Jer 31, 31-34; Salmo 51(50), 3-4. 12-13. 14-15; Heb 5, 7-9;
Jn 12, 20-33
No actuaré con el
ardor de mi ira, porque soy Dios y no hombre
Os 11, 8-9.
Henos, Señor,
delante de ti, de tu
Palabra,
de tu cuerpo de tu
cruz.
Henos ante la novedad
de tu don
con nuestra
indignidad,
confiados en tu
misericordia.
Card. Carlo María
Martini
La
fidelidad de Dios está manifiesta en su generosidad: En la Primera Lectura el
Señor ofrece “una Alianza Nueva”. No es una simple renovación de la Antigua
alianza, no es –tampoco- una re-edición de la Alianza. Es una Alianza que
cambia sus vías, ya no se basa sobre su escritura en tablas de piedra; se
apoyará, esta vez, en la implantación de la ley “en lo más profundo de la mente” el Señor la
va a grabar (escribir) “en el corazón”.(Jer 31, 33) ¿Será que Dios va a
implantar la Alianza derogando el libre albedrio de las personas? ¿Se trata
–acaso de una especia de “dictadura” de la ley? ¡De ninguna manera! Si tal
fuera, no podríamos predicar más la “fidelidad” de Dios.
Si
miramos al Crucificado exhibiendo su Nueva Alianza vemos dos elementos
recíprocamente dialécticos: La crueldad del ser humano, capaz de llevar su
ferocidad hasta límites insospechados, y de la otra parte, la imagen
conmovedora de Dios-humanado que lo entrega todo por amor, que se deja hacer,
como “manso cordero”, se rinde como víctima, se deja sacrificar como oveja,
como paloma. Este Jesucristo torturado y
desfigurado, sangrante, un fleco de hombre ¡cuán atractivo! (¡No hay nada de masoquismo
en esta expresión, nada de auto destructividad! No es que andemos buscando el
dolor, la tortura, ni la muerte.) Nos dan ganas de seguirlo en su capacidad de
martirio, en su tenacidad para vencer el dolor, en su valentía que lo salva de
arredrarse. (Por eso los amos nos adiestran en la cobardía…)
La
Primera Alianza, la del reinado de David, la del Trono Real cede el paso a la
Nueva Alianza donde el Trono es la cruz. También Jesús, Rey de la Nueva Alianza,
fue coronado (de espinas), también portó su “capa purpura” [πορφυροῦν se lee en
el texto del Evangelio de San Juan 19,2c)] todo indica que era un pedazo de
trapo para limpiar el que le pusieron sobre los hombros a guisa de capa. Pilato
lo presenta: “Ecce Homo” pero habría que añadirle a hombre el calificativo
guiñapo. ¿Cómo podría no conmover el corazón ver a este hombre envilecido con
violencia, víctima en quien se han cebado? ¡Sólo un corazón de piedra injerto
por el Malo puede permanecer indiferente! Los ojos vueltos hacia el Rey
Nazareno dejan grabados en el corazón la justicia, la bondad y la rectitud de
los valores por los que entrega la vida y hasta la última gota de su sangre, queda
impresa en nuestra mente, como dice en el texto, en lo más hondo de nuestras
partes internas.
En
el evangelio hay una declaración-confesión impresionante: “Ahora que tengo
miedo” (la palabra ταράσσω significa descompuesto, conmocionado,
perturbado, alterado); dice Jesús: “y por eso ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre,
líbrame de esta hora?’. No.” Así pues, Jesús nos deja ver su rostro tan humano,
azuzado por el temor pero Firme! (esa firmeza es otro sinónimo de Fidelidad).
Pero el Salmo nos ayuda a articular los
elementos presentes: Recordemos que este salmo es producto del pecado de David
que tomó a Betsabé, la esposa de Urías el hitita y mando a este al frente de
combate condenándolo a muerte, para quedarse con ella. Este era un derecho del
rey en esa cultura, es un pecado pero en ese contexto era un privilegio real.
Sin embargo, cuando el profeta Natán lo recrimina, se muestra sinceramente
arrepentido y ofrece su penitencia con corazón contrito. Así compone David el
Miserere pidiendo perdón por esta falta. Lo más conmovedor, lo impactante, es
que el trasfondo del salmo es confianza en YHWH, un Dios que perdona, Dios misericordioso
y bondadoso de inmensa compasión, que lava los delitos y limpia de los pecados.
No es un dios acusador (acusador es la traducción del griego “diabolos”); no es
un dios que se aposenta en su rencor por nuestras faltas y culpas. Dios es un
Dios de bondad, lento a la cólera y rico en piedad, bueno y cariñoso con todos.
(cfr. Sal 144, 8b-9).
Viene a continuación nuestro compromiso: Dios
Padre y Jesús (Dios-Hijo) nos dan ejemplo de generosidad, nos muestran un
patrón de conducta cero-vengativa, el Corazón de Dios está inclinado al perdón,
prefiere perdonar que castigar, dice no a la vendetta, supera el talión y
acelera nuestros pasos hacia la reconciliación. Excusa nuestras faltas y se
adelanta a inventar pretextos que aminoren la insolencia de nuestras
debilidades. Con su propuesta nos lleva hacia esa disponibilidad a la entrega,
invitándonos al desprendimiento porque ὁ φιλῶν τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ἀπολλύει αὐτήν, καὶ ὁ
μισῶν τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ἐν τῷ κόσμῳ τούτῳ εἰς ζωὴν αἰώνιον φυλάξει αὐτήν. “el
que se ama a sí mismo, se pierde; en cambio, el que rechaza el “orden” impuesto
en la sociedad-terrenal se asegura para la vida eterna” Jn 12, 25. Así que la
propuesta para nosotros es asumir la generosidad del grano de trigo para poder
llegar a dar mucho fruto. Jesús nos invita a “dejarnos levantar”, nos dice que
le sigamos para estar donde Él está y nos da el mandamiento del servicio que es
la sublime expresión del amor a los hermanos. Amar no son razones –dice el
refranero popular- amar es la acción del servicio oblativo, desinteresado. No
es servir por servir, es servir en el Santo Nombre de Jesús.
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