sábado, 11 de febrero de 2023

UNA BÚSQUEDA DE TODO CORAZÓN

 


Eclo 15, 16-21; Sal 11-8, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34; 1Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37

 

Jesús es el primero que vive el amor. Su justicia no es la de los escribas ni la de los fariseos: es la “excesiva” del Hijo, igual a la del Padre, que hace entrar en el reino.

Silvano Fausti

 

Continuamos este Domingo inmersos en el Sermón de la Montaña. La página central en la vida de Moisés es aquella que nos relata la recepción de las Tablas de la Ley de Manos de Dios, en Quien radica por antonomasia la autoridad legislativa, Dueño como lo es del Árbol del Bien y del Mal, cuya Ciencia, Él mismo, se reservó para Sí (Cfr. Gn 2, 11-12). Se examinarán -este domingo- tres mandamientos: no matar, no cometer adulterio, y no jurar en falso; pero el tema general-global es no pensar que Jesús vino a abolir la ley y los profetas, sino a darles plenitud (Mt 5, 17).


 

En el Sermón de la Montaña Jesús también “escala” para entregarnos la Nueva Ley, es el Moisés de la Nueva Alianza, pero Mayor, porque es el Hijo de Dios. Vamos a hacer, junto con Él, este ejercicio de montañismo, para llegar a la Cima, en el verso 48 de este Quinto Capítulo del Evangelio según San Mateo, (lo leeremos el próximo Domingo): “Por su parte, sean ustedes perfectos, como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mt 5, 48).

 

La Nueva Ley es el Corazón de la Nueva Alianza, del Pueblo Nuevo conformado por Hombres Nuevos. No consiste en la revocatoria de la Primera Ley, la Mosaíca; sino “en llevarla a su plenitud” (Mt 5, 17). “En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasará una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice” (Mt 5, 18). Y la Ley debe ser, no sólo cumplida, además, enseñada, trasmitida; y esta doble prescripción constituirá la “grandeza” del creyente en el Reino (Cfr. Mt 5, 19) «… el valor de una persona, su fineza y magnanimidad, es “hacer y enseñar” lo que el amor dicta.»[1]. «El Sermón de la Montaña lo pide todo, cuando pide que creamos en un Dios capaz de trasformar la vida, de hacer nacer un hombre nuevo en el seno de nuestro universo.»[2]

 


¿Cómo operaría esta plenificación? ¿cómo podemos participar en ella? Contrastemos la vía prohibitiva y la vía exhortativa. En la primera, vamos a un “paseo” donde –en ciertos puntos y en ciertos momentos- nos proponemos realizar cierta actividad; pero encontramos unas vallas, que avisan que tal “actividad” no nos conviene. La vía exhortativa, por el contrario, es la recomendación para que, durante todo el “paseo” estemos siempre alertas para disfrutar el paisaje, los alimentos, las flores, los aromas y tener siempre todos los sentidos dispuestos para sumergirnos y embriagarnos con su “gozo”. Esta vía positiva para la formulación de la nueva Ley nos mantiene siempre alertas, siempre comprometidos con la construcción del Reino; siempre descentrados de nuestros egoísmos: abiertos en todo momento al servicio, a la solidaridad, al perdón, a la coherencia de vida, a esa unidad y armonía entre nuestra moral cristiana y nuestra forma de conducirnos. Atentos en todo momento a las necesidades de nuestro prójimo, con especial desvelo por quienes más lo necesitan, empeñándonos -particularmente- por los más débiles y desprotegidos.

 

¡No basta amar, es preciso que el Amor sea en el Santo Nombre de Dios! En la Nueva Alianza no se trata, de momentos puntuales, o de momentos críticos, donde tomamos decisiones; sino, de todo el tiempo. Recalcamos que es una Ley que corre por nuestras venas y compromete cada inhalación de aire y cada latido del corazón, porque en cada uno de ellos se Alaba al Señor, porque todo cuanto hacemos –desde el acto más devoto, hasta el gesto más mínimo y corriente- estarán saturados de la Presencia de Dios-en-nosotros. «En el corazón de cada acción, la intención religiosa. En el corazón de toda acción religiosa, el amor. En el corazón de todo acto de amor, lo absoluto»[3] No sólo la oración, no sólo los momentos piadosos, sino cada instante de nuestra existencia, así cantemos o barramos, así lloremos o silbemos, así cuando hablamos y cuando callamos, en todo estará nuestro corazón puesto en el Señor nuestro Dios; sólo así en Dios viviremos, nos moveremos y existiremos (Cfr. Hch 17, 28a) haciendo de nuestra fe, nuestro hábitat y de nuestra consciencia de Dios, nuestro sentido.

 


«Las exigencias del Sermón de la Montaña son absolutas y carecen prácticamente de límites.  El que adopta el principio de dar una hora de tiempo al que le pide la mitad, de privarse de lo necesario para dárselo a quien le pide lo superfluo, eso comprueba rápidamente que ya no se pertenece a sí mismo y que está a punto de hacerse devorar… Eso es lo que tiene de absoluto el Sermón de la Montaña: no está hecho de rigor y de intransigencia, de una observancia que mantener a toda costa, sino de una llamada que arrastra cada vez más lejos…»[4]

 

«La norma de nuestro obrar es llegar a ser como el Padre (v. 48). Has de ser lo que eres: eres hijo, obra como el Hijo, como el Padre que ama a todos. El Sermón de la montaña revisa, bajo esta luz, nuestras relaciones con los hermanos (vv. 21-48).»[5]


 

No vayamos a perder de vista que, en esta fecha, la Iglesia celebra la Trigésima Primera Jornada Mundial del Enfermo, con el lema: “Cuida de él” e incorporemos este gesto de fraternidad para integrarlo al brillo que Jesús nos pide que irradiemos como testimonio de glorificación al Padre Celestial, que seamos «… hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común»[6].

 

 



[1] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2011. p. 79

[2] Guillet, Jacques. s.j. JÉSUS DEVANT SA VIE ET SA MORT. Aubler Paris-France. 1971 p. 101

[3] Leon Dufour, Xavier. s.j. L’EVANGILE SELON SAINT MATTHIEU. p. 92.

[4] Guillet. Jacques. s.j. Loc Cit.

[5] Fausti, Silvano. Op. Cit. p. 83

[6] Papa Francisco. MENSAJE PARA LA XXXI JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2023. Citando el No. 67 de la Fratelli Tutti.

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