V DOMINGO DE PASCUA
Si
tuviéramos que darle un nombre a este Domingo, así como el anterior lo llamamos
el Domingo del Buen Pastor, este Quinto Domingo de Pascua podríamos llamarlo el
Domingo de “lo Nuevo”, o el domingo de la Nueva creación. Verdaderamente, la
Resurrección tiene como consecuencia una Nueva Creación. Todo empieza de nuevo,
como empezó en el Paraíso, todo es regenerado.
Lo leemos en el verso 5a del capítulo 21 del Apocalipsis, que es lo
último de la perícopa de la Segunda Lectura que hacemos en este Domingo: “Ahora
todo lo hago nuevo”.
¿Recuerdan
ustedes qué dice la parte b de este versículo? Pues, aun cuando no está
incluido en la liturgia de esta fecha, bien vale la pena recordarlo: “… y me dijo: «escribe que estas palabras
son verdaderas y seguras». Valga decir, que la parte b del versículo
contiene una garantía, una garantía del Fabricante, una garantía irrevocable, y
esto es algo inimaginable, algo especial, como para alguien que sufra de
ataques de desconfianza, para aquellos cuya fe flaquea o tambalea. Es la
“Palabra de Dios” la que nos ofrece garantía, perdón, debemos decir Garantía.
Y
¿qué es lo garantizado? Un cielo nuevo, y una tierra nueva, es decir, un cosmos
nuevo; tenemos una ciudad nueva, la Nueva Jerusalén, y –en el Evangelio-
tenemos un Mandamiento Nuevo. Pero allí, damos un gran salto, del entusiasmo
por el Don Infinito que nos trae la Resurrección entramos en la dialéctica del
Mandamiento. Y es que el Mandamiento implica una reciprocidad entre Mandador-mandatarios.
Nosotros, la humanidad, el pueblo de Dios, somos los mandatarios, y nuestro
Creador el Mandador, la alianza, si pudiéramos decir, el contrato bilateral,
está plasmada en el Mandato, si el Mandato no es cumplido por los mandatarios,
la alianza se rompe, el Mandador quedaría de esta manera desobligado, ya el
Mandador no tiene el nivel de compromiso previsto, puesto que el Mandato
(Mandamiento) fue desoído. La popular canción enuncia con claridad,
compendiando Jn 13, 34-35:
Un Mandamiento Nuevo nos da el Señor,
Que nos amemos todos como lo manda
Dios.
…………………………………………………
¿Qué
podría hacer el Mandador? ¡Buscarse un nuevo mandatario! No cambia su
mandatario de buenas a primeras; al contrario, la Historia de la Salvación es
la enumeración incansable de las miles y miles de terapias que el Mandador
procura a sus díscolos mandatarios. Ya en Los Hechos de los Apóstoles vemos a
Dios, buscarse otro pueblo, pese a los abundantes llamados, pese a las
innumerables invitaciones, este “pueblo de dura cerviz” ha rehusado acudir con
su docilidad y buena disposición; en cambio, han revestido su corazón de férrea
coraza de rebeldía, sus oídos han sido de sordos y, su desobediencia ha dado al
traste con el Plan Salvífico que el Señor les tenía reservado. Tampoco quiere
decir que Dios cierre la puerta definitivamente al pueblo “elegido”, Dios no es
un niño de pataletas dando portazos. La puerta sigue abierta para ellos de par
en par, la Fidelidad de Dios es inquebrantable. Pero nadie entra a la fuerza.
El Señor envía a sus mensajeros a promover el “banquete”, pero si los invitados
no acuden, mandará llamar los mendigos y los lisiados que están a la vera del
camino.
Quien a sus hermanos no ama,
miente si a Dios dice que ama.
La
tristeza y el descorazonamiento invaden a cualquier persona que vea un supuesto
“discípulo” dando muestras de indiferentismo, de indolencia, de falta de
fraternidad y de insolidaridad. ¿Habrá algo más penoso que ver a un “cristiano”
falto de caridad? ¡Eso constituye el colmo del anti-testimonio. La fe que se
espera del verdadero “discípulo” –que se nos perdone llover sobre mojado- no
consiste en llevar escudos o insignias de cristiano, ni llevar en el bolsillo
muchas estampitas de Santos, tampoco se trata de “batir camándula”, ni de
portar la estola de la cofradía o la chaqueta distintiva del tal o cual grupo
pastoral. Se trata de AMAR, así, con mayúscula, se trata de perdonar, se trata
de ayudar, de servir; se trata de convencer –como se narra en los hechos de los
Apóstoles- asombrando a los demás por la manera como nos amamos, por los gestos
de fraternidad misericordia, hospitalidad y compasión. Tenemos que sorprender a
los incrédulos con nuestro amor-ágape.
¿Qué leemos en Hechos?
Lo
que nos retrata la Primera Lectura es «… el resultado final de la primera
excursión misionera es “el modo como Dios había abierto a los gentiles las
puertas de la fe”. Esto confirma a la comunidad que Dios es un Dios de todos y
que su proyecto no se limita a un país, a una raza o una religión. Son los
hombres los que levantan muros y ponen cercas creando así divisiones y límites.
Y todo aquel que llega a conocer a Dios termina por perder el “espíritu de
clan”: el universo entero se convierte en su hogar y todos los seres llegan a
constituir su familia. Lo difícil no es admitir que los demás sean salvados. La
gran dificultad en la práctica, consiste en aceptar la convivencia, o por lo
menos, tener la disponibilidad para convivir con los demás…»[1]
En
esta perícopa se destaca que Bernabé y Pablo, antes de partir instituían
presbíteros para dar continuidad al culto y para preservar y estabilizar las
Comunidades que iban fundando a su paso. Sobre Bernabé diremos con el Padre
Eduardo de la Serna: «… con los datos que tenemos podemos ver en Bernabé un
judío piadoso, incorporado al grupo de seguidores de Jesús desde muy temprano, con
gran generosidad (vende el campo) y gran predicador (“hijo de la exhortación”),
disponible a donde el espíritu lo conduzca (Antioquía y misión por la región),
y atento a los signos de Dios manifestados en la persona de Pablo y su
“conversión”, y a quien reconoce, acompaña e instruye para que sea luego “el
gran evangelizador”. Anunciador del evangelio a los paganos, supo aceptar la
novedad inaudita de la aceptación de los paganos sin exigir previamente la
circuncisión, reconociendo la centralidad del bautismo en “nombre de Jesús”, y
se nos revela como un misionero capaz de mostrarnos la necesaria apertura a los
caminos siempre nuevos que el espíritu de Dios va marcando y la necesaria
disponibilidad y libertad plena para seguirlos.»[2] Del conjunto de rasgos que
destaca el Padre de la Serna, nosotros subrayamos el que nos parece definitivo:
la capacidad de aceptar la novedad inaudita.
Efectivamente,
no podemos disfrutar los frutos de la resurrección las más de las veces porque
no somos capaces de “aceptar sus novedades inauditas (un cielo, una tierra, una
Jerusalén y un mandamiento nuevos); y, también, nos cuesta tener “la apertura a los caminos siempre nuevos que
el Espíritu de Dios va marcando y la necesaria disponibilidad y libertad plena
para seguirlos”, sin estos elementos, sin esta disponibilidad y apertura la
novedad se queda inconclusa, se queda irrealizada –si cabe decir-, o queda
latente, puesto que no la vemos, o no la queremos ver, o no la queremos percibir,
o no la queremos aceptar porque no nos queremos comprometer con ella. Hemos
oído decir que toda novedad “levanta roncha”, que la novedad des-acomoda; y es
cierto. Gran parte de nuestra cerrazón para aceptar las novedades de la
Resurrección provienen de nuestro deseo de no des-acomodarnos. Se va dando una
especie de homeóstasis que permite –triste
y desafortunado permiso- mantenernos en nuestros “infiernos” pese a que la
puerta está abierta para salir de “ellos”, así arrastramos nuestras penas y
angustias, porque estamos acostumbrados a ellas. Y, la aceptación de la
novedad, del paraíso ofrecido ¿Dónde queda? Nos trae a la memoria el relato
kafkiano del hombre que aguardó toda la vida a las puertas y, sólo en su
postrer aliento preguntó cuándo se podría entrar y supo que la puerta siempre
estuvo abierta, y que estaba reservada para él…. Aquí damos un salto, de Kafka
al Evangelio: ¡Jesús es la Puerta.!
¿Qué decir respecto del
Salmo 144?
Amor,
amarnos unos a otros. Excelente, ¿y Dios dónde queda? También hay que amor a
Dios. A Dios por sobre todas las cosas. El amor al prójimo debe pasar por Dios.
El amor humano, mediocre, desfigurado, adulterado o débil, debe pasar por su
Potenciador: el Amor Divino. Es amando a Dios como nuestro amor se potencia, se
vitaliza, se llena del Espíritu Santo, y alcanza el rango y la dignidad del
amor Misericordioso de Dios. Amor que es ágape, puro, sublime, verdaderamente
desinteresado. Amor oblativo, que se ofrece como propiciación.
Nosotros
siempre buscamos nuestros intereses, nuestra oración está ego-centrada, van en
ella sólo nuestros afanes, nuestros deseos, nuestras propias penurias, nuestras
necesidades. Este salmo en cambio, no pide nada para el orante, el salmista no
pide nada para sí; todos sus versos van destinados a cantar al Señor y su
Grandeza. Verso a verso es una loa indetenible que ensalza al que es Digno de
toda alabanza. Al-Dios-del-Amor.
El
salmista se solaza en la Acción de Gracias; según su clasificación es un salmo
de la Alianza. Canta el pacto bilateral entre el Mandador y el mandatario, su
pueblo elegido. Según su género es un himno de alabanza. Pero no pide nada. Se
concentra en dar gracias, en bendecir, en amar a Dios como fuente de todo bien,
de toda generosidad de toda misericordia. Amor ágape dirigido a Dios: no
pedimos, pero si damos gracias.
Tomarse el Amor en serio
Para
orientarnos en la lectura del Evangelio queremos retomar el enfoque de Augusto
Seubert.
«Cuando la comunidad del discípulo
amado compuso este Evangelio al final del primer siglo, ya había experimentado
estos fracasos de discípulos débiles que ignoraron, negaron, desertaron del
Señor.
¿será que el pedazo de pan que Jesús
comparte con Judas era la comunión con Él? ¡Aparentemente si! Al pasar un “pedazo
de pan” a Judas (vv. 26s.30), este Evangelio quiere enseñar el increíble amor
de Jesús aun a un tipo tan repugnante como Judas. ¡Dentro de unas cena eucarística,
Jesús da la comunión al tipo al más despreciado en todo este Evangelio (véanse
6, 70s; 12, 4-6; 13, 2.11.21.27)!
Cuando Judas salió, “era de NOCHE” (13,
30). La palabra noche trae a la mente las TINIEBLAS de los que viven sin
Cristo. No han encontrado a Cristo, LUZ del mundo (8,17). Viven y trabajan de
NOCHE. Judas representa a esos que, a pesar del amor del Seño, se aparan de Él.
Por eso sale de noche… el c. 13 de este Evangelio quiere subrayar el amor de
Cristo a los que se vuelven contra Él. Lamenta: “El que come el pan conmigo, se
levantará contra mí” (v. 18b). Discípulos que comparten la mesa con Él, sin
embargo se levantan contra Él. “Se los digo de antemano, antes de que suceda,
para que, cuando suceda, crean que YO SOY el que soy.” (v.19). A pesar de los
rechazos, el sigue amándoles, sigue lavando sus pies, sigue compartiendo su pan
con ellos, aún sigue enviándolos como sus representantes (v.20)… Tal vez un
ejemplo moderno puede ilustrar el camino que también tomó Jesús. Era el año
1988. Durante un ataque contra la aldea de Slilma Lila, Nicaragua, una granada
de mortero cayó en la casa de Gonzalo Thomas, delegado de la Palabra allí.
Gonzalo quedó mortalmente herido y muere horas después. Mientras se le iba la
vida, NO condenó a sus asesinos. NO les guardo odio ni pidió vengarse de ellos.
Aprovechó sus últimos minutos de vida para insistir en el perdón. Sus últimas
palabras a su esposa fueron: “Si algún día mis asesinos llegan a pedir comida,
dales de comer. Si piden bebida, dales de beber.” Con eso, Gonzalo murió.»[3]
¿Qué
es lo nuevo?: El Mandamiento nuevo, ¡el Amor! Como conclusión, un fragmento del
prefacio IV de Pascua:
«En
verdad es digno y justo, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre,
Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido
inmolado. Porque en Él fue demolida nuestra antigua miseria, reconstruido
cuanto estaba derrumbado y renovada
en plenitud la salvación.»[4]
[1]
Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. EL CAMINO DEL EVANGELIO.
Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1998. p. 144
[2] De
la Serna, Eduardo pbro. BERNABÉ UN APÓSTOL. En Iglesia SINFRONTERAS Revista
Misionera Católica. #363 Marzo 2013 p. 15
[3]
Seubert, Gonzalo. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San
Pablo Santafé de Bogotá – Colombia 1999. pp.107-108
[4]
Misal Romano
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