sábado, 24 de enero de 2015

DISCIPULADO SIGLO XXI


Jon 3,1-5.10; Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20


Ser vocacionado es renunciar a algo por Alguien mejor, es decir un no a algo, por un si a Alguien, es tener una ocasión para optar por la mejor causa: Jesús y su Evangelio.

Emilio Mazariegos

Si un portavoz de cierta causa es prendido, lo corriente es que se silencie la causa y que otros simpatizantes por “precaución” se escondan. ¡Esta no es la situación del Evangelio! Al contrario, el evangelio de este III Domingo Ordinario (B), según San Marcos, nos informa que Jesús, después del encarcelamiento de Juan Bautista, –en vez de amilanarse y silenciarse o esconderse- da inicio a su “práctica”. Este suceso del apresamiento de San Juan Bautista parece indicarle a Jesús que su “tiempo es llegado” y gatilla el inicio de su carrera, de su vida pública, de su entrada en la escena histórica puesto que “Se ha cumplido el plazo” Mc 1, 15b.

El segundo detalle que nos da San Marcos es el marco espacial para este inicio: Galilea. Tierra de pobres, de gente sencilla -podríamos clasificar este territorio tomando prestadas dos categorías de la geopolítica y la sociología wallersteiniana- y decir que, Jesús no habla desde el centro sino que inicia su labor en la periferia. «… los evangelios no ofrecen una geografía objetiva y neutra. Su geografía es ante todo teológica: cada lugar y cada desplazamiento tienen un significado teológico.

En Mc, Galilea se opone a Jerusalén.

La Galilea de las naciones o de los paganos, como se decía entonces, había conocido muchas invasiones, y la fe no era allí tan pura a los ojos de los responsables judíos; no podía salir de allí nada bueno, y mucho menos un profeta (cf. Jn 1, 46; 7,52). Pero Isaías (8,23) había anunciado que un día Dios se manifestaría allí a los paganos; por tanto, era también símbolo de esperanza y de apertura. Fue allí donde Jesús vivió, predicó y donde las gentes lo acogieron con entusiasmo. Es una región abierta: de allí Jesús va a los paganos, a Tiro y a Sidón (7, 24.31).»[1]

Volvamos al asunto del Πεπλήρωται ὁ καιρὸς “plazo cumplido”, llegada del “momento idóneo”, “ocasión perfecta”, la “plenitud de los tiempos”. ¿Tenemos conciencia de lo que esto significa? El Reino de Dios no tiene más dilación, ¡ahí está! Simple y sencillamente ¡ya llegó! Luego, la perícopa evangélica nos presenta como una suerte de pre-requisitos: μετανοεῖτε o sea “conversión” y πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ “creer en la Buena Nueva”. Mc 1, 15cd. ¿Y, quién es la Buena Nueva? ¡Jesús es el Evangelio, Él es la Buena Noticia!

El tema de la conversión nos lleva a una precisión. Conversión no es alguna clase de pequeño cambio, ni una sumatoria de ellos. La conversión es un cambio rotundo; un quiebre de costumbres y hábitos, una modificación sustantiva de paradigma. Descrito en términos geométricos sería algo así como un giro de 180º. Se trata de un cambio de verdad, en serio, profundo. Se trata de desacomodarnos de vicios y defectos, de pecados y agresiones, una modificación conductual que nos lleve a estar comprometidos al 100% con la construcción del Reino. «… es una comprobación incontrovertible que los cristianos normalmente son unos pesimistas nostálgicos, más dispuestos a recordar un pasado místico (tal vez fantasmal) que a comprometerse en esas anticipaciones del futuro en las que, sin embargo, decimos que creemos… “hablamos” más de la noche (que está siempre a las espaldas), para no “actuar” en el día que nos viene siempre adelante,… “convertirse” significa también, dejar un “pasado”, para aceptar activamente el “hoy” comoquiera y dondequiera se manifieste, creer que vive en nosotros hoy una posibilidad: ¡se ha quebrado el círculo mágico! ¡Se cambia algo y todo se puede hacer nuevo!»[2]

Vayamos a la siguiente parte de la perícopa. Se trata del llamado de los cuatro primeros discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan. «El encuentro con Jesús marcó sus vidas. Les puso en movimiento, con rapidez, sin esperar a entender las cosas. Se pusieron a seguirle “ya”. Porque la llamada que Jesús les hizo en el encuentro es apremiante, es exigente, es con autoridad.»[3]


«… tendrían mucho que aprender de este “maestro de pesca”. Si bien sabían que para obtener buena calidad y cantidad de peces, hay que tener buenas barcas, buenas redes y buena carnada y, además, hay que conocer los vientos, las mareas y los mejores días o tiempos para la pesca, debían ahora adiestrarse en el más difícil arte: el de “pescar hombres”, y Jesús sería el instructor.

Esta pesca es mucho más compleja y ardua, porque al pez se lo pesca “contra su voluntad”, mientras el hombre puede ser pescado “si se deja pescar”. De esto se dieron cuenta tanto Pedro como sus amigos del Sindicato.»[4]

«Este es el reto de la llamada. Este es el compromiso de la llamada. Dios llama al creyente para que siga realizando hoy en la historia lo que Jesús hizo hace 2000 años. Llama para que ayude al hombre a cambiar su corazón y así cambiar las estructuras de la sociedad. Llama porque la obra que inició en Jesús tiene que ser acabada con perfección. Y es el creyente quien continúa a Jesús en la historia, con la fuerza de su Espíritu.»[5]




[1] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004. p. 78
[2] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti,S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. p. 48
[3] Mazariegos, Emilio L. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo. 3ra ed. 2001 Bogotá D.C. –Colombia p. 20
[4] Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTICOS. Ed. San Pablo Bs As. –Argentina. 2004 p. 56
[5] Mazariegos, Emilio L. Op. Cit. p. 42

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