Hch 9,26-31; Sal 22(21), 26b-27. 28 y 30.
31-32; 1Jn3, 18-24; Jn 15,1-8
Permanecer en su amor
para nosotros significa concretamente amar como Él ama… La fe es inseparable
del amor, aún más, tiene como objeto el amor…
Silvano Fausti
Oh Señor Jesús...,
sin ti no podemos hacer nada, porque tú eres el verdadero jardinero, creador,
cultivador y custodio de tu jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu
espíritu y haces crecer con tu fuerza
Guerrico d'Igny
En
la médula de la celebración de este quinto Domingo de Pascua está el verbo
μένω “permanecer”.
Dirijamos
nuestra primera mirada hacia el Salmo. Se trata del Salmo 22(21) un salmo de
Acción de Gracias: Es el Salmo del אֵלִ֣י אֵ֭לִי לָמָ֣ה עֲזַבְתָּ֑נִי Elí, Eli, Lemá Sabactaní. Aquí
llegamos directamente a una paradoja, ¿cómo le podemos hablar a alguien que ha
abandonado? Si ha abandonado no está, entonces, no se le puede dirigir algún
reproche porque ya se ha ido. Recíprocamente, si le hablamos, es porque no se
ha ido; y, si no se ha ido “no nos ha abandonado”. Si no nos ha abandonado le
podemos dar las gracias por su lealtad fiel y de allí brota la Acción de
Gracias. ¡Muy pronto se hizo urgente introducir en la liturgia este momento! Si
el Señor había escuchado nuestra súplica íbamos directo al Altar a agradecerle,
entonces se requirió un momento cultual para ofrecer la ofrenda de
agradecimiento.
En
la Liturgia Eucarística (aquí hay que volver a decir que Eucaristía en griego precisamente
significa “Acción de Gracias”) porque –y de esto se trata el Salmo 22(21)-
Jesús habría sido abandonado durante toda su Pasión, el Señor, Dios-Padre
aparentemente no habría permanecido con Él durante su sacrificio; pero no, ¡es
todo lo contrario! No sólo permaneció sino que estuvo a su lado hasta el Tercer
Día para resucitarlo, para no dejar a su carne “conocer la corrupción”. En la
Liturgia, se repite de manera incruenta el Sacrificio, pero “la sangre”
–simbolizada por el Vino- y la carne –simbolizada por el Pan- no permanecen
muertos, sino que cobran vida, particularmente en las venas de cada uno de
nosotros al comulgar. Y como hay resurrección, pues hay un gran motivo para la
Acción de Gracias.
Si
vamos al Evangelio de este Domingo, nos adentraremos en el capítulo 15 del
Evangelio de San Juan, donde Jesús se presenta
a Sí mismo como la Vid-Verdadera a la cual deben estar adheridos los
sarmientos, como pasa en general con cualquier planta, si se arrancan las ramas
de la planta, las ramas estarán muertas; la única manera de que la rama siga
viva es que esta siga unida a la planta. Si la rama está unida a la planta le
llegará la savia que es el fluido vital que nutre toda la mata. Nos encontramos
ante una figura parabólica de comparación con raigambre en una cultura agrícola
donde se cultiva la uva, y se compara la relación de los “discípulos” respecto
de Jesús con esta de las ramas respecto de una planta.
En
la perícopa que leemos en este V Domingo de Pascua (B), versos 1 al 8, contamos
7 veces el verbo “permanecer”. Las primeras tres veces aparecen para establecer
la necesidad de mantenerse unidos a Jesús para poder dar fruto. La cuarta vez
es para revelarnos que nada podemos hacer sin Él. La quinta vez nos dice que se
hace con el sarmiento que se despega de su planta: “lo recogen, la echan al
fuego y arde”. La sexta vez nos exhorta a mantener la unión con Jesús y su
Palabra es la adhesión a la Persona y a su Mensaje-Misión. Por último, la
séptima vez nos profetiza que por Él podemos pedir lo que queramos y se nos
concederá. Todo esto conduce a la Gloria del Padre, que consiste en que
nosotros fructifiquemos.
En
la Primera Lectura encontramos a Pablo que ha vivido su conversión, por lo
tanto empieza a dar fruto abundante y su vida se convierte en una vida de
testimonio y glorificación de Dios. Ahora San Pablo “permanece” adherido a
Jesús, es rama pegada a la planta, la Vid es ahora Jesús hecho Primera
Comunidad. Por eso es que cuando Saulo (el nombre anterior de Pablo) perseguía
a las Primeras Comunidades Jesús lo interrogaba, no “¿por qué los
persigues?", sino “¿Por qué me persigues?”.
En
la Segunda Lectura encontramos el verbo “permanecer” tres veces. Pero con una
función muy clara y significativa. Ni más ni menos lo que nos explica es cómo
se permanece y cómo se nos da la capacidad “intelectiva” para percibir la
importancia vital de mantenernos en la Vid: “Quien cumple sus mandamientos
permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el espíritu que Él nos
ha dado, que Él permanece en nosotros”. (1Jn 3, 24)
Esto
nos conduce de la mano a los versos 9 y 10 del capítulo 15 del Evangelio según
San Juan, que no se leen en nuestra liturgia de hoy (sino en la del Domingo siguiente) pero que nos brindan una
aclaración fundamental. ¿Cuáles son esos mandamientos que se deben cumplir para
mantenerse unidos a la vid? ¡Veámoslos! “Yo los he amado a ustedes como el
Padre me ama a mí. Permanezcan en mi amor, así como yo permanezco en el amor de
mi Padre, guardando sus mandatos” Mejor dicho y en breves palabras: ¡Otra vez
el Mandamiento del Amor!
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