Hch 2, 1-11; Sal 104(103), 1ab. 24ac.29-31.34; 1 Cor 12, 3b-7. 12-13; Jn
20, 19-23
Extiendes
los cielos como una tienda,
construyes
tu morada sobre las aguas;
las
nubes te sirven de carroza,
avanzas
en las alas del viento;
los
vientos te sirven de mensajeros;
el
fuego llameante de ministro.
Sal
103, 2b-4
«Cuando
un día de fiesta, sopló en Jerusalén un viento fuerte y ruidoso
(Hechos
2, 1-11)
Hace ya tanto tiempo que ocurrió esto,
que ni me acordaba. Pero otros si se acordaron…
Era por la mañana tempranito. María,
como buena madre, cuidadosa de un legado bueno, dijo a los discípulos de su
hijo: -Se nos ha prometido un Paráclito (y lo dijo así no más de corrido…) .
Vayamos al cenáculo, armémonos de paciencia y esperemos, porque las promesas de
nuestro Dios jamás dejan de cumplirse. Y si mi Jesús me lo comunicó, tengan por
cierto que, tarde o temprano, vamos a ver con nuestros propios ojos lo que él
anunció. Y como el Señor no les había avisado, antes de su Ascensión, cuando
vendría el Paráclito, cargaron con sus bártulos, sus bolsas de dormir y algo
para comer, porque si bien estarían en oración a la espera del Espíritu Santo,
tanto a ellos como a nosotros , les sería difícil orar si el ruido de las
tripas hambrientas lo impidiera.
¡Y allí se fueron!
¿Qué rezarían? ¿Cómo
lo harían? ¿Con qué palabras o con qué silencios se dirigirían al Padre? ¿Habría
dudas y miedos en sus corazones? ¿Creían, en serio, que ese espíritu desconocido
a quien nadie puede ver, brisa suave nacida en horizontes lejanos, llegaría? ¿Qué
les diría? ¿En qué idioma hablaría? ¿Cómo lo reconocerían?
Todos oraban, quedamente, con voces tenues…
Desgranando el tiempo y aferrándose a los minutos y segundos.
De pronto, se oyó un ruido más fuerte.
Pedro dijo a los demás: -¡Prepárense, pues parece que se viene flor de tormenta!
¡Los primeros truenos están estallando! Ojalá que aquí no haya goteras, porque
se larga el aguacero. Pero después de ese ruido, que no alarmó demasiado al
resto de los circunstantes, tan es así que siguieron cantando un salmo del
padre Catena, el ruido volvió, mucho más
fuerte, como si un viento intruso horadara burletes y ventanas, metiéndose
sigiloso por las hendijas. –¡Mama mía!, volvió a gritar Pedro. Me parece que esto
no es viento sur, sino el Espíritu. Y la cosa se puso peliaguda cuando llamas
de fuego, que parecían lenguas alargadas (exactamente como salen en algunas imágenes),
se posaron sobre las cabezas de María y los discípulos. ¡Y el fuego quema! ¡Y
el viento empuja y sacude! ¿No es acaso, el Espíritu, viento que empuja y sacude,
fuego que purifica y quema?
¡Ah…! ¡Ahora comenzamos a entender qué
es el espíritu Santo que procede del Padre y el Hijo, tercera Persona de la
Santísima Trinidad y verdadero Dios, como el Padre y el Hijo. Amor fruto de las
relaciones entre el Padre y el Hijo, y el Hijo y el Padre! (Bueno… no lo
dijeron con estas palabras, porque los teólogos no existían en esos tiempos y
no se había escrito todavía la Suma Teológica, de Santo Tomás de Aquino, gordo
, sabio y sesudo dominico del siglo XIII, que se pasaba el día pensando quien
era Dios, a qué se dedicaba y otras menudencias). Lo que sabemos es que “todos quedaron
llenos del espíritu santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el
Espíritu les permitía expresarse”. Allí los carismáticos habrían estado en su
salsa, hablando “en lenguas”, aunque nadie sepa de qué se trata. También se
hubieran muerto de envidia los de Linguaphone, que prometen que aprenderemos
cualquier idioma en tres meses, usando sus libros y sus casetes.
Aquí bastaron unos pocos minutos para
que María y los amigos de Jesús, que tenían la inteligencia de la fe, pero que
no eran universitarios, ni Premios Nobel de nada, hablarabn de corrido en todo
idioma conocido. Podían decir “jáu ar iú” en griego, y el otro les respondía “véri
uél, ténkiu, ¿an iú?”, pero en chino y, a su vez, María podía preguntar a un
turista: “comán tale vu” en francés, y recibir la respuesta “Meri, yé sui tré
bián”, pero en portugués… Todos estaban muy contentos., Yo diría, “burbujeantes”,
eufóricos, tanto es así, que la gente los creía borrachos, y eso que, hacía
poco, el reloj había dado sólo ocho campanadas, por la mañana.
En esos días, Jerusalén era un
hervidero, lleno de turistas y de peregrinos, porque se festejaba la fiesta del
Shavuot, el Pentecostés judío en que se recordaba la entrega de la Ley, por
parte de Dios a Moisés y su pueblo, en el Sinaí, durante el Éxodo por el
desierto. Nos dice que había judíos, partos, medos y elemitas, y de Ponto,
Frigia y Panfilia, que no tenemos idea de dónde quedan, pero que en algún lugar
quedaban… Para darnos una idea, hagamos de cuenta que fueron los Yanquilandia,
Inglaterra, Noruega, Japón y hasta de la Argentina , porque había una familia
que comentaba, en un bar, que “los bifés eran más ricos y más baratos en el Palacio
de las papas fritas en Buenos aires”, y que “la pizza de los Inmortales era
mucho mejor que la de Italia”, y que al ir de compras a una casa de productos
electrónicos, varios de ellos dijeron, “déme dos”. Jerusalén estaba llena hasta
estallar y muchos, al ver a los turistas, se preguntaban, con toda razón: -Pero
a estos negros que son de la barra brava, ¿de dónde les viene la paquetería de
hablar en franchute y en inglés? Y algo parecido decían los amigos de María y
los Apóstoles, pues estos, a duras penas, hablaban el idioma local.
¡No sigo mucho más…! Lo más importante
de este cuentito mío que recuerda una historia que no es mía, es qué hizo el
espíritu Santo. Hasta ese día, los seguidores de Jesús estaban muertos de
miedo, escondidos por la persecución que había comenzado fiera. A partir del
Domingo de Pentecostés y del invento del sacramento de la Confirmación, se
hicieron valientes y no le tenían miedo a nadie,…. Hasta ese día, eran una
Iglesia replegada sobre sí misma. Desde ese día, se convirtieron en una Iglesia
desplegada sobre los demás.
Y ahora… ¡punto final!
ttt
Si ves en alguna
ocasión a alguien que te parezca borracho, no pienses mal (por lo menos de
entrada) de él, no vaya a ser que tenga “la embriaguez del Espíritu” y no te
des cuenta. Si alguna vez sentís en tu corazón un viento fuerte, déjate llevar
por él: a lo mejor es “el Viento” con v mayúscula.
Si eso te sucede,
tu corazón bailará y contará con júbilo indescriptible, y no encontraras
palabras para expresarlo… salvo “gemidos inefables”.»[1]
Festividad de origen judío
Pentecostés se inserta en una
continuidad judeo cristiana. Surge primero –como casi todas estas festividades,
como una celebración con carácter agrícola, era la fiesta de las Semanas, el
Shavuot, con ella se trataba de celebrar la cosecha, cincuenta días (siete
semanas) después del comienzo de la Pascua, de allí su nombre griego Pentecostés.
También es común a esas festividades
judías su trasformación significativa, pues esta fiesta pasó a celebrar la
entrega de la Tablas de la Ley, escritas sobre piedra por el dedo de Dios y
dadas a Moisés en el Sinaí. Moisés reunió a su pueblo y les confió la Voluntad
de YHWH de entregarles la Tohrá y ellos se ofrecieron a cumplirla, aún antes de
que Él les manifestara de qué Ley se trataba, el pueblo expresó aceptación a esta Ley, simple y sencillamente porque
venía de las Manos del Dios Liberador que con gran poder los había sacado de la
esclavitud en Egipto.
Esta fiesta en la tradición rabínica se
ha llamado “atzeret” que significa “conclusión” aludiendo al cierre del período
pascual.
¿Por qué se solapan estas dos celebraciones
(nos referimos a la entrega de la Tohrá a Moisés y la Venida del Espíritu Santo
sobre el Colegio Apostólico? Los profetas había anunciado la entrega de una
Nueva Ley por parte de Dios, que ya no estaría gravada en piedra sino sobre
carne, en el corazón de los hombres; esta parece ser la explicación. El
Espíritu Santo viene a implantarnos esta Ley en nuestro propio interior y es ni
más ni menos que la Ley del Amor.
Así para nosotros los cristianos, la
festividad de Pentecostés tiene este grandioso significado: ¡Hemos recibido la
Nueva Ley! Y, siguiendo al pueblo escogido, también nosotros la acogemos con
todo el corazón, simple y sencillamente porque es regalo del amado para los que
Él tanto ama y que nosotros correspondemos con nuestro pobre amor. Permítenos
amar tu Ley y regálanos el don de guardarla, de vivir enamorados de ella, de
cumplirla gozosos porque ¿qué amante no quiere hacer lo que complace a su Amado?
¡Que nuestra voluntad se plegue gozosa al cumplimiento de tu Voluntad!
Cuando San Lucas escribe los hechos de
los Apóstoles configura el relato de Pentecostés con todos los rasgos y signos
propios de una teofanía, siguiendo las pautas teofanícas del Sinaí: ruido del
cielo (como rugido del viento), lenguas de fuego, el Monte Sinaí estaba
envuelto en fuego y humo,… (en el Sinaí también sonaba más fuerte el Cuerno de
Carnero, el Shofar…), véase Éxodo, caps. 19 y 20. “¿No es acaso, el Espíritu,
viento que empuja y sacude, fuego que purifica y quema?” Nos ha dicho Héctor
Muñoz en su cuento “Cuando un día de fiesta, sopló en Jerusalén un viento
fuerte y ruidoso”.
El viento empuja –por ejemplo al
barco, llevándolo hacía su destino, hacia su puerto; que hermosa imagen para
significar que el Espíritu Santo nos anima, nos “motoriza”, con su fuerza nos
impulsa; y, el fuego, no solamente purifica, sino que, además, calienta (mientras
el frio congela inmovilizando), tan es así que es el fuego el que calienta en
la locomotora el agua que le imprimirá fuerza de avance, propulsión…
En este punto se debe rescatar también
el fuego que ardía en la zarza en la cual se manifestó Dios a Moisés al llamarlo,
se trataba de un fuego que “ardía sin consumirse”, Ex 3, 1-6.9-12; y, acto
seguido, conectemos con el episodio de los dos de Emaús que “sentían arder su
corazón cuando Jesús les explicaba las Escrituras” (Lc 24, 32b). es este mismo
fuego el fuego de las lenguas que se posaron sobre cada uno de ellos,
calentándoles el corazón y haciéndolos superar todo miedo.
Aquí la continuidad tiene también su “corte
teológico”, la fe que antes estaba reservada a un pueblo y una raza, en esta
celebración se abre a “Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de
Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y
de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos
como prosélitos, cretenses y árabes (Hch. 2, 9-10a), esta muestra de diversidad
es indicativo de la universalidad de este Pentecostés, tema que ocupará el
Libro de los Hechos, mostrándonos su extensión a los paganos, viajando y rebasando
fronteras, haciéndose verdaderamente católica (universal).
Los signos, son sólo signos; y la
Grandeza de Dios siempre los trasciende. No hay signo que abarque a Dios, pero
estos signos son “índices”, apuntan hacia Él, pero nosotros no podemos
quedarnos ahí, es más, Jesús mismo nos llama: “Vengan y vean” (Cfr. Jn 1, 39)
«¡Que no muera la paloma!
Zenkey Shibayama, … que era abad del
monasterio Nazenji en Kioto, cita varias veces en sus obras la siguiente
parábola con gran sentimiento por los sufrimientos de la humanidad y compasión
íntima por su dolor (Op. Cit. pp. 136-200).
Una delicada
paloma se dio cuenta en una ocasión
de un fuego de
montaña que hacía
arder muchas
millas cuadradas de bosque.
La paloma quiso
extinguir
aquella terrible
conflagración,
pero no había
nada que pudiera hacer un pequeño
y delicado
pájaro. Dándose cuenta de que no podía
hacer nada para
arreglar la situación,
el ave, empero no
permaneció quieta.
Con una
irreprimible compasión
empezó a volar
desde el fuego hasta un lago
que había lejos,
desde el que trasportaba
unas cuantas
gotas de agua en su pico cada vez.
Antes de que
pasase mucho tiempo,
las energías
abandonaron a la paloma,
que cayó muerta
al suelo
sin haber
alcanzado ningún resultado tangible.
Con mi mayor respeto al genial autor,
pero yo no habría matado a la paloma. Yo la habría dejado volar mientras
pudiera en su misión compasiva hacia el bosque, los animales, la naturaleza. Y
la habría dejado descansar también entes de agotarse, para seguir cuando
recobrara fuerzas con sus vuelos bienhechores en su tarea o en otra. No hace
falta que muera. No hace falta que demos la vida por todas las causas en el
mundo que merecen sacrificio. Lo importante es que trabajemos, que volemos, que
llevemos agua en el pico, aunque sólo sea unas gotas, para apagar incendios y
calmar sedes y dar esperanza a quienes la han perdido. Lo importante es ser
paloma cuando no falten incendios.
La enseñanza central de la parábola,
que casi se pierde de vista con la pena por la muerte de la paloma, es que hay
que seguir haciendo todo lo que podamos hacer “aunque no se alcance ningún
resultado tangible”. Ya sabemos que no podemos apagar el incendio. Pero no por
eso debemos cruzarnos de brazos y dejar que arda el bosque. Hemos de contribuir
con nuestra gota de agua. ¿Para qué, si no ha de servir para nada? Sí que sirve
de algo. Sirve para decir que hay alguien a quien le importa que se queme el
bosque, sirve para hablar cuando todos callan; sirve para crear opinión y
despertar conciencias; sirve para dar testimonio ante todos los que ven el
vuelo blanco de la paloma compasiva sobre el rojo resplandor de las llamas.
Y sirve, más que nada, para desprendernos
nosotros de esa necesidad compulsiva de obtener “resultados tangibles” para
creer que nuestro trabajo es válido y nuestra vida merece la pena. Aprendamos a
trabajar aunque no consigamos nada, a testimoniar aunque nadie nos haga caso, a
llevar agua aunque no apaguemos el incendio. Aprendamos a cumplir con nuestro
deber sin medir nuestra jornada por sus resultados. No podemos apagar
incendios. No podemos solucionar los problemas del mundo. No podemos “conseguir”
nada. Pero si podemos vivir, podemos volar, podemos tener fe y mostrar
confianza, podemos levantar la mirada y afirmar la esperanza.
Por eso no quiero que muera la paloma.
Que siga viviendo para acudir a otros incendios, para atraer otras miradas,
para enseñar a otros corazones. Mientras las palomas sigan cruzando la vida del
hombre, habrá esperanza sobre la tierra.»[2]
Volar o caminar, aunque sea a pasos
muy cortos
Primero Carlos G. Vallés ha modificado
el relato de Zenkey Shibayama, ahora nosotros querríamos adjuntar otra glosa,
para ratifica que hay que volar para traer unas cuantas gotitas en el pico, sin
esperar “resultados tangibles”; esta vez se trata de una idea de Carmen Pardo,
religiosa de la Congregación Romana de Santo Domingo, ella nos propone:
«… quiero sugerir algunas pistas que
nos sirvan de invitación al compromiso, a ponernos en marcha y salir a la vida,
empeñados en ser pregoneros de buenas noticias. Y deseo hacerlo tomando
prestadas las palabras de un poema de Rigoberta Menchú:
“Cruce la frontera, amor…
Volveré mañana…”
… Jesús como Voz y Palabra del Padre,
traspasa el límite del desierto para ir a Galilea y adentrarse en el espesor de
la historia humana, allí donde las hijas e hijos del Padre esperan recibir una
Buena Noticia (Mc 1, 14-15).
… otra voz profética de nuestra
historia, la de Jon Sobrino, cifraba la esperanza en un mensaje: “Es posible
ser humanos”. Cada día las noticias nos hablan de inhumanidad (masacres
indiscriminadas, tortura, corrupción, violencia ciudadana, abusos sexuales,
tráfico de drogas…). Sin embargo, es preciso que nuestra voz se alce y se haga
eco de un proyecto humano. Necesitamos narrarnos unos a otros historias de vida
plena; de tantas mujeres, hombres y niños empeñados en dar vida; de tantas
personas voluntarias para prestar un servicio y que saben vivir la gratuidad en
pequeños gestos. Necesitamos creer que lo humano tiene la última palabra.
………….
-La frontera de las macrorrealizaciones.
………….
Hemos de osar cruzar esta frontera
para ser capaces de arriesgar en “las cosas chiquitas” de las que habla Eduardo
Galeano:
“Son cosas chiquitas
No acaban con la pobreza,
no nos sacan del subdesarrollo,
no socializan los medios de producción
y de cambio,
no expropian las cuevas de Alí Babá.
Pero quizá desencadenan la alegría de
hacer,
y la traduzcan en actos.
Y, al fin y al cabo,
actuar sobre la realidad y cambiarla,
aunque sea un poquito,
es la única manera de probar
que la realidad es transformable”.
………….
“Dios nos eligió
Para mostrarnos unos a otros el Amor
de Dios.
Somos el vocabulario de Dios;
palabras vivas
para dar voz a la bondad de Dios
con nuestra propia bondad;
para dar voz a la compasión, a la
ternura,
la solicitud y la fidelidad de Dios
con las nuestras propias” (Leo Rock,
sj.)
Y reunirnos en grupos, en comunidades
eclesiales de base, en comunidades religiosas o de vecinos, para preguntarnos a
través de qué signos concretos podemos llegar a ser compasión y ternura de Dios
para nuestros hermanos, para preguntarnos y compartir cómo podemos dar voz a la
bondad de Dios para nuestros hermanos y hermanas aplastados por la inmigración,
el hambre, el desempleo, el alcohol, el sinsentido de la vida.».[3]
[1]
Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS.
Ed. San Pablo. Bs. As Argentina 2004 pp. 176-179
[2] Vallés,
Carlos G. sj. SALIÓ EL SEMBRADOR Ed. Sal Terrae Santander-España 1992. pp.
181-183
[3]
Pardo, M Carmen op. PORTAVOZ DE BUENAS NUEVAS PARA MI PUEBLO. Conferencia de
Religiosos de Colombia. pp. 8-12
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