sábado, 17 de enero de 2015

LLAMADOS A INCORPORARNOS


1 Sam 3b, 3-10.19; Sal 39, 2.4.7-10; 1 Cor 6, 23-15.17-20; Jn 1, 35-42

Todo abuso, dondequiera y por quienquiera que sea cometido, contamina el ambiente moral del hombre, produce una erosión de los valores y crea la que Pablo define “la ley del pecado”… el terrible poder de arrastrar a los hombres a la ruina.

Raniero Cantalamessa

Samuel escucha un llamado, como toda experiencia humana, al principio es poco clara, incluso ininteligible, y sólo poco a poco se va aclarando. Tres veces se tiene que repetir el “llamado” y todavía no lo entendía; pero, tampoco el Sacerdote Elí –aun cuando habitaba en el mismo templo del Señor donde estaba el Arca, o sea que estaba habituado a un trato cercano con las “cosas” del Señor- acertaba a entender que se trataba de una comunicación Divina, hasta que por fin, se dio cuenta y le dio a Samuel la fórmula para que Dios le entregara el Mensaje. Aquí, evidentemente, el mediador es Elí.

En el Evangelio, el mediador es el Bautista. Fue él quien señaló hacía Jesús mostrándolo como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Jn 1,29b. Luego, viene la mediación de Andrés que le dice a Simón: “Hemos encontrado al Mesías” Jn 1, 41c. Felipe es convidado “directamente” por el Señor, en este caso no hay mediación. Pero en cambio Felipe si va a invitar a Natanael (nombre que significa “Dios ha dado”).

«Todo este episodio en su conjunto manifiesta los varios modos como se desarrolla la llamada del Señor: una vez que uno se adueña de ella, puede pasar a otros; y este paso se da con alegría y con sentido de plenitud, porque se comunica un tesoro que uno ha encontrado.»[1] Aun cuando la comparación puede parecer demasiado mecánica, vamos a compararla con la carrera de relevos. El corredor anterior entrega el “testimonio” (también llamado testigo) al siguiente, y así, el testimonio va de mano en mano. De la misma manera, de “mano en mano” se ha trasmitido nuestro “testimonio” de fe. Es claro que hacerse discípulo no es para quedarse allí, sino para trasmitir el “contagio”.


Observemos los diversos nombres que va recibiendo Jesús en esta perícopa Evangélica:
·         Cordero de Dios v. 36d
·         Rabí –que significa maestro v. 38f
·         Mesías –que se traduce Cristo v. 41cd
Vayamos un poco más lejos, miremos también los nombres que recibe en la siguiente perícopa:
·         Aquel de quien escribió Moisés en la ley v. 45d
·         Y también los profetas v. 45e
·         Hijo de Dios v. 49c
·         Rey de Israel v. 49d
·         Hijo del hombre. v. 51f.

Vayamos, ahora, al verso 38c. Es la primera vez que Jesús pronuncia palabra en el Evangelio de San Juan. Y, ¿cuáles son esas palabras?: “¿Qué buscan?”. Entendemos que el encuentro se da por una “búsqueda”. El que va a encontrarse con Jesús, aquellos a quienes Jesús les sale al encuentro, con quienes se hace el encontradizo, son los que están buscando. Los que buscan serán llamados a ir y ver Cfr. Jn1, 39. «Jesús no dice de hacer o de buscar algo, sino “Venid y veréis”, esto es, hagan la experiencia conmigo… su experiencia se ampliará en el contacto conmigo.»[2] Tomemos el caso de los dos discípulos de Juan el bautista a quienes les señala al “Cordero”, si estaban con el bautista era porque estaban en estado de búsqueda, porque estaban “sedientos” de Dios. Tan pronto el Bautista les señala al “Cordero” ellos –sin tardanza alguna- empiezan a seguirlo, ese seguimiento les gana el discipulado.

El discipulado es la incorporación en un Cuerpo Místico, donde el cuerpo del discípulo se incorpora al Cuerpo de la Fe; lo místico está en la manera inexplicable e inextricable como el cuerpo individual se injerta en el Cuerpo de Jesús, el cuerpo individual se hace “órgano” del cuerpo comunitario. Por eso, es comprensible que en la liturgia de este Segundo Domingo Ordinario del ciclo b, aparezca la perícopa del capítulo 6 que alude al cuerpo refiriéndose a su pureza. «El cuerpo de cada uno es parte del cuerpo de Cristo, y el cuerpo de todos forma el templo del Espíritu Santo (construcción del cuerpo social)…. No basta glorificar a Dios con el propio cuerpo. Es necesario que el cuerpo social, es decir, la comunidad y la sociedad entera, sea el lugar de la manifestación de la gloria de Dios.»[3]

Cuando se hace un implante hay que evitar el rechazo que hace el cuerpo al “injerto”. En este caso los que se van a “incrustar” deben pre-disponerse para adecuarse al Cuerpo Místico al que van  a pertenecer, al que adhieren, al Cuerpo del Salvador. El Señor nos llama, y nosotros acogemos su llamada con pureza de intenciones, con docilidad, con obediencia, con prontitud, con disponibilidad, con espíritu de servicio, de entrega. Docilidad hacia el Señor que hemos de renovar cotidianamente. ¿Cómo abre el Señor nuestro oído? ¡Con su llamada! ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta? דַּבֵּ֣ר יְהוָ֔ה כִּ֥י שֹׁמֵ֖עַ עַבְדֶּ֑ךָ “Habla, Señor, tu siervo escucha” Es el verbo שָׁמַע que no es simplemente oír, sino acoger la Voz con obediencia dócil. Docilidad para añadirnos a su Cuerpo. Respuesta comprometida a la llamada. A lo que nos pida, a lo que espera de nosotros.












[1] Martini, Card. Carlo María. EL EVANGELIO DE SAN JUAN. Ed. paulinas. Bogotá-Colombia 1986. p. 170
[2] Ibid. pp. 168-169
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER LA 1ª CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1996. pp. 37-38

No hay comentarios:

Publicar un comentario