sábado, 8 de octubre de 2022

LA GRATITUD

 


2Re 5, 14-17; Sal 98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b); 2Tim 2, 8-13; Lucas 17, 11-19

 

El secreto de la felicidad es vivir cada momento y agradecer a Dios por todo lo que en su bondad nos envía, día tras día.

Santa Gianna Beretta Molla

 

Llevar a Dios en una carga de tierra.

“Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.  ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!” (Lc 14, 13-14). Es muy difícil para los ricos entrar al reino de los Cielos (Mt 19, 24). ¡Jesús prefiere a los pobres!

 

En la Primera Lectura 2Re 5, 14-27, «Naamán es curado de su lepra», si, vamos a la Biblia y leemos lo que sigue encontramos a Guejazi que cambia su salud -víctima de la ambición- por lepra.

 

Naamán quiere adorar en lo sucesivo tan sólo a YHWH, pero, como es el edecán del rey de Siria, necesita el permiso de Eliseo para poderse arrodillar cuando el Rey “se apoye en su brazo” para rendir tributo a su dios en el santuario de Rimón (cfr. 2Re 5, 18). Hay gratitud por haber sido sanado, pero Naamán quiere seguir con un pie en cada barca y Yahvé es un Dios-Celoso. Es difícil entender la asociación que hace Naamán entre la tierra de Israel que él pueda trasportar a lomo de mula para construirse su propio altar de adoración y ofrecerle sacrificios, como si Dios estuviera ligado a la tierra -típica cosificación de la relación con Dios-, mientras que, sabemos por la Sagrada Escritura que ¡YHWH no está atado a la tierra sino a su Pueblo, a las personas que lo conforman! Dios es un Dios transeúnte, itinerante, nómada, que acompaña a su pueblo. Acompañó a Abrahán, acompañó a Israel (Jacob); acompañó a su pueblo en Egipto, dónde viéndolo sufrir, sumido en la esclavitud, designó a Moisés para que liderara la salida-liberación de Egipto; y, luego, los acompañó en su vagar por el desierto durante 40 años, sin perder de vista que iba como Columna de Fuego en la noche y como Nube -que les daba sombra- durante el día. además, los alimentó y les dio de beber durante todo este tiempo, los sanaba sí eran picados por serpientes con sólo mirar la Serpiente de Bronce levantada por Moisés en una asta; todavía más, les permitió cruzar el Mar sin mojarse los pies. Por tanto, Dios va con nosotros aun cuando Naamán no alcanzaba a comprender esto y su teología lo suponía ligado a unos cuantos bultos de tierra, como si a Dios se le pudiera aprisionar.


 

Sin embargo, Eliseo, el profeta –la voz de Dios- no se lo impide, ni lo corrige, ni lo refuta en modo alguno. Podríamos afirmar que Dios le acepta este culto conforme con la teología de Naamán aun cuando no sea conforme con el culto que YHWH espera de los miembros de su Pueblo-Escogido. Lo importante aquí son las manifestaciones de “gratitud” de Naamán, como reza en el adagio popular “cada quien da de lo que tiene” y desde el enfoque pagano de los Sirios de la época, este era el tributo del creyente a sus dioses, luego, le es aceptado y el Señor se los recibe, los acepta como un incienso que le es grato.

 

Reflexionemos sobre la rotunda negativa de Eliseo de aceptar el “regalo” que le ofrece Naamán, recordemos que todo amor –y el amor de Dios que sana, que salva es Amor-Ágape, o sea amor de gratuidad- no se compra, ni se vende, ya que todo amor que se comercia, que se mercantiliza es “prostitución”; al Amor de Dios sólo se puede corresponder con nuestro culto, porque “el amor con amor se paga”.

 

Los clientes de YHWH.

¡Adelante, la redondez de la tierra como un canasto que se sacude!

¡Ríos, aplaudid, y que se alisten las montañas,

porque ha llegado el momento en que Dios va a "juzgar" a la tierra!

¡Ha llegado el día del rayo del sol, y de la radiante nivelación de la justicia!".

Paul Claudel

 

La palabra cliente parece provenir –etimológicamente hablando- de la raíz indoeuropea klei, kli, que significa “inclinarse”, “apoyarse en”, (de hecho, la palabra clínica proviene del griego kliné, que significa cama, que también deriva del indoeuropeo “reclinarse”). Entre los romanos, cuando un fuereño llegaba a Roma “apadrinado” por un patricio, ese era un cliente, y el patricio era su patronus; castellanizado “el patrón”. Nosotros hemos venido hablando del patronato de Dios sobre unas personas a las cuales Él brinda especial protección, cuidado y defensa; los llamamos los “clientes del Señor”, se trata de los pobres, los desamparados, los marginados, los expatriados, los desplazados, los extranjeros, los explotados, los ancianos, los niños, los huérfanos, las viudas, las mujeres, en general, todos los subyugadas (puestos bajo algún yugo), incluidos los enfermos de toda laya, trátese de ciegos, sordos, paralíticos, leprosos, poseídos, endemoniados.

 

Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor

Es lo que leemos en el verso 4 del Salmo que entonamos para este Domingo. En otras versiones leemos הריעו ליהוה כל־הארץ פצחו ורננו וזמרו׃ “Canten a Dios con alegría habitantes de toda la tierra, cántenle himnos con estallido de júbilo”. Es una catolicidad con in-culturación, que la religión de YHWH no es exclusiva ni excluyente, permite acceso a todos, como ya empezábamos a comprender con San Pablo Οὐκ ἔνι Ἰουδαῖος οὐδὲ Ἕλλην, οὐκ ἔνι δοῦλος οὐδὲ ἐλεύθερος, οὐκ ἔνι ἄρσεν καὶ θῆλυ· πάντες γὰρ ὑμεῖς εἷς ἐστὲ ἐν χριστῷ Ἰησοῦ. “Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre quien es esclavo y quien es hombre libre, no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”. Gal 3, 28. Así todos son acogidos, todos pueden adorar a este Dios Misericordioso, cada uno con su idiolecto cultural propio (lo que quiere decir que podemos ser Iglesia, con un culto unificador –no uniformizador-; que se acogen también las expresiones propias de cada cultura, como vemos en otros ritos católicos: además del romano, está el rito copto, el maronita, el melkita, el sirio, el armenio, el caldeo). Y con canticos y danzas litúrgicas que lejos de significar desunión, respiran con amplias bocanadas, los aires de la identidad cultural y cultual, de la unidad en la diversidad.

 


Entonces, ¿en qué reposa la unidad? Leámoslo en el Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 815: "Por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de comunión:

— la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles;

— la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;

— la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG 14; CIC, can. 205).

 

No existe ninguna llamada a luchar por la implantación de la fe a “sangre y fuego”. Y esta afirmación reviste capital importancia, puesto que, la nuestra no es una fe que se impone por violencia o por cualquier otro medio; nuestro único medio es el amor. El profeta Jeremías hablaba de “seducción” porque los medios de que se vale el Amor de Dios y el anuncio de su palabra son similares a los que usa el enamorado para alcanzar el corazón de la amada: tiernos gestos de infinita ternura, y de dulce galantería. Nuestro error evangelizador, en más de una oportunidad, ha provenido de una concepción torcida de las vías evangelizadoras que se han tomado como de posible “imposición”. ¡Urge erradicar este yerro!

 

Aquí está comprometida la catolicidad de nuestra fe, Cat´Olon, significa universal, ¡si! Pero, especialmente, significa, ¡no sectaria! El salmo nos convoca, más bien, a hacer notar, a llamar la atención a ‘permitir que otros vean lo que no alcanzan a notar; que los alcance la noticia que ningún noticiario les ha hecho llegar. ¡La Buena Nueva! Por encantamiento, por enamoramiento, ¡no y nunca por la fuerza!

 

Ser-Dios significa Dios-Fidelidad

En la 2da Carta a Timoteo nos encontramos enfrentados a la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo como a uno de esos puntos nodales de la profesión apostólica de fe. Ese “punto nodal” lo es hasta tal extremo que San Pablo se vio arrastrado a llevar cadenas y hasta dar su vida. Observemos, que el encadenamiento del “evangelizador” no significa el encadenamiento del “Evangelio”. Más bien al contrario, un evangelizador encadenado le da alas al Mensaje, la convierte en Buena Noticia, para poder compartir y hacer partícipes a otros, a muchos, de esta verdad salvífica, que nos abre las puertas a la gloria eterna.

 

En los versos 11 y 12 se nos muestra una simetría perfecta:

a)    Si hemos muerto con Él,                               con Él viviremos

b)    Si sufrimos pacientemente con Él,               también con Él reinaremos,

c)    Si lo negamos,                                              Él también nos negará.

Pero, abruptamente, en el verso 13 se rompe la simetría: εἰ ἀπιστοῦμεν, ἐκεῖνος πιστὸς μένει,

            “Si somos infieles,…                                     Él permanecerá fiel”.

En el propio verso 13 se nos da la explicación teológica: porque su justicia no es reflejar nuestra infidelidad sino continuar con ese atributo de la Divinidad; ya que si Él incurriera en infidelidad sería hombre-caído y no Dios. Por eso, “Él permanecerá siempre fiel porque no puede desmentirse a Sí mismo” actuando al contrario de lo que Él es, porque la naturaleza de Dios es Fidelidad.

 

Agradecidos – vs- ingratos

«Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. Porque te da esto y lo otro. Porque te han despreciado. Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso… Dale gracias por todo, porque todo es bueno».

San Josemaría Escrivá

Camino #268

 

 

El tema tratado en el Evangelio es la celebración del agradecimiento. Un agradecimiento dirigido a Dios: “Alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias.” Lc 17, 15b-16a. Pongamos el foco en la palabra εὐχαριστῶν eucaristón del verbo εὐχαριστέω “dar gracias”, “recibir con gratitud”, “agradecer”, donde distinguimos una clara consonancia con la palabra Eucaristía, “Acción de Gracias”. Miremos la raíz χαρισ [jaris], (χάρις, ιτος, ἡ) «este término “de la gracia” –“charitos”. Viene decharis”, gracia, de la que derivachará”, alegría, y también la palabra “gratis” usada por Pablo para indicar la acción de Dios que perdona al pecador sin ningún mérito suyo»[1]

 

Sentimos que la gratitud no es ningún “chip” que uno ya trae en la cabeza, como se ha dado en decir. La gratitud se aprende y se aprende en el hogar. ¡Si, en el seno familiar! Si todo se recibe, sin merecimiento y sin gratitud, se crece creyendo que se “es mejor que sus padres”, y “mejor” que todos los demás. Esto trae como consecuencia pensar que todos están obligados, que todos deben darle, que el mundo y, hasta Dios mismo, tienen que “servirle”, tenerlo contento, darle gusto; si no, … viene la pataleta. A este gremio de los que piensan que “se les debe todo” pertenecían nueve de los diez leprosos. Sólo uno de ellos estaba alfabetizado en el significado de la gratitud y se sintió llamado, es más, quiso expresar, externalizar la “alegría de su corazón” por el “favor” recibido. Precisamente porque pudo reconocer el “don” recibido”. Ya en otras ocasiones nos hemos referido -lo que también nos priva de la gracia y de la gratitud- a quienes buscan milagro con pistola; sin dudar, pretenden chantajear a Dios, coaccionarlo para que obre a su favor, no falta el que lo amenaza, y –alguna vez lo mencionamos- hasta dejan la Iglesia y abandonan su fe, porque Dios no les dio gusto.

 


Queremos subrayar cómo acoge Jesús esta gratitud: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. ¿Qué se entiende?, que el Samaritano (siempre un extranjero, considerado ajeno al judaísmo oficial), tiene fe, que Jesús lee esa fe en su gratitud, que los otros nueve no tenían fe y, en consecuencia, aunque quedaron limpios no lograron nada más, lograron una cosa pasajera, momentánea, algo que no les iba a durar mucho; en cambio, el Samaritano logró un bien eterno. “La Salvación”. La gratitud brota de la consciencia de haber sido sanado por la intervención de Dios, no por ninguna otra causa, quizás lo otros nueve creyeron que se habían sanado porque sí, creyeron haberse sanado como el que piensa que la afección se “envejeció” y se acabó, porque se murió; no, este samaritano viene a agradecer porque reconoce el poder de Dios en acción, reconoce su salud como la obra de Jesús: ¡eso es lo que Salva!

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 



[1] Martini, Card. Carlo María. LAS CONFESIONES DE SAN PABLO Ed. San Pablo 6ta reimpresión Bogotá – Colombia 2005 p. 127

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