2Re 5, 14-17; Sal
98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b); 2Tim 2, 8-13; Lucas 17,
11-19
El secreto de la
felicidad es vivir cada momento y agradecer a Dios por todo lo que en su bondad
nos envía, día tras día.
Santa Gianna Beretta
Molla
Llevar a Dios en una carga
de tierra.
“Al
contrario, cuando des un banquete,
invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu
recompensa en la resurrección de los justos!” (Lc 14, 13-14). Es muy difícil
para los ricos entrar al reino de los Cielos (Mt 19, 24). ¡Jesús prefiere
a los pobres!
En la Primera Lectura 2Re 5, 14-27, «Naamán es
curado de su lepra», si, vamos a la Biblia y leemos lo que sigue encontramos a
Guejazi que cambia su salud -víctima de la ambición- por lepra.
Naamán quiere adorar en lo sucesivo tan sólo a
YHWH, pero, como es el edecán del rey de Siria, necesita el permiso de Eliseo
para poderse arrodillar cuando el Rey “se apoye en su brazo” para rendir
tributo a su dios en el santuario de Rimón (cfr. 2Re 5, 18). Hay gratitud por
haber sido sanado, pero Naamán quiere seguir con un pie en cada barca y Yahvé
es un Dios-Celoso. Es difícil entender la asociación que hace Naamán entre la
tierra de Israel que él pueda trasportar a lomo de mula para construirse su
propio altar de adoración y ofrecerle sacrificios, como si Dios estuviera
ligado a la tierra -típica cosificación de la relación con Dios-, mientras que,
sabemos por la Sagrada Escritura que ¡YHWH no está atado a la tierra sino a su
Pueblo, a las personas que lo conforman! Dios es un Dios transeúnte,
itinerante, nómada, que acompaña a su pueblo. Acompañó a Abrahán, acompañó a
Israel (Jacob); acompañó a su pueblo en Egipto, dónde viéndolo sufrir, sumido
en la esclavitud, designó a Moisés para que liderara la salida-liberación de
Egipto; y, luego, los acompañó en su vagar por el desierto durante 40 años, sin
perder de vista que iba como Columna de Fuego en la noche y como Nube -que les
daba sombra- durante el día. además, los alimentó y les dio de beber durante
todo este tiempo, los sanaba sí eran picados por serpientes con sólo mirar la Serpiente
de Bronce levantada por Moisés en una asta; todavía más, les permitió cruzar el
Mar sin mojarse los pies. Por tanto, Dios va con nosotros aun cuando Naamán no
alcanzaba a comprender esto y su teología lo suponía ligado a unos cuantos
bultos de tierra, como si a Dios se le pudiera aprisionar.
Sin embargo, Eliseo, el profeta –la voz de Dios- no
se lo impide, ni lo corrige, ni lo refuta en modo alguno. Podríamos afirmar que
Dios le acepta este culto conforme con la teología de Naamán aun cuando no sea
conforme con el culto que YHWH espera de los miembros de su Pueblo-Escogido. Lo
importante aquí son las manifestaciones de “gratitud” de Naamán, como reza en
el adagio popular “cada quien da de lo que tiene” y desde el enfoque pagano de
los Sirios de la época, este era el tributo del creyente a sus dioses, luego,
le es aceptado y el Señor se los recibe, los acepta como un incienso que le es
grato.
Reflexionemos sobre la rotunda negativa de Eliseo
de aceptar el “regalo” que le ofrece Naamán, recordemos que todo amor –y el
amor de Dios que sana, que salva es Amor-Ágape, o sea amor de gratuidad- no se
compra, ni se vende, ya que todo amor que se comercia, que se mercantiliza es
“prostitución”; al Amor de Dios sólo se puede corresponder con nuestro culto,
porque “el amor con amor se paga”.
Los
clientes de YHWH.
¡Adelante, la redondez de la tierra como un
canasto que se sacude!
¡Ríos, aplaudid, y que se alisten las montañas,
porque ha llegado el momento en que Dios va a
"juzgar" a la tierra!
¡Ha llegado el día del rayo del sol, y de la
radiante nivelación de la justicia!".
Paul Claudel
La
palabra cliente parece provenir –etimológicamente hablando- de la raíz
indoeuropea klei, kli, que significa
“inclinarse”, “apoyarse en”, (de hecho, la palabra clínica proviene del griego
kliné, que significa cama, que también deriva del indoeuropeo “reclinarse”).
Entre los romanos, cuando un fuereño llegaba a Roma “apadrinado” por un
patricio, ese era un cliente, y el
patricio era su patronus;
castellanizado “el patrón”. Nosotros
hemos venido hablando del patronato de Dios sobre unas personas a las cuales Él
brinda especial protección, cuidado y defensa; los llamamos los “clientes del
Señor”, se trata de los pobres, los desamparados, los marginados, los
expatriados, los desplazados, los extranjeros, los explotados, los ancianos,
los niños, los huérfanos, las viudas, las mujeres, en general, todos los subyugadas
(puestos bajo algún yugo), incluidos los enfermos de toda laya, trátese de
ciegos, sordos, paralíticos, leprosos, poseídos, endemoniados.
Que
todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor
Es lo que leemos en el verso 4 del Salmo que
entonamos para este Domingo. En otras versiones leemos הריעו ליהוה כל־הארץ פצחו ורננו וזמרו׃ “Canten a
Dios con alegría habitantes de toda la tierra, cántenle himnos con estallido de
júbilo”. Es una catolicidad con in-culturación, que la religión de YHWH no es
exclusiva ni excluyente, permite acceso a todos, como ya empezábamos a
comprender con San Pablo Οὐκ ἔνι Ἰουδαῖος οὐδὲ Ἕλλην, οὐκ ἔνι δοῦλος οὐδὲ
ἐλεύθερος, οὐκ ἔνι ἄρσεν καὶ θῆλυ· πάντες γὰρ ὑμεῖς εἷς ἐστὲ ἐν χριστῷ Ἰησοῦ. “Ya no hay
diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre quien es esclavo y
quien es hombre libre, no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos
ustedes son uno solo en Cristo Jesús”. Gal 3, 28. Así todos son acogidos, todos
pueden adorar a este Dios Misericordioso, cada uno con su idiolecto cultural
propio (lo que quiere decir que podemos ser Iglesia, con un culto unificador
–no uniformizador-; que se acogen también las expresiones propias de cada
cultura, como vemos en otros ritos católicos: además del romano, está el rito
copto, el maronita, el melkita, el sirio, el armenio, el caldeo). Y con
canticos y danzas litúrgicas que lejos de significar desunión, respiran con
amplias bocanadas, los aires de la identidad cultural y cultual, de la unidad
en la diversidad.
Entonces, ¿en qué reposa la unidad? Leámoslo en el
Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 815: "Por encima de todo esto,
revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (Col 3, 14). Pero
la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de
comunión:
— la profesión de una misma fe recibida de los
Apóstoles;
— la celebración común del culto divino, sobre todo
de los sacramentos;
— la sucesión apostólica por el sacramento del
orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG
14; CIC, can. 205).
No existe ninguna llamada a luchar por la
implantación de la fe a “sangre y fuego”. Y esta afirmación reviste capital
importancia, puesto que, la nuestra no es una fe que se impone por violencia o
por cualquier otro medio; nuestro único medio es el amor. El profeta Jeremías
hablaba de “seducción” porque los medios de que se vale el Amor de Dios y el
anuncio de su palabra son similares a los que usa el enamorado para alcanzar el
corazón de la amada: tiernos gestos de infinita ternura, y de dulce galantería.
Nuestro error evangelizador, en más de una oportunidad, ha provenido de una
concepción torcida de las vías evangelizadoras que se han tomado como de
posible “imposición”. ¡Urge erradicar este yerro!
Aquí está comprometida la catolicidad de nuestra fe,
Cat´Olon, significa universal, ¡si! Pero, especialmente, significa, ¡no
sectaria! El salmo nos convoca, más bien, a hacer notar, a llamar la atención a
‘permitir que otros vean lo que no alcanzan a notar; que los alcance la noticia
que ningún noticiario les ha hecho llegar. ¡La Buena Nueva! Por encantamiento,
por enamoramiento, ¡no y nunca por la fuerza!
Ser-Dios
significa Dios-Fidelidad
En la 2da Carta a Timoteo nos encontramos
enfrentados a la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo como a uno de esos
puntos nodales de la profesión apostólica de fe. Ese “punto nodal” lo es hasta
tal extremo que San Pablo se vio arrastrado a llevar cadenas y hasta dar su
vida. Observemos, que el encadenamiento del “evangelizador” no significa el
encadenamiento del “Evangelio”. Más bien al contrario, un evangelizador encadenado
le da alas al Mensaje, la convierte en Buena Noticia, para poder compartir y
hacer partícipes a otros, a muchos, de esta verdad salvífica, que nos abre las
puertas a la gloria eterna.
En los versos 11 y 12 se nos muestra una simetría
perfecta:
a)
Si hemos muerto con Él, con Él viviremos
b)
Si sufrimos pacientemente con Él, también con Él reinaremos,
c)
Si lo negamos, Él
también nos negará.
Pero, abruptamente, en el verso 13 se rompe la
simetría: εἰ ἀπιστοῦμεν, ἐκεῖνος πιστὸς μένει,
“Si
somos infieles,… Él
permanecerá fiel”.
En el propio verso 13 se nos da la explicación
teológica: porque su justicia no es reflejar nuestra infidelidad sino continuar
con ese atributo de la Divinidad; ya que si Él incurriera en infidelidad sería
hombre-caído y no Dios. Por eso, “Él permanecerá siempre fiel porque no puede
desmentirse a Sí mismo” actuando al contrario de lo que Él es, porque la
naturaleza de Dios es Fidelidad.
Agradecidos
– vs- ingratos
«Acostúmbrate
a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. Porque
te da esto y lo otro. Porque te han despreciado. Porque no tienes lo que
necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es
también Madre tuya. Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra
planta. Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso… Dale
gracias por todo, porque todo es bueno».
San
Josemaría Escrivá
Camino
#268
El tema tratado en el Evangelio es la celebración
del agradecimiento. Un agradecimiento dirigido a Dios: “Alabando a Dios en voz
alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias.” Lc 17, 15b-16a.
Pongamos el foco en la palabra εὐχαριστῶν eucaristón
del verbo εὐχαριστέω “dar gracias”, “recibir con
gratitud”, “agradecer”, donde distinguimos una clara consonancia con la palabra
Eucaristía, “Acción de Gracias”. Miremos la raíz χαρισ [jaris], (χάρις, ιτος, ἡ) «este término “de la gracia” –“charitos”. Viene de “charis”,
gracia, de la que deriva “chará”, alegría, y también
la palabra “gratis” usada por Pablo
para indicar la acción de Dios que perdona al pecador sin ningún mérito suyo»[1]
Sentimos que la
gratitud no es ningún “chip” que uno ya trae en la cabeza, como se ha dado en
decir. La gratitud se aprende y se aprende en el hogar. ¡Si, en el seno
familiar! Si todo se recibe, sin merecimiento y sin gratitud, se crece creyendo
que se “es mejor que sus padres”, y “mejor” que todos los demás. Esto trae como
consecuencia pensar que todos están obligados, que todos deben darle, que el
mundo y, hasta Dios mismo, tienen que “servirle”, tenerlo contento, darle gusto;
si no, … viene la pataleta. A este gremio de los que piensan que “se les debe
todo” pertenecían nueve de los diez leprosos. Sólo uno de ellos estaba
alfabetizado en el significado de la gratitud y se sintió llamado, es más,
quiso expresar, externalizar la “alegría de su corazón” por el “favor” recibido.
Precisamente porque pudo reconocer el “don” recibido”. Ya en otras ocasiones
nos hemos referido -lo que también nos priva de la gracia y de la gratitud- a quienes
buscan milagro con pistola; sin dudar, pretenden chantajear a Dios,
coaccionarlo para que obre a su favor, no falta el que lo amenaza, y –alguna
vez lo mencionamos- hasta dejan la Iglesia y abandonan su fe, porque Dios no
les dio gusto.
Queremos subrayar
cómo acoge Jesús esta gratitud: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. ¿Qué
se entiende?, que el Samaritano (siempre un extranjero, considerado ajeno al
judaísmo oficial), tiene fe, que Jesús lee esa fe en su gratitud, que los otros
nueve no tenían fe y, en consecuencia, aunque quedaron limpios no lograron nada
más, lograron una cosa pasajera, momentánea, algo que no les iba a durar mucho;
en cambio, el Samaritano logró un bien eterno. “La Salvación”. La gratitud
brota de la consciencia de haber sido sanado por la intervención de Dios, no
por ninguna otra causa, quizás lo otros nueve creyeron que se habían sanado
porque sí, creyeron haberse sanado como el que piensa que la afección se “envejeció”
y se acabó, porque se murió; no, este samaritano viene a agradecer porque reconoce
el poder de Dios en acción, reconoce su salud como la obra de Jesús: ¡eso es lo
que Salva!
[1]
Martini, Card. Carlo María. LAS CONFESIONES DE SAN PABLO Ed. San Pablo 6ta
reimpresión Bogotá – Colombia 2005 p. 127
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