sábado, 26 de enero de 2013

TU PALABRA ES DADA PARA ACATARLA, ES NUESTRA LEY Y MISIÓN



Ne 8, 2-4a. 5-6.8-10 / Sal 18 / 1 Co 12, 12-30 / Lc 1, 1-4; 4,14-21

… a menudo, la palabra oída tiene mucho más poder que la leída.
Romano Guardini

¡No ir a leer sino a escuchar!

En la Primera Lectura, más exactamente en el verso 5, encontramos al Sacerdote Esdras ocupado en la proclamación de la Palabra: les leía del Libro de la Ley de Moisés que el Señor había dado a Israel. Cfr. Ne 8, 1bc. En el Evangelio, de manera análoga, encontramos a Jesús proclamando la Palabra, en este caso se trata del Libro de Isaías. El tema que nos ocupa, es pues, la Proclamación de la Palabra de Dios a su Pueblo.



¿Qué nos interesa? Hay una función sacerdotal, de proclamación de la Palabra que en nuestras asambleas la desempeña el Ministro Lector, el diácono o el propio sacerdote. De tal suerte que, la Palabra está “escrita” para que le sea leída a su pueblo: «La palabra trasmitida por medio de la escritura y del ojo, es diferente de la palabra hablada a través de la boca y escuchada a través del oído. En la lectura la palabra se consume y en el lugar del sonido aparece la opresión. En la misa, la palabra no debe ser simplemente leída. Si esta fuera la intención, entonces sólo se necesitaría repartir libros y todos, el sacerdote y los creyentes, se sentarían silenciosos en la lectura. Lo que resultaría de allí sería una comunidad de lectura, pero esto no es lo que debe ser. La palabra debe elevarse del Libro Sagrado a los labios, atravesar el espacio, ser escuchada por el oído atento y acogida por el corazón dispuesto»[1]

De esta manera, hemos entrado directamente en materia: La diferencia entre la lectura y la proclamación. Quizá nunca habíamos reparado en la diferencia. Puede que hayamos pensado que cualquiera de las dos es igual y que lo único importante es el “contenido”.



En alguna época fueron muy populares los cancioneros, librillos más o menos grandes, por lo general en formato revista, donde venían las letras de las canciones, especialmente las de nuestros cantantes favoritos. Se les compraba para “tener la letra” de las canciones, pero evidentemente, estaban en relación diversa frente a las reproducciones, fueran estas en formato disco o casete. Una cosa era poder “leer las canciones” y otra bien distinta, oírlas interpretadas por el artista que las había grabado.

Puede ser que esta comparación nos permita entender la diferencia entre “una asamblea silenciosa sumida en la lectura” y una donde un “ministro lector” la proclama. Podemos reflexionar que, si Jesús lo hubiera querido así, habría esperado para venir al mundo, la era de las multicopias, para garantizar que todos pudieran seguir la lectura de lo que Él estaba proclamando. ¡Pero no! Él les hablaba y sus discípulos lo escuchaban. Así instituyó Jesús la comunicación de la fe.

Profundizando en este pensamiento caemos en la cuenta de la dignidad magnífica de los “ministros lectores” que prestan su boca para que sea la boca de Dios que le habla a su pueblo. Pero –como siempre pasa- una alta dignidad conlleva una responsabilidad proporcional: “Al que mucho se le dio, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confió, se le exigirá mucho más” Lc 12, 48.



No solamente presta su boca, sus labios, sus cuerdas vocales; todavía más, presta su entonación que mucho trasmite, presta su capacidad interpretativa, su sensibilidad, sus sentimientos. Presta y pone al servicio de la asamblea “la vida” para darle vida al texto. El texto escrito, leído con atención, nos aporta muchísimo (ante el peligro de un mal lector, de un “ministro lector” poco hábil, es cierto que tal vez sea más rica la lectura que la escucha); pero un texto bien entonado, bien pronunciado, correctamente entendido para su mejor proclamación, logra cobrar “vida” y comunicar el Espíritu al espíritu. En la vida eclesial se suele decir, para justipreciar una buena lectura, que fue hecha con “unción”, valga decir que, el ministro lector contó con el auxilio y la gracia del Espíritu Santo que guió el “ser” del Ministro Lector para hacer que la Lectura de la Sagrada Escritura se vivificara, cobrando vida como Palabra de Dios proclamada.

Pero todavía hay más. En la Asamblea litúrgica, además de la simple “Lectura” tenemos la explicación denominada “homilía”. Esta palabra pasó del latín al lenguaje religioso y proviene del griego, donde significa una charla familiar explicativa o exhortativa. Es una habilidad que debe cultivar el sacerdote y que supone una profunda formación teológica y un aplicado estudio bíblico. Es una disciplina cognoscitiva con claras reglas estipuladas, inclusive existen textos y manuales de homilética donde el seminarista va construyendo, bajo la cura atenta de sus formadores, la habilidad para iluminar a los fieles una mejor y mayor comprensión de las Lecturas, a una vez que su actualización, su aplicación a la vida y a las situaciones concretas de una determinada comunidad. No basta, sin embargo, una profunda formación teológica sino que amerita la consagración sacerdotal puesto que no es la simple explicación de una lección sino, ni más ni menos, una glosa a la PALABRA DE DIOS.



En la perícopa de Nehemías advertimos que no se lee el verso 7. Allí dice que estaban presentes trece miembros de la tribu sacerdotal, a saber: Josué, Banías, Serebías, Jamín, Acub, Sabtai, Hodías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabat, Hanán y Pelaías. ¿Qué hacían? Explicaban lo que se leía al pueblo, es decir, eran levitas (léase sacerdotes) con la misión de hacer la homilía a la feligresía.

Muchos hay que llegan a misa para la Comunión, comulgan y se van. En tal caso, se hacen presentes en la celebración litúrgica sólo para la mesa del Pan pero no se hacen presentes a la mesa de la Palabra. Se han perdido dos factores esenciales de la verdadera comunión: Las Lecturas y la Homilía. Es allí donde el feligrés, el laico, se informa y se forma. Viene a ser una especie de catequesis prolongada a todo lo largo de la vida.

Corre por ahí la crítica ácida contra los católicos, que son acusados de desconocer su fe. Se nos arrostra desconocer en qué creemos y –es triste que- en más de una oportunidad nuestros denigrantes tienen razón porque mientras se proclama la Palabra y más, durante la predicación, los fieles divagan, conversan o se “engloban”. Suele suceder que, interrogados sobre las lecturas o preguntados sobre el contenido y el significado de la prédica homilética no pueden dar razón ni de lo uno ni de lo otro. Ya es un lugar común el chiste según el cual los fieles confiesan “el Padre predicó muy bonito, no sabemos qué fue lo que dijo, pero predicó muy bien”.

Retomando el tema del ministro calificado, habremos notado que el Evangelio siempre es proclamado por un Ministro Ordenado: El obispo, el sacerdote o el diacono. Y es porque la Lectura Central y Fundamental en la eucaristía es la del Evangelio y por eso requiere un Lector calificado que garantice –por decirlo de alguna manera- unos mínimos de calidad, claridad y fidelidad.

A este siervo tuyo le será provechoso obedecerte.

Los salmos se estudian a partir del género literario al que pertenecen. Se han clasificado en trece géneros, pero determinar su pertenencia a uno u otro no es asunto fácil. Se requiere el concurso de historiadores, lingüistas, filólogos y, hasta sociólogos. La utilización en el contexto cultual, en ciertas ceremonias y en ciertas celebraciones, además de su aplicación en un momento dado del culto viene a establecer una estructura determinada. Así los salmos fueron clasificados según su aplicación cultual y luego, ya clasificados se estudió la estructura típica de cada grupo. Hasta aquí hemos descrito el proceso de clasificación y estudio de las formas de los salmos de una manera esquemática aunque no precisa, dado que en la práctica se entreveraron los dos momentos en todo el proceso. Aún otro aspecto a tener en cuenta es que no todo salmo de uno de los géneros cumple con todos sus rasgos estructurales. A veces, falta, aquí o allá, algún elemento de la estructura típica.



El salmo 19(18) de este tercer domingo del tiempo ordinario, ciclo C, se clasificaría en el género literario himno. Su estructura típica es tripartita: a) Invitación de los sacerdotes a la  asamblea a la alabanza de YHWH, b) el himno propiamente dicho y c) la conclusión.

En este salmo, por ejemplo, no hay invitación, se ha prescindido del primer elemento de su estructura típica. Está dividido en dos partes en claro paralelismo: Hasta el verso 6(7) se muestra la maravilla de la creación cósmica. Los versos 7-10 (8-11) se refieren a loa de la Ley de Dios para, como corresponde a un himno, alabarla también. El paralelismo se da entre la alabanza de las “leyes físicas” y luego la ponderación de las “leyes morales”.



Parece ser que este salmo en los versos (2-7), los que se refieren a la “perfecta organización cósmica” se tomó de un texto pagano.





La conclusión podría perifrasearse así: Si los planetas, los cuerpos celestes y toda la creación es obediente a las leyes, que uno también sea un hombre intachable, respetuoso y coherente con las leyes morales: «Tu Hijo nos enseñó a pedir que tu Voluntad se haga en la tierra como en el cielo. Veo a todos los cuerpos celestes que obedecen a tu voluntad con fácil perfección, y pido para mí esa misma facilidad en seguir las rutas de tu gracia»[2].

Opción preferencial por los pobres: ¡amarlos!

«Los pobres eran víctimas de un complejo de inferioridad creado por las personas “de bien”. Pablo afirma que si es necesario privilegiar a alguien en la comunidad, que sea justamente a los pobres y marginados… ¡Ahí está la intocable opción de Pablo por los pobres! Marginarlos es mutilar el cuerpo de Cristo, pero promocionarlos es reconstruirlo.»[3]



«Los pobres eran víctimas de un complejo de inferioridad creado por las personas “de bien”. Pablo afirma que si es necesario privilegiar a alguien en la comunidad, que sea justamente a los pobres y marginados… ¡Ahí está la intocable opción de Pablo por los pobres! Marginarlos es mutilar el cuerpo de Cristo, pero promocionarlos es reconstruirlo.»[4]



















Hay un aspecto central, más aun, nuclear, que puede pasar desapercibido siendo el corazón: El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Tampoco la cabeza puede decirle a los pies: «No los necesito».  Al contrario, las partes que nos parecen más débiles, son las que más necesitamos.  Y las partes que nos parecen menos importantes, son las que vestimos con mayor cuidado. Lo mismo hacemos con las partes del cuerpo que preferimos no mostrar.  En cambio, con las partes que mostramos no somos tan cuidadosos. Y es que Dios hizo el cuerpo de modo que le demos más importancia a las partes que consideramos de menos valor. 1Co 12, 21-24.



«Los pobres eran víctimas de un complejo de inferioridad creado por las personas “de bien”. Pablo afirma que si es necesario privilegiar a alguien en la comunidad, que sea justamente a los pobres y marginados… ¡Ahí está la intocable opción de Pablo por los pobres! Marginarlos es mutilar el cuerpo de Cristo, pero promocionarlos es reconstruirlo.»

Proclamar el año de Gracia del Señor



Toma Jesús el rollo y lee. ¿Qué lee Jesús? ¿Es una coincidencia lo que le correspondió leer? No es una coincidencia, ¡es una Dios-cidencia!, es una teofanía, mejor aún, digámoslo como insistía Teilhard de Chardin, es una diafanía. Que a Jesús le hubiera tocado ese texto, que fuera precisamente esa perícopa, es providencial. Dios nos está mostrando qué significa ser el Hijo, cuál es su misión:

a)    Dar la buena noticia a los pobres
b)    Liberación
c)    Proclamar Jubileo (Año de Gracia del Señor).



«El pueblo ha perdido al libertad (prisión) y la capacidad de mirar críticamente la realidad (ceguera); vive continuamente presionado (oprimido) por dentro y por fuera, y cada vez más va perdiendo la vida y el acceso a los bienes para sostenerla. La misión de Jesús, por lo tanto, es … realizar la acción que lo libera (al pueblo explotado y oprimido) concretamente de la situación de marginalidad.»[5]



Esto de proclamar Jubileo es proclamación de justicia, el Jubileo está explicado y definido en el Libro del Levítico, capítulo 24, versos 10-13: «Su finalidad era dar la posibilidad de reiniciar la vida a quienes por uno u otro motivo se había endeudado hasta el punto de perder la propiedad familiar y hasta la propia libertad. En este “año de tregua” todos podían recuperar los derechos perdidos y recomenzar una nueva vida.»[6]

Esa era la misión de Jesús. ¿Y la nuestra, cuál es? «Ante ellos está, no un profeta más, sino el Profeta. Ante sus ojos está el confidente de Dios. Aquel a quien el Padre le ha dicho todo para que nos lo diga a nosotros, los hombres.»[7] ¿Será necesario decir una vez más que somos el Cuerpo místico de Cristo? Hoy en día, Jesús no tiene boca, somos su boca; no tiene manos, somos sus manos….

Jesús en su brevísima homilía simplemente declara: σήμερον πεπλήρωται ἡ γραφὴ αὕτη “Hoy se ha cumplido esta escritura, al oírla vosotros.” Lc 4, 21 Ese hoy, ¿es el hoy de aquel día en la sinagoga? Estamos convencidos que no significa eso. Ese hoy, es el hoy cuando este mensaje ha llegado claramente a tu corazón y se te ha anunciado como tu propia misión: ἐν τοῖς ὠσὶν ὑμῶν. “al oírla vosotros”.







[1] Guardini, Romano. PREPAREMOS LA EUCARISTÍA. REFLEXIONES. Ed. San Pablo, Bogotá–Colombia 2009. p. 75
[2]  Vallés, Carlos G. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae Santander- España. 8ª ed. 1993. p.40
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER LA 1ª CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia 1996.  p. 55
[4] Ibid
[5] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE LUCAS. LOS POBRES CONSTRUYEN LA NUEVA HISTORIA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1995 p.49
[6] Ibid
[7] Mazariegos, Emilio L. DE AMOR HERIDO. Ed. San Pablo. Bogotá D.C. – Colombia 3ra ed. 2001. p. 49

domingo, 20 de enero de 2013

ATENTOS A LAS NECESIDADES DE NUESTRO PUEBLO


Is 62, 1-5; Sal 96(95), 1–3. 7–10ac; 1 Co 12, 4-11; Jn 2, 1-11


Ya sabemos que durante el Tiempo Ordinario, en el ciclo A leemos del Evangelio de San Mateo; en el ciclo B, del Evangelio de San Marcos, como sucedió el año pasado; y, en el ciclo C, del evangelio de San Lucas. Este es el Segundo Domingo del Tiempo Ordinario del ciclo C. Sin embargo, en todos los ciclos leemos alguna perícopa del Evangelio de San Juan en el Segundo Domingo del Tiempo Ordinario. En esta oportunidad le ha correspondido el turno a “Las Bodas en Caná” Jn 2, 1-11.

Es muy cierto y muy lógico que, para la Revelación de Dios a los hombres, Él no podía hablarnos en un lenguaje angélico puesto que habría resultado inaccesible a la inteligencia humana. Quiso –en su Infinita y Misericordiosa Majestad- poner su Mensaje en palabras humanas, con ideas humanas, con recursos literarios que estuvieran a nuestro alcance: Como lo dijera San Agustín «Habiendo, pues, hablado Dios en la sagrada Escritura por hombres y a la manera humana…»[1]



Un ejemplo muy claro puede ser el haberse hacho llamar Padre. Todos podemos entender que un papá ama y a su vez es amado por su prole, protege, defiende, cuida, provee, enseña, acompaña, vela por sus hijos. En la mayoría de los casos esto es así. No podemos ocultar las excepciones de papás que ni velan, ni cuidan, ni protegen. Sabemos de muchos casos en los cuales el papá sólo engendra y luego desaparece de la escena. Sabemos también de padres desnaturalizados que abandonan a sus hijos o los maltratan o les infringen un mar de males y, lejos de parecer sus padres- parecerían ser su maldición. Y, sin embargo, como lo habla la sabiduría popular, las excepciones no hacen sino confirmar la regla (aun cuando las excepciones conocidas son cada día más numerosas, con cierta tendencia a convertirse en la regla, lo cual únicamente nos informa de cuan enferma se encuentra la sociedad).

Quiso Dios asimilarse a un papá para que pudiéramos entender la relación que nos une con Él. No somos hijos en cuanto el concepto biológico sino en cuanto al Amor providente y brotado de sus Entrañas Materno-Paternas. Es de cuidado, de cariño y protección que nos habla este Dios que se nos revela como “Padre”. San Pablo nos indicará llamarlo con tiernos acentos infantiles “Abba”, conforme nos enseñó Jesús habíamos de hacerlo. Cfr. Mc 14, 36. Ro 8, 15. Ga 4,6.

Este es sólo un ejemplo. Para referirnos hoy a otro. La relación conyugal: Muchas veces y ya desde el Primer testamento aparece expresada esta similitud. Lo normal y lo lógico es que una pareja se ame con entrañable amor. Que el novio de la vida por su novia y recíprocamente, la novia respecto del novio. Además, se comprende que este no es un vínculo momentáneo o transitorio. Se intuye que el vínculo conyugal es “para siempre”, así es el amor de Dios por su pueblo elegido, nada ni nadie podrá acabarlo. Pueden presentarse infinidad de situaciones, pero el Amor de Dios por nosotros no cesará.



Aún hay otro elemento que caracteriza esta relación: el amor de Dios por su pueblo es un amor fiel. Puede suceder que el ser humano se aparte de Él pero Dios no dará por terminada la relación; como fiel esposo, mantendrá su fidelidad y buscará a su consorte caída para restaurarla, para recuperarla, para restituirle su dignidad de “esposa”.

Es conmovedor leerlo en los profetas. Aun cuando las infidelidades sean las de una novia prostituida, vuelve al a buscarla, y al recuperarla le restablece todo su cariño. A este respecto podemos remitirnos a Oseas 1,2-3,5.

Jerusalén la esposa restaurada

En Is 62, 1-5 nos encontramos la promesa de Dios de levantar a su caída Jerusalén. Esa promesa está cimentada en la oferta de un “nuevo nombre” Is 62, 2b que el mismísimo Dios le impondrá: En el verso Is 62, 4 aparece este nombre: “Mi predilecta”, igualmente un nombre nuevo para la tierra: “Esposa mía”. En estos términos se retoma esta expresión de conyugalidad entre Dios y su pueblo escogido.



Esta relación está expresada con todas sus letras en el verso 5, donde leemos:

“Porque así como un joven se casa con su novia,
así Dios te tomará por esposa,
te reconstruirá y será feliz contigo,
como es feliz el marido con su esposa.”


Salmo del Reino: ¡YHWH reina!

Regresamos sobre el Salmo 96(95). En esta oportunidad tomamos los versos 1-3. 7-10ac. Con este salmo se entronizaba a “Marduk”, siguiendo una tradición que operaba en otros pueblos –paganos- de los cuales el pueblo hebreo tomó la idea. Allá, en esas culturas, con periodicidad anual, se volvía a entronizar en Babilonia, al dios Marduk que en franca lid combatía el dragón del mal –Tiamat- y lo vencía. Los judíos son conscientes que Dios no requiere entronización, que YHWH permanece en su Trono desde todos los tiempos, es decir, antes de que los tiempos fueran. Sin embargo, van en procesión hasta el templo donde el pueblo le reconoce “poder y gloria”. Son invitados a caer de rodillas y reconocer a Dios como un Dios que gobierna con justicia.

Estamos invitados en este salmo a una gran fiesta con toda alegría. Una fiesta donde cantamos y nos alegramos de un Dios que es justo y que nos gobierna con fidelidad. Es la fiesta de nuestra fe.

Diversidad de dones.

Hemos insistido que conformamos el Cuerpo Místico de Cristo. En Él cada uno cumple cierta función, tiene cierto encargo. Nadie puede poseer todas las funciones. Uno es mano, otro es boca, otro es cabeza. Todos son dignos y todos se necesitan. Todos son importantes, cada uno desde su función.

Para que todos sean del mismo cuerpo, todos deben estar animados por el mismo Espíritu: αὐτὸς θεὸς ὁ ἐνεργῶν τὰ πάντα ἐν πᾶσιν. “Dios que hace todo en todos es el mismo”1 Co 12, 6b. Esta distribución de dones se hace según los criterios del Espíritu que los reparte a su arbitrio. A nosotros nos corresponde gozar y alegrarnos en esta distribución y reconocernos mutuamente dependientes y mutuamente necesitados. Este mensaje nos trasmite la Segunda Lectura, perícopa tomada de 1Co 12, 4-11.

Tenemos en esta lectura un listado de algunos dones.
a)    Sabiduría
b)    Ciencia
c)    Fe
d)    Sanación
e)    Poderes milagrosos
f)     Profético
g)    Discernimiento de espíritus
h)    De hablar en lenguas
i)      De interpretar las lenguas.
«Los corintios valoraban los dones espectaculares, en especial, hablar en lenguas y profetizar. Quienes poseían tales dones se creían los dueños de la comunidad…. Ellos se comparaban al ojo, a la mano y a la cabeza, pues ejercían funciones nobles en la comunidad, mientras los “débiles”, que eran comparados a los pies o a los ídolos debían sólo escuchar y obedecer, dedicándose a las tareas humildes y escondidas… Pablo muestra a los “fuertes” que el don de  lenguas o el de profecía son menos importantes que otros… en la lista de los dones … coloca la profecía en el quinto lugar y el don de lenguas en el último, condicionándolo, además, al don de la interpretación. Hablar en lenguas sin intérprete alguno es puro exhibicionismo y no representa ninguna ayuda para el crecimiento de la comunidad. Es pura exaltación, semejante a la idolatría de la sociedad establecida»[2]

Las bodas de Caná

La palabra Caná, tiene por raíz la misma del nombre Caín. “Adquirir”. Dios se ha adquirido un pueblo.


Todo el lenguaje joánico está lleno de simbologías. Todos los signos deben ser interpretados y, esto no es fácil puesto que en su comunidad eran de uso común, pero entre nosotros, ya no. Para facilitar este trabajo hermenéutico, vamos a señalar algunas de sus equivalencias.

Sabemos que los judíos acostumbraban baños purificativos y que esa era una tradición de su cultura. Las seis tinajas representan la antigua Alianza. Siete, se ha dicho muchas veces, representaba la completitud. En consecuencia, seis representa la incompletitud. Algo falta.

Jesús, que se dirige a María llamándola γύναι “Mujer”; lo cual parece indicar que no se está dirigiendo a la persona de María, sino a “su mujer” en tanto que alegoría de su pueblo, para establecer la relación de “conyugalidad” a la que nos hemos referido antes: Dios es el novio, el pueblo es la novia, y una vez más subrayamos el hecho que, pueblo en lengua hebrea, es un sustantivo femenino.


¿A qué hora se refiere Jesús cuando declara que su hora todavía no es llegada? A la hora de ser reconocido Mesías, es decir, Rey de los Judíos. Todavía no conviene que Jesús se revele, manifieste su divinidad.

¿Por qué produce Jesús tal prodigalidad de vino? «¿Será que con 6 tinajas… de dos o tres medidas cada una (¡unos 150 galones de vino), Jesús estaba queriendo fomentar allí una borrachera?»[3] «Qué sentido puede tener que Jesús proporcione una gran cantidad de vino –unos 520 litros- para una fiesta privada?... en modo alguno se trata de un lujo privado, sino de algo con mucho más alcance.»[4] «El milagro es devolver la alegría, la felicidad de compartir, indefinidamente.»[5]


Pensamos y debemos reflexionar que hemos sido dotados con diversos carismas y todos los miembros de la comunidad tienen el suyo. El de María, en el relato evangélico, fue la sensibilidad para darse cuenta de la situación por la que atravesaba aquella pareja a quienes en su fiesta de bodas, se les había agotado el vino. También a nosotros nos corresponde estar atentos y, a partir de los dones recibidos, esmerarnos por proveer la “solución” necesaria a cada coyuntura, tal que, la felicidad no falte, como no faltó el vino –antes bien- se gozó el de "mejor calidad” cuando la caridad misericordiosa de Jesús lo proveyó.






[1] DEI VERBUM Constitución Apostólica # 12
[2] Bortolini, José CÓMO LEER LA 1ª CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá- Colombia 1996 pp. 54-55
[3] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 30
[4] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET PRIMERA PARTE DESDE EL BAUTISMO A LA TRANSFIGURACIÓN Ed. Planeta Colombiana Bogotá-Colombia 2007 p. 296
[5] Jordán Chigua, Milton PINCELADAS BÍBLICAS DEL EVANGELIO Ed. San Pablo Bogotá –Colombia 2009 p. 150

viernes, 11 de enero de 2013

CONVERTIRNOS EN SIERVOS DE DIOS





De ese tronco que es Jesé, brotará un retoño;…
El Espíritu del Señor estará continuamente sobre él,…
Juzgará con justicia a los débiles
Y defenderá los derechos de los pobres del país.
Sus palabras serán como una vara para castigar al violento,…
Siempre ira revestido de justicia y verdad.

Is. 11, 1a. 2a. 4a. 5.

… el Hijo de Dios se ha encarnado en la historia de su pueblo hasta tal punto de que se ha plegado a un rito del que no tenía ninguna necesidad.

Jean-François Baudoz

¿Por qué Jesús se hace bautizar?

Con esta fiesta del “Bautismo del Señor” -que se celebra siempre en el Domingo que caiga entre el 9 y el 13 de enero- cerramos el tiempo de navidad y abrimos el tiempo ordinario, mañana lunes, ya estaremos en el tiempo ordinario de este ciclo C. Este bautismo –que por otra parte es lo más atípico del mundo y de la historia- es la ocasión para que Dios Padre, deje oír su Voz que manifiesta su Paternidad sobre Jesús. Es una verdadera Epifanía, y como tal –en la Iglesia de oriente- se celebra la Epifanía en esta fiesta y no en la de los “Reyes Magos”. A la vez, para completar el sentido circumincesivo, el Espíritu Santo también está presente (aun cuando no se nombra la Presencia del Padre y la palabra “Padre” no aparece en ninguna parte de la perícopa, es evidente que la Voz que se oye es la Suya –dado que sólo el Padre llama Hijo a quien lo es.)

καὶ καταβῆναι τὸ πνεῦμα τὸ ἅγιον σωματικῷ εἴδει ὡς περιστερὰν ἐπ’ αὐτὸν καὶ φωνὴν ἐξ οὐρανοῦ γενέσθαι· σὺ εἶ ὁ υἱός μου ὁ ἀγαπητός, ἐν σοὶ εὐδόκησα.
“y bajó sobre Él el Espíritu Santo en figura corpórea de paloma y se oyó una voz del Cielo: ‘Tú eres mi hijo querido, mi predilecto”

Lc 3, 22

Ahora bien, ¿por qué hablamos de un bautismo atípico? Porque el bautismo que proponía San Juan el Bautista, era un βάπτισμα μετανοίας εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν, “bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados”, y Jesús ni conocía ni conoció el pecado. Entonces, ¿para qué se bautizaba Jesús? Ahí radica la paradoja bautismal de Jesús.


Para encontrarle sentido a este episodio de la vida de Jesús tenemos que mirar «¿Qué sentido le da Jesús a su bautismo? De parte de Jesús es la aceptación solidaria de su pueblo y de su historia. Es importante recalcar desde un primer momento, la clara conciencia y la libertad con que Jesús realiza sus acciones. Al oír la predicación de Juan, abandona a Nazaret en Galilea, acepta su predicación y la crítica al judaísmo que el bautista lleva a cabo por su ministerio. Por este motivo, su bautismo hay que entenderlo como un signo profético, semejante a los realizados por los profetas del Antiguo Testamento ante la impenitencia de Israel (Is 8, 1-5; Ez 12, 1-6); como un gesto claramente programático que implica una toma de posición frente al judaísmo oficial.

A esto hay que añadirle un hecho que se encierra en el bautismo de Jesús: Él no busca las autoridades judías, En Jerusalén, centro del culto de Yahwe, sino que va donde Juan, un profeta, junto al Jordán, al lado del desierto. El desierto en la predicación de los profetas, evoca el tiempo de la fidelidad de Israel y de la ternura amorosa de Dios con su pueblo. Ir al desierto es afirmar que Israel se ha olvidado de Dios, aun teniendo su templo en medio de él… Este texto pone de manifiesto un hecho: toda la predicación de Jesús se sitúa en continuidad con el A. T., pero instaura también un rompimiento: los profetas llegan hasta Juan, desde ese momento se instaura y se hace presente el Reino de Dios.



El gesto de Jesús es totalmente programático: el camino de su ministerio será el camino de la aceptación de la historia de su pueblo, tal como es, sin discriminarlo…»[1]


La Primera Lectura: Is. 42, 1-4. 6-7.

Esta perícopa de Isaías está formada por tres fragmentos articulados. El primero está formado por un solo versículo, el versículo Is 42, 1. Se trata precisamente de la Frase que Dios pronuncia para diafanizar a su Hijo, mostrándonoslo:


“He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido el preferido de mi corazón”

El segundo fragmento está constituido por los versos 2-4 a los que Carlos Mesters denomina el “Retrato hablado del Siervo de Dios”.



«Dios quiere que todos miren hacia los pobres y descubran ahí la Buena Noticia que, por medio de ellos, ofrece a todos… este texto fue usado muchas veces para enseñar a los pequeños la humildad, la paciencia y la mansedumbre. Pero no es precisamente éste su sentido. Es lo contrario… describe la manera de vivir de aquel pueblo oprimido allá en el cautiverio y quiere llamar la atención de todos hacía el derecho y la justicia que él ya está practicando… el pueblo, es presentado como alguien que… no aplasta ni ofende a los más débiles que él… no usa ni propaganda, ni demagogia, como hacen los grandes. Pero de frente, insistente y fiel, sin desanimarse ni desfallecer, hasta establecer el derecho sobre la tierra….a pesar de lo aplastado, él no aplastaba; a pesar de lo oprimido, no oprimía; a pesar de recibir injusticias, no respondía con injusticias. A pesar de todo su sufrimiento y desánimo, el pueblo resistía y no se dejaba contaminar por la manera de vivir de sus opresores… quien vive así, aunque no sepa nada, es un anuncio vivo de la Buena Noticia que Dios tiene para todos. Quien vive así, aún sin saberlo, promueve el derecho y es semilla de resistencia contra la opresión. El merece la preferencia del corazón de Dios. Así, aún sin darse cuenta de la importancia de su testimonio, el pueblo del cautiverio ya prestaba al mundo el servicio de Dios. ¡Ya era Siervo de Dios!



Pero no todos los pobres viven así. Muchos de ellos se dejan contaminar por la manera de vivir de sus opresores… A pesar de ser los oprimidos tiene cabeza de opresor. Dan cama y comida a los que los explotan. Pierden así su dignidad de gente y dejan podrir dentro de sí la semilla del futuro que está escondida en el suelo de su vida.»[2].

La tercera parte de la perícopa está integrada por los versos 5-6, donde –como lo dice Mesters, «… define la misión del pueblo del cautiverio y dice»[3]:


“Yahwe, que creó el cielo y lo extendió
que formó la tierra y todo cuanto crece en ella,
que da vida y alienta a los hombres que la pueblan dice a su siervo:

‘Yo, Yahwe te he convocado,
te he tomado de la mano para hacer de ti mi justiciero (el ejecutor de mi justicia),
Señal de mi Alianza con el pueblo, Luz de las naciones.’”
Is 42, 5-6

«… la opción por los pobres y oprimidos no es facultativa, sino que es un deber de justicia, de justicia divina!... La misión es muy concreta. Es de liberación… El pueblo debe unirse entre sí y, así, servir a los otros; no puede cerrarse sobre sí mismo, sino que debe ser “luz de las naciones”… El pueblo recibe su misión no de los hombres ni de las autoridades del pueblo, sino del propio Dios…»[4]



Este capítulo 42 del Libro de Isaías -quisiéramos proponer su lectura integra- es en el contexto de la cristofanía, un mensaje supremamente importante y claro para penetrar en el significado de la perícopa evangélica que se nos propone para este Domingo. Volveremos sobre Is 42, 6-7. tejido con Is 35, 5. 58, 6. 61, 1-2; dentro de 15 días (Domingo 27 de enero, tercer Domingo Ordinario C) cuando Lucas lo volverá a evocar.



Con Voz atronadora

Dio un alto grito, semejante al rugido de un león,
cuando Él gritaba, siete truenos hablaban;
cuando hablaban los siete truenos y yo estaba listo para escribir
oí una Voz del Cielo que me decía:
Mantén sellado lo que han dicho los Truenos
y no lo pongas por escrito.

Ap 10, 3-4


El Salmo 29(28) nos cuenta cómo es la Voz de Dios y dónde resuena; así como nos refiere que gobierna los elementos: el mar, el viento, la tierra, el agua-lluvia. Esta Voz potente que desgaja los cedros del Líbano es, indudablemente, la Voz del Padre Celestial. La Voz, similar al retumbar de un trueno, hace temblar el desierto de Cadés. Es, además, según el verso 10, el dueño y Señor de las lluvias. Ciertamente que es Dios y que la Voz a la que se alude, asimilándola con la voz del trueno, es la Voz de Dios. En el verso 3 lo dice claramente: La Voz del Señor resuena sobre el mar y, esta expresión: קֹ֥ול  יְהוָ֗ה [quol Yahweh], se repite una y otra vez en el salmo dándole ritmo, musicalizando el poema con su ritornelo.

Estos, que hoy por hoy llamaríamos -con alusión a la cinematografía- “efectos especiales”, caracterizan las teofanías de las cuales la de Éxodo 19, 16-20 es paradigmática:

“Al amanecer del tercer día hubo relámpagos y truenos y una espesa nube se posó sobre el monte. Un fuerte sonido de trompetas hizo que todos en el campamento temblaran de miedo. Entonces Moisés llevó al pueblo fuera del campamento  para encontrarse con Dios y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí echaba humo debido a que el Señor había bajado a él en medio del fuego. El humo subía como de un horno y todo el monte temblaba violentamente. El sonido de trompetas fue haciéndose cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le contestaba con voz de trueno.” Nos encontramos ante los elementos característicos de las teofanías, Dios se manifiesta en el rugido de los elementos y su voz es el trueno. Al decir de Carlos Vallés: «El trueno es tu Voz, y el rayo es la rúbrica de tu Mano.»[5]



Particularmente en este salmo 29(28) los siete truenos:

«Se podría definir “el salmo de los siete truenos”, porque el trueno se menciona siete veces. Pero también se podría llamarlo “el salmo de las siete voces”, porque la palabra hebrea traducida por “trueno”, en realidad significa también “voz”. Por tanto, es el salmo de la voz de Dios; bajo el símbolo del trueno y de lo que Él suscitaba en el hombre antiguo, celebra en realidad la voz de Dios, la fuerza de la voz de Dios en la historia. El salmo, pues, proclama la potencia de la voz de Dios,  que ha creado todas las cosas en la naturaleza, en la historia del pueblo, en la historia de Cristo y en la vida de cada uno de nosotros, y nos invita a ver el mundo y la existencia humana como llevados, sostenidos y vivificados por esta Palabra.
……………………………………………………………………………….........
Pensemos en la “voz desde el cielo” durante el bautismo de Jesús: “Este es mi Hijo predilecto”, en la voz de Jesús que manda sobre los vientos en el mar de Tiberíades; en su fuerte grito antes de  morir, esa gran  voz que con fuerza y con poder cambia el destino de la historia; pensemos también en el ruido fuerte que acompañó la bajada del Espíritu Santo como la describen los Hechos de los Apóstoles»[6]



Segunda Lectura Hch 10, 34-38

Digamos tan sólo una palabra sobre la segunda lectura y, tomémosla de Ivo Storniolo:

«Los versículos 37-41 constituyen el meollo de la catequesis, y en ellos podemos reconocer en germen la estructura que se encuentra en los tres primeros evangelios… quienes recibieron la misión de anunciar a todos que Dios ha hecho a Jesús, juez de vivos y muertos. En una palabra, todos y cada uno van a ser juzgados por el criterio de la palabra y la acción de Jesús, puesto que Él es el hombre que se mantuvo fiel al proyecto de Dios hasta el fin. Jesús es el espejo en el que todos pueden y deben mirarse para comprender lo que Dios quiere y exige de todos.»[7]

Y ¿qué fue lo que hizo Jesús? ¿Qué habló y que obró? La perícopa es contundentemente clara:

καὶ δυνάμει, ὃς διῆλθεν εὐεργετῶν καὶ ἰώμενος πάντας τοὺς καταδυναστευομένους ὑπὸ τοῦ διαβόλου,
“…y cómo este pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo”.
Hch 10, 38b

Pero, todavía más, Jesucristo fue enviado –lo dice en Hch 10, 36b - para, por mediación suya, anunciarnos la paz:

εὐαγγελιζόμενος εἰρήνην διὰ Ἰησοῦ Χριστοῦ,
“para proclamar la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo.

Y, ¿Quiénes son los oprimidos por el diablo? ¡Los que están divididos, fragmentados, rotos en pedazos!

Tres son, en consecuencia, las tareas de nuestra misión:
-       Hacer el bien
-       Recomponer al que está roto, quebrantado (darle unidad)
-       Y anunciar la paz.


El Evangelio: Lc 3, 15-16. 21-22

En Lucas encontramos 3 cristofanías, cuatro si contamos la de Pentecostés en Hechos 2, 1-13 (donde los “efectos especiales” son, no ya el trueno, sino el viento fuerte y las lenguas de fuego).

«Los judíos se sabían, como pueblo elegido, “hijos de Dios” (Ex 4,22; Os 11, 1), esa filiación surge, ciertamente, de una adopción de parte de Dios, no de algo “natural”, pero es un sello del pueblo.»[8]. En cambio, la filiación que nos brinda esta epifanía del bautismo, es una filiación completa, verdadera; Jesús es el verdadero Hijo de Dios.



La Voz de Dios remite a las promesas de la Alianza en el Primer Testamento: Primero hace alusión al Salmo 2 que en el versículo 7 dice:
“Yahwe me dijo ‘Eres mi Hijo, te he engendrado hoy’”

Luego, refiriéndose al sacrificio inconcluso de Isaac, por parte de su padre Abrahán, se cita Gn 22, 2: אֶת־  יְחִֽידְךָ֤  אֲשֶׁר־  “eres mi hijo (unigénito).

Finalmente, retornamos a Is 42, en el verso 1a: הֵ֤ן  עַבְדִּי֙  אֶתְמָךְ־  בֹּ֔ו  בְּחִירִ֖י  רָצְתָ֣ה  “(Aquí está mi Siervo al que respaldo, mi escogido), en quien me complazco” realmente que en este episodio de la vida de Jesús, Él nos es revelado como verdadero hijo de Dios, por eso como lo mencionamos arriba, «… la fiesta de la Epifanía (proclamación de la filiación divina por la voz del cielo, en Oriente, la epifanía es el día del bautismo)…»[9]

El bautismo nos habla de vida, pasión y muerte. Haciendo alusión a Jesús, habla también de Resurrección. «Por un lado, en la inmersión se simboliza la muerte y hace pensar en el diluvio que destruye y aniquila… el río… al ser agua que fluye, es sobre todo símbolo de vida: los grandes ríos –Nilo, Éufrates, Tigris- son los grandes dispensadores de vida. También el Jordán es fuente de vida para su tierra, hasta hoy. Se trata de una purificación, de una liberación de la suciedad del pasado que pesa sobre la vida y la adultera, y de un nuevo comienzo, es decir, de muerte y resurrección, de reiniciar la vida desde el principio y de un modo nuevo.»[10] «Ya no se trata de ser sumergido en las aguas del Jordán, sino en la muerte y resurrección de Cristo…”… si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección” (Rom 6, 3-5 cf. Gal 3, 27)»[11]

En esta epifanía,  ἀνεωχθῆναι τὸν οὐρανὸν se abre el cielo «…(con un gesto gráfico: como una tela que se rompe) señala la comunicación entre el cielo y la tierra que se realiza en la persona de Jesús… Los cielos abiertos permiten la venida del Espíritu Santo que toma posesión de la persona de Jesús.»[12] Podemos decir y garantizar, no sólo la filiación divina, sino, además, que Jesús vivió y actuó bajo la moción permanente del espíritu Santo.



Por eso el bautismo cristiano es más que el que daba Juan. ¡Entramos de lleno en la maravilla sacramental del Bautismo! Este es el Primer sacramento, condición sine qua non para la recepción de los otros, tan es así que lo hemos denominado vitae spiritualis ianua “puerta de la vida del espíritu”. (cf. CEC #1213) Se ha enfatizado demasiado –a nuestro modo de ver- sobre la función purificativa de este sacramento respecto del así denominado “pecado original” tanto como la remisión del pecado. Y se han olvidado –también demasiado- los otros efectos:

-       Hace del bautizado una “nueva criatura” CEC ## 1265, 1266
o   Otorga la Gracia Santificante
o   Entrega al bautizado las virtudes teologales
o   Entrega los dones del Espíritu Santo para poder actuar y vivir “bajo la moción del  mismo Espíritu Santo”
o   Genera el impulso necesario para crecer en el bien
-       Nos incorpora a la Iglesia entregándonos la facultad/encargo misionero. CEC ## 1267-1270 Quedamos pues “investidos” de una misión. El sentido sacramental de la “investidura” está representado, en la mistagogia del sacramento, por la vestidura blanca que nos “reviste” de Cristo.
-       Fundamenta la unidad de los cristianos: Sacramento de unidad. Lo que debe recordarse con constancia y vehemencia, puesto que llama a todos los discípulos de Jesucristo a conformar una gran unidad; unidad que sobrepase la actual fragmentación que nos separa de un sinfín de denominaciones “cristianas”.
-       Imprime carácter CEC 1272-1274

Este baño se llama iluminación (CEC #1216). Es una tradición de la Iglesia desde las primeras comunidades cristianas, entender que el bautizado ha pasado de su estadio de catecúmeno a una nueva condición, la de “iluminado”, puesto que ha recibido la Luz de Cristo.

Todos pueden bautizar, claro, esto sólo en caso de necesidad, con la sola condición de querer insertar en la Iglesia, haciéndolo en consonancia con lo que hace y “manda” la Iglesia (CEC. #1284). Una vez superada la “emergencia” -si se da esa superación- se puede pedir al sacerdote la administración de los “signos” faltantes (dado que el bautismo de necesidad se hace administrando solamente el agua y pronunciando las palabras rituales que lo hacen en nombre de la Santísima Trinidad).

«… como descendiente de David, Jesús es hijo, pero –a su vez- al ser resucitado por Dios, es “hecho hijo” de un modo nuevo (Rom 1, 3-4). De este modo, el término adquiere novedad. Puesto que el bautismo nos “sumerge” (recordar que bautismo es un término griego que significa sumergir) “en Cristo”, somos como Él, hijos. El bautismo, en cierto modo, nos introduce en la resurrección de Jesús, y –por tanto- de algún modo “ya” participamos de una novedad aunque “todavía no” hayamos resucitado (Rom 6, 3-4). Por esta unión con “el Hijo” Jesús, somos también en cierta manera “hijos” y podemos llamar a Dios –como Él lo hacía- “Abba”, Papá (Gal 4, 6; Rom 8, 15).»[13]

Concluyamos: «También nosotros podemos convertirnos en una Epifanía es decir, una revelación- de Dios hacía los demás, si permanecemos fieles a nuestro llamado cristiano.»[14]





[1] Zea, Virgilio, s.j. JESÚS EL HIJO DE DIOS Facultad de Filosofía Universidad Santo Tomás de Aquino. Bogotá Colombia 1989  .p. 56
[2] Mesters, carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito – Ecuador 1993 pp. 26-27
[3] Ibid p. 30
[4] Ibid
[5] Vallés, Carlos s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae. Santander-España 1989. p. 58
[6] Martini, Carlo María. ORAR CON LOS SALMOS Ed. San Pablo Santafé de Bogotá- Colombia 1999. P. 82
[7] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES  EL CAMINO DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1998. pp112-113
[8] de la Serna, Eduardo pbro. LA NOVEDAD DEL BAUTISMO.  En IGLESIA SINFRONTERAS # 335 agosto de 2010. Revista Misionera Católica. Misioneros Combonianos. pp. 14-15
[9] Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET I PARTE DESDE EL BAUTISMO A LA TRASFIGURACIÓN. Ed. Planeta. Bogotá- Colombia 2007. p. 41
[10] Ibid p. 38
[11] Baudoz, Jean-François. LECTURA SINÓPTICA DE LOS EVANGELIOS. CINCO EJERCICIOS DE LECTURA. Ed. Verbo Divino Navarra- España. 2000 p. 35
[12] Oñoro Fidel. DE LAS AGUAS DEL BAUTISMO A LAS ARENAS COMBATIVAS DEL DESIERTO. En IGLESIA SINFRONTERAS # 286 marzo de 2006. Revista Misionera Católica. Misioneros Combonianos. pp. 46
[13] de la Serna, Eduardo pbro. Loc. Cit.
[14] Buckley, Michael Mnsr. ORACIONES PARA EL CATÓLICO DE HOY. Ed. Martínez Roca  Planeta Colombiana Bogotá Colombia 2002. p. 26