Mc 1, 21-28
κατ' ἐξουσίαν
con autoridad
Los textos sagrados contienen un aspecto de la verdad de Cristo, un rasgo de su personalidad o un acontecimiento de su vida que aparecen y deben ser comprendidos y entendidos para poder llevarnos a la plenitud de aquella verdad que durante la transustanciación se hace presente, no en la palabra, sino en el ser.
Romano Guardini
ἀληθεύοντες δὲ ἐν ἀγάπῃ αὐξήσωμεν εἰς αὐτὸν τὰ πάντα ὅς ἐστιν ἡ κεφαλή Χριστός
Viviendo según la verdad y en el amor, podremos crecer en todo hacía Él -que es la cabeza- Cristo.
Ef 4, 15
διδαχὴ καινή
enseñanza nueva
Mc 1,. 27b
1
Seguimos –en este IV domingo del tiempo ordinario, ciclo b- en el primer capítulo del Evangelio según San Marcos. En una lectura continuada que seguiremos el próximo domingo. Recapitulemos que ha pasado hasta aquí en este Capítulo Primero:
a) Se nos presenta al Mensajero Precursor, San Juan Bautista; quien era, lo que hacía, lo que comía, cómo vestía.
b) Jesús se hace bautizar por el precursor y el Espíritu Santo le manifiesta su identidad de hijo de Dios.
c) Jesús llama a sus cuatro primeros discípulos, y, ahí vamos.
Hoy estos discípulos fundantes, viven su primera experiencia con el “Maestro”. Van a Cafarnaún, entran en la sinagoga, y allí Él empieza a comunicar su doctrina. ¿Cuál es el eje de esta perícopa? La autoridad con la que enseña Jesús. Dice el texto griego en el versículo 22 ὡς ἐξουσίαν que traduciríamos “como quien tiene autoridad”, o tal vez mejor “como quien es autoridad”. Evidentemente no estamos ante un escriba que era más bien como comentadores de la Escritura , según las escuelas y los enfoques de ciertos Rabinos, mientras que Jesús tiene una propuesta que, si bien hunde sus raíces en la fe judía, resulta –en muchos sentidos- una enseñanza en contraposición con la tradicionalista.
Cabe destacar que San Marcos nos dice que Jesús en la sinagoga ἐδίδασκεν “enseñaba”, pero no reporta de qué se trataba su “enseñanza”. Inclusive, hemos llegado a pensar que su enseñanza no era tanto lo que decía sino precisamente lo que hacía, que eso si nos lo describe –y de manera contundente- el evangelista: Lo que Jesús hace, y con ese hacer enseña, es un exorcismo.
“Se encontraba en esta sinagoga un hombre que tenía un demonio dentro” Mc 1, 23b Se trata de un caso de posesión demoníaca, un hombre esta poseído por un demonio que lo lleva a decir cosas, es un demonio ventrílocuo. Podemos retomar en este caso el concepto de alienación, se le ha quitado al hombre su propia voluntad y está sujeto a la voluntad del demonio que lo lleva a gritar cosas:
a) ¿Qué quieres de nosotros Jesús de Nazaret?
b) ¿Has venido a derrocarnos? ἦλθες ἀπολέσαι ἡμᾶς (hemos traducido ἀπολέσαι como “derrocar”)
c) Dice el demonio “Yo te he reconocido: Tú eres el Santo de Dios” εἶ ὁ ἅγιος τοῦ θεοῦ
Mc 1, 24
Varias cosas nos sorprenden: Precisamente un demonio lo reconoce como el Santo de Dios y esto sucede en la sinagoga que es el centro oracional donde se congrega la comunidad local judía. Uno se pregunta de inmediato ¿cómo es posible que el demonio haya invadido el recinto donde se proclama la Palabra de Dios y se reflexiona sobre ella? «En esta primera actuación de Jesús, no podemos pasar desapercibida una dura crítica a la sinagoga como institución y al día sábado como tiempo sagrado. Jesús se hace presente allí en medio de las tradiciones más sagradas de Israel dando a entender que en el lugar de los puros habita paradójicamente la inmundicia, y en el tiempo sagrado (día sábado) hay que liberar al ser humano.»[1]
Tratemos de aclarar este tema de la liberación. «¿Cuál es la acción del espíritu malo…? Poseer al hombre y hablar a través de él. Es decir, no dejarlo actuar libremente; lo toma por entero, haciendo que no piense ni actúe por sí mismo.»[2] «El endemoniado grita porque ve que la predicación de Jesús es el descrédito de la enseñanza por medio de la cual se ejercía el dominio ideológico para someter al pueblo. Jesús libera de esa ideología oficial y con ello pone en peligro el orden establecido»[3] Cuantas veces, en nuestra realidad actual, vemos “endemoniados” que gritan, convulsionan y echan espumarajos por la boca, porque sienten atacada su ideología, la que han bebido en las más dulces fuentes de sus “demonios” y son portadores ingenuos de su alienación. Defienden a dentellada limpia cualquier crítica a los sistemas inhumanos y se erigen en cómplices de la violencia justificada con disfraces de “legalidad”. Estos “endemoniados” son los primeros en proponer el exterminio a sangre y fuego, el armamentismo y la “justicia” tomada por propia mano. A su vez, se presentan como los detentadores de la “mano firme” y añaden –día tras día- argumentos para promover sus tácticas militaristas y bélicas; son, en resumidas cuentas, los promotores de la cultura de la muerte.
¿Y nosotros? ¿Dónde estamos? ¿Por la muerte o definitivamente por la vida? Frente a estas “posesiones” tenemos que tener una clara identidad cristiano-católica: ¡Rotundamente por la vida! Sin pretextos guerreristas, sin discursos prebélicos, sin engaños, sin subterfugios, por muy refinados que parezcan. Prácticamente el recursos para desenmascarar esas “demoniadas”, por sutiles que sean, consiste en revisar si promueven la muerte –en cualquiera de sus formas- o, verdaderamente defienden la vida. Por favor, no nos dejemos echar tierra en los ojos. A estos “demonios ventrílocuos” hay que forzarlos al silencio, mandarlos callar: Φιμώθητι καὶ ἔξελθε ἐξ αὐτοῦ! “Cállate y sal fuera de él” Mc 1, 25.
Hay que hacerlos callar y expulsarlos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia puesto que aprovechan para fortalecerse en el interior de la persona y hacerse día a día más poderosos e inexpugnables. Es preciso que los exorcicemos cuanto antes. Jesús entró a la sinagoga y –pese a que era sábado- expulsó al demonio por que no se le podía dar tregua. Son de esas cosas que no se pueden postergar, que no se pueden dejar para más tarde.
Una de las consecuencias más graves de estas postergaciones es que siembran el mal ejemplo del “dejar para después” en nuestros “discípulos”. ¿Quiénes son nuestros discípulos? Toda persona que pueda estar esperando de nosotros que como verdaderos discípulos de Jesús, actuemos de inmediato. Además, están esperando para saber qué hay que hacer, porque muchos no han presenciado un “exorcismo”.
No estamos refiriéndonos a los exorcismos cinematográficos que con su aspecto pintoresco distraen nuestra curiosidad y poca o ninguna enseñanza nos dejan. No, nosotros estamos refiriéndonos a la situación, nada espectacular pero muy frecuente, en la que, algún interlocutor se esmera en defender la “cultura de la muerte”.
Y ¿cómo se efectúa el exorcismo? Pues planteando y plantando la bandera de la verdad. Defendiendo la Vida apoyándonos en las Enseñanzas de Jesús, poseedor de la autoridad. Aquí debemos prevenir que para librar estos combates debemos prepararnos a consciencia. Esa preparación encierra algunas accione que deben asumirse con profunda responsabilidad: a) Oración, b) Vida Sacramental, c) lectura de la Palabra - estudio de la Sagrada Escritura d) estudio de la doctrina de la Iglesia. Recordemos que hasta los discípulos fracasaron expulsando algunos demonios por falta de mayor ayuno y oración. (Cfr. Mc 9, 29 recordemos que según algunos estudios, sólo se pedía oración προσευχῇ, el ayuno fue añadido posteriormente).
Cabe resaltar, también, que un exorcismo, propiamente dicho, sólo puede ser realizado por un sacerdote ordenado que haya recibido esta comisión de su Obispo. No cualquier persona puede enfrascarse en un duelo cuerpo a cuerpo con el Malo y sus poderes, muy superiores a los de un humano, sólo el “exorcista” respaldado por el poder de la Iglesia , tras de la que está el Poder del Novio, Jesucristo, puede librar esta clase de batallas.
Pero los –llamémoslos así- “pequeños exorcismos” que enfrentan la alienación intelectual por ideologías, podemos librarlos los laicos, premunidos –eso si- con las herramientas de la fe arriba señaladas; subrayamos aquí que, todo laico porta en sí el sacerdocio, no el ordenado, sino el común, gracias al cuál puede –asociado a la Comunión de los Santos- librar estas luchas y salir airoso en ellas. Es más, como empezamos el planteamiento, lo puede hacer y con sólidas opciones de victoria y está moralmente llamado y, hasta obligado, so pena de permitir el emponderamiento de los demonios y –pecando por omisión- al dejar un “prójimo” abandonado a sus manos.
2
El discipulado, insistimos, entraña un conocimiento de Jesús. Ese conocimiento –que no se parece al conocimiento que tenemos de la farándula- consiste en tratar de compenetrarnos con Él, tratar de aprehender su estilo, su manera de pensar y, lo más importante, tratar de obrar con ese mismo Espíritu hoy en día. La mejor manera de orientar nuestra existencia es procurar contestarnos en toda situación ¿qué habría hecho Jesús en este caso.
Sin dudarlo, la mejor vía para alcanzar este conocimiento es la lectura asidua de la Sagrada Escritura. No sólo del Nuevo Testamento sino del Primero, tanto como del Segundo, buscando percibir su continuidad y su unidad y teniendo en cuenta en toda ocasión que el Primer Testamento es –en su totalidad- una preparación para la llegada del Esperado Mesías.
En el Primer apartado veíamos las diversas etapas y acciones que nos ha presentado San Marcos en este Evangelio hasta donde lo hemos leído en estos –incluyendo el de hoy- cuatro domingos de este año litúrgico, ciclo B. Podríamos tomar estas perícopas como los momentos esenciales de un día en la vida de Jesús.
Tenemos la comunicación entre el Padre y el Hijo, ambos Dios, pero como paradigma para nosotros podríamos –teniendo en cuenta que Jesús era completamente hombre y no sólo completamente Dios- hablar de la comunicación plena de Dios y el hombre, donde el propio Dios-Padre le habla y donde se manifiesta el Espíritu Santo, porque esta comunicación sacramental es siempre coparticipada por las Tres Divinas Personas. Luego, como lo vemos en la perícopa de hoy, Jesús exorciza un demonio, veremos que a continuación Jesús sana a la suegra de Pedro y a “muchos enfermos con dolencias de toda clase y también echó a muchos demonios” (cfr Mc 1, 34). Y luego, al alborear un nuevo día, Jesús re-emprende su diálogo con el Padre: “se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” ἀναστὰς ἐξῆλθεν καὶ ἀπῆλθεν εἰς ἔρημον τόπον κἀκεῖ προσηύχετο. (Mc 1, 35b)
Orar para conocer la voluntad del Padre cada día y luego, pasar la jornada viviendo ocupado en cumplirla; como es lógico, la Voluntad de Dios es que dediquemos todo nuestro tiempo a hacer el bien y sanando a cuantos estén dominados por el diablo (cfr. He 10, 38) He aquí la clave para vivir Jesús-mente.
Por otra parte, queremos referirnos a la preparación para la Eucaristía dominical. Tenemos que ejecutar unas acciones previas a la visita al templo para la Eucaristía de cada domingo. En realidad la Eucaristía debe empezar para nosotros mucho antes de que el Sacerdote tome su lugar en el presbiterio, en la Sede. Litúrgicamente hablando, el domingo inicia con sus vísperas, el sábado al caer la tarde.
Una de nuestras acciones preparatorias puede ser la de contextualizar el Evangelio que va a ser proclamado ese domingo en su co-texto. Dar una mirada global a lo que pasó antes y a lo que sucederá en la perícopa inmediatamente siguiente. Conexa con esta acción está la de dar un vistazo a la perícopa que se leyó el domingo anterior, para lo cual es muy útil la “hojita” parroquial, es el momento de sacarla para mirar que fue lo que se leyó y, entonces, evocar las pautas que nos dio el sacerdote en su homilía.
Muchas personas sacan la hojita durante las lecturas en la Misa , pero, recordémoslo, la hojita no se hace con esta finalidad, por el contrario, durante la Misa la palabra debe seguirse con el oído, concentrando nuestra atención en el sentido del oído, atendiendo a su proclamación: «La palabra transmitida por medio de la escritura y del ojo es diferente de la palabra hablada a través de la boca y escuchada a través del oído… En la Misa , la Palabra no debe ser simplemente leída. Si esta fuera la intención, entonces sólo se necesitaría repartir libros y todos, el sacerdote y los creyentes, se sumirían silenciosos en la lectura. Lo que resultaría de allí sería una comunidad de lectura, pero esto no es lo que debe ser. La Palabra debe elevarse del Libro Sagrado a los labios, atravesar el espacio, ser escuchada por el oído atento y cogida por el corazón dispuesto»[4]
Romano Guardini, nos pone en relación de proporcionalidad lo que sería una comunidad de lectura contrastándola con lo que debe ser, una comunidad de escucha. Los ministros lectores prestan su voz para que nosotros nos podamos dedicar a nuestra función litúrgica de fieles en el momento de las lecturas nuestra función es definitivamente la escucha: ¡Shema Israel!
Nos gusta imaginar que si Jesús pretendiera la lectura como acción litúrgica abría aguardado o anticipado la era Gutemberg y habría acompañado sus predicaciones con misalitos cuidadosamente preparados y editados por sus discípulos; seguramente, en vez de pescadores, habría empleado publicistas, diagramadores y periodistas. ¡no lo quiso así!
3
Una de las actividades que Jesús practicó todo el tiempo y que es referenciada por los cuatro evangelistas, dándole, con ello, una alta probabilidad de veracidad histórica fue la de los exorcismos. Jesús la siguió practicando pese a las acusaciones y a la persecución de los fariseos quienes lo acusaban de hacerlo con el poder de Belcebú (Cfr. Mt 12 22 – 30) y que fue una de las utilizadas para llevarlo a la cruz fue la de los exorcismos.
En el aparte #1 vimos la muy estrecha relación que existe entre esta actividad y el carisma liberador que tenía el Divino Maestro; y que nosotros, como discípulos suyos, estamos llamados a poner por obra. «El estar con Jesús conlleva por sí mismo la dinámica de la misión, pues, en efecto, todo el ser de jesús es misión… ¿a qué se les envía? “A predicar con poder para expulsar a los demonios” (Cf. Mc 3, 14s). Mateo explica el contenido de la misión con algún detalle más: “Y les dio poder para expulsar los espíritus inmundos y curar toda clase de enfermedades y dolencias” (10, 1)… el anuncio del Reino de Dios nunca es mera palabra, mera enseñanza. Es acontecimiento, del mismo modo que también Jesús es acontecimiento, Palabra de Dios en persona. Anunciándolo llevan al encuentro con Él»[5]
Y el Papa nos explicaba, ya en sus tiempos de Cardenal, que Jesús y sus discípulos vivieron una realidad donde todo se veía dominado por las potencias demoníacas, sumiendo al hombre en una sensación general de indefensión y desamparo: «Los hombres y también las comunidades humanas, parecen estar irremediablemente abandonadas a la acción de estos poderes. El cristiano sabe que tampoco puede hacer frente por sí solo a esa amenaza. Pero en la fe, en la comunión con el único verdadero Señor del mundo se le han dado las “armas de Dios”, con las que –en comunión con todo el cuerpo de Cristo- puede enfrentarse a esos poderes,…»[6]
Y ¿cuales son esas “armas de Dios”? Vayamos a la Carta a los Efesios (Ef 6, 14-18): Tomen la verdad como cinturón, y la justicia como cota de malla. Como calzado usen el celo por promover el evangelio de la paz; tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio. Por último, usen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, o sea, la palabra de Dios. Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu, sepan velar para proseguir su oración, sin desanimarse nunca, e intercedan por todos los hermanos.
4
«Los nómadas en la península del Sinaí llaman mann a una sustancia resinosa que segregan ciertos insectos en las hojas del tamarisco, arbusto abundante en aquella región. Dicha sustancia tiene que ser recogida por la mañana temprano, antes que el sol la derrita y los beduinos la usan para preparar tortas y pasteles y para endulzar bebidas. Algunos comentaristas relacionan el maná con este fenómeno natural,…»[7] En el capítulo 16 del Éxodo encontramos el relato sobre el Maná, en la segunda parte del versículo 13 leemos: «por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento.» y continua en el verso 14 y 15 «Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la superficie del desierto. Como los Israelitas no sabían lo que era, al verlo se decían unos a otros: “¿Y esto qué es?” A lo que Moisés respondió:».
מָ֣ן ה֔וּא “ ¿esto qué es? Definitivamente la expresión מָן es una voz interrogativa, porque ¡los israelitas no sabían lo que era! Más adelante Moisés los instruye para que recojan lo estrictamente necesario para aquel día y no guardar para el día siguiente. Vayamos al versículo 19 del mismo capítulo 16 del Éxodo y allí lo podemos comprobar. El único día que les era dado guardar reserva era el viernes para respetar el reposo del Sabbath Ex 16, 22-27.
En una situación similar, hoy en el Evangelio de San Marcos, la gente se pregunta Τί ἐστιν τοῦτο ¿Qué es esto? (ya no en lengua hebrea sino ahora en griego). Esta vez no se trata del pan material que llena el estómago sino del pan espiritual, las enseñanzas de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, porque el pueblo no sabía lo que era aquella διδαχὴ καινή enseñanza nueva.
No sabemos cómo expresar esta extrañación de la gente: Dios siempre nos prodiga algo, lo que corresponde con sus promesas, pero no resulta ser como lo esperábamos, sino que es algo desconcertante, algo –según nuestra mentalidad- insólito y no alcanzamos a ver en ello la Presencia y la respuesta de Dios; somos –por así decir- incapaces o impotentes para ver la Providencia del Señor que nos viste mejor que a los lirios del campo y con mayor esplendor que al mismísimo Salomón. Frente al maná o a las enseñanzas de Jesús, o a los caminos que nos presenta sólo acertamos a preguntar “Qué es esto”.
Somos inocentes frente a nuestro estupor y desconcierto, pero responsables de superarlos y aceptar lo que nos da, simplemente porque viene de sus Manos, porque su Amor es Eterno. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el Principio Ahora y siempre, por los Siglos de los Siglos. Amén
[1] Martínez Aldana, Hugo Orlando. EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS Bogotá –Colombia CELAM 2006 p. 31
[2] Balancin, Euclides M. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MARCOS ¿Quién ES JESÚS? Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 32.
[3] Mateos. Juan, sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS. Ed. Tierra Nueva 5ª ed. Quito –Ecuador 2000 p. 33
[4] Guardini, Romano PREPAREMOS LA EUCARISTÍA. REFLEXIONES Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009 p. 75
[5] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET DESDE EL BAUTISMO HASTA LA TRANSFIGURACIÓN Ed. Planeta Bogotá – Colombia 2007 p. 211
[6] Ibid p. 214
[7] Sociedad Bíblica Colombiana LA BIBLIA DE ESTUDIO DIOS HABLA HOY Ed. CELAM con el Nihil Obstat de Raymundo Damasceno Assis Obispo Auxiliar de Brasilia Secretario General del CELAM. Comentario al versículo 31 del capitulo 16 del Éxodo p.114
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