sábado, 14 de enero de 2023

QUE SEAMOS INSTRUMENTOS DE TU AMOR EN EL MUNDO

 


EL CORDERO DE DIOS ES DIOS ENCARNADO

Is 49, 3. 5-6; Sal 40(39), 2. 4ab. 7-8a. 8b-9. 10; 1Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34

 

El siervo es Jesús, pero es también el pueblo, este pueblo sufriente, que imita a Jesucristo resistiendo contra el dolor.

Carlos Mesters

 

(El bautismo) … hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5, 17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).

CEC #1265

 

La Primera Lectura nos viene del Deuteroisaías, se dio en el contexto del destierro, cuando el pueblo estaba desesperanzado, muchos habían claudicado y se habían entregado a los opresores, traicionando su fe se plegaron a las deidades babilónicas cayendo en el más abyecto politeísmo. Lo que nos brinda la historia consiste en que esta desazón no brotó de la noche a la mañana, sino que fue preparada durante un largo periodo en el cual los líderes corruptos entre los que se contaban falsos profetas, miembros de la casta sacerdotal y hasta el propio rey abrieron paso a estas ideas «la fe en Dios quedó abatida, el pueblo perdió la confianza en sí mismo, olvidó las cosas grandes de su propio pasado, quedó sin memoria, perdido en medio de la historia…¿Cuál fue la idea errada sobre Dios que desequilibró la vida del pueblo? Fue la idea de un Dios cuyo favor y protección pueden ser comprados por medio de promesas, ritos y sacrificios; un Dios que la gente sólo usa mientras sea útil y fácil. Una idea así es como un comején: va comiendo la fe por dentro. A la hora de la desgracia, lo que queda de ella en la cabeza del pueblo, es la imagen muerta y distorsionada de un Dios distante que se aparta del pueblo…»[1] Lo que nos propone el Deuteroisaías es la misión de liderar la recomposición y el retorno, no de la comunidad Israelita, sino “luz de las naciones… hasta el confín de la tierra”. «En la nueva situación en la que estaba el pueblo, allá en el cautiverio, el “Proyecto de Dios” ya no podía ser sólo para el pueblo de Israel. Tenía que alcanzar necesariamente a los otros pueblos.»[2] ¿Está dirigido este llamado a un gran personaje histórico? O, ¿está dirigido el llamado al pueblo? Observemos cómo inicia la perícopa para poder responder este cuestionamiento: “Tú eres mi siervo, Israel…” Esto se comprende mejor si tomamos en cuenta la fórmula para la Oración Colecta que se nos propone como alternativa: “… en Cristo, Cordero Pascual y Luz de las gentes, llamas a todos los hombres a conformar el pueblo de la Nueva Alianza…” «Este canto muestra la MISIÓN del Siervo, tuvo que pasar mucho tiempo para que el pueblo tomara consciencia del llamado de Dios…. La misión del siervo se aclara cada vez más en el llamado para establecer de nuevo la justicia, una llamada que sobrepasa a Israel como pueblo, ahora se entiende lo que significa ser luz de las naciones… en la que se tenga en cuenta la historia vital y la tradición de la comunidad.»[3]

 


La Segunda Lectura, nos viene de la Primera a los Corintios. La situación de Corinto no era menos grave, menos crítica que la de los israelitas en el exilio. Corinto era la cepa de la vida disoluta, la sexualidad desordenada y del politeísmo desenfrenado; con su templo principal consagrado a Afrodita, donde se practicaba la “prostitución sagrada” con un sinfín de mujeres dedicadas a este quehacer. «Los cristianos de Corinto eran pocos. Tal vez no pasaban de cien personas, y no tenían ni una misma raza, ni un mismo origen…desde el punto de vista social, la mayoría de ellos estaban marginados: esclavos, mujeres, gente sin acceso al “saber” intelectual; como dice la misma Carta, gente considerada loca, débil, despreciable, vil y sin ningún valor (cf. 1, 27-28) … la comunidad de Corinto se vio luego rodeada de tensiones y conflictos. Fue ciertamente la comunidad que más problemas le trajo a Pablo»[4] En este caso, ¿A quién se refiera la Carta? ¿A quién está dirigida? ¿Se trata de un mensaje a un cierto personaje histórico? Vayamos directamente a la perícopa: “… escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús, a los santos que Él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. ¡Una vez más, resalta el universalismo abarcador del enunciado! El vocativo se dirige al “pueblo de la Nueva Alianza”.

 


Hay en el Evangelio una triple mención del bautismo, a la vez que una contrastación entre el bautismo que prodiga Juan y el que dará el “Cordero de Dios”: 1) “he salido a bautizar”, 2)… “el que me envió a bautizar con agua”,  3) “Ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Este “Cordero de Dios” recibe una designación clarificadora al cierre de la perícopa donde Juan lo testifica “Hijo de Dios”. El bautismo –cuya importancia y trascendentalidad en nuestra vida de fe estamos lejos de asumir- no solamente nos incorpora a la Iglesia, haciéndonos miembros de la Comunidad, sino que además nos in-corpora al Cuerpo Místico de Cristo, nos cristifica, nos hace co-corporeos con Jesús. «El bautismo que desde entonces administran los discípulos de Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que Él ha anticipado con su bautismo. Así se llega a ser cristiano.»[5]

 

Tratemos de examinar un poco más esta designación como “Cordero de Dios”: Joachim «Jeremías llama también la atención sobre el hecho de que la palabra hebrea talj significa tanto “cordero” como “mozo”, “siervo” (ThWNT I 343). Así, las palabras del Bautista pueden haber hecho referencia ante todo al siervo de Dios que, con sus penitencias vicarias, “carga” con los pecados del mundo; pero en ellas también se le podría reconocer como verdadero cordero pascual, que con su expiación borra los pecados del mundo»[6]. Así que en Jesús se suma su ser Hijo de Dios con la manera cómo va a realizar la Redención: ofreciéndose Él mismo como Cordero Sacrificial.

 


«Mucha gente se pregunta: ¿quién es el siervo? ¿Es el pueblo? ¿Es Jesucristo? ¿Es alguno de los profetas? ¿Somos nosotros?... al hacer los canticos, la preocupación mayor de Isaías Junior… era… presentar al pueblo del cautiverio un modelo que lo ayudara a descubrir en la figura del Siervo, su misión como pueblo de Dios.»[7]

 

En la celebración del Bautismo de Jesús, el domingo anterior, hablamos de la identidad de Jesús, en este Domingo, empezando allí mismo, avanzamos hacia su Misión, para pasar a entender que su misión es la nuestra, que la incorporación en el Cuerpo Místico –por el Sacramento del Bautismo- nos convoca al seguimiento discipular, como sacerdotes, profetas y reyes: El llamado está activo hoy para nosotros, somos comunidad creyente, Iglesia de Dios, miembros del Cuerpo Místico. La Universalidad de la convocación nos incluye. En medio de la crisis de increencia –estamos llamados a resistir, a perseverar en el discipulado- la fe nos llama a asumir nuestro triple compromiso bautismal como Sacerdotes, Profetas y Reyes.

 


«… los evangelistas no sólo vinculan a Jesús con el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, sino que subrayan la intención de vincular al Hijo con la figura del Siervo Sufriente, que será clave para entender todo el sentido de la muerte de Jesús. El Hijo en quien se complace Dios será el siervo, en completa identificación con los sufrientes y excluidos de la historia. Lo que aquí se descubre es el carácter kenótico de la venida del Hijo. Es decir, es tal el amor de Dios a los hombres que asume su condición para indicarles el camino de salvación. Dios se expresará, no en el tener fórmulas prefijadas y seguras de salvación, no en la consciencia tranquila ni en el camino asegurado, sino en el riesgo de vivir humanamente asumiendo la tarea que le corresponde al hombre en su historia concreta por llevar a cabo la Voluntad de Dios, expresada en el “Reino de Dios”: este es el bautismo con “Espíritu Santo y fuego.”»[8] «El evangelio de Juan nos quiere decir que está por realizarse un nuevo éxodo y un nuevo paso de la esclavitud a la tierra de la libertad y de la vida. En el pasado, el pueblo había atravesado el Jordán y había entrado en la Tierra Prometida guiado por Josué; ahora, con su práctica de vida, Jesús guiará al pueblo, conduciéndolo a la vida en plenitud.»[9] «Es importante la indicación “al otro lado del Jordán”, el rio que marca el límite de la tierra prometida. El bautismo de Juan se da todavía en las afueras: para entrar es preciso atravesar el Jordán, al que se compara con el Mar Rojo (Cf. Jos 4, 23), con un nuevo éxodo. Su bautismo conduce a las puertas de la tierra y predispone a entrar en ella.»[10]

 


«El que no admite su bautismo (el de Juan, bautismo de conversión), no puede conocer quién es Jesús (cf. Mc 11, 27-33p). El bautismo en el agua –reconocimiento de su condición limitada de creatura y del propio pecado, pero también del deseo de renacer a la vida nueva- es el lugar de la verdad de todo hombre, puesto como centinela entre lo finito y lo infinito. En este umbral toda carne encuentra la “Palabra” hecha carne.»[11]

 

 

 



[1] Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CANTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS.  Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 2ª ed. 1993 p. 39

[2] Ídem.

[3] Arango Alzate, Oscar Albeiro. JESÚS DE NAZARETH LA VÍCTIMA.INOCENTE-CRUCIFICADA-RESUCITADA QUE REVELA A DIOS-PADRE-MISERICORDIOSO. Ed. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología Bogotá 2007 p. 196-197

[4] Bortolini, José. CÓMO LEER LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN COMUNIDAD. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia. 1996. pp. 13-14

[5] Benedicto XVI. JESUS DE NAZARET. 1ª Parte. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2007 p. 46

[6] Ídem. p. 44.

[7] Mesters, Carlos O.C.D. Op. Cit. p.13

[8] Arango Alzate, Oscar Albeiro. Op. Cit. p. 99

[9] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia. 2002. p. 25

[10] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2008. Pp 33-34

[11] Ibid p. 35

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