EL CORDERO DE DIOS ES DIOS ENCARNADO
Is 49, 3. 5-6; Sal 40(39),
2. 4ab. 7-8a. 8b-9. 10; 1Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34
El siervo es Jesús,
pero es también el pueblo, este pueblo sufriente, que imita a Jesucristo resistiendo
contra el dolor.
Carlos Mesters
(El bautismo) … hace
también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5, 17), un hijo
adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la
naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27),
coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).
CEC #1265
La
Primera Lectura nos viene del Deuteroisaías, se dio en el contexto del
destierro, cuando el pueblo estaba desesperanzado, muchos habían claudicado y
se habían entregado a los opresores, traicionando su fe se plegaron a las
deidades babilónicas cayendo en el más abyecto politeísmo. Lo que nos brinda la
historia consiste en que esta desazón no brotó de la noche a la mañana, sino
que fue preparada durante un largo periodo en el cual los líderes corruptos
entre los que se contaban falsos profetas, miembros de la casta sacerdotal y
hasta el propio rey abrieron paso a estas ideas «la fe en Dios quedó abatida,
el pueblo perdió la confianza en sí mismo, olvidó las cosas grandes de su
propio pasado, quedó sin memoria, perdido en medio de la historia…¿Cuál fue la
idea errada sobre Dios que desequilibró la vida del pueblo? Fue la idea de un
Dios cuyo favor y protección pueden ser comprados por medio de promesas, ritos
y sacrificios; un Dios que la gente sólo usa mientras sea útil y fácil. Una
idea así es como un comején: va comiendo la fe por dentro. A la hora de la
desgracia, lo que queda de ella en la cabeza del pueblo, es la imagen muerta y
distorsionada de un Dios distante que se aparta del pueblo…»[1] Lo que nos propone el
Deuteroisaías es la misión de liderar
la recomposición y el retorno, no de la comunidad Israelita, sino “luz de las
naciones… hasta el confín de la tierra”. «En la nueva situación en la que
estaba el pueblo, allá en el cautiverio, el “Proyecto de Dios” ya no podía ser
sólo para el pueblo de Israel. Tenía que alcanzar necesariamente a los otros
pueblos.»[2] ¿Está dirigido este
llamado a un gran personaje histórico? O, ¿está dirigido el llamado al pueblo?
Observemos cómo inicia la perícopa para poder responder este cuestionamiento: “Tú
eres mi siervo, Israel…” Esto se comprende mejor si tomamos en cuenta la
fórmula para la Oración Colecta que se nos propone como alternativa: “… en
Cristo, Cordero Pascual y Luz de las gentes, llamas a todos los hombres a
conformar el pueblo de la Nueva Alianza…” «Este canto muestra la MISIÓN del
Siervo, tuvo que pasar mucho tiempo para que el pueblo tomara consciencia del
llamado de Dios…. La misión del siervo se aclara cada vez más en el llamado
para establecer de nuevo la justicia, una llamada que sobrepasa a Israel como
pueblo, ahora se entiende lo que significa ser luz de las naciones… en la que se tenga en cuenta la historia vital
y la tradición de la comunidad.»[3]
La
Segunda Lectura, nos viene de la Primera a los Corintios. La situación de
Corinto no era menos grave, menos crítica que la de los israelitas en el
exilio. Corinto era la cepa de la vida disoluta, la sexualidad desordenada y
del politeísmo desenfrenado; con su templo principal consagrado a Afrodita,
donde se practicaba la “prostitución sagrada” con un sinfín de mujeres
dedicadas a este quehacer. «Los cristianos de Corinto eran pocos. Tal vez no
pasaban de cien personas, y no tenían ni una misma raza, ni un mismo
origen…desde el punto de vista social, la mayoría de ellos estaban marginados:
esclavos, mujeres, gente sin acceso al “saber” intelectual; como dice la misma
Carta, gente considerada loca, débil, despreciable, vil y sin ningún valor (cf.
1, 27-28) … la comunidad de Corinto se vio luego rodeada de tensiones y
conflictos. Fue ciertamente la comunidad que más problemas le trajo a Pablo»[4] En este caso, ¿A quién se
refiera la Carta? ¿A quién está dirigida? ¿Se trata de un mensaje a un cierto
personaje histórico? Vayamos directamente a la perícopa: “… escribimos a la
Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús, a los santos que
Él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. ¡Una vez más, resalta el universalismo
abarcador del enunciado! El vocativo se dirige al “pueblo de la Nueva Alianza”.
Hay
en el Evangelio una triple mención del bautismo, a la vez que una contrastación
entre el bautismo que prodiga Juan y el que dará el “Cordero de Dios”: 1) “he
salido a bautizar”, 2)… “el que me envió a bautizar con agua”, 3) “Ese es el que ha de bautizar con Espíritu
Santo”. Este “Cordero de Dios” recibe una designación clarificadora al cierre
de la perícopa donde Juan lo testifica “Hijo de Dios”. El bautismo –cuya
importancia y trascendentalidad en nuestra vida de fe estamos lejos de asumir-
no solamente nos incorpora a la Iglesia, haciéndonos miembros de la Comunidad,
sino que además nos in-corpora al Cuerpo Místico de Cristo, nos cristifica, nos
hace co-corporeos con Jesús. «El bautismo que desde entonces administran los
discípulos de Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la
realidad que Él ha anticipado con su bautismo. Así se llega a ser cristiano.»[5]
Tratemos
de examinar un poco más esta designación como “Cordero de Dios”: Joachim «Jeremías
llama también la atención sobre el hecho de que la palabra hebrea talj’
significa tanto “cordero” como “mozo”, “siervo” (ThWNT I 343). Así, las
palabras del Bautista pueden haber hecho referencia ante todo al siervo de Dios
que, con sus penitencias vicarias, “carga” con los pecados del mundo; pero en
ellas también se le podría reconocer como verdadero cordero pascual, que con su
expiación borra los pecados del mundo»[6].
Así que en Jesús se suma su ser Hijo de Dios con la manera cómo va a realizar
la Redención: ofreciéndose Él mismo como Cordero Sacrificial.
«Mucha
gente se pregunta: ¿quién es el siervo? ¿Es el pueblo? ¿Es Jesucristo? ¿Es
alguno de los profetas? ¿Somos nosotros?... al hacer los canticos, la
preocupación mayor de Isaías Junior… era… presentar al pueblo del cautiverio un
modelo que lo ayudara a descubrir en la figura del Siervo, su misión como
pueblo de Dios.»[7]
En
la celebración del Bautismo de Jesús, el domingo anterior, hablamos de la
identidad de Jesús, en este Domingo, empezando allí mismo, avanzamos hacia su
Misión, para pasar a entender que su misión es la nuestra, que la incorporación
en el Cuerpo Místico –por el Sacramento del Bautismo- nos convoca al
seguimiento discipular, como sacerdotes, profetas y reyes: El llamado está
activo hoy para nosotros, somos comunidad creyente, Iglesia de Dios, miembros
del Cuerpo Místico. La Universalidad de la convocación nos incluye. En medio de
la crisis de increencia –estamos llamados a resistir, a perseverar en el
discipulado- la fe nos llama a asumir nuestro triple compromiso bautismal como
Sacerdotes, Profetas y Reyes.
«…
los evangelistas no sólo vinculan a Jesús con el cumplimiento de las promesas
del Antiguo Testamento, sino que subrayan la intención de vincular al Hijo con
la figura del Siervo Sufriente, que será clave para entender todo el sentido de
la muerte de Jesús. El Hijo en quien se complace Dios será el siervo, en
completa identificación con los sufrientes y excluidos de la historia. Lo que
aquí se descubre es el carácter kenótico de la venida del Hijo. Es decir, es
tal el amor de Dios a los hombres que asume su condición para indicarles el
camino de salvación. Dios se expresará, no en el tener fórmulas prefijadas y
seguras de salvación, no en la consciencia tranquila ni en el camino asegurado,
sino en el riesgo de vivir humanamente asumiendo la tarea que le corresponde al
hombre en su historia concreta por llevar a cabo la Voluntad de Dios, expresada
en el “Reino de Dios”: este es el bautismo con “Espíritu Santo y fuego.”»[8]
«El evangelio de Juan nos quiere decir que está por realizarse un nuevo éxodo y
un nuevo paso de la esclavitud a la tierra de la libertad y de la vida. En el
pasado, el pueblo había atravesado el Jordán y había entrado en la Tierra
Prometida guiado por Josué; ahora, con su práctica de vida, Jesús guiará al
pueblo, conduciéndolo a la vida en plenitud.»[9]
«Es importante la indicación “al otro lado del Jordán”, el rio que marca el
límite de la tierra prometida. El bautismo de Juan se da todavía en las
afueras: para entrar es preciso atravesar el Jordán, al que se compara con el
Mar Rojo (Cf. Jos 4, 23), con un nuevo éxodo. Su bautismo conduce a las puertas
de la tierra y predispone a entrar en ella.»[10]
«El
que no admite su bautismo (el de Juan, bautismo de conversión), no puede
conocer quién es Jesús (cf. Mc 11, 27-33p). El bautismo en el agua
–reconocimiento de su condición limitada de creatura y del propio pecado, pero
también del deseo de renacer a la vida nueva- es el lugar de la verdad de todo
hombre, puesto como centinela entre lo finito y lo infinito. En este umbral
toda carne encuentra la “Palabra” hecha carne.»[11]
[1]
Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CANTICOS DEL SIERVO
DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS.
Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 2ª ed. 1993 p. 39
[2]
Ídem.
[3]
Arango Alzate, Oscar Albeiro. JESÚS DE NAZARETH LA VÍCTIMA.INOCENTE-CRUCIFICADA-RESUCITADA
QUE REVELA A DIOS-PADRE-MISERICORDIOSO. Ed. Pontificia Universidad Javeriana.
Facultad de Teología Bogotá 2007 p. 196-197
[4]
Bortolini, José. CÓMO LEER LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS
CONFLICTOS EN COMUNIDAD. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia. 1996. pp.
13-14
[5]
Benedicto XVI. JESUS DE NAZARET. 1ª Parte. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2007 p.
46
[6] Ídem.
p. 44.
[7]
Mesters, Carlos O.C.D. Op. Cit. p.13
[8] Arango Alzate, Oscar Albeiro. Op. Cit. p.
99
[9] Bortolini, José. CÓMO LEER EL
EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia. 2002. p.
25
[10]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá
Colombia 2008. Pp 33-34
[11]
Ibid p. 35
No hay comentarios:
Publicar un comentario