Hch 18, 1-8.
De
Atenas, Pablo va a Corintio que era la capital administrativa de la provincia
de Acaya, ubicada en el istmo de Corinto, de unos 6 km de ancho, que une el
Peloponeso con la Grecia continental, tuvo una gran prosperidad desde la época clásica, Homero le
aplicó el epíteto de opulenta cuando la menciona entre las ciudades que
participaron en la expedición contra Troya. Los corintios tenían predicamento
de ser sexualmente liberales, a los que contribuía el hecho de tener un puerto
con un gran tránsito de mercancías, y, por lo tanto, con gran afluencia de
marineros de muchos lugares. En el santuario de Afrodita, según lo afirmó
Estrabón, se practicaba la prostitución sagrada, y tenía más de un millar de
heteras esclavas.
Pablo
encontró allí, en Corintio, a Aquila y su esposa Prisca, cuyo diminutivo es
Priscila, que habían sido expulsados de Roma por Claudio, quien hizo desplazar
a todos los judíos por decreto. Aquila y Prisca tenían el mismo oficio que
Pablo, hacían tiendas de lona. Esta pareja venía de Italia, de donde habían
sido expulsados por un decreto de Claudio que ordenaba la salida de todos los
judíos, de Roma, promulgado en el año 49 d.C.
Se
piensa que Pablo -al igual que lo hacían los rabinos que predicaban gratuitamente
el credo judío, y se ganaban la vida con algún oficio, aceptando, eso sí,
donativos que los “fieles” les traían- trabajaba entre semana y los sábados, se
dedicaba a predicar el Evangelio en la sinagoga, tanto a judíos como a griegos.
Parece que Pablo recibió de las iglesias fundadas en Macedonia, una generosa contribución
que le permitió suspender por algún tiempo su oficio de fabricante de tiendas
de campaña, y dedicarse al anuncio de la Palabra, donde él afirmaba que Jesús
era el Mesías. Hay que tener en cuenta que los judíos esperan al mesías, como
un futuro líder, rey o salvador, descendiente de David, que llegará para
liberar a los judíos y establecer una era de paz y justicia, pero no lo ven
como Dios, sino como un hombre enviado por Dios para abanderar al “pueblo
elegido”. Existe, hay que decirlo, una “secta” judía, llamada judaísmo mesiánico,
que reconoce a Jesús como el Mesías, pero -a diferencia de los cristianos- afirman
que no vino a fundar una religión, ellos no son cristianos ni se tienen por
tales. Celebran el Shabbat (el sábado), como día sagrado.
Como
los que escuchaban a Pablo rechazaban entre blasfemias su anuncio, Pablo,
sacudiéndose las vestiduras, los dejó y se fue a predicar a los gentiles,
yéndose a casa de un tal Ticio Justo, que era judío y cuya casa era vecina de
la Sinagoga.
Crispo
-al perecer ciudadano romano-, jefe de la Sinagoga, aceptó la predica de Pablo
junto con otros muchos corintios que escuchaban a Pablo y pedían el bautismo
para ellos y sus familias. Pablo llegó a Corinto en el año 50 d.C. y salió en
el 52 d.C., lo que indica que la iglesia fue establecida durante ese tiempo.
Sal
98(97), 1bcde. 2-3ab. 3cd-4
Hemos
hablado de los Salmos del Reino, que acompañaban un cortejo del Arca para
entronizarla en el Sancta Sanctorum, acompañado de muchas muestras de jolgorio
y regocijo. Se ha dicho que el esquema general lo tomaron los judíos de las
procesiones de este tipo que entronizaban a Marduk -dios babilonio- que se
enfrentaba en combate a Tiamat, dragón que, representaba al Dios del mal. Lo
que hizo el judaísmo fue depurar este ritual de todo aquello que fuera
incompatible con la entronización de YHWH, que no era un Dios nacional sino la
Divinidad Cósmica que adora el pueblo elegido. Surgió así Tehom, la divinidad
maligna de los hebreos, representante del desorden, figura del caos, que YHWH
desaloja fundando el Cosmos.
La invitación al canto y la aclamación emparentan este salmo con los himnos que hemos venido glosando en estos días. En sí, el Salmo se titula “El Señor da a conocer su Victoria”. Se inserta en la festividad de las Succot, que -como lo hemos anotado mil veces- representaban las viviendas improvisadas en que habitaban y se guarecían los judíos en su deambular por el desierto durante los cuarenta años del Éxodo. El festejo tenía por culmen una magnifica ovación, una aclamación de la Divinidad de YHWH, denominada Teruah, sonido de aclamación estridente, pero también voz de alarma, que en sus orígenes era un grito de guerra. Esta magnífica ovación concita a todos los pueblos a aunarse en Alabanza común porque los atributos del Dios-Justo resplandecen sobre los habitantes todos de la tierra, derramándose equitativamente Justo-Gobernante, Pastor-Fiel.
La
perícopa se organiza en tres estrofas:
La
primera pide estrenar un canto nuevo, que reconoce las maravillas obradas por
Dios. Y hace consciencia de que el Señor -con su santo-Brazo- es
El-que-otorga-la-Victoria.
La
alegría el júbilo, brota de reconocer que Dios deje ver su Justicia a todas las
naciones, no se cierra sobre unos para negarse a otros, hace pública la
salvación. Cuando más lo necesitaba esparció Misericordia y Fidelidad sobre el
linaje Israelita, es lo que señala la segunda estrofa.
Esta
Victoria liberadora que sacó a los judíos de la esclavitud en Egipto, llega
hasta las comarcas más lejanas, dios se aprestigia porque todos, hasta las
fronteras más lejanas han recibido la Noticia: así que todo el Universo puede
unirse a la Teruah, todos están llamados a ovacionar, a gritar, a rebosar de
dicha: estamos ante un motivo para una Fiesta de Magnitud Cósmica.
La
Fiesta lleva inmanente la intuición de cómo será el esjatón, cuando Dios reine
en todo para todos.
Jn
16, 16-20
"Peregrinos de Esperanza", mantener la esperanza
en medio de las dificultades.
…la primera piedra que debemos remover … es ésta: la falta de esperanza
que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible
trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera
resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida.
Papa Francisco
¡Hay
como una intermitencia! Si Dios está allí, a disposición, todo el tiempo,
nosotros lo damos por descontado. Lo que pasa con la Eucaristía: está allí, nos
espera, …. ¡pues, que siga esperando! Quizá iremos el próximo domingo, o de
pronto el siguiente, cuál es el afán, ahí está todo el tiempo esperando, ¿no
que es eterno? ¡Pues que espere!
Sin
embargo, los que lo estiman, los que le tiene cariño, los “dueños del Amor
sincero” se entristecerán provisionalmente; pero cuando retorne, la tristeza se
trasmutará en alegría. Quienes lo aman de verdad, preferirían que nunca se
fuera y siempre estuviera a su alcance, (y lo está).
He
aquí la magia del Espíritu Santo, ¿Quiénes harán sonar el Shofar? ¿Quiénes
ovacionarán con la Teruah? Los mismos que recuestan su cabeza amorosamente en
el pecho del Amado. Los mismos a quienes les arda el corazón cuando se les
expliquen las Escrituras.
Para
nosotros es un riesgo enorme, quedarnos empozados en esa situación de tristeza.
Muchas veces nos quedamos acariciando nuestra problemática sin levantar la
mirada hacia el Resplandor-Prometido, y hacemos de nuestros problemas el eje
del mundo, desconociendo el Verdadero Eje. Es por eso que el discipulado
misionero nos pide un descentramiento, dejar de considerarnos personalmente el
ombligo del universo, lo cual no es otra cosa que una idolatría, la que el “mundo”
nos promueve: la “egolatría”. Si hacemos
nido en la depresión de su “partida” significa que no reconocemos la
Resurrección, que no nos percatamos que está ahí, Vivo, Reinante, Glorioso. Es
sólo que está ¡allende nuestros sentidos! Fe no es creer en lo que no vemos,
sino saber que está Resucitado y vivir acordes y armónicos con esa consciencia.
Una metanoia de verdad es el desplazamiento del ego hacia la fraternidad, que
está cimentada en reconocerlo a Él como verdadero Eje del tiempo y de la
historia: Dándole centralidad al hombre, al reconocerle hermano en el Hermano
que se descentró generosamente, dándose por Entero por nosotros.
«Nosotros tampoco encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza, encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados ―cada uno de nosotros los conoce―, para que Jesús entre y los llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia.
…
Evangelizar los problemas. No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan
la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del
Ángel: el Señor “no está aquí. Ha resucitado”; Él es nuestra mayor alegría, siempre
está a nuestro lado y nunca nos defraudará. Este es el fundamento de la
esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o
una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios
nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él». (Papa
Francisco)
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