabra será shalôm, paz, y resonará de
valle a valle, de mar a mar, de región a región en forma tal que unirá toda la
tierra en un solo estado, la nación del hombre.»[2]
Toda
la Liturgia de este Domingo parece una entrevista de trabajo: la propuesta de
trabajo es ir a anunciar la llegada del Reino. Pero en estas entrevistas, no
sólo le dicen a uno lo que debe hacer, también le señalan las implicaciones,
los riesgos que se corren, los compromisos que se contraen, hasta la paga viene
a colación. No sería honesto por parte del empleador si ofreciera un empleo sin
decir los riesgos que tiene, los gajes que se enfrentan, las responsabilidades
que se contraen…
Hay
un gaje que no se puede ocultar, llevar el anuncio del Reino no es un lecho de
rosas, no es melcocha y vaso de leche; hay que soportar el “yugo”. Pero,
¡atención! este yugo no es abrumante, no es de desaliento e infructuoso; este
yugo es χρηστὸς: suave, fácil, cómodo, tranquilo,
calmo, sosegado; y, por otra parte, es ἐλαφρόν:
leve, liviano, ligero, suave.
Esa
“ignorancia”, esa “incultura”, esa “falta de educación” de los candidatos a
“anunciadores del reino” es el antídoto que disuelve la arrogancia de σοφῶν
καὶ συνετῶν la docta
“sabiduría” que era el pretendido origen de la autoridad de los escribas y los
fariseos. Esos, ni ven ni entienden nada; no son como Jesús que ὅτι
πραΰς εἰμι καὶ ταπεινὸς τῇ καρδίᾳ
es manso y humilde de corazón; humildad
de corazón queda perfectamente traducida por anî.
El Espíritu nos da la Paz
«La
resurrección realizada en nosotros por la gracia es parcial y no alcanza todavía a nuestros cuerpos. Por
esto esperamos aún la Parusía de Cristo.
Esta
relación paulina entre la naturaleza y la gracia se desarrolla en un triple
nivel: 1. El nivel psicológico-teológico de la experiencia humano-cristiana
expresada bajo la luz de la revelación: el “yo” humano es creado por Dios para
el Verbo y orientado hacia Él, en la posesión de la libertad frente al pecado y
en la exención de la muerte. Este “yo” sometido luego al pecado y a la muerte,
es liberado por la gracia, si se deja guiar y asimilar por ella. Sin embargo,
no se trata todavía del “yo” resucitado en su carne y en este aspecto sigue
todavía sujeto a la muerte. 2. El nivel ontológico de esta experiencia
cristiana: La misma naturaleza del hombre, resultado de la creación, y sometida
después, bajo el poder del pecado y de la muerte, ha empezado ya a recuperarse
con la gracia, de dicho estado, aunque sin alcanzar la trasformación definitiva
de su resurrección. Y en el nivel cósmico…»[3]. De este nivel cósmico
hablaremos el próximo Domingo.
«La
muerte de Cristo en la Cruz condena definitivamente el pecado, la muerte, los
poderes malignos y la Ley. Y desde entonces todo aquel que posee la gracia ha
vuelto las espaldas a un pasado imperfecto: la gracia nos ha abierto el mundo
espiritual y ha establecido en el alma la paz.»[4] «Pero he ahí que Pablo se
atreve a afirmar que la ley ya no es útil, puesto que ahora debemos dejarnos
guiar desde el interior por el soplo de Cristo que nos anima… si tenemos en
nosotros el soplo de Cristo, si respiramos del mismo soplo que Él, no podemos
hacer otra cosa que pensar como Cristo y realizar sus obras…. Entonces, ya no
hay necesidad de consultar un código que es exterior a nosotros mismos, se debe
más bien consultar el Espíritu de Cristo que habita en nosotros.»[5]
Hasta
el Domingo 8vo veníamos leyendo la 1a Corintios. A partir del Domingo 9º y
hasta el 24º estaremos leyendo la carta de San Pablo a los Romanos (hasta el 14
de septiembre), 16 Domingos dedicados a esta carta, que pensamos escribió San
Pablo en el invierno del 57 al 58, considerada como el testamento de Pablo y la
más aqlta sinteis de su predicación. Muy a vuelo de pájaro demos un vistazo,
como hicimos con el Evangelio mateano: La carta inicia con un saludo y una
mirada a los viajes que tiene planeados San Pablo; luego, San Pablo presenta el
propósito del Evangelio: llevar la posibilidad de la salvación a todos los que
la acepten; primero se refiere a los paganos y enseguida a los judíos; y,
enseguida pasa a mostrar la intervención sanadora y rescatadora de Jesús en
quien estamos llamados a depositar nuestra fe para alcanzar la “justificación”.
En el capítulo 4to toma como referente y ejemplo a Abrahán; en el Domingo 13º
nos muestra el poder regenerador del bautismo que comunica “muerte al pecado” y
a nosotros garantía de Resurrección.
Hoy,
nos muestra su poder anti-frustración, como veíamos arriba, al hablar de un
“fracaso absoluto” frente a un mesianismo en proceso: también el Espíritu nos
permite derrotar la materialidad, la inmanencia, el inmediatismo, la instintividad
(el gobierno de los instintos), en fin, todo aquello que San Pablo agrupa bajo
el rubro de σαρκὶ “la
carne”.
«¿Cómo
reaccionó Jesús ante el fracaso de sus esfuerzos y ante la injusticia, la
pobreza, el sufrimiento y el pecado de tantos miembros del pueblo de Dios?...
encontramos una reacción diferente del desaliento y la preocupación por los
detalles de la que he observado en mí mismo y que quizá pueden darse también en
muchas otras personas. Jesús parece haber tenido una profunda confianza en la
solicitud providente de que Dios vendría a reinar. No centró la atención en sí
mismo, sino en la iniciativa de Dios. Además parece haber aceptado el fracaso
de su ministerio con una ecuanimidad que deslumbra al observador. En un
artículo escrito en cuaresma, Mónica Furlong habla de trabajar la virtud de la
paciencia y describe lo que podría significar tener dicha virtud.
“Consiste
paradójicamente, en no ser más que una insignificante gota cuyo paso sólo
significará una pequeña alteración en la superficie… pero que es consciente de
que en su interior está presente todo el amor de Dios y ya se ha hecho realidad
la redención. En este amor es posible descansar en absoluta tranquilidad, como
un niño satisfecho duerme en el regazo de su madre. (The Tablet [04.03.1995] p.
284)”.
…Recuerdo
un dicho atribuido a Ignacio de Loyola: “Ora como si todo dependiera de ti, y
trabaja como si todo dependiera de Dios”. La idea es que oremos para discernir
cómo actuar en este mundo de acuerdo con la intención de Dios, porque es muy
importante que actuemos bien; pero una vez que hayamos decidido una línea de
acción, podemos dejarlo todo en las manos de Dios, como parece haberlo hecho
Jesús… sólo Dios puede mover a otros a cooperar con nuestras mejores acciones
en pro del bien común.»[6]
«…si
Dios nos ha creado y ha querido que fuéramos seres humanos en el tiempo,… y si
todo esto Dios lo ha bendecido, nosotros debemos comprender que, sin la
tierra, tampoco existe el cielo.
No,
no se trata de evadirse de la tierra; al contrario, mientras más fieles
seamos a las tareas que tenemos sobre la tierra –la tarea de labrar esta
tierra, la tarea de transformarla, de hacerla más habitable, de hacerla más
humana, de embellecerla, según la expresión del Apocalipsis- más dejará esta
tierra de ser un simple jardín, y será en cambio una ciudad llena de verde,
habitada, construida por nosotros… La morada del Reino la construimos con las
cosas que hacemos en esta tierra.»[7]
[1]
Sicre, José Luis. LOS PROFETAS DE ISRAEL “PARA EDIFICAR Y PLANTAR”. 3RA Parte.
Ed. Tierra Nueva centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 4ta ed. 2000 pp
70-71
[2]
Ravasi, Gianfranco. LOS PROFETAS. Ed.
San Pablo. Santafé de Bogotá- Colombia 1996.
p. 223
[3]
Cerfaux, Lucien. LA TEOLOGÍA Y LA GRACIA SEGÚN SAN PABLO. en SELECCIONES DE TEOLOGÍA Facultad de
Teología San Francisco de Borja. Barcelona-España Ene-Mar 1967. VOL.M 6 NO. 21p.
12.
[4]
Ibid. p. 10
[5]
Mainville, Odette. CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU. APOSTARLE A LA LIBERTAD. Ed. San
Pablo Bogotá D.C.- Colombia 2002 pp. 39-40
[6]
Barry, William A. sj. ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO? ENCUENTRO CON EL JESÚS HISTÓRICO
EN LA ORACIÓN. Ed. Sal Terrae
Santander-España 1998. pp. 74-75
[7]
Bianchi, Enzo. LAS PARADOJAS DE LA CRUZ. Ed. San Pablo Bogotá D.C. – Colombia
2001. pp. 94-95.
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