νῦν οὖν τί πειράζετε τὸν θεὸν ἐπιθεῖναι
ζυγὸν ἐπὶ τὸν τράχηλον τῶν μαθητῶν ὃν οὔτε οἱ πατέρες ἡμῶν οὔτε ἡμεῖς ἰσχύσαμεν
βαστάσαι;
“Pues
ahora, ¿por qué tientan a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo
que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar?
He
15, 10
Apertura universalista
«Son
los hombres los que levantan muros y ponen cercas creando así divisiones y
límites. Y todo aquel que llega a conocer a Dios termina por perder el
“espíritu de clan”: el universo entero se convierte en su hogar y todos los
seres llegan a constituir su familia.»[1] En el capítulo 11 de los
Hechos de los Apóstoles, leemos que en Antioquía la Iglesia empezó a llamarse
cristiana (cfr. He 11, 26); pero ahora estamos estudiando, al seguir leyendo
los Hechos, cómo la Iglesia llego a hacerse católica, es decir, universal.
Quizás
nos cuesta dimensionar hasta qué punto es difícil y durísimo abandonar la
circuncisión. Para nosotros simplemente es una palabra, tal vez sabemos el significado,
pero no estamos compenetrados del valor esencial que tenía para el judaísmo,
para quienes representaba un acto de identidad cultural. Así como algunos
clubes restringen la entrada a quienes no portan su carnet de afiliación
–comparación ingenua- así la pertenencia al pueblo elegido de Dios se
demostraría con este “carnet” grabado en la carne.
De
otra parte, para los judíos, este rito se practicaba a la semana del
nacimiento, pero si un adulto gentil
quería adherirse al judaísmo y hacerse prosélito, debía a ese edad, practicarse
la circuncisión, con toda la incomodidad y los posibles riesgos profilácticos
que en esas circunstancias históricas, debían presentarse. Aun cuando se diga
que el prepucio no pasa de ser un pedazo de piel sin importancia alguna, para
las “gentes” ajenas al judaísmo representaba una especie de “amputación”; tan
es así que en la perícopa que leemos en
este VI Domingo de Pascua (He 15, 1-2. 22-29) se le denomina “carga” y del
contexto se infiere que es “innecesaria” o “dispensable” (Cfr. He 15, 28).
Al
examinar este episodio de la historia de la Iglesia en sus primeras comunidades
reconocemos que no se operaba por el principio de “sola Escritura”; la
dificultad se dirimió planteando la dificultad a las “autoridades” que en este
caso eran los Apóstoles y los “presbíteros”, es decir los ancianos (reunidos
para esta pregunta en el que llamamos el Concilio de Jerusalén; aun cuando esta
sección de la perícopa no se lee, es precisamente He 15, 4-21), como hoy lo
hacemos consultando a los Obispos. Vemos pues que este estilo de referencia a
quienes la propia Iglesia ha colocado a la cabeza, no carece de raíces en la
continuidad de la Comunidad de Fe instituida por nuestro Señor Jesucristo en
cabeza de sus discípulos y sucesores.
Pero,
y este tema no es de poca monta, la decisión no se emite en el exclusivo apoyo
de esos “jerarcas”, hay una Persona que ratifica esa “autoridad” y es –nada más
ni nadie menos- que Dios mismo en la Persona del Espíritu Santo. Para el
incrédulo, esto no pasara de ser una frase para respaldar las decisiones en la
Gracia de Dios; para nosotros, los fieles de la Iglesia, constituye un hecho
permanente de nuestra historia de vida, cada decisión que hacemos, está puesta
en oración, llevada a los pies del Señor, e iluminada por su Resplandor. No es
que la “Palomita” baje y aletee o grazne indicando la respuesta, no se trata de
eso. Se trata de orar, con profunda fe, y colocar el discurrir de nuestra vida
y sus peripecias, en la Manos Providentes del Señor. Y no dudamos que el Señor
“Sopla” su Espíritu e hincha el velamen de nuestras embarcaciones
conduciéndolas siempre a puerto seguro. El Espíritu Santo nos conduce y nos
responde por “signos” que requieren de nuestra apertura, de nuestra
disponibilidad; apelan a nuestra respuesta, que en términos bíblicos suena así:
Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad, y que en labios de Santa María siempre
Virgen sonó “He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Viene
al caso decir –frente a quienes se escandalizan ante la palabra “esclava” que
la esclavitud de este “Amo” no restringe ni un ápice nuestro albedrío. En otra
parte destacamos que Dios no obliga a la Virgen Santísima a cumplir un
“designio”, va donde su criatura, y por medio del Arcángel solicita la anuencia
de María. Este detalle bien visto –usemos aquí una frase de cajón- vale más que
mil palabras.
Siguiendo
A Michel Gourges diremos que «este relato es uno de los más elaborados del
libro de los Hechos. Se pueden distinguir en él tres partes.
·
El
problema (15, 1-5)
·
Discusión
y adopción de una solución (15, 6-21)
·
Trasmisión
de la resolución a las comunidades (15, 22-35)»[2]
Que el Señor bendiga
todos los pueblos y todas las criaturas
Los
estudiosos del salterio nos han brindado 13 categorías distintas para
clasificar los salmos, teniendo en cuenta, no tan sólo el género y la forma
sino, también , la aplicación ritual que tenía dentro del culto. Una de esas
categorías es la petición de bendición. Lo que nos parece llamativo es que de
los 150 salmos, en esta categoría sólo caen dos salmos: el 66 y el 143.
Este
Domingo VI de Pascua, nos ocupamos del Salmo 67(66). Cuyo sentido universalista
(como decíamos arriba, catolizante) es indudable. Propone que todos los pueblos
de la tierra sean bendecidos por el Señor; o sea, que el salmista también es
consciente que la fe que se depositó en manos del pueblo judío se le entregó,
no para acapararla sino para diseminar la semilla y atraer a otros para que se
sumen y se pongan bajo la bendición protectora de Dios.
Al
llamar a todos los pueblos incluye el llamado a todas las criaturas, como el
Padre Teilhard de Chardin: «Una vez
más, Señor, no en los bosques de la Aisne sino en las estepas de Asia, no tengo
ni pan, ni vino, ni altar, pero pasaré por encima de los símbolos hasta
alcanzar la pura majestad de lo Real, y te ofreceré, yo mismo, tu sacerdote,
sobre el altar de la tierra entera, el trabajo y las penas de los hombres”.
“El sol acaba de iluminar la franja extrema del oriente. Una vez más, bajo el manto agitado de su resplandor, la superficie de la tierra se estremece y reanuda su estremecedora labor. Pondré sobre mi patena, oh Dios mío, la esperada cosecha de este nuevo esfuerzo. Derramaré en mi cáliz la savia de todos los frutos que serán hoy triturados”.
“Mi cáliz y mi patena son las profundidades de un alma ampliamente abierta a todas las fuerzas que, en un instante, van a elevarse desde todos los puntos de la tierra y converger en el Espíritu... Ahí está la materia de mi ofrenda a Dios en esta Misa celebrada sobre el mundo”». Es una liturgia en la que intervienen en calidad de sacerdotes de la criaturidad las vinas y los granos de trigo, pero se les unen concelebrando desde el repollo hasta las alcachofas, están presentes las aceitunas, los higos, las manzanas, los exóticos frutos aportan su voz a la masa coral y, con sus cantos gregorianos y sus voces cultivadas en el bel canto, alaban y se postran para pedir –también ellos- ser benditos y ser admitidos en el unísono y en la unanimidad de los que alaban y dan gracias. Nadie en la naturaleza quiere exceptuarse, las bestias doblan sus patas delanteras y los peces, vienen todos a la superficie y con el rítmico abrir y cerrar de sus boquitas, se aúnan a los alabantes. Contemplemos las olas y cada gota del basto mar ensayar su ballet de milimétrica coreografía en una danza litúrgica para celebrar esta Eucaristía Universal.
Que
canten de alegría las naciones,
porque
riges al mundo con justicia,
riges los
pueblos con rectitud
y
gobiernas las naciones de la tierra.
Ha quedado dicho, Dios no es patrimonio exclusivo
de ningún pueblo y ninguna cultura; ni podrá ser acaparado por ninguna raza ni
por partido alguno. Es Dios de todos y de todo lo creado.
Revelación
Tanto el Salmo como la Segunda Lectura
tomada del Apocalipsis se refieren a realidades que ya pero que todavía no. El
salmo clama para que algo llegue. Apocalipsis (palabra que no podemos olvidar
que significa Revelación) nos trasporta a la montaña para que podamos ver más
allá, al otro lado del presente, al futuro; nos deja así entrever desde ya lo
que “todavía no”. Parecido a la Transfiguración, el Espíritu Paráclito, nos da
una muestra, un anticipo, una saboreadita para que sepamos desde ya, para
apuntalar nuestra fe. El Espíritu Santo sabe cuánto lo necesitamos para
sostenernos en medio de realidades defraudantes, desalentadoras,
descorazonadoras. Entonces el Espíritu viene con su “vitamina” y nos deja
constatar, lo que de otra manera nos está velado.
¿Qué hay detrás de la montaña?, es
decir, ¿qué hay más allá del presente inmediato? ¡Son los ojos de la fe los que
pueden ver! Jerusalén, la Ciudad Santa. Y ¿cómo es? Como un verdadero diamante
fulgurante. Es la Iglesia en su papel líder. ¿Cómo podemos reconocer en esta
Ciudad de la Paz (Ieroshalen significa la Ciudad de la Paz) a la Iglesia? Sencillo, ¿sobre qué está fundada su
“muralla”? observemos, sobre los nombres de los Doce “Apóstoles del Cordero”.
Cabe alguna ambigüedad, quien no lo ve es porque no lo quiere ver.
¿Otro poquito de prueba? ¿Quiénes
están sobre las Doce Puertas? Doce Ángeles, con Doce Nombre escritos. ¿Cuáles?
Los de las Tribus de Israel. El Pueblo escogido recibió la herencia y le cupo
la gloriosa responsabilidad de aportar los primeros Discípulos, los que habían
de construir la “Muralla”, la Primeras Comunidades, responsables de la
trasmisión al mundo entero.
Sin embargo, no se trata de un Templo,
el Templo es exclusividad de la realidad previa, de la antigua Jerusalén. Pero,
donde está el Cordero no se necesita Templo, El Cordero es el Templo y su Luz
reemplaza todas las velas y todos los cirios del Universo; Él mismo es el Cirio
Pascual Viviente, cuya Cera Arderá por toda la Eternidad. Brilla más que el Sol
porque su resplandor es el del Justo.
«Al no haber Templo en la nueva
Jerusalén… Desaparece… la separación entre santo y profano, entre sacerdote y
laico, entre cristiano y no cristiano. Ahora toda la ciudad es santa, todos son
sacerdotes, todos ven a Dios y llevan su nombre en la frente.»[3]
Recibiremos
la ayuda del Paráclito
¿Por qué se nos revelan
anticipadamente sucesos que sólo después acaecerán? Jesús nos lo explica en la
perícopa del Evangelio de San Juan que leemos en este VI Domingo de Pascua. καὶ νῦν εἴρηκα ὑμῖν πρὶν γενέσθαι, ἵνα ὅταν γένηται
πιστεύσητε. “Se lo he
dicho ahora, antes de que suceda para que cuando suceda, crean”, es decir, la
revelación de lo venidero se da para fortalecer nuestra fe. (Jn 14,29)
¿Y cómo pasamos a ser parte de esa
muralla de la Nueva Jerusalén? También a este interrogante responde el
Evangelio: ἐάν τις ἀγαπᾷ με τὸν λόγον μου τηρήσει, καὶ ὁ
πατήρ μου ἀγαπήσει αὐτὸν καὶ πρὸς αὐτὸν ἐλευσόμεθα καὶ μονὴν παρ’ αὐτῷ
ποιησόμεθα. “El que me
ama cumplirá mi Palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada”
aparecen dos palabras importantísimos en esta perícopa: Por una parte el verbo ἀγαπάω que ya varias veces hemos considerado, se
trata del verbo amar, hemos comentado también que se trata de ese amor
desinteresado que no busca reciprocidad, amor misericordioso, amor divino. De
otra parte, μονή, ῆς, ἡ , sustantivo que hemos
traducido morada, habitación, cuarto, alojamiento.
Nuevamente,
así como en la Primera Lectura, el Espíritu Santo, el Paráclito que envía el
Padre es el que guía, el que orienta; en la perícopa evangélica nos dice Jesús
que ὁ δὲ παράκλητος τὸ πνεῦμα τὸ ἅγιον, ὃ πέμψει ὁ
πατὴρ ἐν τῷ ὀνόματι μου ἐκεῖνος ὑμᾶς διδάξει πάντα καὶ ὑπομνήσει ὑμᾶς πάντα ἃ εἶπον
ὑμῖν ἐγώ. “el Espíritu Santo nos διδάξει enseñará
todas las cosas y ὑπομνήσει ὑμᾶς πάντα ἃ εἶπον ὑμῖν ἐγώ nos
recordará todo cuanto yo les he dicho”.
Así
vamos entrando en conciencia del Pentecostés que estaremos celebrando el
próximo domingo 19 de Mayo. «Esta es la mayor explicación del Espíritu Santo en
toda la Biblia. Él ayuda a la comunidad a descubrir en tiempos y lugares
diferentes, el camino del proyecto de Dios, que es libertad y vida para todos.»[4]
[1]
Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. EL CAMINO DEL EVANGELIO.
Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1998. p. 144
[2]
Gourges, Michel EL EVANGELIO A LOS PAGANOS Hch 13-28. Cuadernos Bíblicos #67.
Ed. Verbo Divino Navarra- España 1991. pp. 29-30
[3]
Richard, Pablo. APOCALIPSIS RECONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA Colección Biblia 65
Ed. Tierra Nueva y Centro Bíblico “Verbo Divino” 3ª ed. 1999. Quito Ecuador p.
227
[4]
Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed San
Pablo Bogotá Colombia 2002. p. 156
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