Is
35; 1-6; Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10; Sant 5, 7-10; Mt 11, 2-11
Si Dios se ha hecho
hombre, ser hombre es la cosa más importante que se puede ser.
Ortega y Gasset
Mirando el testimonio
de san Francisco, comprendemos que el secreto de la verdadera felicidad es
precisamente: llegar a ser santos, cercanos a Dios.
Benedicto XVI
Gaudete
Salta
a la vista el carácter penitencial de esta temporada de Adviento reflejado en
el color de los ornamentos: morado, color de sobriedad, de ayuno y penitencia, de
arrepentimiento por nuestros pecados., en este Tercer Domingo de Adviento, sin
embargo, (llamado “de Gaudete”, que se puede traducir “de alegría”) el color será
Rosado, para significar regocijo; y es que tenemos motivo para la alegría, “Tú has cambiado mi
lamento en danza; me has quitado el luto y me has
vestido de alegría.” Sal 30(29), en el verso 11(12).
Los motivos
para mudar de sentimientos están expresados especialmente en tres puntos de la
liturgia:
·
En
la antífona de Entrada, tomada de Flp 4, 4a.5a.c: “Estén siempre alegres en el
Señor, se lo repito, estén alegres. El Señor está cerca”.
·
En
la oración colecta: “Oh Dios, que ves a tu pueblo con fe esperando la
festividad del nacimiento del Señor, concédenos alcanzar la gran alegría de la
salvación,…
·
En
la Primera Lectura (Is 35; 1-2a): “Regocíjate yermo sediento. Que se alegre el
desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se
alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el
esplendor del Carmelo y del Sarón”.
En
la Primera Lectura al Mesías se le designa como “Dios vengador y justiciero
viene ya para salvarnos”, y nos precisa cuáles serán sus señas de identidad
para poderlo reconocer:
i)
Iluminara
los ojos de los ciegos
ii)
Los
oídos de los sordos se abrirán
iii)
Saltará
como un ciervo el cojo
iv)
La
lengua del mudo cantará
En
el Evangelio San Juan Bautista llama al Mesías “El que ha de venir”; y manda a
preguntarle si Él es el Mesías. Jesús –en vez de responderle directamente con
un “Si, Yo soy”- le contesta con un elegante y hermosísimo giro literario[1], mostrándole que
verdaderamente Él era “el que había de venir”, el que cumple con todas las
señas profetizadas. Él es la alegría de la salvación y por eso, este Domingo
Tercero de Adviento es de Gaudete, “porque el Señor está cerca”.
El salto infinitamente largo
«La
mayoría de los pueblos y familias de la tierra celebran en diciembre la
Navidad, pero muchos de ellos no saben ya lo que significa Navidad, ni lo que
celebran. Se quedan con la apariencia sin el fondo; celebran el “envoltorio”
sin abrir el contenido, el regalo que nos llega a todos de parte de Dios. Pero
no todos lo abren. ¡Qué lástima! ¡Qué superficialidad!»[2]
«T. S. Eliot
escribía en uno de sus poemas:
“Hay varias actitudes hacía la Navidad
De algunas de las cuales podemos prescindir:
La social, la torpe, la abiertamente comercial,
La juerguista (las tabernas abiertas)
E incluso la infantil (que no es la del niño
para quien la vela es una estrella y el ángel dorado
extendiendo las alas en lo alto del árbol
no es sólo un adorno,
sino un verdadero ángel)”.
Efectivamente
hay que prescindir de todas esas falsificaciones que nada tienen que ver con la
realidad. Ya hemos desembuchado bastante contra ellas. Son una falsificación
tan clara que molestarse en disiparla, aparte de inútil es una vulgaridad. Que
la Navidad no es nada de eso (ni la juerga, ni el comercio, ni el champagne) es
algo demasiado evidente. Todos esos “usan” la Navidad, no la viven y mucho menos
la comprenden.
Pero
la pregunta es otra: ¿Comprenden la Navidad los que la comprenden, es decir,
los que dicen y creen comprenderla? ¿Llegan a la entraña de la Navidad la
mayoría de los cristianos, incluidos los fervorosos? ¿Cuántos se han detenido a
pensar, completamente en serio, lo que la Navidad es y significa? ¿Cómo es que,
incluso en los púlpitos, se hace ternurismo navideño pero ni se intenta
teología navideña? ¿Por qué todo se queda en algunos tópicos, más o menos
fervorosos?
………………………………………………………………………………………………………
Pero pienso yo que para acercarse a los
suburbios de la idea de la Navidad y de la encarnación hay que empezar por
tener una idea profunda de lo que es en realidad el hombre, de lo que es en
verdad Dios y de lo que fue verdaderamente Jesucristo. Dudo que la mayoría de
los creyentes tengan claras estas tres ideas, sin cuya profundización la
Navidad queda banalizada. Góngora me parece que lo intuyó en aquel soneto en el
que explica porque en Belén se mostró más el amor de Dios que en la cruz,
cuando escribe que aquella fue una humillación, un descenso de Dios mucho más
hondo “porque hay distancia más inmensa / de Dios a hombre que de hombre a
muerto (distancia pequeñísima que todo hombre ha de cruzar). Mientras que el
salto en Belén tiene una longitud infinita, literalmente infinita: de Dios a
hombre.
Efectivamente,
si entendemos que Dios es “el absolutamente otro”, el “eterno”, el “creador”,
el “por esencia inmortal”, “el que es”, el “todopoderoso y todo-poseedor”, ¿qué
no será para Él hacerse, a la vez y sin dejar de ser todo eso, “el
absolutamente fugitivo”, “el mortal por naturaleza”, la “criatura”, “el que no
es”, “el todonecesitado”?
Navidad
es para Dios la gran caída. Como decía san Gregorio Nacianceno, “el que es,
nace; quien no lo es, se hace creado; el infinito se hace extenso y limitado;
el que enriquece, mendiga; se empobrece tomando mi carne para que yo me
enriquezca con su naturaleza divina; se vacía quien está repleto de todas las
cosas.”
En
Navidad, pues, asistimos a un giro de Dios, de ese Dios que es, por naturaleza,
inmutable. En Navidad, descubrimos los hombres, un “nuevo Dios”, distinto del
que los filósofos nos habían mostrado. “En el hombre Jesús –escribe González de
Cardenal-, Dios se ha acercado a los hombres, ha condescendido hasta ellos y se
ha situado al nivel de su palabra, de su visión y audición humanas.
¿Es
todo esto comprensible fácilmente? Sólo desde la fe y un poco de locura.»[3]
Comparemos
«Muy
sugestiva es la narración de Coloma en la que se cuenta la historia de un
individuo que buscaba la camisa del hombre feliz. Y sucedió que el único hombre
que afirmaba ser dichoso “no tenía camisa”. Sería de sumo interés elaborar una
encuesta para averiguar cuál es el retrato del hombre feliz que cada uno de
nuestros contemporáneos ha ido diseñando en su mente. Con seguridad la mayoría
de los encuestados pintarían a un hombre cargado de dinero, con una casa muy
confortable; un personaje que viaja, que se ahoga en placeres, que es apreciado
en la sociedad. En resumidas cuentas se acentuaría el aspecto puramente
material. Y no sería nada raro, pues respondería al pensamiento de una sociedad
que cifra su dicha en la técnica, en el confort… Algunas de nuestras revistas
modernas, que se dedican a sondear la vida íntima de figuras de fama
internacional –sobre todo en la farándula-, son testigos de primera mano de la
tragedia de tantos individuos que, rodeados de todas las comodidades, se
sienten los más solitarios del universo. A esos artistas de cine, escritores
famosos o cantantes de cartel, un día casi los hemos llegado a envidiar, al
enterarnos por las revistas de sus cuantiosos ingresos monetarios y de sus
sonados triunfos internacionales. Pero, un buen día también, con gran asombro
nuestro, leemos en algún periódico que uno de esos personajes se ha convertido
en un drogadicto desequilibrado o que se ha suicidado, ingiriendo un mordaz
veneno o pegándose un tiro en la sien. ¡Y nosotros que los creíamos los hombres
más felices del mundo! Se habían postrado ante sus ídolos, que ellos creían de
oro puro, pero que resultaron ser de fragilísimo barro que luego se convirtió
en polvo barrido por el viento .………………………………………………………………………………………………………..
Jeremías
con otra imagen esplendorosa, nos diseña el retrato del hombre feliz, del que
confía en Dios: “Es como un árbol plantado junto al agua,… cuando llegue el
estío no lo sentirá, sus hojas estarán siempre verdes” (Jer 17, 8). Los santos
han sido esos árboles plantados junto a la ribera del río. Sus raíces más
profundas estaban en Dios. Para ellos hubo inviernos y estíos, tormentas y
huracanes; pero ellos continuaban siempre con sus hojas verdecidas porque para
las aguas de Dios no existen estaciones.
El
fracaso y la desolación han estado presentes con frecuencia en la vida de los
santos; pero el santo no es un sauce llorón que goza viendo su melancólica
silueta en las aguas del río. El santo es el verdadero hombre feliz que acepta
el plan de Dios y entona el himno a la vida. Nunca un santo escribió una novela
existencialista a lo Sartre ni hablo del “absurdo” de la vida.
El
sujeto que salió en busca de la camisa del hombre feliz no la encontró nunca.
La camisa de felicidad no se encuentra tejida con finísimo algodón de
Inglaterra. La verdadera camisa del hombre feliz está fabricada con la burda
tela puramente evangélica.»[4]
El hombre nuevo ya ha comenzado
«…
lo mismo que en Navidad cambian todos los conceptos sobre Dios, también en este
tiempo cambia el concepto del hombre. Ortega y Gasset lo dijo con una frase
propia de un Padre de la Iglesia: “Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la
cosa más importante que se puede ser”. Es cierto, en Navidad asistimos a una
segunda creación del hombre. En el Paraíso nació un tipo de hombre; en Belén
nació el hombre nuevo, una nueva especie humana, el hombre capax Dei,
“capaz de Dios”, con una nueva alma, de dimensiones infinitas esta vez. A
partir de Belén, la condición humana no es ya una triste aventura de rumiantes
y pasa a ser aquello con lo que la serpiente engañó a Adán: “Seréis como
dioses”; seréis literalmente hijos verdaderos de Dios.
¿No
debería ser entonces, Navidad la gran fiesta de la humanidad? En Belén hubo un
“incremento del ser”, un crecimiento que ya nunca concluirá hasta el fin de los
tiempos. “Cuando Cristo apareció en los brazos de su Madre, acababa de
revolucionar el mundo” ha escrito Teilhard.
No
es por ello, ninguna metáfora escribir que “todos nacimos en Belén”, que todos
seguimos “naciendo en Belén”. El don de Dios que fue la entrega de su Hijo es
el mayor regalo que jamás han hecho a la humanidad. Y frente a ese don no cabe
más respuesta que el asombro, la adoración, el entusiasmo, porque desde ese día
no sólo está Dios con nosotros, Dios por nosotros, Dios para nosotros, sino
también Dios en nosotros, Dios uno de nosotros.»[5]
El
secreto de la felicidad
Hace
muchísimos años, vivía en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en
un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los
aspectos de su vida y que, por eso, se consideraba el hombre más feliz del
mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron
robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras más lo
intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir. Así
pasaban los años y el sabio era cada día más feliz.
Un
día llego ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú también
quiero ser inmensamente feliz. "Por qué no me enseñas que debo hacer para
conseguirlo?"
El
sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo:
"A
ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención.
En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos
son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos
que debes seguir a lo largo de la vida".
El
primer paso, es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas, y por
lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes y por todo
lo que te pasa.
El
segundo, es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al
acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy
inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda
vencer. Este paso se llama autoestima alta.
El
tercero, es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir,
si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres
capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño;
si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas
en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
El
cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es,
ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
El
quinto paso, es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento
no te dejaría ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú… perdona
y olvida.
El
sexto paso es no tomar las cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo
a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
El
séptimo paso, es no maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos
derecho a que se nos respete y se nos quiera.
Y
por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu
alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo
afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás sin pensar
que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus
cualidades y dales también a ellos el secreto para triunfar y que de esta
manera, puedan ser felices".
Y
como pueden ver, lo que los reyes y poderosos ansiaban, lo tenían al alcance de
la mano.[6] Simplemente se trata de
hacer realidad la Navidad en tu propia vida, dejar que Jesús nazca en ti, en
mí. Abrir las brazos para recibir a Jesús –como si fueras la mismísima Virgen
María y luego decir, con total sinceridad, con los labios del corazón: “¡Ven a
nuestras almas, ven, no tardes tanto!”
[1] «Describe
pues su acción mesiánica no como obra de su potencia o como toma de posesión
que él hace de un imperio –que también le pertenece porque es el Señor del
mundo-; describe su acción mesiánica como obra de diaconía hacia el hombre y
hacia el hombre necesitado». Dice El Card. Martini, Carlo María POR LOS CAMINOS DEL
SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995.
p. 176.
[2]
Llano, Alfonso. s.j. 100 RAZONES PARA HACER UN ALTO EN EL CAMINO intermedio
editores Bogotá - Colombia 2011 p. 138
[3]
Martín Descalzo, José Luis. BUENAS NOTICIAS. Ed Planeta Barcelona- España 1998.
pp. 87-89
[4]
Estrada, Hugo. s.d.b. MEDITACIONES BÍBLICAS
Ed. Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá-Colombia 1987. pp.
161-165
[5]
Martín Descalzo, José Luis. Op. Cit. pp.89-90
[6]
Agudelo, Humberto Pbro. VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU T. 2. Ed. Paulinas
Bogotá Colombia 2005 3ª. imp. Pp. 221-222
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