Ἀκολούθει μοι
Hech. 5, 27b-32. 40b-41; Sal 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y l2a y 13b; Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19
… no existe sino un verdadero perdón, el perdón de
Dios, a quien con nuestros perdones más o menos grandes, logramos parecernos un
poco más cada día.
Marie-Thérèse Nadeau
Dejamos
atrás a unos discípulos timoratos, a puerta cerrada, para encontrarlos ahora a
descampado; ya no están en Jerusalén, ahora están en el mar de Tiberiades. Se
tratará de la manifestación (ἐφανέρωσεν/φανερόω:
hacerse visible para ratificar algo)
de Jesús en el lago, que se sigue manifestando,
que sigue actuando en su Iglesia, que no abandona a los que van en la barca y tienen a su cargo la pesca de
hombres, la conducción de la barca en
medio de la tormenta. ¿Hemos dejado atrás la prodigiosa escena del Tomás
Incrédulo y la Misericordiosa respuesta de Jesús? ¡Ese gesto está saturado de
perdón! Jesús actúa amorosamente con Tomás y la médula de ese amor es la casi
increíble capacidad de perdón que le muestra.
Dirijámonos al significado de la palabra perdón, per significa
totalmente, completamente, enteramente; y don que significa regalo,
obsequio, dar gratuitamente: perdón se entenderá -después de esta mirada a sus
raíces- como total entrega, cesión generosa y voluntaria, dación que se hace a
favor de otro. Un paso más para llegar a las profundidades de esta palabra:
perdón es dar, sin retener nada para sí, es entrega total –como ya se dijo- sin
retener, ni escatimar. El que perdona se abandona a sí mismo, se hace oblación,
se quita el manto y se amarra una toalla a la cintura; ofrece sus manos y su
costado para que lo hurguen con los dedos sucios, infectados y groseros. Va más
allá en su auto desapego y auto despojo, se deja desnudar, se deja flagelar, se
deja quitar la túnica inconsútil para que la jueguen a los dados, se deja
crucificar, se hace hostia, llega hasta la inmolación. Perdonar es dejarse
manipular, dejarse guardar en el Sagrario, dejarse encerrar en un copón, permitir
que cualquier persona nos devore, nos mastique, nos trague… Perdón significa
suprema dación. De hecho, la palabra equivalente en hebreo סָלַח significa “llevar” o “sacar” como cuando
se lleva a alguien de un lugar que lo dañaría, y sacar como cuando liberas a
alguien de una prisión, en hebreo es sinónimo de “rescate”. En griego está la
palabra ἄφεσις [áfesis] que
significa soltar o liberar. Procuremos pues –con la perícopa del Evangelio
Joánico que leemos en este Tercer Domingo de Pascua- adentrarnos en esa faceta
de la Misericordia que es el perdón. En la situación de la perícopa actual
están los 7 discípulos -los primeros llamados- pero ahora, es Pedro quien está
al centro con Jesús. «Este capítulo se puede llamar “epílogo” del Evangelio,
que comenzó con un prólogo. El prólogo nos presentó la “prehistoria de Jesús”,
el Verbo Eterno de Dios, vida y luz del mundo, se ha hecho carne… El epilogo
nos presenta la “historia después de Jesús”: los discípulos continúan su obra y
lo testimonian ante el mundo.»[1]
Se trata, según nos informa el propio Evangelio,
de la tercera aparición del Resucitado. Y de un banquete que es -por la
Presencia de Jesús- una Eucaristía. «A mí me emocionan estos pequeños detalles:
El Señor había preparado el fuego para asar los peces. Aun después de su
resurrección, el Señor sigue teniendo estos detalles… Me encanta esa delicadeza
de Dios.»[2]
«En el capítulo 20 la cristología se convierte en “pneumatología”: Los
discípulos ven al Resucitado, acogen el Espíritu y son enviados al mundo. En el
capítulo 21 la cristología y la pneumatología se convierten en “eclesiología”:
el que ha visto la carne de Jesús y ha acogido a su Espíritu, se convierte en
hijo y continúa en el mundo la misión de revelar al Padre… Este capítulo
colocado al final del Evangelio, más que una conclusión es una apertura. En
efecto, abre al mundo entero el horizonte de la vida nueva que el hijo ofrece a
los hermanos.»[3]
El perdón que recibe Pedro es una experiencia
bautismal. El signo de purificación, de rehabilitación, inclusive, de
reconciliación, es la zambullida (recordemos, una vez más, que la palabra
bautismo significa en griego “sumergir”). «Arrojarse al agua y salir a flote,
desnudez y vestido son alusiones al bautismo. Simón Pedro sepulta su pasado
ahogando las presunciones y las culpas, para volver a salir a flote en la
orilla y encontrar a Jesús.»[4] Pedro
será perdonado por medio de un filtrado “amoroso”, su dialogo con el Maestro lo
llevará a encontrar un tesoro de amor que recompone, que sana y libera, que
re-dignifica. El Señor lo ratificará como Pastor por medio de un dialogo de
amor, donde la clave de la conversión radica precisamente en la conciencia del
Amor, amor desinteresado ἀγαπάω [agapáo], amor de amistad firme φιλέω [filéo].
«Pedro es
uno que ha tenido la evidencia de la llamada más que los otros. Fue llamado en
el cuadro de la pesca milagrosa, y por tanto, ha tenido una evidencia excepcional
de la confianza puesta en él. Cuando Jesús llamó a los apóstoles, fue escogido
de primero y se le confió una especie de responsabilidad, de corresponsabilidad
con Jesús, una suerte de privilegiada atención que después quedó especificada y
esclarecida en el mandato, en la promesa de Jesús cerca de Cesárea de Filipo…
Pero este
hombre, objeto de tantas atenciones por parte de Jesús, falló totalmente en el
momento de la prueba decisiva, porque en una circunstancia embarazosa se dejó
arrastrar por la confusión, por el miedo, y públicamente negó al Maestro.
No sólo…
perjudicó gravemente a Jesús, fue una de las causas de su muerte, porque su
comportamiento en el huerto de Getsemaní fue exactamente lo contrario de lo que
se esperaba. Al sacar la espada, dio motivo
de reconocer a Jesús como subversivo y malhechor, errando la táctica de
impostación de la defensa.
En fin:
Pedro en vez de ponerse a seguir al Maestro como alelado, para luego dejarse
engatusar, tenía el deber de reunir a los Doce, buscar testigos en favor,
llevarlos al tribunal para que hicieran declaraciones.
Concretamente:
Pedro desmereció totalmente la confianza, porque no respondió ninguna de las
esperanzas.
Conclusión:
Pedro ante la prueba ha fallado.»[5]
A continuación, nos señalaba en su comentario
Carlo María Martini, que la sentencia habría sido, por lógica, una sanción de
privación, un retiro de jerarquía, con suspensión de autoridades; reducción a
un papel mínimo, por allá de quinto orden, una temporada larga de prueba, no
menor a cinco años. Pero el Corazón Misericordioso tiene otra perspectiva. Aquí
hay que recordar que Dios no juzga como nosotros. «Pero sucede lo contrario de
lo que pensamos nosotros: Jesús le vuelve a dar confianza a Pedro… Jesús le
pasa su misión, aquella por la cual él murió: la misión de reconducir a la
unidad a los que están dispersos.»[6]
«La triple pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me
amas?”, y la triple respuesta de Pedro: “Si, Señor, tú sabes que te quiero”,
corresponde a las tres veces que Pedro negó a su maestro (20, 15-17). Es la
reintegración de Pedro al movimiento del Maestro, Pedro, afligido y un poco más
humilde ahora, renueva su compromiso con el Señor. Junto con la reintegración
también va repetido tres veces el mandato: “Cuida de mis ovejas”. Será el
servicio que prestará Pedro.»[7]
«La enseñanza del trozo, pues, se dirige a una
comunidad, a la que hay que recordarle que el Señor está ahí, está cerca; hay
que abrir los ojos y percibir sus indicaciones providenciales, para saber que
no ha cambiado, sino que siempre obra como amigo, con benignidad y realeza del
mismo modo como al comienzo en Caná y sucesivamente con las personas que
encontró durante su vida pública».[8]
[1]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia 2008 p. 634
[2]
Helder Câmara, Dom. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae
Santander-España 1985. p. 185-186.
[3] Fausti,
Silvano. Op. Cit. pp. 634-635.
[4]
Ibid p. 640
[5]
Martini, Carlos María. ITINERARIO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO. PUEBLO MIO SAL DE
EGIPTO. Ed. Paulinas Santafé de Bogotá D.C.-Colombia 1992 p. 104
[6]
Ibid p. 105. 109.
[7]
Seubert, Augusto. COMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San
Pablo. Santafé de Bogotá D.C. 1999 p.
156.
[8]
Martini, Carlos María. (Card.) EL EVANGELIO DE SAN JUAN. EJERCICIOS
ESPIRITUALES SOBRE SAN JUAN. Ed Paulinas 2da ed. Bogotá-Colombia 1986. p.
149-150