Gn 9, 8-15; Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9; 1Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15
Reconciliarme con la
Creación, con la humanidad y con la naturaleza y por tanto vivir en coherencia
con mis Hermanas y Hermanos sufrientes, dolientes. Vivir en armonía ecológica
con la naturaleza, desde el compartir, más que desde el consumir, desde el
trabajo por una realidad sostenible y solidaria…
José Luis Graus.
… pululan por todas
partes pequeños diosecillos que convierten de hecho la sociedad en politeísta.
Donde no está Dios surgen inmediatamente los ídolos. La sociedad que rechaza a
Dios, dobla su rodilla ante las personas, las cosas, las conveniencias, el
dinero.
Gustavo Gutiérrez
La
Primera Lectura nos pone en contacto con el tema de la Alianza. La Alianza es
el nombre de la relación que se establece entre reyes, entre pueblos, y también,
nos sirve de nombre para la relación que se establece entre cónyuges. A
nosotros nos asombra que se hable de una Alianza eterna porque detestamos –por
pereza moral- el compromiso. Nuestra
cultura nos ha impuesto la fascinación por lo pasajero, por lo provisional.
Más, si hacemos una lectura crítica de nuestra realidad, salta con emergencia
el urgente afán de establecer lo duradero, lo que no se quiebra, lo que se
sobrepone a las dificultades y las remonta y va más allá. En el sustrato de
esta temática encontramos la bina obediencia-fidelidad.
Así como la Santa Cruz (signo por excelencia de nuestra fe) tiene dos piezas,
la vertical y la horizontal, así también la Alianza posee la misma bidimensionalidad:
En su verticalidad- la ligazón entre Dios y el hombre y –en su horizontalidad-
la fraternidad como eje vital, como exigencia moral, como praxis de la fe que
no puede resolverse en simple intimismo y vivencia recóndita.; pero tampoco en
hedonismo momentáneo, mucho menos en fugacidad instantánea. Nuestros propios
sentidos son impotentes para afrontar y captar la instantaneidad; para llegar
al fondo necesitamos degustar pausadamente, ir conociendo al otro, ir
reconociendo y detectando las diferencias, ir demoliendo las barreras que nos
separan. La Alianza es –sobremanera- procesualidad. Inclusive, para asimilar lo
que veremos más allá de este peregrinar por la vida natural, se requerirá una
Vida Eterna, para contemplar y adorar Su Divina Majestad.
Esta
Alianza no se limita a una convivencia fraterna entre los humanos, como muy
explícitamente lo dice la perícopa, se extiende a “los animales que los
acompañaron, aves ganados y fieras… Alianza perpetua que yo establezco con
ustedes y con todo ser viviente que esté con ustedes”. Es el correlato bíblico
que llevó a San Francisco a hablar de todas las criaturas como sus hermanos
–como lo dice Rubén Darío en su poema- “los
hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos”.
San
Pedro en la Segunda Lectura se refiere a esta vía de la Alianza que es el
Sacramento del Bautismo –cabe anotar que este Sacramento guarda estrechísima
relación con las Tentaciones; y su relato en el Evangelio según San Marcos,
está colocado inmediatamente antes. En este Primer Domingo de Cuaresma, leemos
una definición maravillosa, en la que muchas veces no hemos ni reparado ni penetrado,
allí se nos dice que: “…no es una purificación de una mancha física, sino petición a Dios de una buena conciencia,
por la Resurrección de Jesucristo, el cual fue al Cielo, está sentado a la
derecha de Dios y tiene a su disposición Ángeles, Potestades y Poderes”. (1P 3,22.) Donde se
refiere a este puente que Jesús ha tendido, salvando el enorme hiato de nuestra
culpa. Nosotros, por la Caída, no hemos perdido la semejanza con Dios -con la
que fuimos creados- hemos fallado en nuestra parte de la Alianza, pero Dios no
la quebranta, sino que Él mismo la ha enmendado proporcionándonos un Redentor,
y lavando la Falta con su Preciosísima Sangre.
En
la perícopa del Evangelio encontramos junto con las criaturas terrenas las
criaturas espirituales: el Tentador y los ángeles. He oído que la divisa
inscripta en el blasón del Maligno reza: “No serviré”. ¡Los ángeles, en cambio,
“le servían”!
En
el Salmo recordamos que “El Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores
el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus
caminos”. Aquí, en la liturgia de este I Domingo de Cuaresma, el Señor nos
muestra el camino para ejercitar la hermandad, para poder aplicar la armonía
entre todos los seres vivientes: El servicio. Esa es la actividad en la que
nos dan ejemplo las criaturas angélicas, servir al Señor, serle fiel y
obedientes: “El lobo morará con
el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro, el leoncillo y
el animal doméstico andarán juntos, y un niño los conducirá. La
vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas, y el león, como el buey,
comerá paja. El niño de pecho jugará junto a la cueva de la cobra, y el niño
destetado extenderá su mano en la hura de la víbora.” (Is 11, 6-8)
El
Evangelio de San Marcos (después de hacer mención del Precursor) empieza
revelando la identidad de Jesús en su bautismo en el Jordán, cuando se oye la
Voz que lo identifica como Hijo, el Predilecto. Inmediatamente, a instancias
del Espíritu, va al desierto, y vive su prueba. Pero esta prueba es más que
eso, es el resumen del programa de Jesús para construir el Reino. Se trata de
llevar a Galilea –valga decir, a todos los pueblos, no en exclusividad a los
judíos- el anuncio del Reinado de Dios, que es la consigna kerigmática que se
nos propuso con la imposición de la ceniza: μετανοεῖτε καὶ
πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ “arrepiéntanse y crean en el Evangelio.”
Muchas armonías hemos conquistado, pero el
egoísmo-codicia ha impedido que el proceso de construcción del Reinado de Dios
avance de manera más expedita. La conversión, que consiste en
arrepentimiento y fe (creer) es la
precondición, después podremos avanzar firmemente en la praxis del servicio con
caridad, desinteresadamente y con ese sentido oblativo que nos enseñó Jesús:
“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
Jesús está allí –en representación de la
humanidad- tendiendo un puente entre los animales feroces y la propuesta
celestial del servicio. Él pacifica la relación deshecha por la falta adámica y reconstituye la
situación edénica עדן (de
delicia), que es el sueño que perseguimos: recobrar el Paraíso Perdido. Ningún esfuerzo
es demasiado para levantarnos de la Caída.
«Las tentaciones son las diferentes crisis,
en las que nos debatimos: la desesperación y la desconfianza., las seducciones
y los atractivos, que pueden llevar a una pérdida de la fe, de la esperanza y
del amor. Pero crisis también es una situación de decisión. Por consiguiente,
puede llevar también a tomar mayor conciencia, libertad y responsabilidad: a
purificar y a dilatar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor».[1]
¿Cuál es la amenaza que se cierne en la
tentación? Vivir de espaldas al Dios que nos ama! ¡Arrogarnos con prepotencia
la autosuficiencia para salvarnos! ¡Imaginar que las fieras se pacificaran sin
el concurso de lo espiritual! –en fin- ¡pensar que Dios sobra! En cambio,
Jesús, ¿qué es lo que anuncia? No su propio reinado, sino el Reinado de Dios.
Observamos con fascinación que ese es el eje de su existencia. La tentación
pretendía doblegar su humildad, pero Él sólo vive para la causa de su Padre, Él
vive para Servir. «Desde afuera, la vida de Jesús parecería haber sido como un
barco siguiendo su curso en medio de la corriente. La realidad interior,
insinuada por este relato, fue más enérgica: una batalla constante para
mantener estable el timón contra corrientes opuestas, con mucha vigilancia y
grandes afanes para evitar encallar… La tentación durante toda la vida de Jesús
fue permitir que la misión del Padre se volviera inactiva, no hacer nada,
ahorrarse a sí mismo la dificultad, asumir la vida sin problemas. ¡Qué pecado
por omisión habría sido!»[2]
«Nadie debe poner el pretexto, cuando caiga,
que la tentación fue más fuerte que él, ya que desde Cristo en adelante,
quienes se dejan guiar por el Espíritu salen siempre victoriosos.»[3]
“Señor,
enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”. Si no captamos este Milagro
Redentor, entonces, no habremos comprendido la Grandeza del Amor de Dios que
desde el Principio estaba decidido a perdonar. Por esa desconfianza,
precisamente, es que nos cuesta tanto dejarnos Amar. Pero precisamente por la
clara y vigilante consciencia de Jesús, en el infinito Amor del Padre, es que
Él pudo y nos Salvó. ¡Gloria a Dios!
[1] Beck, T. Benedetti, U. Brambillesca, G. Clerici,
F. Fausti, S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVENGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo.
Bogotá Colombia. 2009. p.37
[2]
Casey, Michael. PLENAMENTE HUMANO PLENAMENTE DIVINO. UNA CRISTOLOGÍA
INTERACTIVA. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2007. P. 61
[3]
Álvarez Valdés, Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA? Ed. Centro Carismático
“Minuto de Dios” Bogotá Colombia. p. 116
Señor Jesús, te damos gracias por hacernos depositarios de tú misericordia y por llamarnos a hacernos uno con Tigo
ResponderEliminar