Is 42, 1-4. 6-7; Sal
29(28), la-2. 3ac-4. 9b-10; He 10, 34-38; Mt 3, 13-17
Todo lo que aconteció en Cristo nos
enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros
desde lo alto del Cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser
hijos de Dios.
San Hilario
El Bautismo, en fin, nos convierte en
signo de esperanza para toda la humanidad nueva… con firme disponibilidad de
quien, dejándose atraer por Cristo está dispuesto a ayudar, a colaborar, a
servir, a amar.
Carlo María Card. Martini
Conclusión del tiempo de Navidad
Esta Fiesta que celebramos el Domingo
siguiente a la Epifanía o Fiesta de los Reyes Magos, concluye el Tiempo de
Navidad y da inicio al Tiempo Ordinario. A partir de esta semana que hoy
inauguramos estaremos en el Tiempo Ordinario del ciclo C. Se trata de una
Teofanía y a la vez una Epifanía. Como lo hemos comentado en otro lugar, en la
Iglesia latina la epifanía se celebra en la Fiesta de Reyes, mientras en la
Iglesia de Oriente la Epifanía corresponde al Bautismo de Jesús. Esta celebración “abisagra”, por así
decirlo” estos tiempos litúrgicos: dejamos atrás a Jesús Niño y nos encontramos
a Jesús adulto, que con treinta años ya, puede –según lo establecido por el judaísmo-
actuar en la vida pública, ser testigo, dar testimonio de otro o de sí mismo.
El Bautismo de Jesús -repetimos- bajo la
óptica de la Iglesia de Oriente es epifanía, porque la Voz que nos vino del
Cielo designa a Jesús, nos lo revela como Divino, como Hijo suyo: «El pasaje es
una miniatura que contiene todo el Evangelio y revela el misterio más profundo
de Dios: la Trinidad, como amor entre el Padre y el Hijo, ofrecido por este a
todos los hermanos… Esa Voz nos lo muestra como Su Hijo, el bautismo de Jesús
es la puerta de ingreso a la revelación cristiana, que nos introduce en la casa
de Dios. ¿No es acaso Él una puerta abierta de par en par al hombre?
El bautismo es la “vocación” de Jesús:
recibe del Padre el nombre de Hijo. Pero es también su “misión”: su condición
como Hijo lo lleva a hacerse hermano… El Padre en todo el Evangelio habla sólo
dos veces: aquí y en la trasfiguración (cf. Jn 12, 28). Aquí habla para
confirmar al Hijo en su opción como siervo; allá para revelarnos a nosotros la
gloria de ese Hijo, para que le escuchemos y lleguemos a ser también nosotros
como Él.»[1]
Solidaridad total con su pueblo
…en contraste profundo con la
predicación de Juan: Jesús enseñaba la cercanía de un año de gracia y de
misericordia.
Virgilio Zea, s.j.
«El retrato de Juan el Bautista que
aparece en los evangelios prepara al lector para la venida de Jesús, Juan ocupa
un lugar en la historia por su papel de “precursor” de la misión de Cristo,
pero el Bautista desempeñaba un papel profético propio y la multitud podía
esperar que Jesús continuase la misión que él había comenzado. El historiador
judío Josefo testimonia que la creencia popular era que la derrota militar de
Herodes se debía a la ira de Dios por haber ejecutado a Juan al Bautista:
“Algunos judíos pensaron que las tropas
de Herodes habían sido destruidas por la acción divina y que él mismo había
sufrido el justo castigo por haber dado muerte a Juan llamado el Bautista.
Herodes condenó a muerte a este buen hombre que exhortaba a los judíos a llevar
una vida virtuosa, a practicar la justicia unos con otros y a bautizarse.
Incluso parece que Juan creía que el bautismo sería sólo una purificación
corporal y no perdonaría los pecados a menos que el alma estuviera ya limpia
por una conducta virtuosa. Cuando la multitud a su alrededor creció y se entusiasmaba
con su palabra, Herodes empezó a temer que su influencia condujera a una
revuelta, pues daba la impresión de que la multitud estaba dispuesta a hacer
cualquier cosa que le dijera (Ant. Jud., XVIII, 5)
Josefo presenta al Bautista como un
reformador de costumbres; el bautismo sólo purifica el cuerpo, mientras que el
resto de la vida personal cambia únicamente con la fidelidad a Dios y la
justicia para con el prójimo. Los evangelios señalan otra característica de la
predicación del Bautista que pasó inadvertida a Josefo: la llamada al
arrepentimiento se basaba en la proximidad del juicio final (cf. Lc 3, 7-9; Mt
3, 11-12).
Al igual que el Bautista, Jesús se
dirigía a la multitud hablándole de cómo la Ley de Dios interviene en la
historia humana; pero, a diferencia de Juan, Jesús no acabó siendo conocido por
predicar el bautismo de agua como símbolo de que una persona comenzaba una vida
de santidad, aunque los primeros cristianos emplearon de nuevo el bautismo para
expresar la nueva relación que unía al creyente con Jesús.»[2]
«…una página que personalmente me
conmovió, donde el teólogo indio Samuel Rayan describe profundamente esta
experiencia fundamental de Jesús al comienzo de su vida pública: “Sucedió en el
Jordán. Fue para Jesús una experiencia que le llegó hasta lo más profundo de su
alma. Allí, su vida ganó en fuerza y en sentido. Fue un abrirse al mundo por
fuera, y a una nueva experiencia de oración por dentro. Todo comenzó cuando
Jesús emprendió camino desde Galilea hasta Enón, cerca de Salín, en el Jordán.
Jesús siempre había mantenido su espíritu abierto al padre y atento a su
presencia y su acción en los sucesos de la historia humana de cada día. Allá
abajo, cerca del mar de sal, Juan predicaba penitencia y bautizaba al pueblo.
La gente se llegaba a él en gran número, procedente de todo el país: de
Jerusalén y de toda la Judea, así como de las regiones cercanas al Jordán. Jesús
vio en ello la obra del Padre y escuchó su voz, a la que siempre era obediente.
Se unió a la multitud, se puso en la fila de los penitentes, con gran sencillez
y claridad de espíritu, y fue bautizado por Juan. Y ahora el Padre sale al
encuentro de esta decidida entrega, con una comunicación arrolladora de Sí
mismo que se hace sentir en el centro más profundo del ser de Jesús. Los evangelios
describen esta experiencia de Jesús con imágenes de perfección sublime. Jesús
vio y sintió como los cielos se abrían, en toda su grandeza y belleza, ante sus
propios ojos y le revelaban en su visión el plan divino para la salvación del
género humano. Sintió cómo el espíritu de Dios invadía su alma y la elevaba con
todo su poder, en un océano de paz que ningún medio humano puede dar ni
comprender. Oyó la voz del Padre en el último silencio de sus entrañas, en cada
fibra y célula de su cuerpo. Y la voz del Padre le habló directamente a Él, se
dirigió personal y convergentemente a Él solo, y le dijo: ‘Tú eres mi Hijo, mi
Siervo, mi Elegido y mi Amado; en Ti descansan mis complacencias’. Jesús
descubrió en ese instante nuevas dimensiones en sí mismo, y vio extenderse los
horizontes de su vida en todas direcciones. Se volvió a encontrar a sí mismo en
la palabra que el Padre le había dirigido. El Padre había enfocado hacia Él
líneas escogidas de la historia veterotestamentarias, palabras, imágenes,
esperanzas, expectativas del Antiguo Testamento; y ahora Jesús sentía que esa
herencia sagrada se hacía realidad en sí mismo y urgía su manifestación y su
fruto. A eso venía aquí esa consolación y esa confirmación intima del Espíritu
Santo. Ese fue el momento expectante en que resonó en su alma la palabra que lo
retaba, con toda la ternura del Padre, y que al darle su nombre de Hijo, lo
consagraba en familia y le entregaba, en lo más profundo de su ser, el sentido
último de su propia existencia. Esto era oración, esto era unión íntima, esto
era experiencia clara y profunda de la divinidad, precedida por la humilde
sumisión al Padre y continuada en la fidelidad práctica a su llamada. Fue para
Jesús una hora inolvidable de encuentro vital con su padre, en la que recibió
explícitamente su consagración y quedó inaugurada su misión como Mesías”»[3]
Toda esta muchedumbre que se baña en el
Jordán deja en el agua toda su maldad, todo su pecado, toda mancha; por su
parte, Jesús entra en el agua absolutamente limpio –no tiene nada que lavar- y
recoge sobre sí toda esta “suciedad”, la carga voluntariamente, voluntariamente
acepta recoger toda la pecaminosidad de esa muchedumbre que nos representa a
todos –óigase bien- toda la humanidad se ha bañado en el Jordán, absolutamente
todos, los de ese tiempo, los de antes, los de ahora y los que vendrán luego:
toda mancha, todo pecado quedó lavado en esa agua “sacramental”. En otra parte
nos hemos referido a este “hacerse en todo como nosotros, menos en el pecado”
como una parte de la kénosis de Jesús, y así es, pero esta vez queremos
subrayar que esa kénosis es “solidaridad”: «¿Cómo, pues, podía en alguna
manera recibir ese bautismo Jesús, que estaba esencial y radicalmente libre de
toda mancha de pecado?
Jesús lo hacía según agradecidamente lo
entendemos, para mostrar con gesto gráfico y sincero su pertenencia a nuestro
género, a nuestro pueblo, a nuestra raza teñida de culpa, aunque Él era
intrínsecamente inmaculado en su mismo ser. Muestra de solidaridad hermana en
la distancia de la inocencia»[4]. «Qué sentido le da Jesús a su
bautismo? De parte de Jesús es la aceptación solidaria de su pueblo y de su
historia... El gesto de Jesús es totalmente programático: el camino de su
ministerio será el camino de la aceptación de la historia de su pueblo tal como
es, sin discriminarlo,…»[5]
«Se rasga el cielo triste de los hombres
y de él desciende una paloma que se posa como en su nido, sobre Jesús. El cielo
deja de estar cerrado desde ese momento. Es verdad que los hombres de tanto en
tanto, lo han violado con los estallidos siniestros de las guerras, el negro
dogal de los genocidios, la contaminación del aire y de los corazones. Pero el
Espíritu Santo fuerza todas las cerraduras y desciende sobre los discípulos de
aquel “Hijo predilecto” cada vez que acogen el Evangelio y se abren al amor.»[6] Jesús puede -porque es Dios-
sacramentalizar toda el agua, revestirla de un poder “redentor” porque Él mismo
es Sacramento, “sacramento Fontal” de Dios” lo llama Leonardo Boff.[7]. «… Jesús de Nazaret, por su vida, por
sus gestos de bondad, por su muerte heroica, y por su resurrección, es llamado
el Sacramento por excelencia. En Él, la historia de salvación, como realización
de sentido, encontró su culminación. Él llegó primero al término del largo
proceso de hominización, venció a la muerte, e irrumpió dentro del misterio de
Dios. En cuanto encarna el plano salvífico de Dios, que es unión radical de la
criatura con el Creador y anticipación del destino de todos los hombres
redimidos, Jesús se presenta como el sacramento primero de Dios.
Si Dios es amor y perdón, servidor de
toda criatura humana, y simpatía gratuita para con todos los hombres, entonces
Jesucristo corporeizaba a Dios en medio de nosotros por su inagotable capacidad
de amor, de renuncia a toda voluntad de poder y venganza, y de identificación
con todos los marginados del orden de este mundo»[8]. «… Jesús no acude al bautismo como
pecador, sino, como bellamente dirá más tarde un padre de la Iglesia, “para
santificar con su bautismo el agua de todos nuestros bautismos”»[9]
Don a cuidar
Jesucristo, punto culminante de la
historia de la salvación, es llamado por excelencia sacramento primordial de
Dios.
Leonardo Boff.
Explorando entre las citas bíblicas en
los Hechos de los Apóstoles el Cardenal Martini encontraba que todos «Los
verbos están en voz pasiva. Es decir, ninguno se puede bautizar a sí mismo:..
debo pedir este Sacramento, debo ser sumergido en el agua por otro. La
alteridad del ministerio, la necesidad de una persona que me lo confiera en
representación de Jesús, quiere expresar que la vida divina otorgada en el
bautismo no se puede adquirir ni siquiera en un centímetro o en un gramo: es
puro don.»[10]
Lo cual nos conduce a nuestra misión,
leámoslo como está puesto en el Catecismo de la Iglesia Católica «1223 Todas las prefiguraciones de
la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después
de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,
13) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles:
"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado" (Mt 28, 19-20; cf Mc 16, 15-16).».
Todavía más: «1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados,
hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5, 17), un
hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe
de la naturaleza divina" (2 P 1, 4), miembro de Cristo (cf 1
Co 6, 15; 12, 27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo
(cf 1 Co 6,19).
1266 La Santísima Trinidad da al
bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que:
— le hace capaz de creer en Dios, de
esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo la
moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante
las virtudes morales.
Así todo el organismo de la vida
sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.»
«Puede nacer en nosotros una pregunta: ¿Es necesario el
bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es en el fondo un
simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o la
niña?". Es una pregunta
que puede surgir y al respecto es iluminante cuanto escribe el apóstol
Pablo" sobre el ser bautizados "en Cristo y luego en su muerte y
resurrección, para poder caminar con él y llevar a una vida nueva.
En
consecuencia, el bautismo no es una formalidad, es un acto que toca en
profundidad nuestra existencia, no es lo mismo un niño bautizado y un niño no
bautizado; no, con el bautismo somos inmersos en el más grande acto de amor de
toda nuestra historia y gracias a este podemos vivir una vida nueva, no en
manos del pecado y de la muerte, sino en la comunión con los hermanos»[11]. «el Bautismo… nos llena de confianza
porque, en los bautizados, Cristo sigue venciendo con amor el mal que hay en el
mundo.»[12]
Al recibir el Bautismo, estos niños
obtienen como don un sello espiritual indeleble, el «carácter», que marca
interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los convierte en miembros
vivos de su Cuerpo místico, que es la Iglesia… un camino que debería ser un
camino de santidad y de configuración con Jesús, una realidad que se deposita…
como la semilla de un árbol espléndido, que es preciso ayudar a crecer… La
colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es más necesaria que
nunca en el contexto social actual, en el que la institución familiar se ve
amenazada desde varias partes y debe afrontar no pocas dificultades en su
misión de educar en la fe. La pérdida de referencias culturales estables y la
rápida transformación a la cual está continuamente sometida la sociedad, hacen
que el compromiso educativo sea realmente arduo. Por eso, es necesario que las
parroquias se esfuercen cada vez más por sostener a las familias, pequeñas
iglesias domésticas, en su tarea de transmisión de la fe.»[13]
“… te pedimos Señor, humildemente que
escuchemos con fe la palabra de tu Hijo para que podamos llamarnos y ser en
verdad, hijos tuyos.”
[1] Fausti, Silvano. UNA
COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia. 2da.
re-impresión 2011. pp. 43. 46.
[2] Perkins, Pheme. JESÚS
COMO MAESTRO. Ed. El Almendro. Córdoba-España. 2001. pp. 40-42.
[3] González Vallés, Carlos.
CRECIA EN SABIDURÍA… Ed. Sal Terrae Santander – España 1995 3ª Edición. p. 31
[4] Ibid. pp. 32-33
[5] Zea, Virgilio. JESÚS, EL
HIJO DE DIOS. Facultad de Filosofía Universidad Santo Tomás de Aquino Bogotá -
Colombia 1989 p. 56
[6] Paglia Vincenzo, UNA CASA
RICA EN MISERICORDIA. EL EVANGELIO DE LUCAS EN FAMILIA. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia.
2016 p. 31
[7] Boff, Leonardo. LOS SACRAMENTOS DE LA VIDA Y
LA VIDA DE LOS SACRAMENTOS. Ed. Indo American Press Service. Bogotá-Colombia
2003 18ª Edición. p. 44
[8] Ibid p. 41
[9] González Vallés, Carlos.
Op. Cit. p. 32
[10] Martini. Carlo María. LOS
SACRAMENTOS.ENCUENTRO CON CRISTO E INSTRUMENTO DE COMUNICACIÓN. Ed. San Pablo
Bogotá D.C. –Colombia 2002. 3ª
re-impresión p. 15
[11] Papa Francisco AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro 13 de noviembre de
2013.
[12] Martini, Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA
CADA DÍA. Ed. San Pablo, Santafé de Bogotá, D.C.-Colombia. 1995. p. 93
[13] Benedicto XVI HOMILÍA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR Capilla Sixtina. 9
de enero de 2011.
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