En el Credo hay una
frase que este día se recita de rodillas: «Por nosotros los hombres y por
nuestra salvación, bajó del cielo»
Raniero Cantalamessa
1
Echemos un vistazo a la
perícopa de San Lucas, capítulo 2, versos del 4 al 12.
[4] José
también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la
ciudad de David, llamada Βηθλεέμ Belén, porque era descendiente de David; [5] allí se inscribió con María, su esposa,
que estaba embarazada.
[6] Mientras estaban en Belén, llegó para María
el momento del parto, [7] y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en
pañales y lo acostó en φάτνῃ un pesebre, pues no había lugar para ellos en
καταλύματι la sala principal de la casa.
[8] En la región había ποιμένες pastores que
vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus ποίμνην
rebaños. [9] Se les apareció un καὶ ἄγγελος κυρίου ángel del Señor, y la gloria del Señor
los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados.
[10] Pero el
ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una εὐαγγελίζομαι
buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. [11] Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para
ustedes un σωτὴρ Salvador, que es el
χριστὸς Mesías y el κύριος Señor.
[12] Miren cómo lo reconocerán: hallarán
a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Καταλύματι deriva del
sustantivo κατάλυμα es el singular neutro de la forma dativa; ya en otro lugar
hemos discutido que la palabra no significa “posada”, tampoco “albergue”; sino,
“sala principal de una casa”. Este asunto de la sala principal de una casa nos
trae a la memoria la práctica del Padre Carlos Vallés que resolvió mendigar
posada en casas indias, donde gente que él no conocía pero que -por la
tradicional hospitalidad en ese país- se la brindaban. De esta manera, cada
tarde él iba en bicicleta hasta la casa de sus anfitriones pasaba allí la
noche. Como él mismo nos lo cuenta, en esas condiciones “trabajé, oré, preparé
clases y escribí libros, mientras miraba, veía, asimilaba, sufría y disfrutaba
la vida diaria, las preocupaciones, las alegrías, el ruido de los niños, las
riñas de los padres, los apuros económicos y la fe religiosa de la gente
sencilla en los barrios más pobres.»[1] y, al otro día, vuelta a pedalear de
regreso a la Universidad de Ahmedabad, donde el fungía como profesor de
matemáticas. Así durante casi diez años.
El sacerdote jesuita describe
con dos pinceladas el ambiente de sus alojamientos: «Casas pequeñas de un solo
cuarto, donde pequeños y mayores se reparten el espacio común durante el día y
cubren el suelo con esteras para dormir por la noche»[2]. Aun cuando no
exactamente igual, esta descripción nos da una idea porque María no podía dar a
luz a su Hijo en presencia de “pequeños y mayores”, hombres y mujeres
convivientes, que comparten la cotidianidad, pero no tiene por qué estar
presentes durante un parto.
Pero, seguramente hay
motivaciones comunes entre esta acción del Padre Vallés y las de Dios-Humanado
por conocer, por vivir de cerca, por compartir las vivencias de “aquella
gente”. Nadie conoce mejor a las personas que quien convive con ellas. Eso hizo
el Padre Vallés y, nos lleva a entender a Jesús, que quiso hacerse uno de
nosotros para conocernos a fondo, para “asumirnos” totalmente, única manera de
podernos redimir.
En otra parte de su
caleidoscopio el Padre Vallés cuenta la anécdota de un joven estudiante
universitario, que cursaba sus estudios en San Sebastián, donde el Padre Vallés
dio una conferencia en el Museo de San Telmo. Al finalizar la conferencia el
joven agradeció a Carlos Vallés con estas palabras: «Al oírle a usted me he
sentido orgulloso de ser indio. Gracias.»[3] Igual nos pasa a todos los seres
humanos, al saber que Dios se hizo hombre, nos podemos sentir completamente
orgullosos de nuestra naturaleza humana y confesar: De todo lo que podría haber
sido dentro de la Creación, lo mejor y lo máximo que se puede ser es “humano”.
Pero bueno, nos hemos apartado
del tema que nos ocupa para devolvernos al que ya tratamos suficientemente en
el Tercer Domingo de Adviento. Queríamos, simplemente, recordar que Belén
significa Casa de Pan. El nombre de este pueblito, al que Roboam –nieto de
David- le construyó torres y murallas de protección que no alcanzaron a
resistir dos siglos; es una alusión a la Eucaristía, puesto que Jesús se ha
hecho Pan de Vida, con razón su pueblo natal es “Casa de Pan”, digno portador
de la enseña “Hic De Virgine Maria Iesus Christus Natus Est”.
«Belén parece que estuviera
poblada para siempre de ángeles y pastores. Existe todavía Belén, a diferencia
de otras muchas ciudades de la antigüedad que han desaparecido sin dejar
rastro. Es una aldea de calles irregulares en la cual la atención se concentra
en la Basílica de la Natividad y sobre todo en la cueva del nacimiento que allí
dentro ha quedado encerrada. Una estrella en el pavimento del suelo señala el
sitio en que Cristo nació y una inscripción, sobria pero elocuente, pregona:
“Aquí de la Virgen María nació Cristo Jesús”. El dato histórico y teológico del
nacimiento de Jesús matizado de modo especial por ese adverbio: fue aquí.»[4]
2
Fue Dionisio el “pequeño”
quien pensó que no teníamos por qué regularnos por un calendario que tomaba
como referencia el 284 (de nuestro calendario) momento en que el ejército de
Asía Menor proclamó emperador al que
llegaría a ser, entre los diez perseguidores que registra la historia, el mayor
martirizador de cristianos –Diocleciano, emperador romano que so pretexto de
hacer obligatorio el culto a Júpiter impulsó una matanza de cristianos, del 303
al 313: aproximadamente diez años de terror, la “era de los mártires”, entre
quienes figuraron como sus víctimas contamos a san Sebastián, San Pancracio y
Santa Inés. Entonces, según los cálculos de Dionisio “el Exiguo” –que hoy
consideramos equivocados en 6 ó 7 años, fijó la fecha de nacimiento de Jesús y
lo propuso como calendario oficial católico, que poco a poco se fue aceptando y
unificando hasta convertirse en el calendario oficial de nuestra sociedad y
nuestra cultura.
Todos recordamos que el 25 de
diciembre, corresponde al final del solsticio de invierno. Cada día, la noche
ha venido haciéndose más larga y en consecuencia, el período de luz más corto.
A partir de ese día, cada vez será más largo el día y más corta la noche
significando la victoria de la luz sobre las tinieblas y, para nuestro sentir,
la victoria de Jesús: Πάλιν οὖν αὐτοῖς ἐλάλησεν [ὁ] Ἰησοῦς λέγων· ἐγὼ εἰμι τὸ φῶς
τοῦ κόσμου· ὁ ἀκολουθῶν μοι οὐ μὴ περιπατήσῃ ἐν τῇ σκοτίᾳ ἀλλ’ ἕξει τὸ φῶς τῆς
ζωῆς. “De nuevo les hablo Jesús: -Yo soy la Luz del mundo, quien me siga no
caminará en tinieblas, antes tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).
«… ya no se dirige la mirada a
Jerusalén, pues el Templo destruido no será nunca más contemplado como lugar de
la presencia terrena de Dios. El Templo hecho de piedra ya no será expresión de
la esperanza de los cristianos… Se dirigirá el rostro hacia el este, hacía el
lugar por donde sale el sol. No se trata de un culto al sol, sino de una
convicción en que el cosmos habla de Cristo. Será Él quien esté presente en la
mente de la comunidad cuando se entone desde ahora el cántico contenido en el
Salmo 19, en el que se dice que el sol es como “un esposo que sale de su tálamo
[…] A un extremo del cielo es su salida y su órbita llega al otro extremo” (Sal
19, 6s). Este salmo pasa sin solución de continuidad de una alabanza de la
creación a un himno de alabanza de la ley. Desde ahora ello se aplicará a
Cristo, que es la Palabra viva, el Verbo Eterno, la luz verdadera de la
creación, el cual salió en Belén del tálamo nupcial de la novia, la virgen
Madre, y que en este tiempo ilumina el mundo. El Este cumple las funciones de
símbolo de Jerusalén. Cristo –representado por el sol- es el lugar de la
shekiná, el verdadero trono del Dios viviente. En la Encarnación, la naturaleza
humana se ha convertido verdaderamente en trono de Dios, el cual queda, por
ello, ligado a la tierra para siempre y se hace accesible a nuestra plegaria…
Orientación quiere decir antes que, nada, simplemente la dirección de la mirada
hacia Cristo como lugar de encuentro entre Dios y el hombre»[5].
Continuaba diciendo, en sus
tiempos de Cardenal el que hoy es Benedicto XVI: «El profesor Cyrille Vogel ha
advertido: ‘Si se puso el acento sobre algo, fue sobre la costumbre de que el
sacerdote recitara la anáfora y las demás plegarias vuelto hacía el oriente… no
sólo el sacerdote se volvía hacia el Este, sino que este movimiento era seguido
por todo el pueblo´.»[6]
No podemos pasar al siguiente
tema sin recalcar una frase del Cardenal Ratzinger «No se trata de un culto al
sol, sino de una convicción en que el cosmos habla de Cristo.»[7], para
prevenir falsas interpretaciones panteístas.
3
Revisando los Evangelios,
sabemos que sólo Mateo y Lucas narran el nacimiento de Jesús y ninguno de los
dos ofrece noticia sobre los consabidos mula y buey que aparecen en nuestros
pesebres y que constituyen dos “piezas” claves del conjunto tradicionalmente
integrado por las figuritas de María, San José, el Niño Jesús, la mula, el buey
y los tres “Reyes Magos”.
«Siguiendo las directrices de
San Francisco, durante la Santa Noche fueron colocados en la gruta de Greccio
un buey y un asno. En efecto, él había dicho al noble Juan: “Quisiera
representar al Niño nacido en Belén y, de algún modo, ver con los ojos del
cuerpo las penurias en las que se
encontró por la falta de las cosas necesarias para un recién nacido: cómo fue
acomodado en un pesebre y cómo yacía sobre heno entre el buey y el asno”».[8]
Entonces, ¿de dónde salió la
tradición de incluir estas dos “figuras” en el pesebre? Pues vamos al Evangelio
apócrifo del Pseudo-Mateo, datado del siglo VII, y allí, en el capítulo XVI
leemos:
«Y, al tercer día después del
nacimiento del Señor, María salió de la gruta y entró en un establo, y depositó
al Niño en el pesebre, y el buey y la mula le adoraron. Entonces se cumplió lo
que había anunciado el profeta Isaías: “El buey ha conocido a su dueño, y la
mula el pesebre de su Señor.”
Estos mismos animales que
tenían al niño entre ellos. Le adoraba sin cesar. Así se cumplió lo que fue
dicho por boca de Habacuc: “Te manifestaras entre dos animales.»[9]
Regresemos al documento de
Benedicto XVI, donde él aclara el papel protagónico de la mula y el buey, lo
que nos permite entender su profunda simbología y su imprescindible presencia
en nuestros “pesebres”:
«El buey y el asno no son
simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la Iglesia,
en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del
acontecimiento navideño. En efecto, en Is. 1,3 se dice concretamente: «Conoce
el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi
pueblo no tiene conocimiento».
Los padres de la iglesia
vieron en esas palabras una profecía que apuntaba al nuevo pueblo de Dios, a la
Iglesia de los judíos y de los cristianos. Ante Dios, eran todos los hombres,
tanto judíos como paganos, como bueyes y asnos, sin razón ni conocimiento. Pero
el Niño, en el pesebre, abrió sus ojos de manera que ahora reconocen ya la voz
de su dueño, la voz de su Señor.
En las representaciones medievales
de la navidad, no deja de causar extrañeza hasta qué punto ambas bestezuelas
tienen rostros casi humanos, y hasta qué punto se postran y se inclinan ante el
misterio del Niño como si entendieran y estuvieran adorando. Pero esto era
lógico, puesto que ambos animales eran como los símbolos proféticos tras los
cuales se oculta el misterio de la Iglesia, nuestro misterio, puesto que
nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, bueyes y asnos cuyos ojos se
abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor.
Pero, ¿lo reconocemos
realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe venirnos a la
mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva -promesa de
conocimiento verdadero-, sino también juicio sobre la presente ceguera. El buey
y el asno conocen, pero "Israel no conoce, mi pueblo no comprende".
¿Quiénes son hoy el buey y el
asno, quién es "mi pueblo", que no discierne? ¿Cómo identificar al
buey y el asno, y cómo a ‘mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la
irracionalidad conoce y la razón está ciega? Para encontrar una respuesta,
debemos regresar una vez más, con los Padres de la Iglesia, a la primera
Navidad. ¿Quién no le reconoció? ¿Y quién si lo hizo? ¿Y por qué sucedió?
El que no lo reconoció fue Herodes,
que no entendió nada cuando le contaron acerca del niño, sino que se encegueció
aún más por sus ansias de poder y el correspondiente delirio de persecución (Mt
2, 3). La que no lo reconoció fue "toda Jerusalén con él" (ibídem).
Los que no lo reconocieron fueron los hombres vestidos con refinamiento (Mt 11,
8), la gente fina. Los que no entendieron fueron los eruditos, los conocedores
de la Biblia, los especialistas en exégesis de la Escritura, que sabían
exactamente cuál era el versículo que correspondía, pero, a pesar de ello, no
comprendieron nada (Mt 2, 6).
Los que sí lo reconocieron-a diferencia de toda esa gente
de renombre- fueron "el buey y el asno": los pastores, los magos,
María y José. ¿Es que acaso podía ser de otro modo? En el establo donde está el
Niño Jesús no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el asno.
Pero ¿y nosotros? ¿Estamos tan
lejos del establo porque somos demasiado finos e inteligentes para estar en él?
¿No nos enredamos también nosotros en interpretaciones eruditas de la Biblia,
en demostrar la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, al punto de
quedarnos ciegos para el mismo Niño y no captar nada de Él? ¿No estamos también
nosotros demasiado en "Jerusalén", en el palacio, afincados en
nosotros mismos, en nuestra arrogancia, en nuestra manía persecutoria, como
para poder escuchar por la noche la voz de los ángeles, acudir al pesebre y
adorar?
Así pues, esta noche los
rostros del buey y del asno nos miran con ojos interrogativos: mi pueblo no
entiende; ¿entiendes tú la voz del Señor? Al colocar en el pesebre estas
figuras tan familiares deberíamos pedir a Dios que le regale a nuestro corazón
la sencillez que descubre en el niño al Señor, como en su día Francisco en
Greccio. Entonces podría sucedernos también a nosotros lo que Celano, siguiendo
muy de cerca las palabras de san Lucas sobre los pastores de la primera
Nochebuena (Lc 2, 20), narra acerca de los que participaron en la Nochebuena de
Greccio: "todos retornaron a sus casas colmados de alegría".»[10]
4.
Que la
luz de tu alegría brille a través de mí hoy, para que yo pueda reflejarla a los
que me rodean y elevarlos con esperanza y alegría.
Mnsr. Michael
Buckley
«María dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había
sitio para ellos en la posada. Este pasaje ha servido de inspiración en México
y Guatemala, para fomentar una costumbre que hunde sus raíces en la época
colonial y que tiene sus particularidades propias en cada región: Las posadas.
Se realizan en el mes de diciembre duran los primeros veinticuatro días del mes
de diciembre, en otros siete o nueve. Tienen una organización sencilla, se
señalan las familias que quieren darle posada al Señor, camina la procesión con
alegría festiva: van las imágenes pequeñas de José y María. Acompañados con
música y villancicos.
Al llegar a la casa que se
encuentra con las puertas cerradas se forman dos grupos: los que están fuera de
la casa que piden posada y los de adentro que responden. Se alternan respectivamente
en cada estrofa, hasta que los miembros de la casa se disculpan por no haber
reconocido a tan ilustres peregrinos, Jesús, José y María. Abren la puerta,
entran las imágenes y las personas que las acompañan; se reza el rosario o se
celebra la Palabra, comparten bebidas, cantos, etc. Allí permanecen las
imágenes hasta el día siguiente en que buscan posada en otra casa y se repite
el mismo rito. Se realizan en forma familiar o a veces por barrios.»[11]
La Lectio Divina consta de
cinco partes: Lectio, Oratio, Meditatio, Contemplatio y Actio. El Padre
Weisensee propone 7 preguntas para la Meditatio de esta Lectio, la perícopa que
hemos propuesto para esta hermosísima fecha, de las cuales entresacamos las
siguientes que nos parecen claves:
· ¿tiene algo que ver el hecho que Jesús
nazca en Belén? ¿qué importancia tiene Belén?
· ¿qué implica el hecho que María no
encontrara un lugar en el pueblo para ella dar a luz?
· ¿qué nos dice el hecho que Jesús nazca en
un pesebre, en medio de animales?[12]
«Lo que sucede en la noche de
la navidad es acontecimiento y misterio. Nace un hombre, que es el Hijo eterno
del Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra: en este
acontecimiento extraordinario se da a conocer el misterio de Dios. En la
Palabra que se hace hombre se manifiesta el prodigio de Dios encarnado. Un niño
es adorado por los pastores en la gruta de Belén. Es "el Salvador del
mundo", es "Cristo Señor" (cf. Lc 2,11). Sus ojos ven a un
recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre, y en aquella
"señal", gracias a la luz interior de la fe, reconocen al Mesías
anunciado por los Profetas.
Es «Dios-con-nosotros», que
viene a llenar de gracia la tierra. Viene al mundo para transformar la
creación. Se hace hombre entre los hombres, para que en Él y por medio de Él
todo ser humano pueda renovarse profundamente. Con su nacimiento, nos introduce
a todos en la dimensión de la divinidad, concediendo a quien acoge su don con
fe la posibilidad de participar de su misma vida divina. Dios se hizo Hombre
para hacer al ser humano partícipe de su propia divinidad. ¡Éste es el anuncio
de la salvación; éste es el mensaje de la Navidad!»[13]
¡FELIZ NAVIDAD!
[1] Vallés, Carlos.
CALEIDOSCIPIO. Ed. Sal Terrae Santander – España 1985 p. 124
[2] Ibid
[3] Ibid p. 92
[4] Bravo, Ernesto. LA
BIBLIA HOY. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1995 p. 230
[5] Ratzinger, Joseph.
INTRODUCCIÓN AL ESPÍRITU DE LA LITURGIA. Ed. San Pablo Bogotá- Colombia
2001 p. 57-58
[6] Ibid p. 67 Citando la
obra de Bouyer. LITURGIE UND ARCHITEKTUR. Einsiedeln, Johannes Verlag, 1993,
p.56.
[7] Véase Supra
[8] Benedicto XVI EL AMOR
SE APRENDE. LAS ETAPAS DE LA FAMILIA. Romana Editorial. Madrid-España. Mayo de
2012. p. 130
[9] Crépon, Pierre. LOS
EVANGELIOS APÓCRIFOS. Ed. Círculo de Lectores Bogotá-Colombia. 2001 p. 56
[10] Benedicto XVI EL AMOR
SE APRENDE. LAS ETAPAS DE LA FAMILIA. Romana Editorial. Madrid-España. Mayo de
2012. p. 131-133
[11] Jordán chigua,
Milton. PINCELADAS BÍBLICAS DEL EVANGELIO Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia 2009.
pp. 29-30
[12] Weisensee, Jesús
Antonio Pbro. EVANGELIOS DE LA INFANCIA MATEO – LUCAS LECTIO DIVINA Ed.
Federación Bíblica Católica FEBIC-LAC Bogotá –Colombia 2000 p. 76
[13] Restrepo S, Jaime
Pbro. NAVIDAD EN FAMILIA, UNA EXPERIENCIA DE FE. En Revista Iglesia
SINFRONTERAS. #361 Misioneros Combonianos.
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