sábado, 24 de mayo de 2014

NO ESTAMOS HUÉRFANOS, NOS HA DADO UN DEFENSOR


Hch 8:5-8, 14-17; Sal 66(65), 1-3ª. 4-7ª. 16. 20; 1 Pe 3:15-17; Jn 14:15-21

… como la respiración que está presente en todas las operaciones más ocultas, más sencillas del hombre, pero es también un don extraordinario, maravilloso, que vivifica y eleva la fatigada existencia cotidiana de los hombres y que impulsa día a día el decadente peso comunitario.

Card. Carlo María Martini


Confirmación y Pentecostés


Resulta supremamente interesante reflexionar sobre cómo hablamos de Dios y cómo Dios nos habla, haciendo uso de las palabras humanas, de nuestro lenguaje. Hoy, en nuestra argumentación así como en las perícopas bíblicas que conforman la liturgia de la Palabra hacemos uso de palabras e imágenes tales como “paloma”, “viento”, παράκλητος “abogado”; hablamos de un “Espíritu” que ἐπιπεπτωκός (del verbo ἐπιπίπτω caer) “cae” sobre los discípulos, o que todavía no había caído sobre los bautizados de Samaria (Hch 8, 16).

Podemos entender y el mensaje se nos comunica de manera eficiente a través de estas figuras, pese a que no están en la tónica del lenguaje “científico” que hoy en día exigiría univocidad, rigurosidad y precisión. Hoy en día se nos convocaría para desambiguar estos términos y establecer cómo puede Dios ser paloma, cómo puede habitarnos, en cuál parte de nuestro cuerpo hace “nido”, etc., etc.

De la misma manera cuando aludimos A Dios como Persona, esta palabra no deja de ser problemática, como lo es la palabra Padre -palabra que no es problemática, sino que ha llegado a ser ultra-problemática- con la cual llamamos a Dios Creador, precisamente porque Jesús así nos enseñó a llamarlo; dado que la experiencia que tenemos actualmente de lo que es un padre riñe de plano con la que tenemos de Dios.

Tenemos ante la vista un texto donde se refiere al Espíritu Santo no como persona sino como “un poder” y la palabra Viento que lo designa en los Textos Sagrados aludiría a la “fuerza” que los motivaba cuando el Espíritu Santo les caía. No queremos por ningún motivo hacer el juego a esos debates sobre el “sentido estricto” de las imágenes que Dios uso para revelársenos. Por otra parte, el sentimiento que tenemos está más cerca de la seguridad de que Dios mismo las eligió en la persona de sus hagiógrafos porque eran las indicadas, las exactas, las que nos podían trasparentar con absoluta propiedad aquello que en el lenguaje humano es incomunicable.


Cuando recorremos las páginas de la Biblia, una de las seguridades de plena convicción que dimanan de su lectura es que la Bondad de Dios está manifiesta en sus “Libros” donde quizás, en un punto aislado podamos acusar de “imprecisión” pero que –en su tejido con los otros Libros- se aclara y se precisa y se perfecciona la Imagen Revelada.

No con ánimo polémico sino confiando en la riqueza y el poder que Dios ha otorgado a la Lengua Humana, nos gusta mirar los diversos significados que podemos dar a la palabra Paráclito que nos encontramos en las Lecturas de este Sexto Domingo de Pascua, en el periplo que hemos emprendido desde la Resurrección avanzando preparatoriamente hacía Pentecostés.


Es claro que este Domingo se hace más evidente que nos estamos preparando para recibir el Espíritu que Jesús dijo, ἀλλ’ ἐγὼ τὴν ἀλήθειαν λέγω ὑμῖν, συμφέρει ὑμῖν ἵνα ἐγὼ ἀπέλθω. ἐὰν γὰρ μὴ ἀπέλθω, ὁ Παράκλητος οὐ μὴ ἔλθῃ πρὸς ὑμᾶς· ἐὰν δὲ πορευθῶ, πέμψω αὐτὸν πρὸς ὑμᾶς nos convenía que Él se fuera para podérnoslo dar ese “Patrocinador, Tutor, Bienhechor, Padrino, Fiador, Ayudador, Mecenas, Consolador, Reconfortador, Valedor, Avalador, Garante, Abogado Defensor, Consejero, El-que-se-pone-de-nuestra-parte”.

Estas expresiones nos dan la idea de Alguien que se pone de nuestra parte, que nos brinda su apoyo, en quien podemos confiar, de quien podemos fiarnos, que nos respalda y que nos asistirá aún ante los mismos tribunales. Se sabe que cuando alguien es conducido ante los tribunales, una de las experiencias más inmediatas es el abandono de muchos que hasta ese momento se hacían llamar “amigos”. Pues este Paráclito no es así, Él nos respaldará, y el Πνεῦμα τοῦ Πατρὸς Espíritu del Padre (Viento, Aliento, Soplo) construirá los argumentos defensivos precisos y nos los dictará al oído Cfr. Mt 10, 19-20. Este Espíritu será verdadero Amigo-que-nunca-falla.


Las obras que efectuaban los de la Comunidad creyente –ya que la tarea de la evangelización en aquella región había sido iniciada por Felipe, uno de los diáconos que habían sido escogidos para atender las mesas Hch 6, 5-6, y no por uno de los Doce- eran motivo de alegría, eran verdaderos milagros. ¿Qué obras eran esas?
a)    De muchos poseídos salían espíritus inmundos, salían lanzando gritos
b)    Muchos paralíticos y lisiados quedaban curados.


Hay, además una expresión-imagen, la de ἐπιθέσεως τῶν χειρῶν “la imposición de manos” para entregar el Espíritu Santo que significa una trasferencia de autoridad, de función, de dignidad, es bendición y a la vez signo de consagración.

Reparemos en el hecho de que ya eran bautizados en el Nombre de Jesús, sin embargo, leemos en la perícopa, que οὐδέπω γὰρ ἦν ἐπ’ οὐδενὶ αὐτῶν ἐπιπεπτωκός “aún no habían recibido el Espíritu Santo”. Algo había que dependía de los Apóstoles, entregar el Espíritu Santo, esa bendición y consagración era potestativa suya; los de Jerusalén contaban con la prerrogativa de proporcionarla y su imposición de manos la comunicaba de forma válida. Estamos leyendo en esta circunstancia una analogía con la situación actual, donde el Sacramento de la Confirmación viene directamente de las manos episcopales y sólo en artículo mortis o por expresa delegación del obispo puede ser conferida por el Presbítero.


En el fragmento de los Hechos de los Apóstoles que forma la Primera Lectura de este Sexto domingo, se unen, por fin, dos perennes enemigas Jerusalén y Samaria, y su encuentro y acogida se dan por parte de la Primitiva Iglesia Cristiana en la persona de Felipe, Pedro y Juan. «En los samaritanos, el equivalente de “pentecostés”, en el sentido de la manifestación extraordinaria del Espíritu, se produjo cuando la imposición de manos de Pedro y Juan”(Hech 8,17)[1]

Ven, Espíritu Santo Creador,
ven a visitar el corazón
y llena con tu gracia viva y eficaz
nuestras almas, que tú creaste por amor.

Tú, a quien llaman el gran consolador,
don del Dios Altísimo y Señor,
eres vertiente viva, fuego que es amor, 
de los dones del Padre, el dispensador.


Como en virtud de un cargo

La religión que se profesa no puede consistir en una abstracción o en exclusivos actos de culto; el acto de culto es una ἁγιάζω acción de veneración, de hacer sagrado, de santificación de Cristo en nuestro corazón: Κύριον δὲ τὸν Χριστὸν ἁγιάσατε ἐν ταῖς καρδίαις ὑμῶν (1Pe 3, 15a). ¿Cómo se práctica esta veneración? Por medio de un testimonio: ἕτοιμοι ἀεὶ πρὸς ἀπολογίαν παντὶ τῷ αἰτοῦντι ὑμᾶς λόγον περὶ τῆς ἐν ὑμῖν ἐλπίδος exponiendo, a quien nos las pida, las razones de nuestra de esperanza. (1Pe 3, 15b). Este ejercicio debe hacerse en el marco de unas pautas que San pedro establece:
a)    Sencillez y respeto
b)    Estando en paz con la propia conciencia.
Esto es precisamente lo que nos pide le Sacramento de la Confirmación: dar testimonio de nuestra fe como si esa fuera nuestra profesión “quasi ex officio” decía Santo Tomás en su Suma Teológica (ver CEC #1305), por lo mismo, hablamos refiriéndonos a la confirmación como el Sacramento de la Adultez Cristiana porque requiere que sepamos argumentar nuestra fe, explicarla, razonarla, supone la capacidad de catequizar, de enseñarle a otros los pilares de nuestra creencia, y más que con palabras, con un testimonio de vida.



Tú Dios que plenamente te nos das
dedo de la mano paternal, 
eres tú la promesa que el Padre nos dio;
tu palabra enriquece hoy nuestro cantar. 

Los sentidos tendrás que iluminar,
nuestro corazón inflamarás 
y nuestro cuerpo frente a toda tentación 
con tu fuerza constante ven a reafirmar.

Salmo de Acción de Gracias

Con gritos de júbilo, anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: “El Señor ha redimido a su pueblo” (Is 48,20)

Uno de los favores que recibimos del Espíritu Santo, una de sus gracias, consiste en saber dar eses testimonio. Nos fortalece para soportar los ataques, la persecución, la burla y el desprecio. Permite en nosotros el valor y la entereza postrarse para orar y de convidar a otros a postrarse ante el Señor y cantarle y sumar voces para alzarse en canticos y alabanzas.


Otra gracia, emparentada con la anterior, es la capacidad de reconocer en la creación, las huellas del Creador; todas las maravillas que Dios nos regala, desde la hermosura natural hasta las creaciones dl pensamiento del hombre y de su inteligencia, que son obras suyas directas en segundo grado. Toda su obra, directa o indirecta, es admirable.

Otra obra –no menor- es la intervención de Dios en la historia para que se fragüe el camino de la salvación. Para que nos llegue su mensaje, para que su plan soteriológico se cumpla contra todas las insidias del Maligno y a pesar de todas las deformaciones que procura imponerle.

La función cultual, nuestro testimonio, nuestra tarea “como en virtud de un cargo” es invitar a toda criatura, a toda la creación, a toda la tierra a aclamar al Señor, a cantar sus maravillas.  Así lo hace el Salmo de esta liturgia, el Salmo 66(65).Venid a ver las obras de Dios, a eso nos invita y esa es la tarea, que invitemos a otros, que invitemos a muchos, compartirles esta verdad que se nos ha manifestado que a nosotros se nos ha revelado.


Pero nosotros podemos dar esto porque lo hemos descubierto, no porque seamos muy pilosos, sino porque Dios en su Bondad ilimitada nos lo ha revelado. Como lo dice el Salmo, son gracia y favor el que nuestros ojos y nuestros oídos y nuestros sentidos todos lo verifiquen; mientras, otros ni  lo intuyen, están como bloqueados, como emparedados y ni ven, ni oyen. “Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor”
בָּר֥וּךְ אֱלֹהִ֑ים אֲשֶׁ֥ר לֹֽא־הֵסִ֘יר תְּפִלָּתִ֥י וְ֝חַסְדֹּ֗ו מֵאִתִּֽי׃

Deus Caritas est

… apenas descubres una pequeña grieta entras en mí,
no para invadirme sino para dar vida a la esperanza,
no para quitarme espacio sino para ampliarlo,…
Averardo Dini



El evangelio, la perícopa de este Sexto Domingo de Pascua, nos sitúa al borde de la Pasión -nos hallamos en el equivalente Joánico de la Última Cena- allí se nos dice: “El mundo no puede recibirlo (al Paráclito), porque no lo ve ni lo conoce; ustedes en cambio, si lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes” (Jn 14, 17). ¡Aceptarlo en nosotros, nos habilita para reconocerlo! «…así como en el Antiguo Testamento Dios fue el defensor protector de los huérfanos, el Espíritu de Jesús resucitado defenderá la comunidad en medio de los conflictos: No los dejaré huérfanos: Volveré a ustedes (Jn 14, 18).»[2]


Esta, en primer lugar, la declaración que hace Jesús de que, a causa de que lo van a matar, “lo dejaremos de ver” y que luego, a causa de la Resurrección, lo volveremos a ver. Y, luego viene la gran enseñanza: ese saber que nos es dado y que alcanzamos a penetrar porque el Espíritu de la Verdad nos asiste: que Jesús está en el Padre, nosotros en Jesús y Jesús en nosotros, porque estamos inter-compenetrados en el amor, porque el amor nos unifica, porque todos somos Uno en el Cuerpo Místico de Cristo y somos los obreros que –en la obra de construir el Reino- nos hacemos Uno en ese Cuerpo Místico. 

¿Cómo se construye el Reino? En el amor. En el acatamiento de los Mandamientos que es el acto de amar a Jesús, amar es acatamiento, aceptación, obediencia; que es también amar al Padre, lo que el Padre retribuye con su propio amor así como Jesús también paga con amor –porque “amor con amor se paga”, dice la sabiduría popular; y entonces, Jesús se revela, como producto de ese fluir de Amor, en el puro Amor, en Dios que es Amor.


«Cristo está vivo… Él me está esperando me conoce y quiere mantener una relación de amistad muy estrecha conmigo. Ningún otro es mi Creador, mi Redentor ni ha dado su vida por mí. La decisión de lanzarme y de remar mar adentro es un acto libre. El convencimiento llegará como resultado de una labor de conjunto entre mi decisión y la acción de la gracia»[3]


Aparta de nosotros la opresión 
tu paz danos pronto, sin tardar;
y, siendo nuestra guía, nuestro conductor, 
evitemos así cualquier error o mal.

Danos a nuestro Padre conocer
a Jesús, el Hijo comprender, 
y a ti Dios que procedes de su mutuo amor
te creemos con sólida y ardiente fe. Amén.




[1] Gourgues, Michel MISIÓN Y COMUNIDAD Ed Verbo Divino Navarra – España 1995 p. 30
[2] Bortolini, José CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 155
[3] Guerra, Hector L.C. y Ledesma, Juan Pablo L.C. ¡VENID Y VEREÍS! LA EXPERIENCIA DE UN AMOR QUE NO SE ACABA. Ed. Planeta Barcelona –España 2009 p. 256

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