1 Sam 3, 3-10; Sal 40(39) 2-10; 1Cor 6, 13 – 15. 17 – 20; Jn 1, 35 – 42
Dios me ha creado para que le preste cierto servicio
definido. Me ha encargado algún trabajo que no le ha encargado a nadie más… De
alguna manera, soy indispensable a sus Propósitos He sido creado para hacer o
para ser algo para lo que nunca nadie ha sido creado.
Card. John Henry
Newman
Podremos
entrever la importancia
que tuvo
Elí en la vida espiritual de Samuel
que de no
ser por aquél, incapaz habría quedado
de
distinguir de Quien la Llamada provenía.
Cuando no
se conoce al Señor
no
distinguimos su Voz, no tampoco podemos
levantar
la mirada de la tierra
pues no
sabemos volver los ojos a lo Alto
incapaces
de entender que hay Alguien arriba que nos ama.
Pues el
llamado proviene del Amor.
Pero al
amor, en muchas ocasiones, no lo distinguimos.
Elí era
Sacerdote y Juez.
Como
sacerdote unifica lo de abajo con lo Alto.
Como Juez,
imparte la justicia,
da a cada
uno lo que le corresponde:
lo que
estaba destinado a Samuel –heredar la tarea de Elí-
por eso le
da el “discernimiento”
para
volver el corazón al Cielo
y hacerse
disponible al Llamamiento.
Así lo
mismo el Bautista,
Como era
Precursor, era Sacerdote y Juez.
Juan y
Andrés ni se habrían percatado
si el dedo
de San Juan el Bautista no hubiera apuntado en esa dirección
señalando
al Cordero.
Se nos
proponen este par de ejemplos
para que
comprendamos
este “importante”
servicio que a todo bautizado se ha encargado:
Ayudar a
muchos que están disponibles a servir, y van a lo terreno
pues no
distinguen –ya se ha dicho-
que no
toda interpelación nos viene de nuestro propio plano,
que hay
otros planos y otros niveles donde llevar los ojos
y aguzar
los sentidos.
Además,
que hay voces, que vienen de la tierra
pero nos
hablan de desprendernos d’ella
de
desplegar nuestras angelicales alas
-que
tenemos, a pesar de no darnos cuenta-
y como
Águilas de Patmos,
saber
dónde vive, e ir y ver,
y luego
pregonar.
Regálanos,
Oh Dios, la feliz ocasión
de ser
también nosotros precursores
y
enseñarles a muchos a decir:
“Habla
Señor, que tu siervo escucha”
Tornen de
esta manera jubilosos
exclamando
“Eurekamen”, es decir,
“lo hemos encontrado”.
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