1 Sam 3, 3-10 / Sal 40(39) 2-10 / 1Cor 6, 13 – 15. 17 – 20 / Jn 1, 35 – 42.
Entonces Jesús subió al cerro y llamó a los que él quiso, y vinieron a él.
Mc 3, 13
…no hay teorías, no hay manuales, no hay textos literarios. En su escuela, Jesús, el Maestro, es el libro donde se aprende todo.
Emilio L. Mazariegos
No hay una sola llamada de Cristo en la vida, hay varias, cada una más exigente que la anterior, y envueltas en las grandes crisis de nuestro crecimiento humano-cristiano.
Segundo Galilea
1
Sin vacilación escogemos como eje para este domingo el tema de la “vocación”; muy evidente en la primera Lectura tomada del Primer Libro de Samuel tanto como es evidente en la perícopa del Evangelio que nos trae la liturgia para este segundo Domingo del Tiempo Ordinario. A dos discípulos de Juan el Bautista, que estaban con él cuando pasó Jesús por allí, les basta la indicación que les da Juan para dejarlo y empezar a seguir a Este-Otro; es decir, cambian de Maestro, por indicación del anterior. « Ἴδε ὁ ἀμνὸς τοῦ θεοῦ» “He ahí el Cordero de Dios”, curioso título, que parece aludir a la naturaleza sacrificial que, desde ya es inherente al nuevo Maestro de este par de discípulos.
Al verlos seguirlo, Jesús –primeras palabras que pronuncia en el Evangelio de San Juan- los interroga para saber por qué lo siguen: « Τί ζητεῖτε» normalmente se traduce “Qué buscan” pero también podría ser: ¿Qué piden? O ¿Qué solicitan?, ¿Qué requieren? Estas palabras quedarán firmemente gravadas en la memoria de Juan el Evangelista, es para él una frase inolvidable, la primera que su Divino-Maestro le dirigió.
Ellos le responden con otra pregunta: ¿Dónde vives, o donde moras, o dónde permaneces?, o ¿dónde se te puede encontrar cuando se te necesita?: ποῦ μένεις «La respuesta parece a primera vista un poco torpe. Nos esperaríamos una respuesta más solemne, como “Maestro, ¿qué hay que hacer para obtener la vida eterna?” o también: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal?”; en todo caso, nos esperaríamos palabras que indican una grande inteligencia y profundidad en quien habla. En cambio, ellos se limitan a una pregunta muy modesta y embarazada: “¿Dónde vives?”. En verdad se trata de una pregunta sencilla, casi tímida. En el fondo, lo que es importante es saber en dónde vive Jesús, para estar con él… más allá de cualquier deseo de conocimiento intelectual, lo que ellos quieren no es “saber algo”, sino “estar con él”.»[1] «Los dos primeros discípulos quieren volverse íntimos de Jesús. Por eso preguntan: Maestro, ¿dónde vives? Ellos manifiestan de ese modo el deseo de crear comunión con Jesús,…»[2]
La respuesta de Jesús es un reto, los compromete: Ἔρχεσθε καὶ ὄψεσθε” Vengan y vean. Ese ver es mucho más que simplemente mirar y descubrir ese “dónde”; este ver tiene relación con un discernimiento, con una percepción clara, con un estado alerta -en fin- con una experiencia. «El seguimiento radical de Jesús arranca de un encuentro personal con Él. Un encuentro que se hace experiencia, vivencia, intercambio de vidas. Un encuentro donde Jesús entra en la vida y la conmueve, la conmociona. Un encuentro marcado por la fascinación, el desconcierto, la seducción. Un encuentro donde Jesús es Alguien vivo, presente, actual, interesado por mi vida, capaz de cambiarla. Encontrarse con el Maestro supone abrir los ojos a su persona entrañable y abrir el corazón a su Evangelio, Buena Nueva. Sin experiencia fuerte de encuentro con Jesús es imposible seguirle… Y sin la experiencia de Jesús llegaras a la misión pero “informaras” sobre Jesús, y no “testificarás” a Jesús. Encontrarse con Jesús y su Evangelio es estar dispuesto a ir donde quiera que Él vaya, adonde quiera que Él me envía.»[3] Y ellos aceptaron el desafío ἦλθαν οὖν καὶ εἶδαν ποῦ μένει καὶ παρ' αὐτῷ ἔμειναν τὴν ἡμέραν ἐκείνην “Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día”
Aquello sucedió en la hora décima: δεκάτη, el diez es el número perfecto, luego, dejando a Juan el Bautista y al quedarse con Jesús, han tomado la elección perfecta: «la hora décima, es decir, la hora de las elecciones perfectas: según algunos cómputos apocalípticos, el décimo siglo, el décimo período era el período conclusivo, de tal manera que la hora décima vendría a ser la hora en la que termina la primera búsqueda de los discípulos, en cuanto ya encontraron por primera vez el contacto con el Señor»[4] Según otros hermeneutas la hora décima equivale a la primera parte pero implica que lo demás, el resto se puede dar por descontado, como quien dice, si se tiene la primera parte, el resto llegará con toda seguridad.
Uno de los dos que lo habían seguido ἀκολουθησάντων era Andrés, este da continuidad a la cadena de presentaciones: Juan el Bautista le mostró a Jesús, ahora, le toca a él compartir este “descubrimiento”. Dice que “Al primero que encontró fue a su hermano Simón” (Jn 1, 41a), este “primero” permite suponer que siguió comunicando, que fue el “primero” de un grupo que recibió –a través de Andrés- el anuncio de lo que habían “descubierto” en Aquel Hombre. ¿Qué era lo que había descubierto?
Εὑρήκαμεν τὸν Μεσσίαν, [Eurekamen] es expresión de feliz descubrimiento: ” ¡Hemos encontrado al Mesías”, les ha bastado aquella tarde para confirmarlo, no hay lugar a dudas. Augusto Seubert dice que «Los discípulos que se juntan a Cristo en este Evangelio, crecen rápidamente en su comprensión de quien es Jesús… Los otros Evangelios sólo hasta el final llegan a estos altos niveles de comprensión.» [5] «El encuentro con Jesús marcó sus vidas. Les puso en movimiento, con rapidez, sin esperar a entender las cosas. Se pusieron a seguirle “ya”. Porque la llamada que Jesús les hizo en el encuentro es apremiante, es exigente, es con autoridad. Juan y Andrés recuerdan la hora del encuentro. Mateo deja su trabajo en el momento mismo del encuentro con Jesús. Pedro se siente pequeño, aturdido, desconcertado ante Jesús en la barca. Los hijos del Zebedeo dejan las redes y a su padre en el mismo instante. Natanael se queda asombrado. Pablo es deslumbrado… Conocer a Jesús es entrar en experiencia de su vida.»[6]
Verdaderamente que Simón es transformado rotundamente: deja de ser “Simón” (si el nombre es de origen hebreo, como parece ser el caso, significa ”Dios ha oído”; si fuese de origen griego Σίμων significaría “chato”) y se convierte en Κηφᾶς que significa piedra. Como es sabido, el significado del nombre en estas culturas llenaba por completo la definición de la persona. Simón se convierte en Petros porque se va a convertir en la piedra sobre la que se edificará la Iglesia. (Cfr. Mt 16, 18b).
2
שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, Escucha Israel (Deut 6, 4) es la vocación que da Dios a su pueblo. Jesús invita a sus discípulos a “VER”, pero ya Dios los había convocado para que “ESCUCHARAN”. En el Salmo 40(39) que corresponde a esta liturgia, en el verso 6(7) leemos: “Tú no te complaces en los sacrificios ni en las ofrendas de cereales; tampoco has pedido holocaustos ni ofrendas para quitar el pecado. En cambio me has abierto los oídos”. Como consecuencia de esta apertura de oídos leemos en Sal 40(39), 8(9) b: “¡llevo tu enseñanza en el corazón”.
Miremos en la 1ª Lectura tomada de 1 Sam en el capítulo 3, en el verso 9, ElÍ le recomienda a Samuel que si el Señor lo vuelve a llamar (la vocación), él debe contestarle:“Habla que tu siervo escucha” (שֹׁמֵ֖עַ); se trata, otra vez, del verbo hebreo שָׁמַע oír, escuchar, (del que deriba el nombre Simón, dijimos más arriba); pero que en lengua hebrea tiene implicaciones de “obediencia”, no es solamente la función fisiológica de llevar el sonido al receptor en el oído, sino además, transportarlo al corazón y volverlo vida.
El problema real que se nos plantea es el problema del cucharón que está en la sopa y, sin embargo, no tiene ni remota idea de a qué sabe la sopa:
Dice el poeta Kabir:
¿De qué le sirve al sabio abstraerse en el estudio detallado de palabras sobre esto y lo de más allá, si su pecho no está empapado de amor?
¿De qué le sirve al asceta vestirse con vistosos ropajes, si en su interior no hay colorido? ¿De qué te sirve limpiar tu comportamiento ético hasta sacarle brillo, si no hay música dentro de ti?
-El discípulo: ¿Cuál es la diferencia entre el conocimiento y la iluminación? -El maestro: Cuando posees el conocimiento, empleas una antorcha para mostrar el camino. Cuando posees la iluminación, te conviertes tú mismo en antorcha.[7]
Podemos saber muchas cosas sobre la religión, podemos saber la Escritura al dedillo, con capítulos y versículos, también podemos procurar investigar las raíces hebreas y griegas de los textos Bíblicos, “pero si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido” (1 Cor 13, 1b). ¿Cómo puedo, entonces, tener amor? Viviendo todo cuanto me ha sido revelado. Haciendo que la Escritura se haga en mi carne y sangre. Viviendo Jesús-mente, con este adverbio queremos decir, a la manera de Jesús, ¡siguiéndolo! Es ahí cuando tenemos que “IR Y VER”.Y QUEDARNOS CON Él, no sólo aquel día, sino todos los días que Dios nos regale.
El Padre Carlos G. Vallés glosando el Salmo 40(39), con una oración[8], nos señala cuatro direcciones en las que debemos rogarle a Dios que nos agudice nuestra capacidad de oír, de ser sensibles, de estar abiertos para que podamos obedecer Su Voluntad y cumplir Su Ley:
1) Abre mis oídos para que oigan Tu Palabra, Tus Escrituras, Tu Revelación en voz y sonido a la humanidad y a mí.
2) Abre mis oídos también a Tu Palabra en la naturaleza.
3) Abre mis oídos a Tu Palabra en mi corazón.
4) Abre por fin mis oídos, Señor, y muy especialmente, a Tu Palabra presente en mis hermanos para mí.
Vivamos la ortopráctica que es la verdadera religión, la que supera con creces a la pura ortodoxia. Que no nos quedemos buscando una antorcha sino que sepamos ser antorcha y arder en el Fuego de Su Amor. Hay que zambullirse, sumergirse, lo que dijimos en el blog anterior, se dice en griego βαπτίζω [baptixo] de donde la palabra bautismo (aún cuando entre los católicos, desde el siglo XV, ya no nos bautizamos por inmersión sino por aspersión) esa es nuestra vocación vivir nuestra vida inmersa en el estilo de Jesús cuyo eje de vida era hacer en todo la Voluntad del Padre: «Debemos distinguirnos de los demás hombres y del pueblo por la doctrina y no por el vestido, por la calidad de vida y no por las costumbres, por la pureza de intención y no por un ceremonial.»[9]
3
Podemos distinguir entre vocaciones comunes y vocaciones especializadas. Entre las vocaciones comunes queremos mencionar tres: a) la vocación a la vida b) la vocación al bautismo c) la vocación a la salvación.
Para referirnos a la vocación a la vida nos gusta citar en primer término a Jeremías: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones.» Jer 1, 5 primero la vocación a la vida y después una vocación específica a ser profeta; en segundo término a Isaías 49, 1: «Óiganme países del mar, préstenme atención, naciones lejanas: El Señor me llamó desde antes de que yo naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno materno.»; y, finalmente, al Cardenal John Henry Newman quien decía: « Dios me ha creado para que le preste cierto servicio definido. Me ha encargado algún trabajo que no le ha encargado a nadie más… De alguna manera, soy indispensable a sus Propósitos He sido creado para hacer o para ser algo para lo que nunca nadie ha sido creado. .. Dios me conoce y me llama por mi nombre. De alguna manera soy tan necesario en mi puesto como un arcángel en el suyo… Soy un eslabón en una cadena, un nexo de conexión entre personas. No he sido creado para nada. Haré el bien, haré Su Trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en mi sitio, aún sin proponérmelo, si lo hago, guardando sus Mandamientos y responderé a mi vocación"[10].
Ahora, para meditar sobre la vocación común de bautizados queremos tomar dos citas extrabíblicos, En primer término una clásica de San Agustín, donde él yuxtapone su vocación especializada de Obispo a la Común de bautizado: «Si me aterra el hecho de que soy para vosotros, eso mismo me consuela, porque estoy con vosotros. Para vosotros soy el Obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquel es el nombre del cargo; éste, el de la gracia; aquel, el del peligro; éste, el de la salvación»[11] En esta cita se enlaza, de una vez, con la tercera vocación común: la Salvación.
Pero hay otra, del Dominico Pierre-André Liégé, pionero de la teología pastoral: «¿Tenemos conciencia suficiente de que lo fundamental es la vocación bautismal común? Para llegar a otra vocación no hay que abandonar ésta; al revés, profundizándola hallamos el radical sentido de cualquier vocación. Esto nos lleva a una consecuencia; en un cristiano no se puede hablar de una vocación especializada firme, si no ha tomado plena conciencia de la vocación común»[12]
En este apartado nuestro propósito era, de una parte mostrar la convergencia de las tres vocaciones comunes y su rol fundamental; y, en segundo lugar, cómo de la fermentación de ellas, dimana el encarrilamiento en una específica. Como dijo el Padre Pierre-André Liégé: “Todo es vocación porque todo es respuesta al dialogo del creyente con Dios.”[13]
4
En la Segunda Lectura , tomada de la 1ª a los Corintios, nos encontramos con dos afirmaciones de la mayor importancia para nuestra vida de fe:
a) Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo
b) No somos dueños de nosotros mismos puesto que Dios nos compró pagando un altísimo precio.
Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica de valor inestimable por la que había pagado una fortuna en una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.
Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo: "A ti mismo".
El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió: "Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas"[14].
En la Segunda Lectura de la Liturgia para este domingo se nos previene contra la fornicación y se nos da, además, la razón contundente para evitarla: cualquier otro pecado queda afuera; pero el pecado de la fornicación invade nuestro Santo Interior, cuya santidad emana de nuestra pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo “¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo?” (1 Cor 6, 15 a ).
Esa Segunda Lectura nos habla de una vocación del cristiano: la de la pureza y el cuidado corporal, porque en esa Santa Vasija –que nosotros tantas veces ignoramos- somos portadores del Espíritu Santo.
5
Benedicto XVI dice: «Dios nos conoce por el nombre, nos llama por nuestro nombre…el círculo de los Doce, la composición del conjunto, y esta es sumamente heterogénea. Dos de ellos procedían del partido de los zelotes… El grupo central de los Doce lo forman los pescadores del lago de Genasaret: Simón, al que el Señor denominaría Cefas –Pedro-, era evidentemente el jefe de una cooperativa de pesca (cf. Lc 5, 10), en la que trabajaba junto con su hermano mayor, Andrés, y con los zebedeos Juan y Santiago, a los que el Señor llamó “Boanerges”, hijos del trueno….Por último hay otros dos hombres con nombres griegos, Felipe y Andrés; a quienes precisamente los visitantes de habla griega venidos para la Pascua del Domingo de Ramos se dirigirán para tratar de entrar en contacto con Jesús (cf. Jn 12, 21 ss)… en lo que respecta a sus posiciones concretas, a su modo de concebir la salvación, eran sumamente diferentes»[15] La composición es variada, no hay un perfil estricto, cada quien tiene algo que brindar, nadie es tan pobre que no tenga nada que ofrecer ante la “llamada”.
En Apocalipsis 3, 20 leemos: “He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él”. Esto nos lleva hacía otro aspecto de la vocación: «No; no es el hombre quien escoge a Jesús: No es el discípulo que va detrás de su Maestro por quien libremente se decidió. Es Jesús quien llama, quien escoge, quien hace discípulos. De Jesús y desde Jesús comienza todo. La vocación supone un encuentro con Jesús y el gozo profundo de haber sido mirado por Jesús.»[16]
Pero el llamado de Jesús siempre pasa por el filtro del albedrío, como con Santa María, el Arcángel es un emisario de Dios que viene a pedirle permiso; y Ella acepta con su “Hágase”. «Jesús respeta la libertad: no echa abajo la puerta; se contenta con tocar y tocar. Jesús no entra mientras la puerta no está totalmente abierta. No quiere ingresar como ladrón por una puerta entreabierta.»[17]
A María le habla por medio del Arcángel San Gabriel; a Juan y Andrés por medio de Juan el Bautista y luego a San Pedro, por medio de Andrés, y así sucesivamente. Como leímos en John Henry Newman, «Soy un eslabón en una cadena, un nexo de conexión entre personas.»[18]
El Papa, en su libro –varias veces citado por nosotros- ya antes nos había dicho: «Jesús instituye a los Doce con una doble misión “para que estuvieran con Él y para enviarlos”»[19]; también sucede con nosotros: fija su Mirada en nosotros, nos elige, “llama” a nuestra puerta, aguarda que le abramos, no por una puerta entre-abierta sino de par en par; entra para quedarse, y luego, cuando nos ha “llenado” del Espíritu Santo, nos hace el “envío”, para que nosotros –a nuestra vez- demos continuidad a la tarea del “Anuncio”, y así, sin cesar, hasta que –por fin- Construyamos su Reino.
[1] Martini, Card. Carlo María EL EVANGELIO DE SAN JUAN EJERCICIOS ESPIRITUALES SOBRE SAN JUAN Ed. Paulinas Bogotá –Colombia 1986 p. 168
[2] Bortolini, José CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 29
[3] Mazariegos, Emilio L. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo 3raed. 2001 Bogotá – Colombia. p. 19 y 23
[4] Martini, Card. Carlo María Op. Cit. p. 169
[5] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL Evangelio de Juan. Ed. San Pablo 1999 p. 21
[6] Mazariegos, Emilio L. Op. Cit p. 20
[7] De Mello, Anthony sj. LA ORACIÓN DE LA RANA 1 Ed Sal Terrae Santander 8ª ed. 1992 p.87
[8] Cfr. Vallés, Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO - ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae Santander 8ª ed.1993. pp. 79- 80
[9] Celestino I CARTA A LOS OBISPOS DE NARBONA Ep 4, P.L. 50, 431.
[10] Newman Card. John Henry. MEDITATIONS ON CHRISTIAN DOCTRINE Part III {299} marzo 7 en www.newmanreader.org/works/meditatios/meditations9.html
[11] Concilio Vaticano II. CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA “LUMEN GENTIUM” Capítulo IV # 32 EN DOCUMENTOS COMPLETOS. Ediciones Paulinas Bogotá - Colombia 1987 p.49
[12] Liégé, Pierre-André, o.p. IGLESIA Y VOCACIÓN. En SELECCIONES DE TEOLOGÍA Facultad de Teología San Francisco de Borja Julio-septiembre de 1963 Vol. II No. 7 Barcelona – España p. 178
[13] Ibid.
[14] De Mello, Anthony, sj. LA BÚSQUEDA Ed. Lumen Bs. As Argentina 1989. p. 31
[15] Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET DESDE EL BAUTISMO A LA TRANSFIGURACIÓN Ed. Planeta. Colombia 2007 pp. 216-217
[16] Mazariegos Emilio L. DE AMOR HERIDO Ed. San Pablo Bogotá Colombia 3ª ed. 2001. p. 90
[17] Estrada, Hugo, sdb. PARA MÍ ¿QUIÉN ES JESÚS. Ed. Salesiana Guatemala 1998 p. 140
[18] Ver supra
[19] Benedicto XVI Op. Cit. p.210
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